Durante el siglo pasado, el “sur” recibió distintas definiciones: países subdesarrollados, tercer mundo, bloque no alineado, periferia. Si bien existía una coincidencia territorial, esas nominaciones estaban relacionadas con un orden geopolítico, vinculado a la Guerra Fría, primero, y la hegemonía norteamericana, después. En la actualidad, con el surgimiento de economías emergentes y la consolidación de un mundo cada vez más multipolar, el debate sobre el lugar del “sur” cobra un lugar novedoso.
Si bien se podría decir, pensando en fronteras más o menos estables, que hoy el “sur” incluye América Latina, África y gran parte de Asia, el problema no se cierra ahí. Por ejemplo, Rusia, por su poder geopolítico, y China, por ser la segunda potencia económica, están en los límites de esta definición. Pero no son los únicos: ¿se debe incluir a India? ¿Dónde se sitúa Brasil, la quinta economía mundial, inserta en América Latina? Pero, además, ¿proponen estas economías emergentes modelos autónomos de desarrollo o se trata de nuevos colonialismos? ¿Se compensan o se reformulan las antiguas asimetrías?
La Universidad Nacional San Martín (UNSAM) lanzó el Programa de Estudios Sur Global, con el objetivo de analizar el protagonismo mundial de esa nueva periferia emergente y comparar las experiencias políticas, económicas y culturales desde una perspectiva Sur-Sur. Su director, el antropólogo argentino Juan Obarrio, doctorado en Columbia University y experto en estudios africanos, conversó con Tiempo Argentino y señaló: “En el cono sur, hay un intento de retomar políticas neokeynesianas, de distribución, Pero hay una discusión sobre posneoliberalismo que es más política que económica. En la economía no hay una gran ruptura”.
-¿Estamos en un mundo más multipolar o seguimos bajo la hegemonía de Estados Unidos?
-En la primera ola de la globalización, se creía que el borramiento de fronteras iba a derivar en el surgimiento de supraestados. Pero si bien el capital financiero es transnacional, en estos años hubo, en paralelo, una reafirmación de los Estados nación. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia, pero no como en el fin de la Guerra Fría, se abrió mucho más el juego geopolítico. Se pasó de un mundo unipolar, a un mundo más múltiple, que involucra más negociaciones. No voy a decir que Estados Unidos está en declive, pero vemos por ejemplo en las negociaciones y retrocesos de EEUU con respecto una intervención militar en Siria, el rol del G20, de Rusia. El poderío militar de EEUU sigue siendo abrumador, es muchas veces mayor que el del resto del mundo junto. Ahí sí se terminan las discusiones sobre el mundo multipolar. Es decir, puede haber cierto declive, más negociaciones, debido al endeudamiento y los muy altos déficits norteamericanos, pero el poderío militar americano es avasallante. Dentro de esa dicotomía, se mueve la globalización hoy en día.
-¿Los países del sur proponen modelos autónomos de desarrollo o están aprovechando las oportunidades de negocios que abren los nuevos mercados?
-Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) ponen en juego la definición del sur global. Tenés potencias que empiezan a actuar en acuerdo, aunque todavía sin resultados concretos, para tratar de influir en la arquitectura geopolítica mundial. Todavía no se ha concretado una propuesta alternativa, y mucho menos han cambiado los parámetros en temas como la discusión sobre cambio climático. Pero han avanzado en el Banco de Desarrollo y el año pasado establecieron la cantidad de financiamiento que cada uno va a aportar. Es muy importante contar con fuentes de financiamiento alternativas a las agencias multilaterales. Esto está empezando y es aún muy incipiente. Se dice, desde el norte, que estos países no sólo tienen que traccionar desarrollo en sus regiones, sino revitalizar la economía global. Ahí hay un gran problema, candente, vinculado a la pregunta sobre la reinversión de los excedentes del sur. Hasta ahora, en gran medida están siendo reinvertidos en la economía del norte, en los mercados financieros globales, y en regenerar la economía global. Algunos países financian políticas públicas, pero en ningún caso se han volcado a hacer cambios estructurales de fondo en la economía. Está por verse si son potencias emergentes que se van sumando a un concierto multipolar o si van a adoptar otra posición respecto a las regiones de pertenencia. ¿Se puede hablar de un neocolonialismo? ¿De una megapotencia en cada región que comienza a hegemonizar políticas y diplomacias?
