Los dos grandes partidos españoles, que han gobernado el país ininterrumpidamente desde 1977 —el PP reivindica la herencia de UCD— obtuvieron anoche el peor resultado de la historia democrática. Se quedaron ligerísimamente por debajo del 50%, la cifra simbólica. Perdieron más de cinco millones de votos y 30 puntos sobre las europeas de 2009, cuando lograron el 80% de los votos.
La situación no es similar a la de otros países europeos donde ha habido vuelco total, porque el tercero en discordia, IU, quedó muy lejos del segundo, el PSOE. Pero el golpe al bipartidismo es mucho mayor de lo esperado por las grandes formaciones y augurado por todas las encuestas. Ninguna les daba por debajo del 65%. Y la entrada de Podemos, la gran revelación de las elecciones con cinco escaños, cuarta fuerza política solo uno por debajo de Izquierda Unida, parece también un mensaje contra los grandes, ya que es una formación nueva surgida alrededor de un personaje conocido de la televisión como Pablo Iglesias, que viene de Izquierda Unida y ha triunfado con su propia formación y ha estado a punto de superar a la coalición de Cayo Lara.
El PP, sin embargo, estaba muy satisfecho anoche porque pese a su enorme desplome —2,6 millones de votos menos, 16 puntos de caída y 8 escaños perdidos— había ganado su particular batalla con los socialistas después de dos años y medio de durísimos recortes. El PSOE obtuvo el peor resultado de su historia, lo que pone contra las cuerdas al líder de esta formación, Alfredo Pérez Rubalcaba. Y gracias a ese hundimiento socialista —2,5 millones de votos menos, 15,7 puntos de caída y 9 escaños perdidos, similar al del PP— a la división de la izquierda y el ascenso fulgurante de Podemos, Mariano Rajoy acompaña a la todopoderosa Angela Merkel como los únicos primeros ministros de un país grande de la Unión Europea que ganan las elecciones. Y Merkel está un poco peor que él, porque ha visto como el SPD recorta su distancia. La preocupación ahora es para los barones del PP, que ven que su partido cae mucho y pueden estar en riesgo sus mayorías si se unen todas las formaciones de la izquierda, pero no para Rajoy, que sale reforzado en un momento clave.
Frente al varapalo que se han llevado sus socios François Hollande, David Cameron o el portugués Pedro Passos Coelho —estos dos últimos han visto a los laboristas y socialistas adelantarles, al contrario que en España— Rajoy viaja este martes a Bruselas con la tranquilidad de poder lanzar un mensaje político de que su principal rival, el único que puede arrebatarle el Gobierno, queda por debajo y ahonda su ya durísima crisis interna a pocos meses de las primarias de noviembre.
“El único objetivo era ganar y lo hemos logrado”, resumían en la cúpula del PP. Dolores de Cospedal exhibió esta satisfacción y dijo que su partido estaba “satisfecho” sin poner ningún pero por el mal resultado de su formación. Elena Valenciano, la candidata socialista, sí admitió que era “un mal resultado, duro, difícil”. La Comisión Ejecutiva, “que es quien debe adoptar decisiones”, explicó Valenciano, se reunirá hoy y después comparecerá Alfredo Pérez Rubalcaba.
A Valenciano, que sí aceptó preguntas, al contrario que Cospedal, le preguntaron si Rubalcaba y su dirección dimitirán —ella misma es secretaria general— y dejó cualquier decisión para este lunes, cuando se reúna la Ejecutiva, en un tono de gran preocupación que puede marcar el final de la carrera política de Rubalcaba.
La única alegría de los socialistas en la noche poselectoral era la de Andalucía, su gran feudo, la única gran comunidad que ha resistido el embate del PP. El PSOE ganó las elecciones a los populares y ha obtenido allí el 25% de los votos que logró en toda España. El PP, que acaba de cambiar allí a su líder para poner a Juan Manuel Moreno, no levanta de momento cabeza, al contrario de lo que esperaba Rajoy. Este mal resultado del PP es clave para las generales —Andalucía es básica y el PP tendrá dificultades con un mal dato en esta comunidad y otro pésimo en Cataluña, las dos más pobladas— y también para la batalla interna del PSOE. La presidenta, Susana Díaz, sale claramente reforzada y contará mucho en todas las decisiones que se tomen a partir de ahora.
Pese a la victoria del PP, algunos datos inquietarán sin duda a los barones autonómicos. La división de la izquierda impide al PSOE superar a los populares, pero un resultado como el de este domingo, con la caída espectacular del PP en todas las comunidades importantes, augura la posibilidad de gobiernos de coalición de izquierda en autonomías clave como Madrid o la Comunidad Valenciana. El PP necesita mayoría absoluta allí para seguir gobernando y los datos apuntan a que la perderá. El PSOE obtiene además resultados buenos en comunidades que gobierna, como Asturias, y otras que acaba de perder y siempre fueron suyas, como Extremadura, donde le ganó al PP de José Antonio Monago, algo que no logró en 2011. El mapa político podría cambiar mucho si esta tendencia se mantiene hasta las autonómicas de 2015, aunque el PP confía en la recuperación económica para darle la vuelta a esta caída. Rajoy también reunirá hoy a esos inquietos barones en la sede de Génova 13, aunque toda la atención y la sensación de profunda crisis está puesta en la otra sede, la de los socialistas en la calle Ferraz.
