Daniel Scioli sólo tiene derecho a imaginar cuándo será la próxima batalla, no la conclusión de la guerra. Una mezcla de desprecio ideológico y de competencia por la simpatía popular es la razón del cristinismo para justificar el objetivo último de voltear al gobernador de Buenos Aires. Alrededor de Scioli ya no hay ingenuos que crean que es posible un cristinismo sin Cristina Kirchner. Es ella la que salió a cazar al gobernador. Scioli calla. Ultimamente se lo ha visto más reflexivo y decepcionado que nunca. Jamás dice por qué. La reciente batalla con el gobierno nacional por el pago del medio aguinaldo le habría dejado la certeza de que el «vamos por todo» kirchnerista incluye su cabeza. Ahora o más adelante.
Mientras Scioli exista liderando las encuestas, el kirchnerismo perderá fuerzas en su proyecto de reformar la Constitución para permitir una re-reelección de Cristina Kirchner. Ese proyecto se debilita no por Scioli, sino porque los desbarajustes económicos y sociales están dejando a la Presidenta sin el necesario oxígeno social. Una encuestadora le preguntó a la gente en julio pasado si votaría por Cristina. Un 26 por ciento contestó que la votaría, pero un 55% respondió que no lo haría nunca. En julio de 2011, hace un año, esa misma pregunta había obtenido un resultado exactamente opuesto: un 50% dijo que la votaría y un 25% aseguró que no lo haría jamás. No es, entonces, culpa de Scioli, que a veces parece estar donde no quiere estar.
De todos modos, la Presidenta reclama culpables y no causas. El peronismo, además, se siente mejor con Scioli que con Cristina. Scioli no es un peronista de catálogo, pero está acostumbrado a contener más que a enfrentar. El sciolismo asegura que sólo un puñado de amigos (Hugo Moyano, el primero de ellos) y la repercusión mediática pudo frenar el reciente avance kirchnerista por el medio aguinaldo antes de que lo tumbara al gobernador definitivamente. Nadie hace cambiar de opinión al kirchnerismo, pero la intervención de aquellos habría producido un vuelco en las encuestas que paró el proceso de apartarlo del cargo. O lo postergó.
Después de intercambiar algún frío beso con él en actos públicos, la Presidenta volvió a zamarrearlo en días recientes. Ya no lo acusaba de mal administrador de los recursos públicos (como lo hizo en la anterior crisis), sino de haberse convertido en un violador serial de los derechos humanos de los presos. En rigor, la sociedad no estaba interpelando a Scioli, sino a Cristina. El Vatayón Militante, el murguero director del Servicio Penitenciario Nacional y los presos viviendo a su aire son responsabilidad del gobierno nacional. El conflicto tiene repercusiones sociales y jurídicas.
Desde que la humanidad decidió abolir la justicia por mano propia, el delito requiere de una pena que el Estado administra. Pero el diablo se esconde en los detalles. Los jueces no conviven con los presos todos los días y, por lo tanto, deben resolver sobre sus libertades o salidas de acuerdo a los informes del Servicio Penitenciario.
El director del Servicio Penitenciario, Víctor Hortel, compañero de alborotos de los presos y militante fanático del kirchnerismo, les habló de «nosotros» a los diputados opositores. Uno de ellos le preguntó: ¿Quiénes son ustedes? ¿El Servicio Penitenciario o el Vatayón Militante? La respuesta evasiva de Hortel: Según. El diputado lo espoleó: Muy bien. En el caso de Vázquez (el ex baterista de Callejeros condenado hace un mes a 18 años de prisión por matar a su mujer), ¿quién pidió su salida? Respuesta: Nosotros, el Vatayón. ¿Entonces usted la pidió como dirigente del Vatayón y usted la recomendó como director del Servicio Penitenciario?, inquirió el legislador. Sí, claro, se confesó el responsable de las cárceles.
Ese es el núcleo del problema: el que controla a los presos es el mismo que se divierte con ellos. Más allá de la responsabilidad de los jueces (las salidas de Vázquez no debieron ser autorizadas nunca), lo cierto es que el caso enfrenta a la Presidenta con todos los segmentos de la sociedad, asediada por una inseguridad creciente y cada vez más violenta.