-A Brasil, por ejemplo, se le exige que sea la Alemania de Latinoamérica, pero Alemania tiene un comportamiento extorsivo con sus vecinos.
-Sí, el tema de que surjan potencias en el sur genera una ruptura que vale la pena evaluar. Brasil está invirtiendo muy fuertemente en África, aunque menos que China, en infraestructura y desarrollo. Ahí hay una discusión sobre la cooperación sur-sur. África lo que busca de China o de Brasil es un mejor acceso a tecnología, donde está muy atrasada. Esa discusión está por verse. Si se va a tratar de una cooperación horizontal o si es como algunos ya están hablando, de una relación neocolonial.
-¿En qué sentido la experiencia de China en África puede resultar ilustrativa para América Latina?
-Hay una gran y creciente presencia China en África vinculada a la compra de tierras, la extracción de recursos, la inversión en infraestructura y la entrega de créditos a muy largo plazo. Algunos analistas dicen que en África hay una corrida de apropiación de tierras, a través de distintas modalidades, ya sea con inversiones extranjeras o mediante asociaciones con el Estado. China está pensando en el mediano plazo, en los recursos y alimentos para su economía. Tiene una gran liquidez y con eso crea grandes mercados para sus productos industriales, que son muy baratos. No están claros aún los términos políticos de esos acuerdos económicos, qué implicancias tendrán a nivel geopolítico. Es evidente que ganó en influencia diplomática, pero nadie tiene en claro las dimensiones de la contrapartida futura. Obviamente están invirtiendo para desarrollar su propia economía, pero está por verse si eso representa un modelo de desarrollo alternativo al norte y occidente.
-¿Por qué China potencia otros cultivos en África, pero acá potenció, sobre todo, el monocultivo de soja?
-China ha entrado de una manera muy extendida en África y no lo ha hecho con la misma envergadura aun en América Latina. Lo del monocultivo se explica también como parte de un modelo político colonial: que cada país esté especializado y compartimentado, subdividido en enclaves. Este punto nos lleva a pensar el colonialismo como una negociación entre élites locales y agentes extranjeros que, según sus conveniencias, pueden abrir el espectro y generar una diversificación económica o no. Si algún país quiere exigir diversidad, lo va a tener que negociar. Pero si esa demanda no existe desde lo local, es difícil que suceda desde afuera.
-¿Cuál es el rol de las élites en los procesos postcoloniales?
-En África las dirigencias políticas y económicas se están beneficiando de una cierta seguridad financiera, a raíz del ingreso del estado y las empresas chinas, que les otorga poder político, seguridad y control. Pero al mismo tiempo, existe una disyuntiva entre tratar de reformular un Estado neodesarrollista, otorgarle cierta autonomía, y ceder a las presiones de diferentes sectores internacionales. Los Estados africanos son estados de muy escasos recursos, y todavía hay mucha presión, muchos condicionamientos, por parte de sus antiguos poderes coloniales y, obviamente, una fuerte injerencia de Estados Unidos. Las élites aun están muy ligadas política, militar y económicamente a los países que los habían colonizado, como se vio en la intervención francesa a Mali.
-¿Por qué asegura que el paralelo más enriquecedor entre Latinoamérica, África y Asia se da en la discusión postcolonial-postotalitaria?
-La teoría poscolonial se desarrolló, sobre todo, en India, sur de Asia y luego en África. Se trata de un pensamiento político que busca entender cómo el Estado nación y los sujetos, los ciudadanos, transitan la experiencia de la salida de los regímenes coloniales, es decir del capitalismo de extracción, la negación de derechos y la represión política. Nuestro equivalente a la postcolonia nacida en los cincuenta y sesenta, son nuestras experiencias de cuasi guerras civiles, regímenes totalitarios y transición post-dictadura. Pensando en América Latina, es interesante ver, por un lado, que tenemos una experiencia de siglos como postcolonia, donde obviamente entra el imperio español y portugués, que han moldeado nuestros estados, identidades raciales y sociales. Pero más recientemente hemos vivido experiencias contemporáneas de colonialismo británico en el siglo diecinueve y principios del veinte y el imperialismo norteamericano a partir de la segunda mitad del siglo XX, con golpes de estado, gobiernos dictatoriales, represión política y mecanismos neocoloniales de extracción y endeudamiento ligados a poderes externos.
