¿Todos los gobiernos populares son corruptos y demagogos? ¿Qué dice nuestra historia?

Todos los movimientos populares (por caso, el yrigoyenismo, el peronismo o el kirchnerismo) fueron acusados estando en el gobierno de corruptos, inmorales y demagogos por la oposición, y juzgados por los gobiernos que los sucedieron. Sin embargo, aunque sus líderes sufrieron juicios empachados con acusaciones tanto en la prensa como en los tribunales, los mismos fueron a su vez famélicos de pruebas o sentencias de culpabilidad. Este fenómeno, típico en nuestra historia política y que no deja afuera a ningún partido mayoritario (UCR o PJ), demuestra que las razones principales de los ataques de la oposición a dichos gobiernos no son los supuestos casos de corrupción intrínsecos a ese tipo de movimientos (aunque ninguno de ellos está libre de pecado), sino las políticas mismas que ellos implementaron y el modelo de país que pregonaron.
Para demostrar este hecho, repasemos brevemente algunas de las acusaciones de este tipo que registra nuestra historia, que posteriormente no fueron ratificadas en los tribunales pero que quedaron como leyendas urbanas, flotando en el conciencia colectiva de la sociedad. Esas leyendas mancharon el prestigio tanto del radicalismo como del peronismo en sus respectivas épocas, aunque aún hoy en día existen voceros de aquellas oposiciones que acostumbran a enarbolarlas aunque ya han sido probadas como falsas.
Empecemos por el presidente Hipólito Yrigoyen, reproduciendo párrafos de historiadores o analistas del tema.

El golpe que el 6 de septiembre de 1930 derrocaría al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen venía siendo anunciado mucho antes de que Leopoldo Lugones exaltara “la hora de la espada”. En ese discurso el prestigioso poeta llamaría al Ejército —“esa última aristocracia”— a tomar las riendas, y la conspiración sentaría precedentes que lamentablemente iban a hacer escuela en la Argentina. Los golpistas del futuro aprendieron en el 30 que la cosa debía empezar con el desprestigio del gobierno y el sistema a través de una activa campaña de prensa; asimismo, lograr la adhesión y el auxilio financiero de los grandes capitales nacionales y extranjeros a cambio de entregarles el manejo de la economía; rebajar los sueldos y pedir sacrificios a los asalariados que luego se traducirían en una hipotética prosperidad; las arengas debían ser fascistas pero el Ministerio de Economía sería entregado a un empresario o gerente liberal al que no le molestaran mucho los discursos y las actitudes autoritarias, a un liberal al que lo tuvieran sin cuidado el respeto a los derechos humanos y todos aquellos derechos impulsados justamente por el liberalismo.
Para que quede claro, un “liberal” argentino, en los términos de la genial definición de Alberdi: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”.

 
Declaraciones de Marcelo T. de Alvear, diario La Razón, Buenos Aires, 8 de septiembre de 1930.
Yrigoyen con una ignorancia absoluta de toda la práctica de gobierno democrático, parece que se hubiera complacido en menoscabar las instituciones. Da pena cómo ese hombre, que encarnaba los anhelos de la libertad del sufragio, que tenía un puesto ganado en la historia al dejar su primera presidencia, destruyó su propia estatua.”
“Él, que dirigió varias revoluciones, en las que nosotros participamos, no logró hacer triunfar ninguna. En cambio, ve triunfar la primera que le hacen a él. Más le valiera haber muerto al dejar su primer gobierno; al menos, hubiera salvado al partido, la única fuerza electoral del país, rota y desmoralizada por la acción personal de su personalismo.”
 
Tras ser derrocado en 1930, Hipólito Yrigoyen fue investigado por el gobierno golpista que creó una comisión especial para detectar supuestas irregularidades administrativas.
Según el historiador Félix Luna, Yrigoyen fue indagado y se le dictó prisión preventiva, hasta que resultó indultado en febrero de 1932. Más tarde se lo volvió a recluir en la isla de Martín García, esta vez acusado de conspirar contra el régimen.
Durante la llamada “Década Infame” –pródiga en maniobras fraudulentas–, ninguna causa prosperó en la Justicia, que obviamente estaba al servicio del régimen.
 

