Buenos Aires. Cristina Fernández de Kirchner decidió ir por todo para asegurarse el Congreso más leal posible. Intervino directamente en el armado de las listas de todos los distritos y consensuó poco y nada. Sólo seis provincias no sufrieron la presión de la Casa Rosada, aquellas que son gobernadas por mandatarios de probada fidelidad y con pocas bancas para repartir.
En las 18 provincias restantes, la Presidenta hizo cambios y llegó a exigir para sus soldados todos los cargos principales. En dos provincias, Córdoba y La Pampa, donde José Manuel de la Sota y Carlos Verna (los candidatos a gobernador) se resistieron, la Presidenta jugó al límite. En La Pampa la Presidenta nominará a las dos candidatas principales –una es de La Cámpora– y el PJ bajó a sus hombres.
En total, sobre 129 bancas que se renovarán en Diputados, aspira a colocar 75 diputados leales. En el Senado no habría alteraciones aunque podría perder uno de los legisladores misioneros si el radicalismo no K de esa provincia realiza una buena elección como pasó el último domingo.
Poder de veto. Los distritos donde Cristina se inmiscuyó menos fueron San Juan, Entre Ríos, Salta, Misiones, Formosa y Santiago del Estero. El gobernador sanjuanino José Luis Gioja dejó atrás su aspiración de ser vicepresidente y busca su tercer mandato. Tras romper con su hermano César por la reforma de la Constitución, sacó a su familia de las listas del peronismo y colocó legisladores de probaba fe kirchnerista como Ruperto Godoy y Marina Riofrío. Tampoco tuvo inconvenientes Sergio Urribarri, el mandatario de Entre Ríos que algunos creían sería el compañero de fórmula de Cristina. Los tres diputados que postuló son dirigentes de trayectoria que no fueron objetados por la Rosada. La misma suerte tuvo Juan Manuel Urtubey, que armó la nómina salteña con funcionarios y socios internos del Partido Renovador. Al eterno gobernador formoseño Gildo Insfrán tampoco se le discutió nada, aunque en esta provincia se postula a legisladores actuales de fidelidad probada.
Los gobernadores radicales K, Gerardo Zamora (Santiago) y Maurice Closs (Misiones) procedieron sin problemas en el armado de las listas. En la primera provincia, Cristina pretende quedarse con las cinco bancas en juego, las cuatro del Frente Cívico de Zamora y la del kirchnerismo.
La Presidenta no tuvo objeciones de parte de los gobernadores K del Chaco, Jorge Capitanich; Mendoza, Celso Jaque y José Alperovich, cuando pidió cambios sustanciales. Al mendocino lo dejó fuera de la nómina y puso a su rival interno (Guillermo Carmona); además sacó a la actual vice de la Cámara Baja, Patricia Fadel, para poner una muchacha de 27 años de La Cámpora, Anabel Fernández. En el Chaco, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, revisó la nómina que confeccionó Capitanich, que implica el regreso de dos ex diputados estimados por Cristina. A Alperovich lo obligó a borrar a un hombre de su confianza y poner otro de La Cámpora.
La Presidenta se quedó con todos los cargos de la lista porteña y su avanzada fue contundente en provincia de Buenos Aires. En ese distrito acaparó 13 de los 20 primeros candidatos. Le dejó poner dos nombres a Daniel Scioli, dos a la CGT, dos a Martín Sabbatella y uno a los intendentes, aunque todas son figuras bien oficialistas. En Santa Fe, para arreglar con el PJ local, le dio la cabeza de la lista al ex peronista federal Omar Perotti, pero el resto de los cargos son para K puros.
En Jujuy, Catamarca y La Rioja Cristina se mostró audaz. En la primera provincia todo el peronismo es K, pero le puso a Eduardo Fellner su vicegobernador -el senador Guillermo Jenefes- para marcarle la cancha. En Catamarca, tras la victoria provincial de Lucía Corpacci, logró que el peronismo y el kirchnerismo se volvieran a unir. En La Rioja, impulsó una lista K y le prestó apoyo a Carlos Menem para que logre ingresar al Senado por la minoría. Así busca controlar el Congreso, aunque sea con la colaboración de Menem, antiguo objeto del odio K.
