Intelectuales y doctrina justicialista

El liberalismo tradicional de la Argentina ha acuñado y se ha apropiado de palabras que ha instituido en imperativos categóricos que consideramos naturales. Entre ellas podemos señalar a Patria, Nación, Soberanía , etc, algunos mas cercanas y dolorosas como “los supremos intereses de la nación”. Claro, la avanzada discursiva “prepara el proceso de apropiación efectiva del espacio y de configuración del mapa político real del Estado.]…[Ese procedimiento territorializador, en el proceso de inventar un espacio nacional, define sus límites y explora sus fronteras para exorcizar la barbarie y apropiarse discursivamente de ese cuerpo.” Queda claro entonces que fue necesaria una avanzada discursiva a la efectiva toma de posición sobre los territorios físicos y políticos en donde se disputaba el poder de la Argentina del siglo XIX. Una vez instaladas estas categorías su operación ha sido la del sujeto que sujeta, incluye y determina otras categorías de menor categoría.

Los discursos no se instalan automáticamente, hay una operación política mediática que los ubica allí en ese lugar para que a nosotros nos parezcan casi naturales. ¿Cómo se legitiman entonces esas categorías imaginadas para que obtengan la autoridad que ejercen? Tienen todo un aparato mediático que las apoya y permanentemente refrendan su eficacia y ocultan sus contradicciones. Los “intelectuales” en este caso son un coro de cacatúas que están al servicio de estas ideas y son los encargados de instalar la avanzada y el sostenimiento discursivo, haciendo hábilmente desaparecer todo vestigio de rastro “político” o que tenga que ver con intereses sectoriales instalándolos allí en un espacio “neutro”, natural, indiscutible para que nadie las cuestione.

Si el liberalismo conservador tiene sus palabras, las otras fuerzas mas populares también tienen las suyas. Tanto el radicalismo de Yirigoyen como el peronismo del Primer Perón tuvieron que ver con lo popular. Si para el siglo XIX la palabra democracia había tenido que ver con el gobierno de los pobres o humildes, luego de las revoluciones de mitad de ese siglo quedó claro que la tercera consigna de la tríada republicana, la fraternidad, que garantizaba  justamente la paridad entre los ciudadanos (algo mucho mas tangible que la igualdad),  había sido dejada definitivamente de lado. En el siglo XX la palabra democracia ya había dejado ese ropaje del gobierno de los humildes, las burguesías se habían apropiado definitivamente del término desplazando al proletariado de la posibilidad de participar del poder. Esta vez es la palabra “pueblo” la encargada de nombrar ese gran sector de la población de este país y de todo occidente que no se erige en actor político.

Y si tanto el radicalismo y el primer peronismo se erigieron como movimientos populares, en el sentido de dar visibilidad política a sectores que nunca antes la habían tenido, es interesante analizar el devenir de ese término en los últimos tiempos. Los dos en sus épocas fueron eficaces en cumplir este cometido, el radicalismo de Yrigoyen esbozó las bases de lo que luego sería la clase media argentina, el peronismo del 45 se encargó de los mas humildes, de los de más abajo.

Pero el término pueblo y el populismo, (en el sentido gorila de movimiento que se encarga de  hacer emerger las clases más postergadas) también se convierten en imperativos categóricos, esta vez apropiables por otros sectores que nos son los tradicionales liberales conservador de nuestro país. Porque es cierto el concepto de que si pueblo es el universo no político de la nación, en la medida que este sector va adquiriendo herramientas políticas de socialización como ser los sindicatos, los movimientos sociales, las comisiones barriales, etc., dejaría de ser tal convirtiendo al término en una contradicción a si mismo.

Hoy por hoy son pocos los que discuten la validez democrática del populismo, mucho meno su eficiencia, pero por lo expresado en el párrafo anterior queda claro que populismo, tanto en el sentido gorila como en el sentido laclausiano del término, tarde o temprano quedará preso de su propia contradicción.

Si para Laclau populismo es el emergente de una multiplicidad de significantes vacíos que en un determinado momento adquieren entidad y ese significado político capaz de constituir hegemonía, queda claro que en el instante que cada una de esas pequeñas porciones de la diversa mitiplicidad van satisfaciendo sus necesidades particulares por las cuales integraron el colectivo, automáticamente carece de sentido que sigan participando de él, salvo que la cifra hegemónica se metamorfosée de tal manera que se vaya reinventando a si misma cada instante.

Lo que queda claro es que todo populismo democrático es a plazo fijo y de adhesión voluntaria, por lo que conceptos como “pueblo” o “lagente” hoy ocupan aquellos lugares que ocupaban las categorías del liberalismo conservador tradicional de la Argentina.

