El conflicto insoportable:
Cuando se usa la expresión “triunfo de la voluntad” para referirse al modo en que se produjo la reinstauración de la política en la era K, pareciera que todo aquello que bajo la gestión de los Kirchner tuvo el nombre de político fue mera ficción. Este es un argumento al que la izquierda partidaria recurre bastante seguido para desestimar la política de derechos humanos del gobierno, entre otras cosas. Se trata, según ellos, simplemente de una pantalla que disimula el neoliberalismo más cruel. Sin embargo, cuando se habla de la vuelta a la política lo que se destaca es que la realidad es el tono que le da legitimidad a los hechos. La voluntad sólo adquiere su carácter épico si en la vida de todos los días produce realidades nuevas.
Si todo lo que el kichnerismo sostuvo hubiera sido falso, una simple manifestación de la voluntad, ya se habría desmoronado, espacialmente con los cimbronazos de los últimos meses. Con voluntad no alcanza para enfrentarse a un enemigo que hace un lockout durante más de tres meses, a los cacerolazos de una clase media rabiosa y a los ataques de los medios. Se necesita de algo más.
La política de derechos humanos no es sólo un discurso, son juicios que se han cobrado la desaparición de una persona. Todas las imperfecciones y los titubeos de las decisiones políticas que conciernen al sector agropecuario tuvieron un sustento real que generó consecuencias. .
El gobierno es acusado, especialmente desde los medios de comunicación, de crear conflictos. Esa idea de considerar que tomar una decisión política que genera un conflicto es en sí misma un error, sin importar demasiado si aquello que se sostiene tiene algún fundamento, suena a desconocer el carácter confrontativo de lo político, a molestarse simplemente porque la lucha de intereses toma el centro de la escena. Se trata de una actitud anti política. De la defensa de la despolitización como una especie de garantía del orden y del equilibrio que no alza la voz.
El gobierno no pudo visualizar las estrategias que estaba en condiciones de desplegar su enemigo. Pensemos en Ismena cuando intenta convencer a su hermana Antígona del error de desoír la prohibición de Creonte de enterrar a su hermano Polinice.: Tenés razón pero no están dadas las condiciones objetivas para hacerlo, podríamos traducir que sería el subtexto de Ismena en el drama griego. Y si se analiza la realidad que presenta la obra de Sófocles desde una perspectiva racional, Ismena está en lo cierto. Pero la transformación de una sociedad del miedo al reconocimiento de la verdad no existiría sin esa Antígona que antepone lo que debe hacer por encima de lo conveniente.
Son dos maneras de leer la política, absolutamente válidas porque mientras Antígona transgrede desde el punto de vista de la prohibición de la ley, la transgresión de Ismena es a nivel generacional: ella no quiere ser una mártir, no funda su política en la muerte como el resto de su familia.
Pueblo y anti- pueblo:
Ese conflicto entre nación o anti-nación, entre pueblo o anti- pueblo. Surge cuando uno ve a la ciudadanía con un odio desmedido haciendo tronar sus cacerolas o cuando alguien como Elisa Carrió dice que a Cristina Fernández la votaron los pobres dependientes del clientelismo político. El gobierno ubica el conflicto con el sector agropecuario como una discusión sobre un modelo de país. Cuando en el debate en el congreso se dijo que primero había que dar de comer a los cuarenta millones de argentinos y después pensar en la oportunidad mundial que se presenta, se hablaba de una decisión política que toca el zócalo del sistema capitalista: la desesperación por la subsistencia en la que se ubica cualquiera que no entienda sus leyes. Que pueda funcionar como un mecanismo defensivo del gobierno no quiere decir que no sea verdad.
Pero quería detenerme a analizar algunos de los componentes del discurso de Carrió desde el día de las elecciones de octubre hasta la fecha. Ya que es un buen ejemplo de esa anti- política que intenta confrontar con Cristina Fernández.
