Sobre la construcción política, Carrió, los populismos, y qué se yo…

Carrió, defensora acérrima de la institucionalidad, propone cercar el Congreso para evitar que sesione. Porque te quiero te aporreo… pero después se queda hasta el final en todas las votaciones. ¿Desconcierto? ¿locura? ¿irracionalidad? ¿inimputabilidad? Puede, pero creo que para entender este momento hay que mirar varias cosas. Y yo voy a tratar de enfocar la viga en el ojo propio.

El que la batalla política se gana fuera de las instituciones no es falso, ni irracional. Tiene fuerte base histórica en la Argentina: con esos métodos se consigue rodear/ignorar los canales de decisión formales, que en democracia suelen ser lentos, sinuosos, y poner el poder en acto. De facto y rápido. Los golpes de estado son el ejemplo más claro; los de mercado, otros. En otro nivel, pagar coimas a la policía para violar normas, también. O -aunque no sea políticamente correcto- tomar tierras para después reclamar su propiedad o una vivienda. Podemos justificar -sin duda- diferencias en términos de situaciones relativas, o de valores, pero la lógica última es la misma. El hecho es que así somos.

El 2001 es lo más cercano –el que fuera rebelión “popular” no lo excluye de esa tendencia- y los sectores movilizados también son más o menos los mismos que hoy. Nadie que esté gobernando o quiera gobernar debería no saberlo, y si no lo sabe es porque cree que la cosa cambió tanto –con su llegada- que ciertos intereses, ideas y conductas han pasado a ser solamente rémoras de un pasado que hemos superado, y que se licuarán con el tiempo. Hay que tener cuidado con la “operación” sobre /con la historia; lo más probable no es que se superen las cuestiones del pasado sino que se las esté, sabiéndolo o no, barriendo bajo la alfombra (negándolas, digamos). El problema es que siempre desde los gobiernos se piensa que «con nosotros no va a pasar, porque somos la racionalidad, lo que hicimos es en el bien de todos, etc.»… Esa suerte de negación es condición básica para postularse a algo, también lo es de la política; pero confundir la voluntad de lidiar con cuestiones con el resolverlas, es un error. El «que se vayan todos» del 2001 está todavía demasiado cerca como para pensar que no opera. ¿Por qué pensar que a nosotros no nos va a afectar la misma lógica de acción? ¿Porque somos progresistas y De la Rúa no? Cuando ciertos (muchos) sectores de la Ciudad de Buenos Aires votaron a Macri, seguramente  anduvo por ahí el fantasma de la violencia en las calles, el no querer más de eso por un tiempo. Y en ese sentido, Macri (astutamente sentado sobre la tranquilidad macroeconómica que construyó el kirchnerismo) les decía que no tendrían que meterse en política (y por lo tanto discutir, pelearse), que él iba asegurar la paz, el “omm”, mientras Filmus hablaba de poner a la ciudad en la sintonía con el gobierno nacional, que por ese entonces se peleaba con buena parte de los factores de poder establecidos. Para mí, algo de lo que sucede, del rechazo, tiene que ver con que existe en nuestra sociedad (y en todas, claro) un “nivel de saturación” en cuanto a capacidad de “absorción” de nueva agenda política. Agendas permanentemente en movimiento, cuestiones que se tratan rápido y más rápido aparecen otras, descolocan a muchos. ¿Conservadores quizás? Y, sí… Gataflorismo también: no quiero meterme en política, pero tampoco tolero que decidan otros… Pero también cierta actitud defensiva frente a lo que no termina de entenderse del todo, a una realidad política que se mueve más rápido que la capacidad de absorción de “la gente” (porque además se explica poco). Y si además en el vértigo se tocan aspectos sensibles –dólar- el círculo cierra más rápido. Por otro lado, la -de hecho- instalación de la figura del militante como el único actor político que vale, conspira también con la existencia -y aceptación- de otros “lugares” desde donde se vive la política en este país (lo siento yo, que soy oficialista pero no militante). El movimiento continuo, en algún momento se tensiona con las promesas de la democracia como sistema de vida (sentar cabeza, derechos atendidos, calma). Y se producen cosas como las que vivimos. Y de ahí no se sale peleando(se) por cual es el sentido de la vida, tratando de minimizar o «ganarle» al otro, sino construyendo, a través de la política, los espacios de convivencia. Cualquier gobierno que asume tiene que hacerse cargo del aparato institucional existente, y gobernar con él. Puede intentar cambiarlo, claro, o ver cómo convivir y hacerlo productivo para sus objetivos. Lo mismo sucede con la sociedad: no se elige la sociedad a la que se gobierna; es la que hay. Y para gobernar el todo hay que buscar la estrategia para cooptarla/articularla para los propios objetivos, hay qeu construir hegemonía (ver el artículo de Alejandro Grimson en Página 12 la semana pasada).