El peronismo ha constituido toda una estética de lo popular, la estética es para dialogar con el no peronismo, pero en la posmodernidad y liquidez del siglo XXI es difícil diferenciar lo que es peronismo de lo que no lo es. La pizza con champán o la bajada del cuadro de Videla. Todos somos peronistas en alguna medida. Si el peronismo fue definido como un movimiento por la justicia social, de allí lo de justicialista, una diferencia popular de lo que había a mediados del siglo XX, hoy por hoy el concepto lo abarca todo. Desdibujadas las ideologías lo único que quedan son los imperativos categóricos. En definitiva la nada.

Por lo que me toca, no me interesa el término intelectual pero sí el de cuadro técnico. Si del primero nos ocupamos al principio del post y donde encontramos personajes de la historia como Sarmiento, Hernández, Mitre hasta llegar a Neustad y Jorge Asis; entre los segundos podemos contabilizar a Alberdi, a Deodoro Roca, a Cooke, y hasta podríamos nombrar a Felipe Solá. Son numerosos los contadores y abogados, menos los ingenieros o médicos. Son hombres que llegan a la política a través de su desarrollo intelectual, algunos de ellos han hecho carrera. Difieren de los “intelectuales” vedetongas que en vez de mostrar lindas tetas o colas sacan a menar sus cerebros al mejor postor.

Carta Abierta se erigió en el sentido de formar cuadros técnicos que aportaran desde la intelectualidad a la política. Hoy no distan mucho de los vedetongos tradicionales. ¿Por qué pasa eso? Por la esencia misma del populismo, su carácter de autoextinción, de caducidad en el tiempo. Si fueron convocados para soportar el nuevo significante , una vez caduco se convierten en soporte de la continuidad de la hegemonía por otros medios, el conservadurismo.

Porque como queda muy claro la historia de nuestro país no es lineal, ha tenido importantes avances desde lo comunitario hacia lo social en muchos períodos, como los nombrados, pero a su vez con gobiernos también peronistas como el de mendez o los de los militares también tuvo fuertes retrocesos, como un repliegue hacia lo comunitario. Por lo que el concepto de “lo popular” y su consecuente populismo han tenido diferentes sentidos durante esa historia.

Hoy nos encontramos con un peronismo que nace  de la necesidad (comunitaria) del bagage de significantes no satisfechos del 2001-2002. Los diez años del kirchnerismo cambiaron esa geografía radicalmente y hoy la historia es otra. Pero las bases del modelo kirchnerista apelan recursivamente a la situación de principio de la década: leyes de emergencia, poderes extraordinarios, retórica agonista, modelo económico, etc. Los cuadros técnicos kirchneristas no supieron imponérseles a las diferentes burocracias kirchneristas-pejotistas y esto tarde o temprano va a traer problemas.

Ya advierte Manolo en su papel de abogado del diablo sobre el tema o acaso las avanzadas progresistas de los sesentas y setentas no produjeron ese estallido interno dentro del seno peronista. Es un accidente que está por suceder y se debe a que en función de ganar potencialidad en el modelo PJ-kirchnerismo se pierde reisilencia.

Cabe suponer que las masas están condenadas al uso del sentido común”.

“En suma, las masas no se repliegan hacia el vacío, sino al terreno malo pero conocido, hacia relaciones que dominan, hacia prácticas comunes, en definitiva hacia su propia historia, su propia cultura y su propia psicología, o sea los componentes de su identidad social y política”.

Lo importante es saber quienes estarán en condiciones de hegemonizar para adelante y no agotarnos en discusiones de quién tiene el progresismo mas largo.

4 comentarios en «Intelectuales y doctrina justicialista»

  1. existe un antiguo problema entre los intelectuales y la politica,que conocemos desde los filosofos griegos.Sabemos que los que «no toman posicion»se autoengañan y en realidad favorecen a los gobiernos conservadores.El intelectual tiene el»deber»de ser critico y de analizar todo,incluido a si mismo.Pero como es un ser humano,y no solo un animal racional sino de afectos,la relacion con el projimo lo lleva a comprometerse y a veces a una activa militancia.Todo proceso politico implica pensadores teoricos que surgen dentro del mismo y tambien como opositores u obsevadores que cuestionan.En el orden nacional los patriotas que encontramos en la historia han mostrado sus ideas escribiendo o actuando.El peronismo tiene un viejo problema con los»intelectuales»porque surgio como un movimiento de masas aglutinado por un lider que formulo consignas nacionales,economicas y sociales generadoras de una politica que aun hoy es aceptada por la mayoria.Pero los considerados»intelectuales»argentinos en su mayor parte provenian de una clase media a la que los costo mucho llegar a asimilarse a un movimiento que respondia mas bien a clases»bajas»en ascenso.Ese conflicto aun hoy no lo encuentro suficientemente resuelto.Se trata de un asunto cultural que podemos seguir estudiando.

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