-Mirando Egipto o Siria, parece una violencia política distinta en su magnitud y en su naturaleza a la vivida en América Latina.
-En principio, estoy de acuerdo con establecer esa diferencia. Sin embargo, los procesos de violencia política, en Latinoamérica y en otras regiones de sur global, tienen raíces comunes, en los mismos actores y procesos internacionales que establecieron dinámicas neocoloniales paralelas. La experiencia de la represión política en Argentina no se restringe a la última dictadura sino que ha habido elementos de guerra civil y autoritarismo colonial desde 1950. Tal vez no se pueden comparar cuantitativamente las políticas de muerte en África y Latinoamérica. Pero algunas guerras civiles e insurgencias en nuestra región, como el caso colombiano, llevan más de cincuenta años. Es decir, sí se pueden comparar los efectos de esas experiencias en la cultura política y en las subjetividades.
-En Latinoamérica se habla de la recuperación del Estado. Sobre África, usted menciona que el Estado es un «actor privado más», ¿existe una diferencia tan profunda?
-Lo primero que hay que decir es que el neoliberalismo transformó la orientación o el sentido del derecho según la lógica del funcionamiento de los mercados. Se supone que el neoliberalismo es una desregulación, pero en verdad, es una proliferación de regímenes legales, de derecho, todo un aparato jurídico para desregular la circulación de capital. El derecho está cada vez más presente. Lo social y la política se judicializan. Las luchas políticas se convierten en demandas legales y eso cambia un sentido previo del derecho y la ley. La cuestión es ver si lo que prima en las orientaciones políticas es la lógica del mercado y la rentabilidad financiera, el lucro, o si es el bien común. Aunque una empresa esté manejada por el Estado, puede seguir primando la rentabilidad. Empresas públicas renacionalizadas pueden actuar como un ente privado, donde lo que nuclea es la ganancia. En el cono sur, hay un intento de retomar políticas neokeynesianas, de distribución, mucho más concretamente en Brasil que en Argentina. Pero hay una discusión sobre posneoliberalismo que es más política que económica. En la economía no hay una gran ruptura. Hubo hechos concretos, pero se trata de estados muy debilitados por décadas de descentralización y presiones externas como para poder generar cambios estructurales, como el freno al capitalismo de extracción, la extranjerización transnacional de la economía o la distribución social del capital. «
por qué nadie habla de la «primavera africana»
Un buen ejemplo de cómo influyen las definiciones en la forma de analizar la realidad internacional es el uso del término «primavera árabe» para caracterizar a los levantamientos populares ocurridos entre 2010 y 2013. Si bien ese proceso comenzó en Túnez y se expandió hacia Egipto y Libia, nadie priorizó la inscripción territorial en ese continente, ni pensó en denominarlo la «primavera africana». «Ahí hay una cuestión muy antigua. La cuna de la civilización es África y fueron los árabes los que tradujeron la filosofía griega y la llevaron a Europa, a través de España. Desde siempre, hay eventos centrales que ocurren en África, pero no se los define desde ahí. Por eso, podemos dejar abierta la pregunta: ¿será que algo de vanguardia no puede ser africano? África ha sido siempre como lo retrasado, lo abandonado, lo fuera de la historia», advierte Obarrio.
Del mismo modo, resulta usual conectar la primavera árabe con las masivas movilizaciones en Brasil o el movimiento Occupy en Estados Unidos. Algunos periodistas, incluso, establecieron simetrías con los hechos ocurridos en Argentina en 2001 y 2002. En paralelo, no se establecen otras asociaciones que parecen más obvias. «Por el imaginario de la toma de los espacios públicos, se asociaron las demostraciones en la plaza tunecina con las de Nueva York. Pero son política y culturalmente diferentes. ¿Qué similitudes hay entre Mubarak, y el PT? ¿Quién establece ese nexo y por qué? En cambio, lo que sucede en el Norte de África occidental tiene mucha más cercanía que la que existe con Mali, Senegal, pero ahí no se dice nada», agrega.
proyectos académicos y sistemas
La caída del bloque soviético, no sólo trajo una reconfiguración geopolítica, sino también una revolución en el mundo de los saberes. A partir de 1945, en consonancia con la Guerra Fría, Estados Unidos y Europa consolidaron los «estudios de área»: grupos interdisciplinarios, con expertos de distintas ciencias, que analizaban un país o una región en particular. Estos proyectos académicos estaban vinculados con los sistemas de gobierno, las fundaciones internacionales y fueron denunciados por expertos locales, como una forma de «colonización», en este caso a través del saber.