La «primavera» de estos años pasados pareció cambiar radicalmente el escenario, pero como el que se quema con leche cuando ve una vaca llora, mucha gente está(mos) todavía muy en guardia. Creo que el gobierno disfrutó (disfrutamos) todo este tiempo de que la oposición no exista, cosa que es entendible, claro, como en el fútbol; pero, en el fondo, Boca necesitaba que River estuviera en primera y, si bien muchos hinchas disfrutaron del momento en qeu descendió, sos de la B, etc., rápidamente se dieron cuenta qeu para el tango se necesitaban dos… Yo creo que el gobierno cometió el error de no «crear su propia oposición», la funcional. Esa que le permitiera reafirmarse en lo que es, dándole cierto «aire», ampliando los prismas de interpretación de algunas cuestiones, etc. Pero no, fue -voluntaria o involuntariamente- dejando en el camino a todos; y no por la fuerza del autoritarismo, sino por tener objetivos claros, convicción, gestión, resultados, por política en definitiva. Pero la sola acción en el plano digamos «material» de las políticas públicas, no termina de construir hegemonía, porque algunas cosas pasan por otro lado. Además, en la Argentina -de nuevo la historia- cada vez que el peronismo se hizo ola/tsunami muchos sectores se alborotaron porque no encontraron su lugar (y creo que había, hasta hace poco, disposición para sumarse), y así vivimos las etapas de inestabilidad institucional que vivimos. Es cuando el concepto de pueblo pierde su carácter inicialmente inclusivo, y se vuelve exclusivo. La vieja fábula del escorpión…. Creo que el kirchnerismo perdió una excelente oportunidad en los últimos años, cuando algunas variables se complicaron, al actuar reforzando la apuesta, aunque eso significara tomar algunas decisiones sin importar su impacto -material y simbólico-, explicando poco, sin buscar apoyo, quizás porque eso cuestionaba la imagen que hasta allí había construido. Obviamente no desconozco, ni mucho menos, la acción de los medios, de intereses pesados, etc. Pero a los sectores más permeables a Clarín, a sectores medios que andaban por ahí, e incluso a muchos de los sectores populares -supuestos aliados per se- había que cooptarlos y mantenerlos, no irlos encerrando de nuevo en donde estaban. La profecía autocoumplida: «cuando las cosas se complican el gobierno se encierra, y me deja a mí afuera….». Creo que hubo graves errores de estrategia política….. Quizás ligados al verticalismo, esa visión (no dicha pero ejecutada) de que la política se hace con los mismos esquemas de las fuerzas militares, en los que deciden pocos y por lo tanto construyen/articulan pocos (si no tengo aire para decidir, para qué voy a negociar, si no puedo cerrar nada), quizás porque en ciertas visiones de “pueblo” determinados sectores no entran, no sé… Pero sí sé que los hubo, y por eso Carrió puede hoy, después de tanto derrotero aparentemente irreversible en términos políticos, ponerse al frente de esos sectores. País generoso, además, claro, como dice bien Jorge Rial; siempre da una nueva oportunidad. Pero también es cierto que hubo una buena ayudita de los «amigos», en este caso la lógica de construcción (¿) política del oficialismo. Construir(se) la oposición haciéndola funcional al gobierno debería haber sido un aspecto central en la sostenibilidad de los gobiernos populistas (dicho en el sentido positivo de la palabra) latinoamericanos, que tienen el ADN del movimiento y no el del partido político (o la organización que fuere): el ímpetu, la voluntad, la fuerza, sostenido en el líder, pero no tanto la construcción institucional de su política. El oficialismo probablemente salga ganador de las próximas elecciones, porque pone en juego menos legisladores que otros, y su base de votos le permitiría hacerlo. Pero, en este contexto, y paradójicamente, eso va a funcionar como otra profecía autocumplida para los sectores que hoy se han movido hacia la movilización (valga la redundancia) contra el gobierno. Y en ellos no solamente hay ultras –en mi interpretación- sino también muchos que quizás si se les hubiera dado “un poco de aire” –fundamentalmente simbólico- estarían de este lado. Dirán que las reglas de la democracia son esas, yo digo que desde que Gramsci planteó la cuestión de la hegemonía, esas reglas son condición necesaria pero no suficiente.

