¿Quién es el escritor oculto de Macri?

Alejandro Rozitchner vive a 32 pasos de la Quinta de Olivos. Si tomara envión, podría saltar el muro naranja que envuelve la residencia a la que pronto se mudará el Presidente de la Nación. Pero lo suyo no es treparse, sino atravesar las paredes con palabras. Y si tuviera que elegir una y solo una para colar en los mensajes oficiales, optaría por “entusiasmo”: es él el pensador que metió ese concepto en la cabeza de Mauricio Macri.
Filósofo, escritor, dueño de dos gatos, padre de tres hijos, cartonero de libros del 1700 que encuentra en la calle, Rozitchner integra el equipo de discurso del Gobierno y fue el autor principal del mensaje que leyó Macri ante la Asamblea Legislativa. Es un ghost writer a la criolla, menos “fantasma” que los de Hollywood, porque actúa a la vista, con oficina en la Casa Rosada y sin prohibición de contar los secretos de su oficio.
¿Ejerce influencia un “escritor oculto” sobre las decisiones políticas? La evidencia con la que se tropieza Viva en el living de la casa de Rozitchner es un caballo de madera que le regalaron calesiteros porteños, agradecidos porque él los contactó con Macri, entonces jefe de Gobierno de la Ciudad, para que pudieran pedir apoyo a la actividad.
Pero no demos vueltas, ¿quién es este hombre que a los 55 años usa alpargatas psicodélicas de colores pastel? ¿Cómo, desde la filosofía, convence a un ingeniero sobre qué decir y qué callar? ¿Qué pasa cuando un ministro utiliza una expresión polémica para justificar los despidos en el Estado?
“No creemos en la lucha de los relatos, eso es parte de un microclima en el que no nos encerramos. Al relato le oponemos realidad y trabajo concreto para intentar mejorar la vida de la gente”, sostiene Rozitchner, mientras se toca la barba y sirve café fuerte, a tope.
¿Cómo se construye un discurso presidencial?
Somos un equipo bastante grande, que no sólo ayuda a Mauricio en sus alocuciones públicas, sino también a otros referentes del espacio. Ayuda también a pensar y construir el contenido de la comunicación del Gobierno. Son trabajos hechos con muchas manos, algunas de las cuales son las del propio Mauricio, que interviene activamente. Intercambiamos ideas por mail, corregimos, damos vueltas, es un proceso bastante caótico, en el sentido de que hay muchas cabezas participando, pero al final se logra una unidad satisfactoria.
¿Hay temas prohibidos? La gestión pasada no mencionaba las palabras pobreza, desempleo, inflación.
No, en esos casos se va muy directamente al problema. La “pobreza cero” fue un eje en el discurso inaugural. La decisión es no ocultarla, sino más bien ir a su encuentro y solucionarla. En general, tantos gobiernos populistas se han llenado la boca hablando de los pobres sin ofrecer solución alguna que resulta muy llamativo que la Argentina siga teniendo estos niveles de pobreza, con toda la plata que ha entrado y se ha desviado de manera oscura.
¿Quiénes integran el “equipo de discurso” y qué estadísticas dan por buenas, dado que hay índices todavía en construcción?
Hay especialistas que hacen el seguimiento de temas más duros, los que tienen necesidad de datos, vinculados a la Fundación Pensar. Es un equipo joven. En general, no manejamos muchos números en el discurso de Mauricio, se trata más bien de aclarar ideas de fondo. Se creó una nueva dirección, que depende de Marcos Peña, secretario general de la Presidencia.
¿A quiénes abastecen?
Se hace un seguimiento de las apariciones públicas de los referentes y una especie de coucheo conceptual y anímico: cómo van apareciendo, qué cosas habría que cuidar, cómo transmitir mejor los mensajes. Se sabe en general qué es lo que queremos decir y entonces hay que tratar de decirlo bien. La gente está acostumbrada a trabajar en lo suyo, no a dar notas, y hay que aprender a manejar eso, a darle la importancia que tiene, que no es tan grande ni deja de ser irrelevante. Se trabaja con los voceros, para que cada uno sea capaz de expresar fielmente nuestras ideas de fondo. En general hay mucha receptividad. Y el más receptivo es Mauricio, a quien le podés decir cualquier cosa que te va a escuchar. Es difícil hacer un culto a la personalidad de Mauricio, porque no tiene cualidades exorbitantes. Sus cualidades son las de ser una persona normal, sencilla, trabajadora, que arma equipos y es respetuoso.