Con el fin del modelo de dominación colonial, ese esquema de conocimiento entró en crisis, quedó obsoleto y comenzó el auge de los «estudios globales». Pero, otra vez, la producción de esas ideas se realiza «en el norte». «Por eso, apostamos a los estudios de la globalización desde una perspectiva comparativa sur-sur. Es muy distinto verse como una región y conectarse con otros países para estudiar o intervenir sobre el mundo, que generar estudios en Brasil sobre África o China. En Brasil, el intercambio económico, comercial va generando recursos financieros para las investigaciones. El tema es ver si Brasil toma a África como objeto o si establece una colaboración horizontal», cuestionó Obarrio.
la globalización, categoría militar
Un poco provocando, un poco no, Obarrio describe a la globalización como una categoría militar: una dominación económica que surge como consecuencia de una guerra y que se basa en la desregulación del capital financiero y el libre flujo de capitales especulativos.
A pesar de que en algunos países la globalización cumple un rol central en el debate público, no sucede lo mismo en Argentina. «Puede no plantearse en esos términos, pero los temas más urgentes están directamente asociados a la globalización: el canje de la deuda, los modelos de capitalismo extractivo, la tensión privatización-nacionalización, la eficacia de las empresas mixtas, la inserción o desarticulación del resto del mundo, el apoyo en las alianzas bilaterales como multilaterales. Incluso la discusión con las corporaciones mediáticas y la libre circulación de información es propia del debate en torno a la globalización. No es una discusión sobre un diario nacional y un gobierno, es sobre capitales financieros transnacionales. Cuando se habla de las reservas o de la salida de capitales se está discutiendo lo central de la globalización: la posibilidad o no de su regulación y la incidencia que tienen en cuestiones de ciudadanía, acceso y distribución», explicó Obarrio.
Si bien se podría decir, pensando en fronteras más o menos estables, que hoy el “sur” incluye América Latina, África y gran parte de Asia, el problema no se cierra ahí. Por ejemplo, Rusia, por su poder geopolítico, y China, por ser la segunda potencia económica, están en los límites de esta definición. Pero no son los únicos: ¿se debe incluir a India? ¿Dónde se sitúa Brasil, la quinta economía mundial, inserta en América Latina? Pero, además, ¿proponen estas economías emergentes modelos autónomos de desarrollo o se trata de nuevos colonialismos? ¿Se compensan o se reformulan las antiguas asimetrías?
La Universidad Nacional San Martín (UNSAM) lanzó el Programa de Estudios Sur Global, con el objetivo de analizar el protagonismo mundial de esa nueva periferia emergente y comparar las experiencias políticas, económicas y culturales desde una perspectiva Sur-Sur. Su director, el antropólogo argentino Juan Obarrio, doctorado en Columbia University y experto en estudios africanos, conversó con Tiempo Argentino y señaló: “En el cono sur, hay un intento de retomar políticas neokeynesianas, de distribución, Pero hay una discusión sobre posneoliberalismo que es más política que económica. En la economía no hay una gran ruptura”.
-¿Estamos en un mundo más multipolar o seguimos bajo la hegemonía de Estados Unidos?
-En la primera ola de la globalización, se creía que el borramiento de fronteras iba a derivar en el surgimiento de supraestados. Pero si bien el capital financiero es transnacional, en estos años hubo, en paralelo, una reafirmación de los Estados nación. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia, pero no como en el fin de la Guerra Fría, se abrió mucho más el juego geopolítico. Se pasó de un mundo unipolar, a un mundo más múltiple, que involucra más negociaciones. No voy a decir que Estados Unidos está en declive, pero vemos por ejemplo en las negociaciones y retrocesos de EEUU con respecto una intervención militar en Siria, el rol del G20, de Rusia. El poderío militar de EEUU sigue siendo abrumador, es muchas veces mayor que el del resto del mundo junto. Ahí sí se terminan las discusiones sobre el mundo multipolar. Es decir, puede haber cierto declive, más negociaciones, debido al endeudamiento y los muy altos déficits norteamericanos, pero el poderío militar americano es avasallante. Dentro de esa dicotomía, se mueve la globalización hoy en día.