Carrió desconoce a las clases bajas y las unifica en un todo homogéneo sin dar cuenta de sus multiplicidades. Supone una unidad que no piensa, o que tal vez posee un solo cerebro y también tiene una mirada muy simplista sobre los modos de actuar del peronismo en eses sectores.
Si su análisis fuera tan contundente, Eduardo Duhalde tendría que haber ganado las elecciones presidenciales de 1999 frente a De La Rúa, después de diez años de políticas manzaneras en la Provincia de Buenos Aires.
Durante su campaña Carrió dijo que las mujeres de los sectores bajos sentían rechazo por la figura de Cristina Fernández, que no se sentían identificadas con la clase de de mujer que ella encarnaba. Tal vez la recorrida por los barrios de Carrió no fue tan real, tan efectiva o tan amplia como debería haber sido, pero lo cierto es que Carrió cambia de discurso con mucha facilidad para explicar los resultados que no le son favorables.
El vínculo de Carrió con la realidad merecería un análisis filosófico (o psicológico) Carrió se enoja con la realidad cuando no es como ella quisiera e intenta cambiarle el sentido a partir del discurso. Es verdad que una de las grandes habilidades de un político es cambiarle el sentido a lo evidente pero en Carrió esta estrategia no muestra la efectividad que resplandece en algunos peronistas. Carlos Menem, por ejemplo, la utilizaba para desmoralizar la capacidad de acción de sus enemigos. Estaban las pruebas, la cámara sorpresa, la transparencia que señalaba el delito pero estaban ausentes las consecuencias, la justicia que le daría valor de realidad a lo que queda, un mero espectáculo mediático.
Carrió no logra contener sus nervios. Intenta que la realidad se organice en torno a sus predicciones (nada le asegura más a un político el fracaso que apostar a una suposición) Mientras que los peronistas, como Néstor Kirchner, no se ocupan de hablar de lo que va a pasar sino que ponen la atención en la acción y después hablan de lo que hicieron, ella inventa la realidad que mejor se ajusta a sus necesidades, en vez de pensarse, políticamente, dentro de una coyuntura que ella no maneja pero que podría modificar si supiera como intervenir. Trabaja sobre esa irrealidad buscando que responda a sus deseos y amenaza con abandonar el barco. Allí Carrió vuelve a empezar de cero.
En Carrió la necesidad de transformar la realidad a partir del discurso la ubica a ella por debajo de esa realidad. Los hechos son más contundentes y ella más pequeñita peleando contra los molinos de viento. Nada peor para un político que mostrarse como alguien aplastado por la realidad.
Pero por momentos, su estrategia funciona como cuando logró instalar la posibilidad e un balotaje que siempre se vio como imposible. Claro que la ayudaron algunos periodistas operadores pero Carrió hace algunas políticas de golpe de efecto donde su palabra adquiere valores terroristas: Anticipa catástrofes, crisis, partos por cesárea que no sólo jamás ocurren sino que ella inventa conscientemente para “hacer la psicológica”. Tal vez creyendo que sus palabras van a provocar contagio en la gente.
Carrió sobredimensionó triunfos electorales que en términos representativos son inexistentes.
Después se sostiene que es el populismo el que viene a tapar los errores. El populismo surge a partir de los resultados. El populismo no existe sin ellos. Un populismo sin resultados es una contradicción insostenible.
Si el conflicto surge bajo los gobiernos populistas es porque son los únicos que mínimamente se animan a tocar a esos sectores privilegiados que reaccionan de un modo desproporcionado porque ni los Kirchner, ni Chávez son el Che Guevara pero , justamente, lo desesperado de sus reclamos los vuelve más atrevidos de lo que realmente son.
No se trata de hacer una lectura ingenua del gobierno. Nadie cree estar presenciando la revolución bolchevique pero ciertas medidas, que se ocupan de limitar las ganancias desmesuradas de ciertos sectores son bastante insólitas en la Argentina de los últimos años. Esa actitud de sospecha, de desconfianza permanente hacia todo lo que surge del poder, impide profundizar aquellas medidas acertadas que podrían crecer con la intervención de otros sectores.
