La revolución macrista.

Quienes no votaron a Mauricio Macri imaginaban o sospechaban cuáles serían las medidas políticas y económicas que tomaría, pero lo que no imaginaban es la velocidad en que lo haría, ya sea porque no contaba con las mayorías en ambas cámaras o porque la sociedad las resistiría en alguna medida. Sin embargo, aún antes de asumir, cuando apeló a la complicidad de algunos jueces para forzar la salida de la presidenta doce horas antes para que no se produzca la transmisión del mando, Macri le imprimió a su gobierno un ritmo acelerado imprevisto, con el propósito de aprovechar los primeros días para tomar las medidas más profundas antes de que la sociedad y la oposición política puedan reaccionar. Es así cómo el macrismo logró objetivos impensados por la mayoría de la población. Los cambios estructurales que puso en funcionamiento en la sociedad en tan poco tiempo pueden ser catalogados como una verdadera revolución, tomando como definición de revolución como un cambio brusco o radical en el ámbito político, social o económico de una sociedad. Y si analizamos las medidas tomadas por el gobierno en estos pocos meses veremos que, independientemente de los resultados finales en la población, la elección de ese concepto no es descabellado. Repasemos, entonces, esas medidas.
Las estimaciones del propio gobierno señalan que, si todo va sobre ruedas, este año tendremos una inflación de 42% y llegaremos al 2017 con una tasa de alrededor del 25%. A nadie se le escapa que esa ansiada tasa de inflación era la que tuvo el último año de gobierno kirchnerista, y que el macrismo denostaba por considerarla demasiado elevada y perjudicial para la economía nacional. Es decir que el macrismo logrará en dos años de una administración «seria, ordenada y con clima de negocios» que el país tenga la misma inflación que la «dispendiadora, desordenada y espantadora del clima de negocios» administración kirchnerista. Pero el país ya no será el mismo. El gobierno de Macri cambió la estructura de distribución de la riqueza, el modelo económico y el proyecto de país en meses, de forma revolucionaria, con el aval de las urnas y con la legitimidad de origen, y con la cooperación (complicidad) de un congreso supuestamente adverso, el que le otorgó el apoyo de los votos necesarios para llevar adelante medidas dañinas a los intereses de los habitantes, incluso, paradójicamente, de quienes lo votaron.
Para repasar lo que esta revolución macrista ha logrado en sólo un semestre e imaginar cómo estaremos a fines del 2017, apelaremos a voces más autorizadas que la nuestra.

Como señala Roberto Caballero: «En apenas seis meses de gobierno macrista el endeudamiento de la Argentina creció un 11%, la proyección oficial de inflación es del 42% para el año y no el 25 que prometían, ya se perdieron 250 mil puestos de trabajo y la incertidumbre sobre el futuro domina los hogares del país, azotados a su vez por un inclemente tarifazo en los servicios públicos que modifica negativamente el mapa de gastos y expectativas de todas las familias. La situación económica es mala, en progresión agravada, y nada indica que vaya a mejorar, porque todos saben que si la inflación baja en algún momento será producto de una recesión profunda y las consecuencias para el aparato productivo, en términos de empleo y consumo, serán mucho peores que las actuales. (…) El objetivo es esterilizar políticamente, aislar un proyecto que triplicó favorablemente la distribución del ingreso entre los deciles más bajos de la pirámide social al tiempo que produjo una resignación de privilegios inédita contra el 10% más rico del país, de las mayorías que lo hicieron electoralmente posible».