Sea como fuere, Cristina Kirchner no se hizo cargo de dar una explicación a la sociedad ofuscada ni de resolver el problema. Acusó a Scioli. ¿De qué? De que en sus cárceles los presos viven en condiciones infrahumanas. Los presos tienen, desde ya, derechos humanos que deben ser respetados. Pero el problema no eran los de la provincia de Buenos Aires, sino la ensalada de militancia, clientelismo y peligrosos tráficos de favores en las cárceles bajo jurisdicción del gobierno nacional. El verbo suelto de la Presidenta anunció, así, que la guerra no cesó. El kirchnerismo se propuso una meta y no la alcanzó todavía. Scioli debe dejar La Plata.
El último consejo que recibió Scioli es recurrir cuanto antes a la Corte Suprema. ¿Por qué? En la Corte estará protegido; no podrán intervenirlo si hubiera un proceso abierto en esa instancia de la Justicia, dijo un sciolista que consultó a varios jueces de instancias inferiores. El conflicto se maneja en esos términos entre los políticos del peronismo y del kirchnerismo. Intervención o juicio político. La intervención debería ser aprobada por el Congreso (el kirchnerismo tiene mayoría suficiente) y podría estar fundada en muchas razones. Ya sea por una eventual decisión de Scioli de crear una cuasimoneda, que podría ser interpretada como una ruptura del pacto entre la Nación y las provincias, o por un desborde de la inseguridad o de las propias cárceles.
En un trámite de juicio político, Scioli dependería de la oposición; el kirchnerismo, en sus distintas variantes, es mayoría en los bloques parlamentarios de La Plata. Funcionarios kirchneristas diseñan una tercera alternativa: imponerle a Scioli la primera candidatura a diputado nacional en las elecciones del próximo año con la obligación de renunciar a la gobernación. Las candidaturas testimoniales de 2009 no cayeron bien, explican con ironía o con cinismo.
Scioli tiene dos razones para recurrir ante la Corte Suprema. Una es la coparticipación. Cuando el menemismo privatizó los fondos jubilatorios decidió que un 15% de la coparticipación fuera a la Anses para que ésta, ya sin recaudación propia, pudiera pagarles a los viejos jubilados. Cristina Kirchner volvió a estatizar esos recursos de los jubilados y retomó la recaudación, pero nunca les devolvió a las provincias el 15% de coparticipación que les habían sacado por un motivo ya inexistente. Otra razón es el Fondo del Conurbano. Durante la convertibilidad, la provincia de Buenos Aires recibía 600 millones de pesos/dólares anualmente. Luego, el dramático decurso de la vida pesificó esos recursos, pero nunca fueron actualizados.
Scioli tiene las encuestas a su favor, pero nada más y a casi nadie más. Un eventual aliado suyo para una rebeldía electoral, el intendente de Tigre, Sergio Massa, tomó distancia no bien advirtió que la aparente paz actual es una simple tregua. Hizo saber cerca de Scioli que esa distancia le era necesaria para poder criticar al gobierno nacional. Es probable que al gobierno nacional le haya dicho lo mismo, pero al revés. Massa puede terminar con Scioli, con Cristina o con Macri, dijo un peronista que lo conoce bien.
El cerco en el que el mismo Scioli se metió está hecho por las encuestas. La mayoría de la gente prefiere un gobernador pacífico y conciliador. Es también el rol que a él más le gusta. Espera, por lo tanto, que la ruptura sea una decisión del cristinismo, no suya. Su conflicto personal es que no sabe si esa ruptura dejará la tierra arrasada, al final de una guerra sin lástimas ni medidas..
Pobre Lulú, debe de estar leyendo las encuestas que leía cuando deliraba con el «Post-Kirchnerismo» junto a Marrano Grondona.
Los números de Ipsos-Mora y Araujo dicen lo contrario(1). Ni qué hablar de las de Artemio. Todo ésto sin mencionar que las encuestas, sin elecciones a la vista, son sarasa.
Hubiera sido de lo más sencillo deshacerse del bagarto de tus sueños húmedos negándole el REGALO (sic) de 1.000 palos mas el préstamo de 600 («con la plata de los jubilados»). Era un bonzo en 24 horas, y asumía Mariotto sin necesidad de intervención.
Pero aún no es el momento, mi crispada Lulú.
(1) http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-200381-2012-08-05.html
joaquín morales sola intenta imprimirle a su opinión perfil literario y se hunde más todavía con sus conjeturas fantasiosas sobre la política en argentina
daniel scioli es la frontera lo que el kirchnerismo y ahora el cristinismo siempre exploró porque le ve potencial daniel scioli sigue siendo una opción válida y está sujeto al discurrir del tiempo que sigue como todos los candidatos
Sí, Joaquín, sí. Hay que decirle sí como a los abuelos, para que no sigan. Y, además, Joaquín, queremos hacerlo cojer por un actor porno.