Momentos decisivos para la política económica

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Por Eduardo Luis Curia, economista
Nos acercamos a un desenlace en lo concerniente al fallo del juez Griesa y a las sensibles cuestiones vinculadas con el mismo. Un fallo, como dijimos, aberrante en su contenido, pero que está allí, como realidad imperiosa, planteando verdaderos dilemas o trilemas por el entrecruzamiento de riesgos que involucra. Ante esto, lograr mecanismos y garantías que guarezcan todos los flancos comprendidos resulta harto complicado.
De todos modos, es evidente que las implicancias que se hallan en juego rebasan ampliamente los alcances en sí del citado fallo. Está envuelta la propia política económica oficial, sobre todo, a partir del giro aplicado a fines de 2013. Una estrategia que reorientó el énfasis hacia la generación de divisas relativamente escasas, fijándose un progresivo “clareamiento” de la densa mochila de entuertos internacionales sobrellevada. Y, en esa dirección, aun con costos no triviales, atendió algunos hitos (sentencias del CIADI, Club de París, Repsol-YPF).
Es conocida la fisonomía “serpenteante” del enfoque de clareamiento, puesto que se comienza formalizando mayores compromisos y vencimientos, esperando, a guisa de decantación ulterior, un aflujo de fondos del exterior, que permita cubrir las exigencias de pago, incluido, en el caso, un aporte neto.
El incordio asociado al fallo de Griesa coloca una piedra en el camino, y puede alentar una mayor susceptibilidad de las expectativas económicas en tanto no se disipara el horizonte. Asimismo, aún aceptando que el fallo, objetivamente, empuja al país, en un orden u otro, hacia una potencial situación de deafualt, la eventual caída formal en una instancia de este tenor puede instigar, es de temer, consecuencias apremiantes sobre nuestra economía. Más aún: en contra de la opinión generalizada, creemos que ahora sería más arduo encontrarle la vuelta al asunto en comparación con el megadefault de 2002.
Visual simultánea sobre los frentes externo e interno
En realidad, el vasto alcance de las implicancias vinculadas con el fallo –más allá de él, aunque sea en función de él–, se conecta, como se explicó reiteradamente, con la restricción externa instalada desde hace tiempo en el país, derivada en gran medida de una determinada estrategia económica (aplicada especialmente a partir de 2010), y que, en paralelo, proyecta una severa influencia sobre la marcha de la economía del año en curso.
Cuando las autoridades “rompen” con la filosofía de combatir fundamentalmente la restricción externa por la vía represiva de la demanda de dólares (más allá de los residuos operantes), apuntaron a la generación de dólares sea por medio de un resorte de tenor devaluatorio, sea por el carril de la cuenta capital “arreglando entuertos”.
Con el primer mecanismo, en las actuales condiciones (muy distintas de las de 2002), se perfila una fuerte tensión entre el corto y el mediano-largo plazo. Una contribución palpable del tipo de cambio, como la de años atrás, al desempeño comercial externo general y al crecimiento, requiere una paridad real significativa y sostenida en el tiempo. Demandando, en lo inmediato, un ajuste cambiario nominal pronunciado y un anclaje severo en otras variables importantes, para dar cauce concreto a la modificación de precios relativos, sin un desmadre inflacionario. En verdad, no existen circunstancias permeabilizantes al respecto. Por de pronto, de tenor político, entre varias otras. Y súmense mayores riesgos de efectos recesivos en lo perentorio.
En definitiva, en los hechos, se practicó una depreciación cambiaria parcial, sin anclas compensatorias, o que lo fueron muy poco, salvo la recurrencia al alza de las tasas de interés, que luego se acotó en parte. Resultó un empinamiento inicial de la inflación y una acentuación de la desaceleración de la economía. Posteriormente, la inflación se amortigua (más allá del debate sobre el quantum), lo que luce conectado con un virtual reanclaje del dólar nominal y con las elevadas tasas (incluida una astringencia monetaria ponderable). Pasando el tiempo, la mejora cambiaria real instigada se diluye.
La impresión es que la preferencia del Gobierno se volcaría hacia un escenario de tasas de interés que deben bajar más y de un frente fiscal –sustancialmente deficitario– alejado de instancias palmarias de ajuste (y con una fluida asistencia monetaria del Banco Central, relajándose la astringencia monetaria), buscando así una cierta oxigenación de la demanda interna que aliente algo la alicaída actividad económica y el enrarecido mercado laboral; todo esto, sin arrebatos inflacionarios adicionales. Este espectro es difícil de concebirse sin confirmar en esencia el virtual re-anclaje del tipo de cambio nominal, recayendo de este modo en el retraso real marcado.
Es como una remembranza del sendero perfilado a partir de 2010. Pero, en el contexto presente, considerando aprendida la lección, se sabría que es afuncional prescindir del esfuerzo de generación de divisas. Éstas, entonces, deberían provenir “en cantidad” a través del canal de la cuenta capital.
Se insinúa, de esta forma, un núcleo duro, conformado por el tándem “dólar nominal virtualmente anclado-ingreso de capitales (divisas) del exterior”. Si bien se observa, con relación a esta la dupla, estamos ante un mecanismo que atiende de manera confluyente a dos frentes en el mismo tiempo: el de tenor externo, vinculado con el aporte de divisas por la cuenta capital para relajar en algo, y pronto, la restricción externa, y el de tenor doméstico, más ligado al encuadre macroeconómico.
En tanto se reafirmara el progresivo asentamiento de este último encuadre en la recidiva de un cambio nominal tácitamente anclado –con su natural deriva de institucionalización del retraso cambiario real–, para no recalar en un agravamiento de la escasez de dólares (forzando aún más el racionamiento de divisas residual y/o potenciando las presiones devaluatorias, con sus secuelas), debería funcionar aceitadamente el ingreso de capitales desde el exterior, despejándose el horizonte de la dinámica de dólares, tanto en lo inmediato como en lo atinente al 2015. Si estas hipótesis tienen asidero, el citado tándem es una pieza relevante que apunta en simultánea al ámbito externo y al interno de la economía, conformando una unidad indisoluble. La espina por ahora clavada en la mencionada y tan vital dupla es, precisamente, el fallo de Griesa y sus vicisitudes, en función de la incertidumbre en el plano estratégico que inspira.

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