A su vez, Horacio Verbitsky subraya el «grado de audacia que contribuye a entender el estado de parálisis que aqueja a la oposición ante su carrera arrolladora. Luego de una victoria electoral en segunda vuelta, por un margen muy ajustado de votos, y en notoria minoría en las dos cámaras del Congreso, Macrì ha puesto el país patas para arriba en apenas seis meses, con un decisionismo que sorprende incluso a sus aliados radicales. El endeudamiento externo contraído entre la Nación y las provincias por más de 30.000 millones de dólares tendrá consecuencias desastrosas en el futuro, pero por el momento ha permitido financiar en un trimestre la fuga de 4.000 millones que el Banco Central contabiliza como formación de activos externos, suprimir cualquier restricción al ingreso y egreso de divisas, transferir utilidades de empresas trasnacionales a sus sedes y proporcionar atractivos negocios financieros con el clásico subibaja del tipo de cambio y la tasa de interés. Macrì también desmanteló los organismos de control del mercado accionario, donde se hizo cargo uno de sus alter ego, y del lavado de dinero, cuya Unidad de Información Financiera quedó en manos de dos especialistas que hasta ese momento habían trabajado del otro lado del mostrador. La reforma impositiva transfirió miles de millones de dólares de muchas a pocas manos, ya que dentro de un esquema ortodoxo en el que el déficit fiscal y su monetización son considerados como la causa única de la inflación, la merma de lo detraído al comercio exterior de cereales debe compensarse con la reducción en otros rubros, como la planta de trabajadores estatales y los subsidios al transporte y a las distintas formas de energía, que benefician a los más vulnerables y a las pequeñas y medianas empresas. Puesto en términos más simples, sin retenciones a la exportación de materias primas alimenticias, sus precios internos crecen, lo mismo que el combustible y la electricidad cuando se les quitan subsidios. Esta inflación, que el ministro de Hacienda y Finanzas De Prat-Gay terminó por reconocer que llega al 42 por ciento anualizado, más que el doble de su vaticinio inicial, es otro mecanismo de transferencia de ingresos hacia el sector patronal, cuyos costos se achican por la doble vía de los despidos y el abaratamiento relativo. Ese sombrío sendero de la búsqueda de competitividad a expensas de los salarios de los trabajadores va en sentido opuesto al que siguieron los países que lograron desarrollar sus economías. Y al destruir el mercado interno dependerá cada vez más de las exportaciones primarias, lo cual a su vez destrozará el tejido social«.


También el sociólogo Artemio López acerca más cifras sobre esta revolución conservadora y sus «logros»:

Caída de 2 puntos del PBI, inflación por sobre el 43%, salarios convencionales pactados a la baja en torno al 30% anual y 250 mil nuevos desempleados con un aumento inédito de la pobreza, que sumó 1,7 millones de nuevos pobres sólo en el Gran Buenos Aires, pasando del 22% en diciembre al 35,5% en abril de 2016.
Según la actualización de abril del relevamiento de pobreza del Instituto Germani de la UBA, oportunamente publicado en PERFIL, si se toma como población de referencia el GBA (Conurbano más CABA), en valores cercanos a 12,8 millones de personas, entre diciembre y finales de abril las personas en situación de pobreza pasaron de 2.816.000 a 4.544.000. Y las que viven en la indigencia aumentaron de 752 mil personas a 985.600, un crecimiento sin antecedentes en sólo seis meses para ambas carencias.

Adicionalmente, el estudio de la UBA muestra que al 35,5% de pobres debe adicionarse otro 13% de población que, superando la línea de pobreza, no logra duplicar su valor con los ingresos totales del hogar, colocándose en situación de vulnerabilidad, donde cualquier circunstancia de pérdida de empleo, horas extras, changas o aumento de precios sin correlato en mejoras de ingresos desliza el hogar por debajo del umbral de la pobreza.  

En paralelo a este deterioro de indicadores sociales, la valorización financiera marca la etapa con gran intensidad y el endeudamiento ya supera los 23 milmillones de dólares. Deuda improductiva, contraída para pagar deuda o gastos corrientes tras el notable impacto del vergonzoso pago a los buitres y el desfinanciamiento estatal que produjo la actual gestión neoliberal con su política de Hood Robin: darles a los ricos –quita o reducción de impuestos y retenciones, quita o reducción de las restricciones a la compra y fuga de dólares– para sacarles a los pobres –actualizaciones de asignación universal, jubilaciones, pensiones a la mitad de la inflación, despidos masivos, tasas por la nubes, para imposibilitar el acceso al crédito–.

