Pepe Mujica será el nuevo Presidente de Uruguay, y una sensación similar se adueña del cálido corazón de los militantes y de la más fría cabeza de los analistas. Es que, en tiempos pasados, en Sudamérica pasaban las mismas cosas. Hoy, en cambio, sus países se proponen andar el mismo camino. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. No solo porque antaño las cosas simplemente “pasaban” (o las “hacían pasar”), mientras que los tiempos actuales son conducidos por hombres y mujeres que quieren ejercer con autonomía. Encabezan procesos que se inscriben en la no sujeción a los postulados de Washington, de triste memoria.
Lo sabido, han recuperado el rol del estado regulador de la economía, reavivaron las presuntamente difuntas discusiones ideológicas y decidieron meterse de lleno en la gestión concreta para derribar los muros que les valían las críticas de las derechas por las distancias que separaban al idealismo de la práctica. Los Presidentes sudamericanos no avizoran proyectos revolucionarios, sino que más bien se dedican al pragmatismo del día a día, pintándolo a su imagen y semejanza.