¿Tuvieron tiempo de intervenir en la crisis de comunicación que hubo el 9 de enero, cuando se anunciaron tres capturas de asesinos y era una?
Se celebró lo que todavía no había sucedido. Bueno, después hubo una conferencia de prensa donde se anunció que iba a haber una investigación exhaustiva de lo qué pasó, quién tiene responsabilidad. Y Mauricio reconoció que no somos infalibles. Sabemos que nos estamos metiendo en un campo minado.
¿Y el término “grasa” que usó Prat Gay?
Fue mal interpretado. No podemos ponernos a salvo de toda mala interpretación, pero cuidamos lo más que podemos nuestro mensaje para evitar esos malentendidos.
Junto al caballito de madera, hay tres bajos y una guitarra, que sonaron años atrás en presencia de Luis Alberto Spinetta, testigo de boda de Rozitchner y amigo entrañable. Vivieron juntos unos meses, por circunstancias de la vida. Y el filósofo fue bajista del grupo Illya Kuryaki and the Valderramas. Luego, formó un banda con el actor Juan Acosta que se llamaba Los navegando por adentro, y hoy toca en sobremesas con el trompetista Gillespie, jazz y rock. Y hablando de rock, Viva pregunta:
Mucha cumbia, mucho bailecito, pero a Macri, ¿no le falta rock?
No, yo creo que cada uno tiene el gusto que tiene, Mauricio no tiene un gusto refinado musicalmente, no se dedicó a eso, no le importa. No todas las personas tienen una pasión ligada a la música. Mauricio tiene otros intereses y es legítimo. De hecho, la música popular hoy en día no es muy rockera, en general, ha habido un gran avance de los ritmos tropicales, que los rockeros, jazzeros y amantes de la música clásica miramos con pavor, pero respetamos en la diversidad. Está todo bien con eso, no hay que pretender un purismo en ese nivel.
Ahora, ¿qué es más divertido, estar encerrado 15 días con Calamaro haciendo un libro o escribir un discurso para Macri?
Y… no sé, ¿cuántos días el discurso? Ja ja. Con Andrés fue muy divertido porque somos amigos, o éramos más amigos en esa época, y la pasamos muy bien. También es muy lindo escribir un discurso para Mauricio: tenés la sensación de que haberte dedicado a las ideas y a formarte como intelectual finalmente sirve para algo. Preferiría no elegir, me gusta más bien la idea de haber sido partícipe de ambas cosas.
¿Qué crees que el Flaco Spinetta te aconsejaría hoy para este rol que desempeñás? Él tocó en la Casa Rosada, recibió el premio Néstor…
Creo que él no estaba muy formado políticamente, caía en prejuicios, como otros artistas populares y rockeros. Pero no hablábamos de política con Luis. Nos queríamos mucho, disfrutábamos más compartir documentales de Discovery o History Channel. Me considero absolutamente privilegiado por haber sido tan amigo de una persona tan genial, un artista de valor completamente superior. Me encantaba su personalidad, de rasgos increíbles: era muy inteligente a la hora de pensar otras cosas, muy expresivo, cariñoso, divertido. Cuando lo conocí, pensé que me iba a encontrar con un poeta etéreo y me encontré con el payaso de la fiesta, tenía esa dimensión lírica, pero también era un jodón.
¿Cómo reacciona tu ego cuando ves tus palabras dichas por otros?
Por supuesto que hay un golpe al narcicismo. Como escritor, no me gusta que metan mano a mi texto, pero tal vez sea un buen aprendizaje formar parte de un equipo donde hay gente que valoro. Hay que bancársela. Tuve una experiencia parecida cuando hacía guiones para Gasalla: los actores no los estudiaban como uno quería. Antonio no se sabía el libreto a la perfección, tenía unos carteles que lo ayudaban y más o menos iba diciendo algo, pero muchas de las cosas graciosas que habíamos preparado con mi socio se perdían. Igual, él agregaba otras que hacían que el sketch resultara bien de todas formas. Quiero decir, si sos escritor y estás metido en zonas de la realidad, y no aislado en tu habitación, en tu texto tenés que aprender a tolerar esas intervenciones y tratar de participar de ellas lo mejor que puedas.