Una gran cantidad de periódicos se sumó a la campaña de destitución del presidente: Crítica, La Prensa, La Nación, La Razón, La Vanguardia se ensañaron con el jefe de Estado al que caracterizaron de «tirano», «totalitario», «anticonstitucional», «déspota», «dictador», «inepto», «corrupto». El diario de extrema derecha nacionalista «La Fronda», representativo del racismo y clasismo del nacionalismo aristocratizante -en el que abrevaba uno de los principales impulsores del golpe de estado, el germanófilo general retirado José Félix Uriburu- desacreditaba al radicalismo desde una matriz analítica que abrevaba en el racismo y el clasismo: «El triunfo del radicalismo en toda la República, ha tenido, como principal consecuencia, un predominio evidente de la mentalidad negroide».

La campaña de prensa que acompañaba a la conjura cívico militar se articulaba con la radicalización opositora que el 10 de agosto de 1930 da a conocer el «Manifiesto de los cuarenta y cuatro» al que adhirieron parlamentarios opositores de distintos sectores. En él se acusaba al gobierno de la UCR de alterar el normal funcionamiento del sistema constitucional, de todos los entes autárquicos del Estado argentino, el principio de autonomía de las provincias, las leyes del trabajo, de actuar con despilfarro e imprudencia en la distribución de los recursos, de negligencia en la defensa de los intereses agrarios y de causar la ruina del país. Esta proclama alteró aún más los ánimos y las críticas se hicieron más agresivas. Actos políticos opositores, grupos universitarios y grupos nacionalistas que confrontaban elementos de acción oficialistas y con la policía provocaban constantes disturbios reclamando la renuncia de Yrigoyen.
 
El primer ex presidente argentino que tuvo que enfrentar a un juez fue Hipólito Yrigoyen, poco después de ser derrocado el 6 de setiembre de 1930 por el primer golpe militar de la historia argentina, encabezado por el general José Félix Uriburu. El caudillo radical fue satanizado por el régimen, que constituyó una comisión especial para investigar sus actos del gobierno e hizo abrir una causa por supuestos hechos de corrupción, que incluían desde compras hechas por el Estado hasta la administración de Lotería Nacional.
Quince meses pasó preso Yrigoyen, hasta que Uriburu lo indultó en febrero de 1932. A pesar de que intentó rechazar el gesto, fue liberado y volvió a Buenos Aires, desde la isla Martín García, el mismo día en que asumía el gobierno Justo, en la inauguración de la llamada «Década Infame’’. En diciembre del mismo año, Yrigoyen pasaría el último fin de año de su vida detenido nuevamente en Martín García, acusado de conspirar.
En sus Memorias Curiosas Juan Manuel Berutti afirmó, sobre la caída de los gobernantes denigrados de los primeros gobiernos patrios, que todo era «falso y no se debe creer por no haberse probado cosa alguna».
Otro parágrafo notable de la obra citada es el titulado La calumnia contra los líderes populares. El jefe desarrollista se pregunta «¿Qué no se dijo de la corrupción de los gobiernos de Hipólito Yrigoyen?». Y cita los dichos del ministro del Interior de la dictadura uriburista, Matías Sánchez Sorondo, quien señaló pocos después del golpe septembrino que «una horda, un hampa, había acampado en las esferas oficiales y plantado en ellas sus tiendas de mercaderes, comprándolo y vendiéndolo todo, desde lo más sagrado hasta el honor de la Patria». Por su parte, en el recinto del Senado, Benjamín Villafañe dijo: «Al yrigoyenismo lo forman ciento diez mil prontuariados en la sección Robos y Hurtos, sesenta mil pederastas y cincuenta mil más que viven al margen de la ley, del juego y de la explotación de mujeres…»
Gracias a las campañas infamantes ministros y funcionarios de Yrigoyen tuvieron que refugiarse en el exterior, otros se suicidaron. Nunca nadie comprobó nada…