-¿Los países del sur proponen modelos autónomos de desarrollo o están aprovechando las oportunidades de negocios que abren los nuevos mercados?
-Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) ponen en juego la definición del sur global. Tenés potencias que empiezan a actuar en acuerdo, aunque todavía sin resultados concretos, para tratar de influir en la arquitectura geopolítica mundial. Todavía no se ha concretado una propuesta alternativa, y mucho menos han cambiado los parámetros en temas como la discusión sobre cambio climático. Pero han avanzado en el Banco de Desarrollo y el año pasado establecieron la cantidad de financiamiento que cada uno va a aportar. Es muy importante contar con fuentes de financiamiento alternativas a las agencias multilaterales. Esto está empezando y es aún muy incipiente. Se dice, desde el norte, que estos países no sólo tienen que traccionar desarrollo en sus regiones, sino revitalizar la economía global. Ahí hay un gran problema, candente, vinculado a la pregunta sobre la reinversión de los excedentes del sur. Hasta ahora, en gran medida están siendo reinvertidos en la economía del norte, en los mercados financieros globales, y en regenerar la economía global. Algunos países financian políticas públicas, pero en ningún caso se han volcado a hacer cambios estructurales de fondo en la economía. Está por verse si son potencias emergentes que se van sumando a un concierto multipolar o si van a adoptar otra posición respecto a las regiones de pertenencia. ¿Se puede hablar de un neocolonialismo? ¿De una megapotencia en cada región que comienza a hegemonizar políticas y diplomacias?
-A Brasil, por ejemplo, se le exige que sea la Alemania de Latinoamérica, pero Alemania tiene un comportamiento extorsivo con sus vecinos.
-Sí, el tema de que surjan potencias en el sur genera una ruptura que vale la pena evaluar. Brasil está invirtiendo muy fuertemente en África, aunque menos que China, en infraestructura y desarrollo. Ahí hay una discusión sobre la cooperación sur-sur. África lo que busca de China o de Brasil es un mejor acceso a tecnología, donde está muy atrasada. Esa discusión está por verse. Si se va a tratar de una cooperación horizontal o si es como algunos ya están hablando, de una relación neocolonial.
-¿En qué sentido la experiencia de China en África puede resultar ilustrativa para América Latina?
-Hay una gran y creciente presencia China en África vinculada a la compra de tierras, la extracción de recursos, la inversión en infraestructura y la entrega de créditos a muy largo plazo. Algunos analistas dicen que en África hay una corrida de apropiación de tierras, a través de distintas modalidades, ya sea con inversiones extranjeras o mediante asociaciones con el Estado. China está pensando en el mediano plazo, en los recursos y alimentos para su economía. Tiene una gran liquidez y con eso crea grandes mercados para sus productos industriales, que son muy baratos. No están claros aún los términos políticos de esos acuerdos económicos, qué implicancias tendrán a nivel geopolítico. Es evidente que ganó en influencia diplomática, pero nadie tiene en claro las dimensiones de la contrapartida futura. Obviamente están invirtiendo para desarrollar su propia economía, pero está por verse si eso representa un modelo de desarrollo alternativo al norte y occidente.
-¿Por qué China potencia otros cultivos en África, pero acá potenció, sobre todo, el monocultivo de soja?
-China ha entrado de una manera muy extendida en África y no lo ha hecho con la misma envergadura aun en América Latina. Lo del monocultivo se explica también como parte de un modelo político colonial: que cada país esté especializado y compartimentado, subdividido en enclaves. Este punto nos lleva a pensar el colonialismo como una negociación entre élites locales y agentes extranjeros que, según sus conveniencias, pueden abrir el espectro y generar una diversificación económica o no. Si algún país quiere exigir diversidad, lo va a tener que negociar. Pero si esa demanda no existe desde lo local, es difícil que suceda desde afuera.
