Por Eliseo Verón
21/04/12 – 11:56
Desde el punto de vista de la retórica discursiva y audiovisual, el discurso de Cristina del lunes 16, anunciando el proyecto de ley de expropiación de las acciones de YPF, fue del más puro kirchnemismo (ver mi columna del domingo pasado). Pero después de un largo silencio, sensación de alivio: habló durante casi una hora. Cuando esta columna sea publicada, todo habrá sido dicho, a favor y en contra, de los aspectos técnicos y de la metodología que el Gobierno ha utilizado en esta expropiación y en la intervención de YPF, incluso (así lo espero) de algunos aspectos que a mí (ignorante en la materia) me parecen dudosos desde el punto de vista legal. Me queda claro el desprecio del Gobierno por la deliberación parlamentaria, a propósito de una decisión que afecta a la primera empresa del país, pero no tengo ninguna autoridad para hablar de los aspectos jurídicos del tema.
Se ha hecho ya amplia referencia a declaraciones anteriores, tanto de Néstor Kirchner como de Cristina, contradictorias con el discurso con el que la Presidenta ha argumentado la expropiación. ¿Es condenable cambiar de punto de vista sobre un problema de gobierno? Claro que no; hasta puede ser un índice de madurez política. Lo que los ciudadanos esperamos es que, si quien nos representa modifica notablemente su opinión, lo señale y nos explique las razones del cambio, para una mejor comprensión por parte de todos. Pero la retórica del “modelo” solicita una coherencia histórica que es puramente imaginaria. Extrañamente, la propia Presidenta puso una vez más el dedo en el ventilador y cerró su discurso aludiendo a que “él” “siempre soñó con recuperar YPF para el país”. “Siempre” debe ser entonces después que Néstor Kirchner, en los noventa, apoyó como gobernador la privatización menemista de YPF. Y “recuperar”, en consecuencia, debe tener que ver con algo que el propio Kirchner ayudó a que perdiéramos. ¿Hacer estos señalamientos es estar en contra de la gestión pública de la riqueza petrolera de un país? Claro que no: es la misma trampa que años atrás permitía calificar de enemigo de los derechos humanos a cualquiera que criticara al Gobierno.
Ya lo dije, repetidas veces, en este mismo diario: la señora Presidenta sólo puede tomar decisiones políticas contra algo o contra alguien. Su necesidad de un enemigo es visceral, primaria, ineludible. Para tomar sus decisiones sobre YPF, necesitó primero asegurarse (a través de silencios, rumores, borradores…) que tenía suficientes enemigos internacionales: España, la Unión Europea, México y alguno más.
¿Acaso la señora Presidenta cree que el tiempo quedó suspendido a partir del 23 de octubre pasado, cuando ganó las elecciones con el 54,11% de los votos? En ese caso, es bastante probable que, a medida que pasen los meses del segundo mandato, su desilusión vaya en aumento. Desilusión como la que debe haber sentido hace pocos días al ver los datos de importación de combustibles en 2011, descubriendo, después de nueve años de gobierno “kirchnemista”, que no todo funcionaba bien en YPF y que la Argentina corría inexorablemente hacia una crisis de abastecimiento energético. Los ex subsecretarios de Energía que en 2009 advirtieron públicamente de la situación, merecieron apenas, en su momento, una desdeñosa descalificación. Y como bien lo señaló Carlos Pagni el jueves en el diario La Nación, Kicillof, durante la discusión del proyecto de ley de expropiación en el Senado, “vituperó una gestión cuyo responsable estaba a su lado: De Vido”. ¿Y el Modelo?
¿Acaso la señora Presidenta se imagina que ese público de funcionarios, amigos y militantes, reunido una y otra vez para escucharla en los salones bellamente redecorados y rediseñados de la Casa Rosada, ese público que sonríe, cabecea, aplaude y canta obedientemente cuando corresponde, representa a “todos los argentinos” de los que tanto habla? Si así fuera, eso significaría que a los que no votamos por ella (el 46% es casi la mitad, ¿no?) nos están tratando de pelotudos.
Desprecio del debate parlamentario, que queda reducido a una mera formalidad inevitable, cuando todas las decisiones ya están tomadas. Desprecio de los medios que no sean rigurosamente oficialistas. A Néstor no le gustaba dar conferencias de prensa. A la señora Presidenta tampoco le gusta; cuando habla necesita sentirse protegida, rodeada de los suyos. El vicepresidente ya nos permitió entender que en las conferencias de prensa no se puede hacer preguntas.
No tengo proyecto político y desprecio al Otro. Combinación explosiva para el funcionamiento de una democracia.
*Profesor plenario. Universidad de San Andrés.