Ahora ¿será tarde? En las actuales condiciones ¿hay kirchnerismo sin reelección? ¿pero es posible plantear la reforma constitucional en este contexto? ¿por qué cambiaría de aquí en más? ¿Quién está pensando en la construcción política, pero no solamente en la interna sino en cómo lo interno articula con lo demás? Mi info, bastante cercana, me dice que pocos; y que esos pocos tienen poco lugar.

Chávez se murió, y mostró que postergar las decisiones en este sentido –el de la construcción del sistema político más funcional al proyecto populista- no tiene mucho sentido. Y fíjense que no digo institucionalizar burocracias tipo partidos de masa…. Pero ámbitos, espacios, que permitan a algunos sectores –los que están ahí en el borde- sentir que no tienen, inexorablemente que irse, porque levantan la voz pero no se les da cabida. Como planteaba Hirschman en “Exit, Voice and Loyalty, los miembros de las organizaciones pueden reaccionar de dos maneras frente a los cambios en las condiciones. Una es la “salida” (se van), y debería llevar a la organización a revisar los cambios. La otra posible reacción es la “voz”, es decir, quejarse. A veces, la gente se queja, pero no se “va” porque no tiene más remedio que quedarse (por ejemplo un monopolio). En otros casos, la gente protesta, pero no se “va” por lealtad; en este caso, su apuesta es a que su queja será oída, pero si la misma no se escucha, termina yéndose. Salida, voz y lealtad conforman en realidad un círculo, un espectro presente y articulado que cualquier estrategia que busque articular esfuerzos y lealtades debe tener en la mira.

Yo no veo quiénes lo estén haciendo, a lo mejor otros tienen otros datos. Algo así me parece que había comenzado Néstor con Macri, cosa de plantear la política futura sobre dos instancias políticas nuevas para el escenario político argentino: el kirchnerismo y el PRO. Si eso fue así –y no era en teoría mala idea- ese camino se perdió. Y por eso andan por ahí todos los que anduvieron siempre, sin mucho para aportar, buscando un palenque donde rascarse (sin poder ofrecerse como palenques, que es lo que deberían ser) pero si terminar de desaparecer: lo viejo no termina de morir si lo nuevo no termina de nacer…. Lo banal de las intervenciones de funcionarios diciendo que Macri es un nene caprichoso, un vago, no da tampoco para decir mucho. Más allá de que lo sea, tiene armada en la ciudad una estructura  importante, con mucha acción en sectores populares. Tontos no son… y construyen su espacio político aprovechando que están en un gobierno, no lo dan por dado, por ser lo que son.

De paso, las versiones decían que el oficialismo ya había dado por perdida la ciudad, y por lo tanto no se interesaba mucho en la construcción de nada. Ahora, metropolitana mediante, parece que las esperanzas renacen: ellos también tienen episodios de, como dice Verbitsky, «fuego amigo». Después de lo del 18 y lo del miércoles, y con perdón de los que sufrieron la represión, lo de la metropolitana vino bárbaro, al menos para abrir una puertita por donde entrarle al macrismo. Si resulta en algo o no, se verá.

Yo revisaría esta idea de que la ciudad está pedida, porque si se acá se está configurando algo parecido a lo de Venezuela (¿por qué no?), y aunque no se vote presidente y existe un régimen federal que procesa de manera particular los resultados de la elecciones, cada voto va a ser muy importante aunque más no sea en el plano simbólico. Es cierto que después de la derrota del 2009 el gobierno se rehízo a fuerza de convicción, voluntad política y gestión; pero apostar siempre a lo mismo es un riesgo…

2 comentarios en «Sobre la construcción política, Carrió, los populismos, y qué se yo…»

  1. ¿qué es esto, darle pie a los repúblicos gorilas que asolan AP con su mala fe, sus infundios y la confusión deliberada que publicitan todo el tiempo para mostrar que la hegemonía kirchnerista es ilegítima?. ¿Que es eso de que no se explican las medidas. el pueblo no entendió lo de YPF, aerolíneas, la recuperación de la jubilación, etc-?
    En fin, perdón, pero me parece pelotudísimo

  2. claridad,coherencia,transpareuncia,comunicacion,concretay dejando de lado lo personal,por simpaticos que puedan parecer los matices,insistir y apoyar organizaciones e base,no pretender aliamzas omposibles…y no olvidar la calle

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