A su vez, ¿qué se decía en los medios y los ambientes políticos sobre Yrigoyen y sus seguidores? ¿Tiene alguna relación con lo que se dice hoy en día de la expresidenta y sus seguidores? Veamos qué nos dice la historia:


Aparecieron en manadas los radicales del Parque, surgieron “dotores y más “dotores”, cuyas melenas cortadas en el cogote a filo de navaja y los cuellos altos, no siempre limpios, denunciaban larga ascendencia de pañuelo al cuello y pantalón bombilla. Las chinas, pintadas de albayalde, trepadas a sus tacones Luis XV, decoraban las antesalas y repartían miradas tropicales entre la canalla ensoberbecida, candombe peor que de negros, de mulatos. Color chocolate en los rostros y color chocolate en las conciencias”.
Valenti Ferro, Enzo. “Qué quieren los nacionalistas”, Bs As, 1933


“El espectáculo que presentaba la casa de gobierno…era pintoresco y bullicioso. Como en un hormiguero, la gente, en su mayoría mal trajeada, entraba y salía hablando y gesticulando con fuerza. Un ordenanza me condujo a la sala de espera… Ví allí un conjunto de personas de las más distintas cataduras :una mujer de humilde condición con un chiquillo en los brazos, un mulato en camiseta, calzado con alpargatas, que fumaba y escupía sin cesar, un señor de edad que parecía funcionario jubilado, dos jóvenes radicales que conversaban con vehemencia de política con un criollo medio viejo de tez curtida, al parecer campesino, por su indumentaria y su acento”.
Ibarguren, Carlos, “La historia que he vivido”, Bs As, EUDEBA, 1969, pág. 300.


“Ya por entonces el Congreso estaba lleno de chusma y guarangos inauditos. Se había cambiado el lenguaje parlamentario usual, por el habla soez de los suburbios y los comités radicales. Las palabras que soltaban de sus bocas esos animales no habían podido ser dichas nunca ni en una asamblea salvaje del Africa o del Asia. En el Congreso ya no se pronunciaban discursos, sino que se rebuznaba y la barra secundaba los actos de su amigos”.
Bosch, Mariano “Historia del partido Radical”, BsAs, pág . 214


“Hubo el encumbramiento por el favor presidencial de los elementos más inferiores de la sociedad… En realidad, una verdadera turba allí acampada, en espera permanente del beneficio, la dádiva, el empleo prometido… Fue un pronunciamiento de la plebe, de la masa popular desheredada.”
Federico Pinedo (abuelo del actual senador de Cambiemos), “En tiempos de la República”, Edit. Mundo Forense, Bs As, 1946, pág. 40.
Textos extractados de «La Causa Radical contra El Régimen Conservador (1850-1928)» Norberto Galasso.


“Este hombre (Yrigoyen) no tiene energías, ni tiene voluntad, tiene una obstinación, un deseo de decidir el voto de los electores por medio de favores, servicios, prebendas y promesas, se puede llegar a situaciones insostenibles. Hay una clase de parasitismo populachero, que es insaciable… Todo esto prepara situaciones sociales realmente pavorosas, tan serias y tan complicadas, que muchas veces imponen la necesidad de apelar a recursos extremos…”
Nicolás Repetto en la Cámara de Diputados.


“Yrigoyen significó un anacronismo, un paso atrás hacia la barbarie y un ultraje a la cultura alcanzada. Fue la invasión del bajo fondo en su parte enferma al poder, el fandango de la cocina instalada en la sala, el asalto a las arcas públicas por todo género de delincuentes, la humillación de toda manifestación de cultura por la hez del conventillo… ¡Es el ciudadano que ha irrogado más daños a su patria!”
Benjamín Villafañe en La Tragedia Argentina.