En las 18 provincias restantes, la Presidenta hizo cambios y llegó a exigir para sus soldados todos los cargos principales. En dos provincias, Córdoba y La Pampa, donde José Manuel de la Sota y Carlos Verna (los candidatos a gobernador) se resistieron, la Presidenta jugó al límite. En La Pampa la Presidenta nominará a las dos candidatas principales –una es de La Cámpora– y el PJ bajó a sus hombres.
En total, sobre 129 bancas que se renovarán en Diputados, aspira a colocar 75 diputados leales. En el Senado no habría alteraciones aunque podría perder uno de los legisladores misioneros si el radicalismo no K de esa provincia realiza una buena elección como pasó el último domingo.
Poder de veto. Los distritos donde Cristina se inmiscuyó menos fueron San Juan, Entre Ríos, Salta, Misiones, Formosa y Santiago del Estero. El gobernador sanjuanino José Luis Gioja dejó atrás su aspiración de ser vicepresidente y busca su tercer mandato. Tras romper con su hermano César por la reforma de la Constitución, sacó a su familia de las listas del peronismo y colocó legisladores de probaba fe kirchnerista como Ruperto Godoy y Marina Riofrío. Tampoco tuvo inconvenientes Sergio Urribarri, el mandatario de Entre Ríos que algunos creían sería el compañero de fórmula de Cristina. Los tres diputados que postuló son dirigentes de trayectoria que no fueron objetados por la Rosada. La misma suerte tuvo Juan Manuel Urtubey, que armó la nómina salteña con funcionarios y socios internos del Partido Renovador. Al eterno gobernador formoseño Gildo Insfrán tampoco se le discutió nada, aunque en esta provincia se postula a legisladores actuales de fidelidad probada.
Los gobernadores radicales K, Gerardo Zamora (Santiago) y Maurice Closs (Misiones) procedieron sin problemas en el armado de las listas. En la primera provincia, Cristina pretende quedarse con las cinco bancas en juego, las cuatro del Frente Cívico de Zamora y la del kirchnerismo.
La Presidenta no tuvo objeciones de parte de los gobernadores K del Chaco, Jorge Capitanich; Mendoza, Celso Jaque y José Alperovich, cuando pidió cambios sustanciales. Al mendocino lo dejó fuera de la nómina y puso a su rival interno (Guillermo Carmona); además sacó a la actual vice de la Cámara Baja, Patricia Fadel, para poner una muchacha de 27 años de La Cámpora, Anabel Fernández. En el Chaco, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, revisó la nómina que confeccionó Capitanich, que implica el regreso de dos ex diputados estimados por Cristina. A Alperovich lo obligó a borrar a un hombre de su confianza y poner otro de La Cámpora.
La Presidenta se quedó con todos los cargos de la lista porteña y su avanzada fue contundente en provincia de Buenos Aires. En ese distrito acaparó 13 de los 20 primeros candidatos. Le dejó poner dos nombres a Daniel Scioli, dos a la CGT, dos a Martín Sabbatella y uno a los intendentes, aunque todas son figuras bien oficialistas. En Santa Fe, para arreglar con el PJ local, le dio la cabeza de la lista al ex peronista federal Omar Perotti, pero el resto de los cargos son para K puros.
En Jujuy, Catamarca y La Rioja Cristina se mostró audaz. En la primera provincia todo el peronismo es K, pero le puso a Eduardo Fellner su vicegobernador -el senador Guillermo Jenefes- para marcarle la cancha. En Catamarca, tras la victoria provincial de Lucía Corpacci, logró que el peronismo y el kirchnerismo se volvieran a unir. En La Rioja, impulsó una lista K y le prestó apoyo a Carlos Menem para que logre ingresar al Senado por la minoría. Así busca controlar el Congreso, aunque sea con la colaboración de Menem, antiguo objeto del odio K.