La despolitización, el deterioro del pensamiento, se ve claramente en un discurso mediático que fragmenta, deshistoriza, selecciona de un modo totalizador parcialidades, hace silencios de radio frente a la propaganda del odio que hacen los personajes como Elisa Carrió.
Tal vez la encrucijada que atraviesa a la sociedad argentina desde el 2001se encuentre en esa frase de Marx: “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”. El kichnerismo está a medio camino entre decidirse a ser un gobierno claramente populista o seguir pegado a ciertos sectores del capital que no están del todo de acuerdo con sus medidas. Pero también es verdad que referirse a “lo emancipatorio” como hacen los firmantes de “Carta Abierta”, requiere redefinir qué sería lo emancipatorio hoy, que seguramente no es lo mismo que en los sesenta o setenta.
Cuando Néstor Kirchner vuelve a convertir la realidad en el escenario privilegiado de la política, realiza el mayor acto democrático que puede hacer un presidente. Medir la democracia por el carácter de un mandatario, el tono de sus discursos, o el grupo íntimo al que consulta, es un error y una superficialidad. Volver a la política significó que cualquier sector social afectado por las medidas del gobierno podía participar en ese juego político y modificar en mayor o menor medida las decisiones.
En los noventa todos eran invisibles, hasta los piqueteros, podían cortar rutas, quejarse pero no cambiaban nada a nivel políticas de estado. Desde el gobierno de Néstor Kirchner la acción de la gente en la calle es un parámetro para medir una decisión política. El pueblo vuelve a ser un factor que incide y esa es la verdadera democracia. Más allá de las supuestas actitudes soberbias o autoritarias de un mandatario.
“No ha sido por intentar tales cuestiones redistributivas como núcleo de los debates y de la acción política” que los sectores concentrados han logrado el respaldo activo de actores sociales que hasta hace poco resultaba impensable que lograran y que el gobierno ve desfondarse su popularidad”. Creo que en esta frase de Vicente Palermo se concentra lo más difícil de descifrar del conflicto. La sociedad no salió a la calle por las retenciones. A la mayor parte de la ciudadanía le resultó insoportable la persistencia en un conflicto que interpretó como un estado de tozudez de la Presidenta. Leyó posicionamiento político como autoritarismo y soberbia. Se trata de una sociedad que no soporta el conflicto, que lo ve con malos ojos que lo asimila a un estado de crisis. Y sobre este malestar se operó con finalidades políticas, como ocurre siempre.
Muy bueno, che. Yo hablaba en un post (http://enanosenelefante.blogspot.com/2008/10/consenso-la-palabra-mgica_11.html )del fanatismo por el consenso a cualquier precio, pero vos tratás aquí muy bien el horror al conflicto y sus consecuencias. Buen posteo.
Saludos,
CC
Adelante Alejandra!La puerta del Parnaso está abierta.Me gustó el post.
Ahora una preguntita: Cuál sería lo emancipatorio hoy,diferente al 60-70?
Saludos.
Carrió no logra contener sus nervios. Intenta que la realidad se organice en torno a sus predicciones (nada le asegura más a un político el fracaso que apostar a una suposición) Mientras que los peronistas, como Néstor Kirchner, no se ocupan de hablar de lo que va a pasar sino que ponen la atención en la acción y después hablan de lo que hicieron, ella inventa la realidad que mejor se ajusta a sus necesidades, en vez de pensarse, políticamente, dentro de una coyuntura que ella no maneja pero que podría modificar si supiera como intervenir.’ Como bien sabe Laclau, decir en 80 palabras lo que se puede decir en 5 dificulta la comprension del oyente, y cosas huecas de sentido pasan por observaciones profundas. El que esta en el gobierno, sea quien sea, puede hacer y el opositor no. Motivo por el cual el opositor, en todos lados, no puede hablar de lo que hace: critica lo que se hace o dice lo que haria.