Pero, ¿cómo fue posible esta brutal y veloz revolución conservadora sin una resistencia política opositora? Apelemos una vez más a los que saben más que nosotros. Verbitsky ejemplifica la audacia macrista para conseguir lo que se propone mediante el método utilizado para colocar dos jueces propios en la Corte Suprema de Justicia por decreto apenas asumió y cómo logra la aprobación de esos pliegos meses después:


Palo y zanahoria.
La perspectiva de que esos pliegos obtuvieran los dos tercios de los votos del Senado distaba de ser evidente cuando Macrì los envío, en diciembre. Seis meses después a nadie le llamó la atención que esa mayoría especial fuera incluso superada con comodidad. Antes de eso se aprobó el acuerdo para pagarle a los fondos buitre y comenzar el tercer ciclo del endeudamiento externo, cosa que tampoco podía darse por descontada. Los artífices de ese milagro político fueron el ministro de Obras Publicas, Rogelio Frigerio (n) y el presidente del bloque oficialista de senadores de la oposición, Miguel Angel Pichetto. Cada uno desde un lado de la mesa, comprometieron a los gobernadores de todos los partidos, con el argumento de que sin esa ley ni el gobierno podría continuar con las transferencias de recursos para obras públicas ni ellos estarían en condiciones de emitir deuda propia. 
El Poder Ejecutivo volvió a agitarla delante de los gobernadores para conseguir la aprobación de la ley de blanqueo, que incluye un capítulo sobre la restitución gradual del 15 por ciento de la coparticipación federal que se detrajo a las provincias cuando se privatizó el sistema previsional. Esa ley ómnibus también sienta las bases para la liquidación del Fondo de Garantía de Sustentabilidad y para una nueva privatización del régimen jubilatorio. 


Parte de la estrategia utilizada por el establishment en sociedad con el gobierno, que es a su vez parte del mismo (su mano política más eficaz en esta revolución conservadora), es la demolición, deslegitimación del movimiento popular que gobernó el país en estos últimos doce años, recurriendo principalmente al argumento de la corrupción. Sobre esto tema dice Caballero:

Frente a esto, el nuevo gobierno ofrece cotidianamente un capítulo nuevo de la novela de criminalización de funcionarios de la anterior administración que distrae de los problemas centrales y sus responsables, y hace foco en los asuntos accesorios, aunque no por eso menos llamativos.
Hacen fila en los canales de TV los panelistas para sostener el nuevo relato, que asocia maliciosamente 12 años de políticas inclusivas y desafiantes del orden conservador con la venalidad y la corrupción administrativa generalizada, donde no habría nada positivo para rescatar y todo pasa a la condición de desechable por ominoso. La incontestable fuerza de las imágenes del monasterio y el caso López, la verborragia dramática de Elisa Carrió, la unificación de agendas de la comunicación concentrada socia del gobierno, construyen un sentido de los hechos y las cosas que pretende volverse insoportable para las mayorías que creyeron en el kirchnerismo y su modelo.
Para los dueños del poder y del dinero, la satanización y criminalización del kirchnerismo es un asunto estratégico. El objetivo es esterilizar políticamente, aislar un proyecto.
Todo lo que alguna vez fue kirchnerista, en sus distintas etapas, reacciona como el macrismo quiere que reaccione: con miedo y con egoísmo darwinista, en un contexto general complejo y agresivo, donde cada uno decide salvar el pellejo como puede y se desentiende de lo que antes apoyaba, diciendo “no ví”, “no fui” o “no estuve”. Van a ir por ellos también, cuando llegue el momento.


Y Verbitsky señala sobre el mismo recurso:

Pero además, la Alianza Cambiemos blandió el palo de la persecución penal contra funcionarios del gobierno anterior, luego de un dilatado debate en el que terminó por imponerse el aliado radical, con Elisa Carrió y Ernesto Sanz a la cabeza, quienes se ilusionan con un desvanecimiento del justicialismo similar al que padecieron ellos luego de la crisis de fin de siglo.
El gobierno contó en el momento más oportuno con el extraordinario episodio del convento de General Rodríguez y sus bóvedas disimuladas debajo del altar, el torneo de lanzamiento de bolsos sobre la tapia que ganó el ex secretario de obras públicas José López.
La demolición del anterior gobierno avanza sin obstáculos, para satisfacción del actual. Hasta ahora nadie se pregunta si en algún momento esa maquinaria no se volverá también contra su instigador y contra el sistema político en su conjunto, como ya ocurrió en Brasil. Tiempo al tiempo.



