«Nos hemos contentado con reducir pobreza sin pensar en la desigualdad»

Ricardo Lagos no quiere hablar de las elecciones presidenciales en Chile. El ex mandatario de centroizquierda, que gobernó este país entre el año 2000 y 2006 prefiere analizar fenómenos más amplios que, según interpreta, recorren toda América Latina. El avance de gobiernos de centroderecha responde, entre otras causas, a una insatisfacción creciente de la ciudadanía, “que se siente alejada” de los líderes políticos que toman decisiones.
Un día después del balotaje que consagró como el próximo presidente de Chile al empresario de centroderecha Sebastián Piñera, tras su triunfo por 54,57% de los votos contra 45,43% del candidato oficialista Alejandro Guillier, Lagos recibió a Clarín en sus oficinas de la Fundación Democracia y Desarrollo, en Santiago, desde donde promueve proyectos de participación ciudadana y análisis sobre nuevas formas de desarrollo que apunten a una mayor equidad social.
El ex presidente tiene sobre su escritorio copias de tres artículos que escribió en los últimos meses para Clarín. Y sonríe: “Uno dice cosas y no se acuerda. Dos personas me llamaron anoche y me dijeron: ‘usted fue premonitorio’”. Y muestra un párrafo que subrayó de un texto suyo de abril, en el que afirmaba: “Debo admitir que en mi propio espacio político, la centroizquierda, no se ha producido una convergencia en torno a este proyecto, seguramente porque no todos compartimos el mismo sentido de urgencia ante la amenaza de una dispersión estratégica de las fuerzas progresistas y una ola de restauración mercantilista y conservadora que puede durar muchos años”.
-¿Cómo interpreta el resultado de la elección?
-En términos más amplios, lo que ha pasado aquí no es exclusivo de Chile. Es parte de un fenómeno. El tema más serio que tenemos es esta fractura entre una ciudadanía que demanda, que está insatisfecha, que tiene problemas, y una dirección política, o instituciones como los partidos políticos, de los cuales la ciudadanía se siente alejada. Basta preguntarse cuántas personas participaron en la elección. O cuál es el nivel, según Latinobarómetro, de percepción de la ciudadanía respecto de los partidos políticos, que son de las entidades menos apreciadas. Y algo parecido con el Parlamento.
-¿Y a qué se debe esta fractura?
-Esto tiene que ver, yo creo, con nuevas demandas en el caso latinoamericano, que es claramente un continente que ha avanzado hacia ingresos medios, que fue capaz de derrotar pobreza. Aquellos que derrotaron pobreza sienten que se pusieron de pie, que ellos lo lograron, que ahora sus hijos pueden llegar a la universidad. Y piensan: ‘no me va a decir usted señor que no vayan porque no pueden pagar’. Entonces usted descubre que era más fácil derrotar pobreza que satisfacer las nuevas demandas de los sectores emergentes.
-Analistas políticos y la gente de a pie coincide en que hay una enorme decepción de los chilenos con los políticos, de todos los sectores…
-Sí, es con todos, eso es lo grave. Por eso, el domingo a la noche, tras la elección, hice una declaración en video, que se difundió en mi blog, donde pregunto cómo recuperamos la confianza. El problema es que para recuperar confianza no se pueden hacer discursos. Hay que tener poder para actuar, y eso le corresponde al presidente de la república. Esto que ocurre en Chile ahora, con motivo de esta elección, es lo que está pasando en América Latina en general. Acá hay unos sectores medios emergentes que aspiran a más y el sistema político económico y social no da para eso. En el mundo desarrollado, en los sectores medios, si antes pensaban que sus hijos iban a estar mejor, ahora creen que van a estar peor. Entonces, por primera vez, tenemos desafíos parecidos, nosotros y los otros, del mundo desarrollado. Allá están decepcionados con su clase política porque el “American dream” se terminó. Y aquí estamos decepcionados porque no vamos con la rapidez con la que crecen las demandas. Le doy un ejemplo. Yo voy aquí a cualquier población de viviendas sociales que se han entregado, desde los años 90. Y me dicen: ‘señor, estas casas no tienen dónde estacionar el auto’. Es que en los años 90 ni ellos ni nosotros creíamos que ellos a esta altura iban a tener un auto. Es ese el tema de fondo. Hay una forma de abordar esto con un pensamiento más conservador, y una forma de hacerlo con un pensamiento, llamémoslo, socialdemócrata. Por eso yo siento que había que mantener una coalición que pudiera dar cuenta de aquello. Pero esa ya es la pequeña historia de cada día. El tema es más global. Un acto electoral es un acto donde habla la ciudadanía. Y lo que está diciendo es esto.