¿Cómo es meterse en la mente de Macri y traducir eso en ideas?
Bueno, no sé si es “meterse en la mente”, creo que hay más bien una afinidad que te permite proponer cosas que el otro siente que van en la misma línea. Es ayudar a decir algo que tal vez ya está sentido y no hecho del todo explícito. No pensamos en un arquetipo de receptor, queremos que las cosas se digan con sencillez, con claridad, y que se muestre bien cuál es nuestra posición.
En el discurso oficial hay un esfuerzo por desetiquetar al Presidente de su perfil de derecha…
Nosotros creemos que izquierda y derecha no son términos relevantes. Al votante no le importa eso, se da cuenta de que no son términos reales. Es mucho más relevante la diferencia entre viejo y nuevo que entre izquierda y derecha, es el siglo XXI y el siglo XX. Mauricio plantea el liderazgo de un Estado menos ideológico y más real, al servicio de la gente. El progresismo, en cambio, es un fenómeno discursivo, es decir no tiene que ver con lo que se hace sino con lo que se dice, si vos decís lo correcto y que estás muy preocupado por el pueblo, después podés robar todo lo que quieras y ser completamente ineficaz que igual vas a tener valor de progresista. Ese discurso progresista te llama “derechista” porque a ellos les conviene, pero es un equívoco enorme, gigantesco diría.
Circula por las oficinas del nuevo Gobierno un boletín de supervisión del discurso oficial. Viaja por mail y se llama Qué estamos diciendo. Recopila declaraciones de ministros y secretarios, las analiza y emite sugerencias de estilo, apuntando a “destacar lo positivo” de la gestión. “Se hace para que los funcionarios sepan cómo estamos viendo las cosas, qué versión estamos dando frente a las preguntas, y para que tengan a mano una especie de resumen. Depende de las épocas, sale más o menos frecuentemente. Hay un Qué estamos diciendo de Mauricio, un Qué estamos diciendo de María Eugenia (Vidal) y así”, revela Rozitchner, que sigue la serie sobre el poder y la comunicación House of Cards y toma como una referencia para su trabajo el equipo de discurso del presidente norteamericano Barack Obama.
Arrancó la gestión, hubo medidas fuertes y reacciones, ¿cómo se sostiene la idea del “entusiasmo”?
Cuando uno avanza frente al mundo haciendo cosas que uno quiere, se entusiasma. Y así como se mide el colesterol, podemos medir el nivel de entusiasmo para saber cómo está la salud. Una persona entusiasmada es una persona bastante sana, en el sentido de que ha logrado superar sus trabas neuróticas y se pone en línea con lo que quiere. Se puede entonces pensar el liderazgo como una gestión de entusiasmos. La clave es cómo ayudás a que esos entusiasmos se expresen, crezcan y se hagan cargo de la escena. Es lo opuesto a la pasión negativa de la crítica. No hay que vivir obsesionado con tus defectos, sino alentar tus capacidades y virtudes. Y tus entusiasmos, porque vivir puteando no arregla las cosas.
Beatriz Sarlo considera que Macri “parece amable, pero es rudo”.
Bueno, yo diría: Sarlo parece inteligente, pero nos caben dudas. Pero no es personal, es un tema del intelectual, al que le cuesta aceptar realidades. El intelectual está enamorado de sus fantasías, de su forma de ver el mundo, pero no las testea con una realidad concreta.
Una pregunta “descolgada”: ¿Hablás sobre la despenalización de la marihuana con el Presidente?
Sí. Lo que noto es que él no tiene una posición tomada al respecto y que es un tema sobre el que le gustaría conocer más. No es una de sus cuestiones prioritarias, teniendo en cuenta el nivel de pobreza y de violencia que tenemos. En lo personal, no me preocupa que ciertas causas, como la despenalización del consumo de marihuana, se atrasen. Lo que sí sería interesante observar es si la despenalización no sería un aporte a la lucha contra el narcotráfico, porque sería sacarles el control de las drogas. Hay que ver qué es lo que conviene y cómo se va a hacer.
En julio, Rozitchner tendrá el desafío de apuntalar el discurso de Macri por los 200 años de la Independencia. Pero hay un tema: al filósofo rockero, la influencia de los símbolos en la vida mental del país lo “embolan”.

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