“Se han resucitado las prácticas de la mazorca llevando el terror a todas partes… El pueblo creyó en su caudillo con fe ciega. Y no vio nada, no vio la Patria… El líder pudo convivir con todos y vibró con unos pocos, con los peores… Por eso ha terminado solo, absolutamente solo”.
Extractado de Revista El Hogar de 1930, luego del derrocamiento de Yrigoyen.


“Una horda, un hampa había acampado en las esferas oficiales y plantado en ellas sus tiendas de mercaderes, comprando y vendiéndolo todo, desde lo más sagrado hasta el honor de la Patria… La época yrigoyenista ha pasado ya vomitada por el pueblo al gheto de la historia.”
Discurso de Sánchez Sorondo en 1930, luego del derrocamiento de Yrigoyen.
Textos extractados de El Golpe Militar del 6 de Setiembre de 1930 de Norberto Galasso.

Pasemos ahora a Juan Domingo Perón, fundador del peronismo, heredero evidente no tan sólo del espíritu popular del yrigoyenismo sino también, y principalmente, de sus enemigos.

 

Durante la década peronista (1945-1955) hubo numerosas denuncias contra el gobierno, lanzadas desde la oposición. Varios personajes de la época estuvieron bajo sospecha, entre ellos el cuñado del presidente, Juan Duarte, quien apareció muerto en su departamento poco después del fallecimiento de su hermana, Eva Perón, cuando había caído en desgracia. Tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón, los autores del golpe de Estado crearon la Comisión Nacional de Investigaciones, que se abocó con frenesí a encontrar evidencias de malversaciones y peculados durante sus dos presidencias.
La Comisión, presidida por el contralmirante Leonardo McLean –repartida en varias subcomisiones de otros tantos supuestos ilícitos–, fue el más empeñoso intento en obtener pruebas que nunca aparecieron, diluyéndose las acusaciones en la publicación del Libro Negro de la Segunda Tiranía. La causa de estupro que fue abierta por esos días se mantuvo viva durante décadas, además de las de incitación a la violencia y de ataque a la religión.
El odio del gobierno de la Revolución Libertadora hacia el peronismo privó de imparcialidad a las investigaciones contra el presidente destituido el 16 de setiembre de 1955. Aún antes de que el general Pedro Aramburu desplazara a Eduardo Lonardi y la persecución se volviera violenta, un tribunal militar le atribuyó a Perón los siguientes delitos: incitación a la violencia, ataques a la religión católica, quema de la bandera y estupro. Lonardi aceptó la recomendación del tribunal y lo degradó como militar. La acusación de estupro fue una de las más publicitadas. A Perón se le atribuyó un romance con una adolescente llamada Nelly Rivas, a quien se envió a un reformatorio. Exiliado, el ex presidente evitó las consecuencias judiciales pero las causas siguieron abiertas por muchos años.
El peronismo tampoco escapó a la calumnia y al descrédito de parte de la prensa y de políticos oportunistas, que sólo pensaban en los intereses de círculo y no en el bien común. Los peronistas fueron juzgados arbitrariamente en bloque y miles de dirigentes políticos, empresariales y sindicales sufrieron la cárcel, la interdicción y la discriminación «libertadora». De tantas acusaciones, nunca nadie comprobó nada…
 
Y repasemos ahora lo que se decía sobre el presidente Perón y sus seguidores y comparémoslo también con lo que se sostiene hoy en día sobre el gobierno anterior y sus seguidores:


«En los bajíos y entresijos de la sociedad hay acumuladas miseria, dolor, ignorancia, indigencia más mental que física, infelicidad y sufrimiento. Cuando un cataclismo social o un estímulo de la policía moviliza las fuerzas latentes del resentimiento, cortan todas las contenciones morales, dan libertad a las potencias incontroladas, la parte del que pueblo que vive ese resentimiento y acaso para su resentimiento, se desborda en las calles, amenaza, vocifera, atropella, asalta a diarios, persigue en su furia demoníaca a los propios adalides permanentes y responsables de su elevación y dignificación».
Partido Socialista.