-¿Por qué después de cuatro años de un gobierno de centroizquierda se vuelve a uno de centroderecha en Chile?
-Este resultado obedece a una insatisfacción de crecientes sectores que sienten que la sociedad no atiende a sus demandas.
-¿Y cuáles son esas demandas?
-Es la demanda de la clase media, en particular el acceso a la educación superior de sus hijos. Pero tu empiezas a demandar educación superior cuando ya está resuelto el problema de la pobreza y de cómo te alimentas. Eso recorre toda América latina, unos más otros menos.
-¿Pero en ese caso, no hubiera sido más esperable un triunfo del candidato de centroizquierda, que prometía continuar con las reformas sociales iniciadas por el gobierno de Michelle Bachelet?
-Bueno, después viene el tema de quién es capaz de realizarlo o no.
-La fragmentación de la coalición de centroizquierda parece haber sido un factor clave en esta elección. Y también la sensación de que no se han cumplido las promesas de mejoras.
-Creo que hay también un tema generacional. Hay un punto que me parece significativo aquí y en todas partes. Cada generación debe construir su propia épica. A partir del mundo en que te encuentras, se ve lo que quieres cambiar. En nuestra generación era terminar con la dictadura. Ahora, es otra realidad.
-Alejandro Guillier asumió la derrota con una autocrítica al espacio de la centroizquierda en Chile. En su opinión, ¿qué falló en la coalición?
-El del domingo fue un ejercicio democrático positivo para el país y para América Latina. Pero no voy a hablar ahora de temas internos. En América Latina hemos avanzado, dejamos pobreza atrás, hay sectores emergentes que van hacia arriba. Pero hay que ver lo que está pasando a nivel global, las molestias en Brasil, en México, por ejemplo. La globalización está aquí para quedarse, es un hecho. Esa globalización es beneficiosa, los países crecen, pero ese crecimiento no llega a todos por igual. Por lo tanto, tienes que pensar en políticas públicas que lleguen a aquellos a los que de otra manera no llega. En países desarrollados, claramente la globalización ha generado un aumento de la desigualdad, no una disminución. Ese es un tema que queda al margen de los debates. Y en nuestros países muchas veces nos hemos quedado contentos incorrectamente con disminuir pobreza y no preocuparnos por la desigualdad. Cada vez va a ser más acelerado esto. Chile ha tenido siempre altos grados de desigualdad. En este aspecto hay tareas pendientes.
-¿Cuáles?
-Bueno, entre otras, tener un sistema tributario más justo.
-¿Qué perspectivas tiene para el futuro gobierno de Chile? Algunos sectores, desde la centroizquierda y la izquierda afirmaban antes de las elecciones que un nuevo gobierno de Piñera sería un retroceso.
-Yo no soy tan catastrófico. Este es un país más tranquilo. Algunos estaban insatisfechos con el primer gobierno de Piñera porque decían que en realidad era el quinto gobierno de la Concertación. Son los mismos sectores de derecha que decían que Guillier nos llevaba a Venezuela.
-¿Había algo de cierto en esas advertencias de la derecha?
-Esas son cosas que nacen en las campañas, mejor dejarlas para el anecdotario.
-En estas elecciones el Frente Amplio -un nuevo conglomerado de izquierda- se convirtió en una tercera fuerza con gran influencia en el Congreso, donde tendrá desde marzo 20 diputados. Ningún bloque tiene mayoría y los analistas coinciden en que será difícil gobernar con un Parlamento fraccionado…
-El diálogo es la clave de la política. Es importante volver a un punto central. Tenemos que aprender a concordar conjuntos de ideas fundamentales para que los chilenos volvamos a confiar en lo que estamos haciendo. Siempre el que llega tiene ideas mejores que el antecesor. Entonces, claro, debe haber continuidad de las políticas. Mi argumento es: hay que hacer 10 kilómetros de Metro por año. Sea quien sea el que está en el poder. Ahora tenemos una línea nueva, que llega a barrios donde antes no llegaba. Ese es el Chile que es capaz de consensuar estas cosas. Yo miro eso con tranquilidad. Sin dudas que tienen menuda tarea los que están en la política de todos los días para arreglar todo esto.
-¿Cómo analiza el gran impulso que ganó el Frente Amplio en las elecciones?