-¿Cuál es el rol de las élites en los procesos postcoloniales?
-En África las dirigencias políticas y económicas se están beneficiando de una cierta seguridad financiera, a raíz del ingreso del estado y las empresas chinas, que les otorga poder político, seguridad y control. Pero al mismo tiempo, existe una disyuntiva entre tratar de reformular un Estado neodesarrollista, otorgarle cierta autonomía, y ceder a las presiones de diferentes sectores internacionales. Los Estados africanos son estados de muy escasos recursos, y todavía hay mucha presión, muchos condicionamientos, por parte de sus antiguos poderes coloniales y, obviamente, una fuerte injerencia de Estados Unidos. Las élites aun están muy ligadas política, militar y económicamente a los países que los habían colonizado, como se vio en la intervención francesa a Mali.
-¿Por qué asegura que el paralelo más enriquecedor entre Latinoamérica, África y Asia se da en la discusión postcolonial-postotalitaria?
-La teoría poscolonial se desarrolló, sobre todo, en India, sur de Asia y luego en África. Se trata de un pensamiento político que busca entender cómo el Estado nación y los sujetos, los ciudadanos, transitan la experiencia de la salida de los regímenes coloniales, es decir del capitalismo de extracción, la negación de derechos y la represión política. Nuestro equivalente a la postcolonia nacida en los cincuenta y sesenta, son nuestras experiencias de cuasi guerras civiles, regímenes totalitarios y transición post-dictadura. Pensando en América Latina, es interesante ver, por un lado, que tenemos una experiencia de siglos como postcolonia, donde obviamente entra el imperio español y portugués, que han moldeado nuestros estados, identidades raciales y sociales. Pero más recientemente hemos vivido experiencias contemporáneas de colonialismo británico en el siglo diecinueve y principios del veinte y el imperialismo norteamericano a partir de la segunda mitad del siglo XX, con golpes de estado, gobiernos dictatoriales, represión política y mecanismos neocoloniales de extracción y endeudamiento ligados a poderes externos.
-Mirando Egipto o Siria, parece una violencia política distinta en su magnitud y en su naturaleza a la vivida en América Latina.
-En principio, estoy de acuerdo con establecer esa diferencia. Sin embargo, los procesos de violencia política, en Latinoamérica y en otras regiones de sur global, tienen raíces comunes, en los mismos actores y procesos internacionales que establecieron dinámicas neocoloniales paralelas. La experiencia de la represión política en Argentina no se restringe a la última dictadura sino que ha habido elementos de guerra civil y autoritarismo colonial desde 1950. Tal vez no se pueden comparar cuantitativamente las políticas de muerte en África y Latinoamérica. Pero algunas guerras civiles e insurgencias en nuestra región, como el caso colombiano, llevan más de cincuenta años. Es decir, sí se pueden comparar los efectos de esas experiencias en la cultura política y en las subjetividades.
-En Latinoamérica se habla de la recuperación del Estado. Sobre África, usted menciona que el Estado es un «actor privado más», ¿existe una diferencia tan profunda?
