Massa, del monolito a la lápida

15 de Abril de 2015
En la jerga política argentina se conoce como «fragote» a la acción de conspirar.
En la jerga política argentina se conoce como «fragote» a la acción de conspirar. El término se acuñó en homenaje al militar Rosendo María Fraga, un acólito de la Doctrina de la Seguridad Nacional acusado de complotar contra los gobiernos de Arturo Illia y Arturo Frondizi. Su hijo Rosendo heredó nombre, contactos y aficiones: antiguo vocero del partido militar, se recicló en exégeta del poder económico concentrado y del establishment en general.
El lunes por la mañana, Fraga no podía ocultar su fastidio por lo que había ocurrido en Salta. «Los comicios dejaron dos lecciones –dijo en un programa de radio–. Una, que cometen un error quienes dan al kirchnerismo por muerto, y otra que la oposición no tiene forma de combatirlo si va fragmentada.»
El eje de su enojo no fue el resultado de las PASO para gobernador, donde el oficialista José Manuel Urtubey le sacó 15 puntos de diferencia a Juan Carlos Romero, que compite por una UTE conformada por el PRO y el Frente Renovador. «Ese resultado se puede explicar con lógica local: Urtubey va por la reelección y Romero, que fue tres veces gobernador, no es sinónimo de algo nuevo para los salteños», sintetizó, palabras más o menos, el bisnieto del también general Fraga.
Lo que sí parecía irritarle era lo ocurrido en Salta capital, donde la UTE opositora presentó dos candidatos a intendente, uno con el apoyo de Mauricio Macri –Guillermo Durand Cornejo–, y otro con el de Sergio Massa –Gustavo Sáenz–. ¿Qué ocurrió? En la interna Sáenz le ganó a Cornejo, y entre los dos sumaron 44,2% de los votos, pero nominalmente, el candidato que recibió mayor cantidad de sufragios fue el postulante K, Javier David.
«Esto demuestra que una oposición atomizada favorece al candidato del gobierno. Es necesario que se consolide la polarización. Massa debería tomar nota de lo que pasó en Salta porque podría repetirse a nivel nacional…» No hace falta ser un as de la interpretación política para advertir el mensaje que transmitió el establishment a través de uno de sus voceros dilectos: no lo quieren ver más a Massa en la carrera presidencial.
Ojo, no es que les digusten sus propuestas de mano dura y controles blandos. Al Círculo Rojo, como a cualquier patrón, le gusta que lo adulen. Pero ocurre que ya eligieron a otro: Mauricio, el intendente que quiere llegar a la Casa Rosada con marketing, cotillón y un partido nacional alquilado.
La oferta es demasiado tentadora como para dejarla pasar: ¿Qué mejor para el poder fáctico que un presidente que llegue huérfano de estructuras territoriales, sin gobernadores propios, con pobre representación parlamentaria y casi nula identificación popular? ¿A quién debería encomendarse un presidente con esa anemia gestacional? Mauricio al gobierno, el Círculo Rojo al poder. El lema nunca será afiche, pero circula desde hace rato entre las personas más influyentes del país.
El esquema presenta, sin embargo, una incógnita que los perturba: cómo hará un eventual gobierno de Macri para contener una escalada del conflicto social, consecuencia natural del ajuste que el poder económico promociona como una necesidad. Y que el macrismo, está claro, aplicaría con gusto.
El uso de la represión, el método que el PRO aplicó en la Ciudad, más que un antídoto puede resultar un anabólico para el propio conflicto y para el peronismo agazapado.
El asunto preocupa al grupo que lideran Clarín, la Sociedad Rural y Techint, pero no lo suficiente para renunciar a su deseo de erradicar al kirchnerismo de la faz política argentina. De modo que el objetivo inmediato es garantizar la polarización entre Macri y el candidato del FPV, lo que llevaría a Massa a la banquina de la carrera nacional.
Dispuesto a vender cara su renuncia, el tigrense amaga con formar una alianza con José Manuel de la Sota y Adolfo Rodríguez Sáa, que lo esperan con la servilleta anudada al cuello. El cordobés está convencido de que el tigrense cosechará poco y nada afuera del territorio bonaerense. Massa cree que, con De la Sota a su lado, traccionará a los gobernadores que hoy mantienen sus pies en el plato del FPV.
Todo eso está por verse, pero la sola formulación de esa alianza perturba al Círculo Rojo, quién teme que la atomización, sumado a una economía domada y una ola electoral signada por la continuidad, termine de conformar el escenario que más temen: que el candidato del gobierno gane en primera ronda.
Con un calendario cargado de compromisos electorales, los tiempos apremian. Por eso la operación se intensificó en pocas horas. El clamor matutino de Fraga continuó ese mismo lunes por la noche, durante la gala del Cippec. Reunidos por esa ONG que se propone influir en políticas públicas, un millar de empresarios le hicieron saber a Massa que su estrella se está extinguiendo.
Apenas pisaron el coqueto salón del Hilton, los hombres de negocios formaron remolinos humanos en torno a Macri y Daniel Scioli –el gobernador eclipsó a los otros postulantes del FPV–. A Massa, en cambio, apenas lo convidaban con un apretón de manos y una copa de champagne. El protocolo no evitó que el mensaje fuera brutal.
Cuando termine abril se habrá votado en Mendoza, Santa Fe, Capital Federal y Neuquén. En esos distritos Massa tendrá poco y nada para mostrar. Y es probable que eso aumente la presión sobre su candidatura. La novela podrá seguirse por los medios del establishment. Porque ya lo había advertido Minguito: el cuarto poder te puede construir un monolito, o una lápida.

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