-Es un fenómeno que a lo mejor marca el inicio de un ciclo distinto. Acá hay muchos liderazgos, empezando por la candidata, Beatriz Sánchez. Creo que esto también obedece a la insatisfacción con los liderazgos que hemos conocido. La política cada vez es más horizontal, no es vertical. Antes un político hacía su discurso y lo aplaudían o lo silbaban. Pero la ciudadanía no hacía nada. Ahora, si esta entrevista estuviera saliendo al aire por streaming, no quiero leer lo que me estarían diciendo por twitter. Lo que no se ha procesado todavía es que ahora la ciudadanía puede dar su opinión. Pero esa ciudadanía todavía no sabe cómo protestar que no sea saliendo a la calle. ¿Podrán surgir instituciones políticas que escuchen las demandas de los ciudadanos? En países como Finlandia, cada ciudadano puede entrar a la web del Parlamento y opinar sobre un proyecto de ley, por ejemplo. Creo que vamos a ir a un proceso en el que el ciudadano va a tener un mayor poder de decisión. Pero tampoco se puede hacer un plebiscito para cada cosa. Para eso se elige a un presidente, para que tome decisiones.
«Intuía que mi nombre podría unir a la coalición»
El nombre de Ricardo Lagos ha estado siempre presente en la política chilena en los últimos 30 años. Desde que terminó su mandato como presidente en marzo de 2006 con una popularidad cercana al 70%, este abogado, economista y cientista político se ha mantenido activo desde el ámbito académico y también partidario. Meses atrás, figuraba entre los posibles candidatos a la presidencia para continuar el legado de la socialista Michelle Bachelet.
Aupado por el Partido por la Democracia y por el grupo “socialistas por Chile”, Lagos anunció a fines de 2016 que estaba preparado para volver a competir por la presidencia. Pero en abril de este año anunció su decisión de renunciar a su aspiración de volver al palacio de La Moneda, ante las divisiones dentro del espacio de centroizquierda. Finalmente, el senador Alejandro Guillier fue coronado como el abanderado de la coalición oficialista Nueva Mayoría, que el domingo pasado perdió las elecciones frente al empresario de centroderecha Sebastián Piñera.
Nacido el 2 de marzo de 1938 en Santiago, Lagos tiene una larga trayectoria académica en su país y en el exterior. En la década de 1980 fue un líder de la campaña del NO, que buscaba terminar con la dictadura de Augusto Pinochet. Y desde el regreso de la democracia, ocupó una cantidad de puestos políticos. En 1990 fue nombrado ministro de Educación por el entonces presidente Patricio Aylwin. Entre 1994 y 1998 fue ministro de Obras Públicas en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y, en el 2000, llegó a la presidencia de la mano de la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición de centroizquierda que ahora se llama Nueva Mayoría.
Ahora es un reconocido académico dentro y fuera de su país y, a punto de cumplir 80 años, sigue promoviendo políticas de desarrollo y participación ciudadana. Desde hace varios meses, el ex presidente ha señalado en una cantidad de entrevistas y artículos -muchos de ellos publicados en Clarín- la creciente distancia entre las demandas de la sociedad y las respuestas de la clase política.
“La fractura social está emergiendo con demasiada fuerza. La desigualdad y la exclusión son madres del escepticismo y la apatía social”, escribió en octubre pasado. En la entrevista con este diario en Santiago, un día después de la segunda vuelta de las elecciones, repite esta idea. Y remarca que el descrédito de los políticos se debe a una serie de demandas crecientes de la población que no están siendo escuchadas.
Lagos apuesta a que surjan instituciones políticas capaces de dar cuenta de estas nuevas prioridades de la ciudadanía, que surgen en un mundo globalizado en el que en gran medida ya han sido resueltos los problemas más acuciantes de pobreza.
En otro texto, pocas semanas atrás, el ex mandatario afirmaba que había que buscar políticas de Estado para “superar la fractura creciente entre gobernantes y gobernados”. De esta manera, decía, “la globalización adquiere un rostro humano, pues nadie quedará excluido de sus beneficios. Se trata, entonces, de poner al ser humano en el centro de nuestras preocupaciones”.
-¿Se siente frustrado por no haber sido usted el candidato a la presidencia?, le preguntó Clarín esta semana.
-Yo había aceptado presentarme con un sentido de deber al país. Intuía que mi nombre podría unir a la coalición.
-Y ahora, ¿cómo se puede unir a la coalición?
-Eso es tarea de los que ahora están a cargo.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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