-Lo primero que hay que decir es que el neoliberalismo transformó la orientación o el sentido del derecho según la lógica del funcionamiento de los mercados. Se supone que el neoliberalismo es una desregulación, pero en verdad, es una proliferación de regímenes legales, de derecho, todo un aparato jurídico para desregular la circulación de capital. El derecho está cada vez más presente. Lo social y la política se judicializan. Las luchas políticas se convierten en demandas legales y eso cambia un sentido previo del derecho y la ley. La cuestión es ver si lo que prima en las orientaciones políticas es la lógica del mercado y la rentabilidad financiera, el lucro, o si es el bien común. Aunque una empresa esté manejada por el Estado, puede seguir primando la rentabilidad. Empresas públicas renacionalizadas pueden actuar como un ente privado, donde lo que nuclea es la ganancia. En el cono sur, hay un intento de retomar políticas neokeynesianas, de distribución, mucho más concretamente en Brasil que en Argentina. Pero hay una discusión sobre posneoliberalismo que es más política que económica. En la economía no hay una gran ruptura. Hubo hechos concretos, pero se trata de estados muy debilitados por décadas de descentralización y presiones externas como para poder generar cambios estructurales, como el freno al capitalismo de extracción, la extranjerización transnacional de la economía o la distribución social del capital. «
por qué nadie habla de la «primavera africana»
Un buen ejemplo de cómo influyen las definiciones en la forma de analizar la realidad internacional es el uso del término «primavera árabe» para caracterizar a los levantamientos populares ocurridos entre 2010 y 2013. Si bien ese proceso comenzó en Túnez y se expandió hacia Egipto y Libia, nadie priorizó la inscripción territorial en ese continente, ni pensó en denominarlo la «primavera africana». «Ahí hay una cuestión muy antigua. La cuna de la civilización es África y fueron los árabes los que tradujeron la filosofía griega y la llevaron a Europa, a través de España. Desde siempre, hay eventos centrales que ocurren en África, pero no se los define desde ahí. Por eso, podemos dejar abierta la pregunta: ¿será que algo de vanguardia no puede ser africano? África ha sido siempre como lo retrasado, lo abandonado, lo fuera de la historia», advierte Obarrio.
Del mismo modo, resulta usual conectar la primavera árabe con las masivas movilizaciones en Brasil o el movimiento Occupy en Estados Unidos. Algunos periodistas, incluso, establecieron simetrías con los hechos ocurridos en Argentina en 2001 y 2002. En paralelo, no se establecen otras asociaciones que parecen más obvias. «Por el imaginario de la toma de los espacios públicos, se asociaron las demostraciones en la plaza tunecina con las de Nueva York. Pero son política y culturalmente diferentes. ¿Qué similitudes hay entre Mubarak, y el PT? ¿Quién establece ese nexo y por qué? En cambio, lo que sucede en el Norte de África occidental tiene mucha más cercanía que la que existe con Mali, Senegal, pero ahí no se dice nada», agrega.
proyectos académicos y sistemas
La caída del bloque soviético, no sólo trajo una reconfiguración geopolítica, sino también una revolución en el mundo de los saberes. A partir de 1945, en consonancia con la Guerra Fría, Estados Unidos y Europa consolidaron los «estudios de área»: grupos interdisciplinarios, con expertos de distintas ciencias, que analizaban un país o una región en particular. Estos proyectos académicos estaban vinculados con los sistemas de gobierno, las fundaciones internacionales y fueron denunciados por expertos locales, como una forma de «colonización», en este caso a través del saber.
Con el fin del modelo de dominación colonial, ese esquema de conocimiento entró en crisis, quedó obsoleto y comenzó el auge de los «estudios globales». Pero, otra vez, la producción de esas ideas se realiza «en el norte». «Por eso, apostamos a los estudios de la globalización desde una perspectiva comparativa sur-sur. Es muy distinto verse como una región y conectarse con otros países para estudiar o intervenir sobre el mundo, que generar estudios en Brasil sobre África o China. En Brasil, el intercambio económico, comercial va generando recursos financieros para las investigaciones. El tema es ver si Brasil toma a África como objeto o si establece una colaboración horizontal», cuestionó Obarrio.
la globalización, categoría militar
Un poco provocando, un poco no, Obarrio describe a la globalización como una categoría militar: una dominación económica que surge como consecuencia de una guerra y que se basa en la desregulación del capital financiero y el libre flujo de capitales especulativos.
A pesar de que en algunos países la globalización cumple un rol central en el debate público, no sucede lo mismo en Argentina. «Puede no plantearse en esos términos, pero los temas más urgentes están directamente asociados a la globalización: el canje de la deuda, los modelos de capitalismo extractivo, la tensión privatización-nacionalización, la eficacia de las empresas mixtas, la inserción o desarticulación del resto del mundo, el apoyo en las alianzas bilaterales como multilaterales. Incluso la discusión con las corporaciones mediáticas y la libre circulación de información es propia del debate en torno a la globalización. No es una discusión sobre un diario nacional y un gobierno, es sobre capitales financieros transnacionales. Cuando se habla de las reservas o de la salida de capitales se está discutiendo lo central de la globalización: la posibilidad o no de su regulación y la incidencia que tienen en cuestiones de ciudadanía, acceso y distribución», explicó Obarrio.