¿La utopía asambleísta del “que se vayan todos” será finalmente realidad? Debería serlo, si, por una vez, se cumpliera con la ley. Aunque a 10 años de la crisis queda menos que nada de aquellas reuniones callejeras nacidas al fuego de la protesta social, la elección de 2015 plantea un escenario particular para la democracia: además de Cristina, que tiene que dejar la presidencia, 14 gobernadores no podrán ser reelectos . Salvo José De la Sota en Córdoba, esa lista incluye a los peso pesados de las provincias más grandes, oficialistas y opositores: Daniel Scioli y Mauricio Macri en las dos Buenos Aires; Francisco Pérez y José Bonfatti en Mendoza y Santa Fe (donde no hay reelección); José Alperovich en Tucumán y Sergio Urribarri en Entre Ríos, entre otros.
El fenómeno se da por una combinación de factores . Por un lado, como la mayoría de los distritos contempla una sola reelección, es lógico que cada ocho años haya un recambio importante. Algo de esto hubo en 2007, pero no en la magnitud y con la limitación de la ley como ahora.
Néstor Kirchner, por caso, podría haber buscado la reelección en lugar de cederle el sillón a su esposa. Jorge Telerman intentó seguir en la Capital aunque fracasó. También había provincias donde la posibilidad de ser reelecto era ilimitada y ahora ya no, como La Rioja, y se ven obligadas a renovarse.
Además, hubo otros distritos donde el recambio debería haberse producido en 2011, pero sus gobernadores forzaron reformas constitucionales y estiraron la partida cuatro años . En este rubro se anotó el radical/kirchnerista José Alperovich, con una particularidad: en 2006 impulsó una enmienda que contemplaba una sola reelección, pero para garantizarse su continuidad hasta 2015 hizo que la cuenta comenzara en segundo mandato (de 2007) y no en el primero (2003).
Una interpretación también polémica estiró el poder del menemista K Beder Herrera a 2015. En su caso, la reforma fue para derogar la reelección indefinida en La Rioja, pero también vino con trampita : como no se computó su primer mandato de vice (y luego gobernador) de 2003 a 2007, en las formas su única reelección fue la de 2011. Ahora sí debería irse.
Más explícito, en cambio, fue el sanjuanino José Luis Gioja. Directamente agregó la posibilidad de dos reelecciones –y no una– en la Constitución de su provincia. Lo hizo el año pasado, con el apoyo del Gobierno nacional. Aunque en su caso prometió que computará como primer período el de 2003, con lo que el 2015 sería su límite.
Por estos antecedentes, no extraña que, como ocurrió en la previa de las elecciones de 2007 , muchos gobernadores vuelvan al ruedo con sus proyectos de perpetuidad. Aquella vez, fue un obispo misionero (Joaquín Piña) quien frenó la reelección indefinida en su provincia, que, con la venia de Kirchner, sería la punta de lanza para otras iniciativas similares en Buenos Aires (para Felipe Solá)y Jujuy (para Eduardo Fellner).
Entonces, la onda expansiva llegó a la Rosada y Kirchner paró las ideas de eternidad. Con una diferencia sustancial a lo que pasa ahora: si bien el ex presidente avalaba los planes reeleccionistas locales -él mismo había modificado la Constitución de Santa Cruz para instaurar la reelección indefinida-, no necesitaba de ninguna reforma a nivel nacional para buscar otro mandato presidencial. Y dejó a algunos gobernadores con las ganas.
Lo de Cristina es distinto .
El fenómeno se da por una combinación de factores . Por un lado, como la mayoría de los distritos contempla una sola reelección, es lógico que cada ocho años haya un recambio importante. Algo de esto hubo en 2007, pero no en la magnitud y con la limitación de la ley como ahora.
Néstor Kirchner, por caso, podría haber buscado la reelección en lugar de cederle el sillón a su esposa. Jorge Telerman intentó seguir en la Capital aunque fracasó. También había provincias donde la posibilidad de ser reelecto era ilimitada y ahora ya no, como La Rioja, y se ven obligadas a renovarse.
Además, hubo otros distritos donde el recambio debería haberse producido en 2011, pero sus gobernadores forzaron reformas constitucionales y estiraron la partida cuatro años . En este rubro se anotó el radical/kirchnerista José Alperovich, con una particularidad: en 2006 impulsó una enmienda que contemplaba una sola reelección, pero para garantizarse su continuidad hasta 2015 hizo que la cuenta comenzara en segundo mandato (de 2007) y no en el primero (2003).
Una interpretación también polémica estiró el poder del menemista K Beder Herrera a 2015. En su caso, la reforma fue para derogar la reelección indefinida en La Rioja, pero también vino con trampita : como no se computó su primer mandato de vice (y luego gobernador) de 2003 a 2007, en las formas su única reelección fue la de 2011. Ahora sí debería irse.
Más explícito, en cambio, fue el sanjuanino José Luis Gioja. Directamente agregó la posibilidad de dos reelecciones –y no una– en la Constitución de su provincia. Lo hizo el año pasado, con el apoyo del Gobierno nacional. Aunque en su caso prometió que computará como primer período el de 2003, con lo que el 2015 sería su límite.
Por estos antecedentes, no extraña que, como ocurrió en la previa de las elecciones de 2007 , muchos gobernadores vuelvan al ruedo con sus proyectos de perpetuidad. Aquella vez, fue un obispo misionero (Joaquín Piña) quien frenó la reelección indefinida en su provincia, que, con la venia de Kirchner, sería la punta de lanza para otras iniciativas similares en Buenos Aires (para Felipe Solá)y Jujuy (para Eduardo Fellner).
Entonces, la onda expansiva llegó a la Rosada y Kirchner paró las ideas de eternidad. Con una diferencia sustancial a lo que pasa ahora: si bien el ex presidente avalaba los planes reeleccionistas locales -él mismo había modificado la Constitución de Santa Cruz para instaurar la reelección indefinida-, no necesitaba de ninguna reforma a nivel nacional para buscar otro mandato presidencial. Y dejó a algunos gobernadores con las ganas.
Lo de Cristina es distinto .
Menos Mañeto, okvio.