Por Fernando Oz
01/10/11 – 01:08
Algunos fueron aplaudidos por la opinión pública y hasta iluminados por los medios de comunicación, se destacaron por su compromiso por la lucha contra la corrupción y desde diferentes sectores pregonaron la incorporación de políticas de transparencia a la burocrática maquinaria del Estado. Pero cuando optaron por más protagonismo y decidieron salir como gladiadores a la arena política, los espectadores les bajaron el pulgar.
El ex fiscal Pablo Lanusse saltó a la fama cuando en épocas del menemismo investigó “la mafia del oro”. Las consecuencias fueron múltiples y hasta su hermana fue amenazada de muerte. Salió sin manchas cuando el ex presidente Néstor Kirchner lo nombró como interventor de Santiago del Estero tras el fin de la dinastía de los Juárez. Sin embargo, la semana pasada se vio obligado a bajar su candidatura a diputado por Udesco, junto la periodista Fanny Fandelbaum, por “la poca cantidad de votos que cosechó durante las primarias”, dicen en su entorno.
Tampoco fue una buena elección para el ex fiscal de investigaciones administrativas, Mauel Garrido, candidato a diputado de la débil sociedad entre Ricardo Alfonsín y Francisco de Narváez. Garrido pateó el tablero y dejó su cargo tras denunciar la corrupción K. Lo mismo hizo la ex funcionaria Graciela Ocaña, histórica denunciadora de estructuras mafiosas y hoy candidata a diputada por UDeSo. Ambos terminaron reciclándose en ONGs que fomentan la transparencia.
Organizaciones que durante los últimos años se convirtieron en semilleros de personas que terminan apostando a la política. Es el caso de la diputada del PRO Laura Alonso, que dejó la prestigiosa ONG Poder Ciudadano. Lo mismo sucedió con Nicolás Ducoté que pasó de ser cofundador y ex director de Cippec a jefe de los equipos técnicos de De Narváez. Y el fenómeno crece.
“La invitación de gente con nuestro perfil para integrar listas, de alguna manera manifiesta la percepción de que la corrupción es un problema”, explicó Garrido a PERFIL. Pero la realidad indica que esa lucha está devaluada.
Según el director ejecutivo de Poder Ciudadano, Hernán Charosky, “hace muchos años que la cuestión de la corrupción no es prioridad en el electorado, y no porque no hayan escándalos de corrupción o porque la corrupción haya dejado de ser un problema, pero dejó de ser prioritario. Mientras no sea una preocupación social, podemos seguir poniendo a candidatos anticorrupción, que les va a ir mejor o peor, pero no van a lograr imponer agenda”.
Una opinión similar tiene Fernando Straface, director ejecutivo de Cippec, cuando sostiene que “quizás lo que más falta les hace (a esta clase de nuevos dirigentes) es tener un plan de políticas públicas multidimensionales. Por ahí se quedan demasiado encerrados en su tema. Hoy la cuestión protagónica no es la transparencia”.
Para la liga de los trabajadores anticorrupción las cosas no vienen bien. Pero Ducoté no se resigna: “Si queremos limpiar un poco más la política, si queremos traer valores de institucionalidad y buenas prácticas democráticas, tenemos que dar la batalla por el protagonismo político”. Una reciente encuesta de Ipsos de Mora y Araujo es contundente: sólo el 6% de los 1.200 consultados dijo que lo que más le preocupa es la corrupción. Pero nadie parece advertir que la inseguridad y el resto de la preocupaciones tienen a la corrupción como raíz común.
01/10/11 – 01:08
Algunos fueron aplaudidos por la opinión pública y hasta iluminados por los medios de comunicación, se destacaron por su compromiso por la lucha contra la corrupción y desde diferentes sectores pregonaron la incorporación de políticas de transparencia a la burocrática maquinaria del Estado. Pero cuando optaron por más protagonismo y decidieron salir como gladiadores a la arena política, los espectadores les bajaron el pulgar.
El ex fiscal Pablo Lanusse saltó a la fama cuando en épocas del menemismo investigó “la mafia del oro”. Las consecuencias fueron múltiples y hasta su hermana fue amenazada de muerte. Salió sin manchas cuando el ex presidente Néstor Kirchner lo nombró como interventor de Santiago del Estero tras el fin de la dinastía de los Juárez. Sin embargo, la semana pasada se vio obligado a bajar su candidatura a diputado por Udesco, junto la periodista Fanny Fandelbaum, por “la poca cantidad de votos que cosechó durante las primarias”, dicen en su entorno.
Tampoco fue una buena elección para el ex fiscal de investigaciones administrativas, Mauel Garrido, candidato a diputado de la débil sociedad entre Ricardo Alfonsín y Francisco de Narváez. Garrido pateó el tablero y dejó su cargo tras denunciar la corrupción K. Lo mismo hizo la ex funcionaria Graciela Ocaña, histórica denunciadora de estructuras mafiosas y hoy candidata a diputada por UDeSo. Ambos terminaron reciclándose en ONGs que fomentan la transparencia.