«No sólo por los bombos, platillos, triángulos y otros improvisados instrumentos de percusión (esa gente) me recuerda las murgas de carnaval, sino también por su indumentaria: parecen disfrazados de menesterosos. Me pregunto de qué suburbio alejado provienen esos hombres y mujeres casi harapientos, muchos de ellos con vinchas que, como a los indios de los malones, les ciñen la frente y casi todos desgreñados. ¿O será que el día gris y pesado o una urgente convocatoria, les ha impedido a estos trabajadores tomarse el tiempo de salir a la calle bien entrazados o bien peinados, como es su costumbre ¿O habrán surgido de ámbitos cuya existencia yo desconozco».
María Rosa Oliver, escritora del grupo «Sur» y camarada de ruta del partido comunista.

«El malón peronista – con protección oficial y asesoramiento policial- que azotó al país, ha provocado rápidamente- por su gravedad- la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República en millares de protestas. Se plantea así para nuestros militantes, una serie de tareas que para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política. Es decir, por un lado, barrer con el peronismo y todo aquello que de alguna manera sea su expresión: por el otro, llevar adelante una campaña de esclarecimiento de los problemas nacionales, la forma de resolverlos y explicar ante las amplias masas de nuestro pueblo, más aún que lo hecho hasta hoy, lo que la demagogia peronista representa. En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo hasta su aniquilamiento. Corresponde aquí también señalar la gran tarea de limpiar las paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas ’pintadas’ peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de reorganización democrática. Nuestras mujeres deben visitar las casas de familia, comercios, etc, reclamando la acción coordinada y unánime contra el peronismo y sus hordas. Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino.»
Declaración del Partido Comunista.

«Los acontecimientos de los días 17 y 18 (de octubre de 1945) de este mes han dejado perplejos y confundidos a los stalinistas, socialistas y en general a toda la pequeña burguesía que se hallaba bajo el influjo ideológico de la oligarquía y del imperialismo… La misma masa popular que antes gritaba ¡Viva Yrigoyen!, grita ahora ¡Viva Perón!
Así como en el pasado se intentó explicar el éxito del yrigoyenismo aludiendo a la demagogia que atraía a la chusma, a las turbas pagadas, a la canalla de los bajos fondos, etc., así tratan, ahora, la gran prensa burguesa y sus aliados menores, los periódicos socialistas y stalinistas, de explicar los acontecimientos del 17 y 18 en iguales o parecidos términos. Con una variante: comparan la huelga a favor de Perón con las movilizaciones populares de Hitler y Mussolini. Identificar el nacionalismo de un país semicolonial con el de un país imperialista es una verdadera ’proeza’ teórica que no merece siquiera ser tratada seriamente… La verdad es que Perón, al igual que antes Yrigoyen, da una expresión débil, inestable y en el fondo traicionera, pero expresión al fin, a los intereses nacionales del pueblo argentino. Al gritar ¡Viva Perón!, el proletariado expresa su repudio a los partidos pseudo-obreros cuyos principales esfuerzos en los últimos años estuvieron orientados en el sentido de empujar al país a la carnicería imperialista. Perón se les aparece, entre otras cosas, como el representante de una fuerza que resistió larga y obstinadamente esos intentos y como el patriota que procura defender al pueblo argentino de sus explotadores imperialistas.
Por primera vez, en muchos años, la clase obrera ha salido a la calle y ha influido de manera importante en el curso político del país… Las grandes masas explotadas se están poniendo de nuevo en movimiento».
Grupo «Frente Obrero».

Textos extractados de «El 17 de Octubre de 1945» de Norberto Galasso.

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Soy un basurero interesado en Antropología, Historia Argentina, Política, Economía Política, Sociología, idioma Inglés, Fotografía y Periodismo, y culpable confeso de ejercicio ilegal de estos temas en mi blog.

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