Este sistema de legitimación del ajuste revolucionario macrista apelando a la desligitimación sistemática de la única fuerza política que puede obstruir sus medidas, ya lo hemos catalogado en notas anteriores, como La construcción de la «Tercera Tiranía»Pero esta especie de «limpieza étnica» de la política a la manera de un fanatismo religioso, de parte de supuestos miembros impolutos de una élite superior de la sociedad, expertos en cada una de las ramas del gobierno («el mejor equipo de los últimos cincuenta años», como anunció el propio Macri), además de descabellada e increíble es falsa. Todos y cada uno de los funcionarios macristas tienen un pasado conocido, y que dista de ser impoluto y bendecido con el agua bendita de la honestidad. Como bien señala Verbitsky:

Macrì declaró respecto de su cuenta en Bahamas que “la verdad es que ni me di cuenta, honestamente”. Más allá de su autoproclamada honestidad, cuando alguien no repara dónde guarda 18 millones de pesos se consolida la sospecha de que su fortuna supera con holgura los 140 millones de pesos declarados, sobre todo cuando hasta hace pocos años las empresas familiares figuraban en los primeros puestos del ranking de la riqueza argentina. Una constante de este primer semestre ha sido el dictado de medidas que benefician no sólo al sector social del que provienen el Poder Ejecutivo y la mayoría de sus ministros, sino también a las corporaciones en las que trabajaron y en varios casos a los propios funcionarios. Para negociar con los fondos buitre y con Thomas Griesa, Macrì envió primero a Carlos Melconian, quien había comprado títulos en default y litigado por su cobro ante ese mismo juez, y luego a los ex operadores de monedas del JP Morgan Alfonso de Prat-Gay y Luis Caputo. La devaluación dispuesta entre otros por el secretario de coordinación interministerial Mario Quintana, quien había comprado dólares a futuro e hizo así una buena diferencia, también aprovechó al jefe de asesores presidenciales José Torello, a la empresa de la familia presidencial Socma-Chery, al amigo presidencial Nicolás Caputo, al comprensivo diario La Nación y al vengativo Grupo Clarín. 
El presidente también se presentó como “el político que más transparencia ha tenido sobre su situación personal, siempre he declarado todo”. Tampoco se sintió obligado a explicar cómo pudo poner el Banco Central bajo la conducción de Federico Sturzenegger, quien hasta el día de hoy está procesado por su intervención en el megacanje de hace quince años.

El panorama actual, a horas de llegar al «segundo semestre» salvador prometido por el macrismo en las primeras semanas de gobierno es, a nuestro humilde entender, desolador. La revolución macrista, similar a la menemista, aunque mucho más eficaz en lograr sus objetivos económicos en el corto plazo y en minoría en ambas cámaras, conduce al país rumbo hacia una sociedad más desigual, más injusta, con menos industria, con un modelo agroexportador similar al de la Argentina conservadora de princípios de siglo XX; es decir, no sólo pre-peronista sino pre-yrigoyenista, cuando la población era mucho menor y había una tasa de desocupación y pobreza mucho mayores.
Para terminar, escuchemos de boca del mismo ministro de hacienda, Alfonso Prat Gay en una conferencia en EE.UU, cuál fue la estrategia oficialista para conseguir los objetivos incómodos y perjudiciales para la población en un tiempo record:

Exposición de Prat Gay en la sede de la America’s Society, de Park Avenue 680.

 

 

Fuentes utilizadas:

Mucho más que una abogada hot.

Brexit en la Argentina.

La construcción de la «Tercera Tiranía».

Usos del caso López.

Video de la exposición de Prat Gay en Artepolítica.com

 

Acerca de Basurero

Soy un basurero interesado en Antropología, Historia Argentina, Política, Economía Política, Sociología, idioma Inglés, Fotografía y Periodismo, y culpable confeso de ejercicio ilegal de estos temas en mi blog.

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