Organizaciones que durante los últimos años se convirtieron en semilleros de personas que terminan apostando a la política. Es el caso de la diputada del PRO Laura Alonso, que dejó la prestigiosa ONG Poder Ciudadano. Lo mismo sucedió con Nicolás Ducoté que pasó de ser cofundador y ex director de Cippec a jefe de los equipos técnicos de De Narváez. Y el fenómeno crece.
“La invitación de gente con nuestro perfil para integrar listas, de alguna manera manifiesta la percepción de que la corrupción es un problema”, explicó Garrido a PERFIL. Pero la realidad indica que esa lucha está devaluada.
Según el director ejecutivo de Poder Ciudadano, Hernán Charosky, “hace muchos años que la cuestión de la corrupción no es prioridad en el electorado, y no porque no hayan escándalos de corrupción o porque la corrupción haya dejado de ser un problema, pero dejó de ser prioritario. Mientras no sea una preocupación social, podemos seguir poniendo a candidatos anticorrupción, que les va a ir mejor o peor, pero no van a lograr imponer agenda”.
Una opinión similar tiene Fernando Straface, director ejecutivo de Cippec, cuando sostiene que “quizás lo que más falta les hace (a esta clase de nuevos dirigentes) es tener un plan de políticas públicas multidimensionales. Por ahí se quedan demasiado encerrados en su tema. Hoy la cuestión protagónica no es la transparencia”.
Para la liga de los trabajadores anticorrupción las cosas no vienen bien. Pero Ducoté no se resigna: “Si queremos limpiar un poco más la política, si queremos traer valores de institucionalidad y buenas prácticas democráticas, tenemos que dar la batalla por el protagonismo político”. Una reciente encuesta de Ipsos de Mora y Araujo es contundente: sólo el 6% de los 1.200 consultados dijo que lo que más le preocupa es la corrupción. Pero nadie parece advertir que la inseguridad y el resto de la preocupaciones tienen a la corrupción como raíz común.
CFK podría poner a estos en una especie de FBI o en la ya existente pero algo ausente oficina anticorrupción, una especie de Liga de La Justicia o Super Amigos, y les taparía la boca a todos, incluso, en un punto, a mi.
Jej. Llueven los centros por todos lados.
La idea del FBI argentino fue del amigo @ezequielmeler, y el carácter épico no dejaría de entusiasmar hasta a los más escépticos. Además, Pablo Lanusse da perfil para Eliot Ness, si se afeita ese bigotito tontorrón.
´Tas en pedo. Bastaría con que un concejal suplente píerda el ticket de un pancho para que «la Rrrrepública y las Instituciones» se encuentre a punto de ser gravemente violada.
Mejor démosle una navaja a un mono ebrio.
Parece evidente que la clase dirigente no es la única responsable de nuestros males, la sociedad aporta lo suyo. En parte porque también, en mayor o menor medida, es corrupta y además por consentir que alguien se quede con vueltos a cambio de cierta sensación de bienestar económico. Habría que releer a Carlos S.Nino, que ya en 1992 nos advertía que «Cuando la corrupción traspasa cierto umbral, sin embargo, ella no sólo impide el buen funcionamiento del conjunto social y de sus instituciones, incluyendo el proceso democrático y el mercado económico, sino que adquiere un carácter difícilmente reversible, dado que se alimenta a sí misma y afecta a los mismos mecanismos designados para contener la corrupción. Hay razones para pensar que la sociedad y las instituciones argentinas han llegado a grados de corrupción que traspasan el umbral mencionado». Un país al margen de la ley. Emecé. Bs. As. 1992. pág. l11.-
Podría haberlo escrito hoy.
¿qué delimita el «cieto umbral de corrupción aceptable» según nino?
Nino entiende que la corrupción existe en todas las sociedades, pera él lo importante es el grado de corrupción existente, por eso cuando esta comienza a afectar la labor de gobierno, el mercado económico, por ejemplo es que se torna preocupante y empieza a alimentarse a sí misma,por lo que el límite aceptable sería que la misma no perjudique esos aspectos de la vida social.-
Y diganme muchachos: DeNarváez, por ejemplo ¿a qué bando pertenece al e los corruptos o al de los transparentes? Y la hormiuita ¿qué hace a su lado, porqué deja que Archie la mencione como «su» candidata a diputada?. Lo mismo cabe preguntar de Lanusse y Fanny. Encima abandonan no por haberse dado cuenta de que Archie es, además de corrupto, profundamente antipopular sino por que van a perder. Eso sí que es moral virtuosa. Es como la nota de ayer de Abraham en la Nación, un ditirambo a la decencia de Binner sin que se le ocurriera mencionar las defecciones gorilas de la candidata a Vice. Honorables repúblicos ¿no sería hora de oir menos a tanto boludo suelto y escuchar más al propio pueblo?
Miren quienes han levantado la bandera de la lucha contra la corrupción:
«Llama poderosamente la atención con la facilidad con que la Justicia actúa sobre los dirigentes gremiales cualquiera sea su trayectoria o ideología política en un país donde los narcos, los apropiadores de bebes, los abusadores de menores, los que saquearon la Argentina, los que hacen espionaje a los vecinos, los traficantes de armas, los corruptos, los que defraudan al Estado y al Pueblo parecen tener, aún los condenados, otra consideración y otra suerte.-» Del reciente comunicado de la CGT con motivo de la detención de los gremialistas ferroviarios.