21/04/12 – 11:56
Desde el punto de vista de la retórica discursiva y audiovisual, el discurso de Cristina del lunes 16, anunciando el proyecto de ley de expropiación de las acciones de YPF, fue del más puro kirchnemismo (ver mi columna del domingo pasado). Pero después de un largo silencio, sensación de alivio: habló durante casi una hora. Cuando esta columna sea publicada, todo habrá sido dicho, a favor y en contra, de los aspectos técnicos y de la metodología que el Gobierno ha utilizado en esta expropiación y en la intervención de YPF, incluso (así lo espero) de algunos aspectos que a mí (ignorante en la materia) me parecen dudosos desde el punto de vista legal. Me queda claro el desprecio del Gobierno por la deliberación parlamentaria, a propósito de una decisión que afecta a la primera empresa del país, pero no tengo ninguna autoridad para hablar de los aspectos jurídicos del tema.
Se ha hecho ya amplia referencia a declaraciones anteriores, tanto de Néstor Kirchner como de Cristina, contradictorias con el discurso con el que la Presidenta ha argumentado la expropiación. ¿Es condenable cambiar de punto de vista sobre un problema de gobierno? Claro que no; hasta puede ser un índice de madurez política. Lo que los ciudadanos esperamos es que, si quien nos representa modifica notablemente su opinión, lo señale y nos explique las razones del cambio, para una mejor comprensión por parte de todos. Pero la retórica del “modelo” solicita una coherencia histórica que es puramente imaginaria. Extrañamente, la propia Presidenta puso una vez más el dedo en el ventilador y cerró su discurso aludiendo a que “él” “siempre soñó con recuperar YPF para el país”. “Siempre” debe ser entonces después que Néstor Kirchner, en los noventa, apoyó como gobernador la privatización menemista de YPF. Y “recuperar”, en consecuencia, debe tener que ver con algo que el propio Kirchner ayudó a que perdiéramos. ¿Hacer estos señalamientos es estar en contra de la gestión pública de la riqueza petrolera de un país? Claro que no: es la misma trampa que años atrás permitía calificar de enemigo de los derechos humanos a cualquiera que criticara al Gobierno.
Ya lo dije, repetidas veces, en este mismo diario: la señora Presidenta sólo puede tomar decisiones políticas contra algo o contra alguien. Su necesidad de un enemigo es visceral, primaria, ineludible. Para tomar sus decisiones sobre YPF, necesitó primero asegurarse (a través de silencios, rumores, borradores…) que tenía suficientes enemigos internacionales: España, la Unión Europea, México y alguno más.
¿Acaso la señora Presidenta cree que el tiempo quedó suspendido a partir del 23 de octubre pasado, cuando ganó las elecciones con el 54,11% de los votos? En ese caso, es bastante probable que, a medida que pasen los meses del segundo mandato, su desilusión vaya en aumento. Desilusión como la que debe haber sentido hace pocos días al ver los datos de importación de combustibles en 2011, descubriendo, después de nueve años de gobierno “kirchnemista”, que no todo funcionaba bien en YPF y que la Argentina corría inexorablemente hacia una crisis de abastecimiento energético. Los ex subsecretarios de Energía que en 2009 advirtieron públicamente de la situación, merecieron apenas, en su momento, una desdeñosa descalificación. Y como bien lo señaló Carlos Pagni el jueves en el diario La Nación, Kicillof, durante la discusión del proyecto de ley de expropiación en el Senado, “vituperó una gestión cuyo responsable estaba a su lado: De Vido”. ¿Y el Modelo?
¿Acaso la señora Presidenta se imagina que ese público de funcionarios, amigos y militantes, reunido una y otra vez para escucharla en los salones bellamente redecorados y rediseñados de la Casa Rosada, ese público que sonríe, cabecea, aplaude y canta obedientemente cuando corresponde, representa a “todos los argentinos” de los que tanto habla? Si así fuera, eso significaría que a los que no votamos por ella (el 46% es casi la mitad, ¿no?) nos están tratando de pelotudos.
Desprecio del debate parlamentario, que queda reducido a una mera formalidad inevitable, cuando todas las decisiones ya están tomadas. Desprecio de los medios que no sean rigurosamente oficialistas. A Néstor no le gustaba dar conferencias de prensa. A la señora Presidenta tampoco le gusta; cuando habla necesita sentirse protegida, rodeada de los suyos. El vicepresidente ya nos permitió entender que en las conferencias de prensa no se puede hacer preguntas.
No tengo proyecto político y desprecio al Otro. Combinación explosiva para el funcionamiento de una democracia.
*Profesor plenario. Universidad de San Andrés.