La última parte de esta nota artificialmente dividida en tres secciones para tornarla de lectura digerible se refiere a los parlamentos, entendidos en los términos de la democracia representativa de la que hablaba Montesquieu.
Por algunos motivos que trataremos de develar, ser parlamentario es un estadío stand-by para los políticos que ejercen de políticos en todo el mundo. No es un cargo deseado por los que quieren hacer carrera en política.
Hago la aclaración de “políticos que ejercen de políticos” porque claramente hay otros actores políticos que dicen no ser políticos. Los poderes fácticos, por ejemplo, como acabamos de ver en las dos entradas anteriores: El stablishment a través de sus medios, y buena parte de los periodistas que “sacan pecho” por decirse apolíticos. Que no son los únicos, desde luego. Hay sindicalistas, ONG’s, movimientos sociales, etc. que no llevan el cartel “político” sobre sus espaldas, pero no hacen otra cosa que política.
Lo dicho en el párrafo precedente comienza a abrir la puerta a los motivos por los que los “políticos-políticos” no desean ser candidatos ni ocupar bancas. A lo sumo aceptan hacerlo a la espera de la próxima elección de cargos ejecutivos, o para obtener inmunidad parlamentaria, pero no están donde quisieran estar. Su meta es el ejecutivo. Desde ahí se manejan las cosas.
Que nadie crea que ésto es un fenómeno argentino: Claramente Obama y Hillary Clinton eran diputados por Illinois y Nueva York respectivamente en pleno cumplimiento del mandato ciudadano, cuando de repente ¡paf! En la mitad del cumplimiento del cargo para el que habían sido elegidos, saltaron al ejecutivo. Nada nuevo, sucede todos los días en todo el mundo.
Ahora la pregunta es: ¿Y porqué nadie quiere pertenecer al legislativo y darle cuerpo a la democracia representativa de Montesquieu? Se me ocurren varias respuestas, y lo más probable es que sean todas, juntas o en partes, pero sólo desarrollaré la que a mi juicio es la de más peso: El comienzo del fin de la Democracia Representativa.
El Parlamento de Montesquieu se refería a una cantidad pequeña de personas elegidas por el pueblo que debatían leyes y normas en un recinto cerrado en representación de sus respectivos electores. Ahora el elector se representa a sí mismo en cuanto foro de debate hay a su alcance.
Montesquieu nunca pensó que pudieran existir foros en los que un argentino pudiera estar debatiendo la matanza israelí en Gaza con un paquistaní en un sitio de Kuala Lumpur. Nunca. Nadie podía imaginarlo en los tiempos de “El Espíritu de las Leyes” de 1748. Ni en sueños. Los antiguamente representados nos estamos empezando a representar por nosotros mismos. Y por ése mismo motivo los partidos políticos tradicionales entraron en la licuadora y están teniendo cada vez menos peso en diversos ámbitos de la decisión popular, quedándoles como herramienta casi exclusivamente la apelación a la memoria emotiva de cada uno. Porque lo que antes se discutía en una asamblea de 200-300 personas físicamente reunidas en un mismo ámbito, ahora está al alcance de ser discutido por millones de personas desde cualquier lugar del planeta. Se discute en los programas de TV, de radio, en los foros de internet.
Y ésto está claramente alejado, cuando no absolutamente contrapuesto, a la democracia representativa de Montesquieu que luego se trasladó a cientos de Constituciones de todo el mundo: La división del Estado en tres poderes.
Desde mi punto de vista, hemos ingresado en la fase social que Umberto Eco denominó “La Guerrilla Semiológica”, en el que cada uno debe hacerse cargo de decodificar el mensaje puerta a puerta, y no permitir que se lo decodifiquen “los expertos”. Ya sabemos quienes son los que nos van a masticar los hechos para presentárnoslos del modo edulcorado y facil de digerir que a ellos les convenga. Sólo que ahora ya estamos advertidos de que el resultado que nos presentan es mentira o es interesado. Como decía Tato, la neurona alerta, vermú con papas fritas y ¡Good show!
PD: Recomiendo vivamente leer a Eco, pero muy en particular el extracto referido a la Guerrilla Semiológica que está en el último párrafo. Son apenas seis páginas, escritas hace 22 años (en 1987, anteriores a Internet), pero de una lucidez impresionante. Se ve que en Turín Eco veía lo mismo que nosotros vemos hoy acá. Puras casualidades.
Publicado en Apuntes desde la Centroizquierda
Cuando se fundó la República se acordó un voto por persona para que elija su representante, porque era imposible que sean millones los que resolvieran. Hoy ya es posible gracias a las nuevas tecnologías. Además fácil y económico. Los partidos políticos, convertidos en importante grupo de interés propios, no podrán impedirlo. Con dar un mails social (no Estatal?) a cada individuo: miDNI@argento.com la opinión personal puede manifestarse y computarse automáticamente dentro de unos 8 años, cuando todos tengan su compu. Es la democracia participativa y directa que se avecina. Apoyémosla y demos los primeros pasos. ¿Que te parece? Argentideas.blogspot.com
Yo al menos soy antipolítico partidista. Quiere decir que estoy disgustado con la estructura piramidal, servil, caudillesca, chupamendiera, usadora del ciudadano, con una estrutura de cargos y jerarquías REPELENTE.
Eso no quiere decir que uno sea apolítico, sino apartidista, porque los partidos en mayor o menos medida han usurpado el poder popular. De allí viene el «que se vayan todos» Todo lo contrario: Somos mucho más políticos que muchos de los que se meten en las estructuras partidarias que sólo se ocupan de maniobras. Muchos queremos ocuparnos de ideas y proyectos políticos.Y tengo grandes esperanzas que Internet lo haga posible.
Bueno, los partidos políticos tradicionales entraron claramente en la licuadora, como está a la vista de que cualquiera puede ir con cualquier otro para cualquier cargo.
Y éso, según como se lo mire, puede ser muy grave. Hasta la fecha eran casi el único contrapoder (junto a las Organizaciones Sindicales) a las corporaciones. Hoy prácticamente existen sólo en lo nominal. Y la pelea individual contra las corporaciones tiene tantas posibilidades de triunfar como las tiene la gallina contra el lobo.