El desplome del bipartidismo, la irrupción de Podemos, la crisis del PSOE y la victoria pírrica del PP desplazaron anoche la atención de un asunto que sí ocupó muchos comentarios en las horas previas y que tiene muy preocupada a toda la clase política y al mundo de las grandes empresas: el resultado en Cataluña. La gran subida de participación en esta comunidad, que en 2009 había votado ocho puntos menos que la media, auguraba lo que sucedió al final: una movilización masiva del soberanismo para lanzar una señal a favor del proceso. Esta fortaleza, sumado al ascenso de Ciudadanos —aunque no llegó a superar al PP— ha dejado muy tocados a los socialistas y a los populares en esta comunidad, lo que deja con escaso peso político en Cataluña a los referentes de los dos grandes partidos nacionales.
Sin embargo, desde el PP extraían otra conclusión que, dentro la preocupación, abre en su opinión una posibilidad de que algo cambie: la victoria de ERC sobre CiU, por primera vez en la historia. En el PP están convencidos de que ese resultado forzará algún debate interno en CiU y en el entorno de Artur Mas, que está viendo cómo el proceso soberanista beneficia a su gran rival y le hace perder votos sin freno: ya perdieron 12 escaños en las últimas elecciones catalanas.
Populares y socialistas se quedaban con otro dato positivo: la participación no se hundió, como se temía, y aguantó en cifras muy similares a la de 2009. Y a pesar de la fragmentación del voto, ningún partido euroescéptico y mucho menos xenófobo ha logrado un resultado importante, al contrario que en otros grandes países europeos.
La situación no es similar a la de otros países europeos donde ha habido vuelco total, porque el tercero en discordia, IU, quedó muy lejos del segundo, el PSOE. Pero el golpe al bipartidismo es mucho mayor de lo esperado por las grandes formaciones y augurado por todas las encuestas. Ninguna les daba por debajo del 65%. Y la entrada de Podemos, la gran revelación de las elecciones con cinco escaños, cuarta fuerza política solo uno por debajo de Izquierda Unida, parece también un mensaje contra los grandes, ya que es una formación nueva surgida alrededor de un personaje conocido de la televisión como Pablo Iglesias, que viene de Izquierda Unida y ha triunfado con su propia formación y ha estado a punto de superar a la coalición de Cayo Lara.
El PP, sin embargo, estaba muy satisfecho anoche porque pese a su enorme desplome —2,6 millones de votos menos, 16 puntos de caída y 8 escaños perdidos— había ganado su particular batalla con los socialistas después de dos años y medio de durísimos recortes. El PSOE obtuvo el peor resultado de su historia, lo que pone contra las cuerdas al líder de esta formación, Alfredo Pérez Rubalcaba. Y gracias a ese hundimiento socialista —2,5 millones de votos menos, 15,7 puntos de caída y 9 escaños perdidos, similar al del PP— a la división de la izquierda y el ascenso fulgurante de Podemos, Mariano Rajoy acompaña a la todopoderosa Angela Merkel como los únicos primeros ministros de un país grande de la Unión Europea que ganan las elecciones. Y Merkel está un poco peor que él, porque ha visto como el SPD recorta su distancia. La preocupación ahora es para los barones del PP, que ven que su partido cae mucho y pueden estar en riesgo sus mayorías si se unen todas las formaciones de la izquierda, pero no para Rajoy, que sale reforzado en un momento clave.
Frente al varapalo que se han llevado sus socios François Hollande, David Cameron o el portugués Pedro Passos Coelho —estos dos últimos han visto a los laboristas y socialistas adelantarles, al contrario que en España— Rajoy viaja este martes a Bruselas con la tranquilidad de poder lanzar un mensaje político de que su principal rival, el único que puede arrebatarle el Gobierno, queda por debajo y ahonda su ya durísima crisis interna a pocos meses de las primarias de noviembre.
“El único objetivo era ganar y lo hemos logrado”, resumían en la cúpula del PP. Dolores de Cospedal exhibió esta satisfacción y dijo que su partido estaba “satisfecho” sin poner ningún pero por el mal resultado de su formación. Elena Valenciano, la candidata socialista, sí admitió que era “un mal resultado, duro, difícil”. La Comisión Ejecutiva, “que es quien debe adoptar decisiones”, explicó Valenciano, se reunirá hoy y después comparecerá Alfredo Pérez Rubalcaba.
A Valenciano, que sí aceptó preguntas, al contrario que Cospedal, le preguntaron si Rubalcaba y su dirección dimitirán —ella misma es secretaria general— y dejó cualquier decisión para este lunes, cuando se reúna la Ejecutiva, en un tono de gran preocupación que puede marcar el final de la carrera política de Rubalcaba.
La única alegría de los socialistas en la noche poselectoral era la de Andalucía, su gran feudo, la única gran comunidad que ha resistido el embate del PP. El PSOE ganó las elecciones a los populares y ha obtenido allí el 25% de los votos que logró en toda España. El PP, que acaba de cambiar allí a su líder para poner a Juan Manuel Moreno, no levanta de momento cabeza, al contrario de lo que esperaba Rajoy. Este mal resultado del PP es clave para las generales —Andalucía es básica y el PP tendrá dificultades con un mal dato en esta comunidad y otro pésimo en Cataluña, las dos más pobladas— y también para la batalla interna del PSOE. La presidenta, Susana Díaz, sale claramente reforzada y contará mucho en todas las decisiones que se tomen a partir de ahora.
Pese a la victoria del PP, algunos datos inquietarán sin duda a los barones autonómicos. La división de la izquierda impide al PSOE superar a los populares, pero un resultado como el de este domingo, con la caída espectacular del PP en todas las comunidades importantes, augura la posibilidad de gobiernos de coalición de izquierda en autonomías clave como Madrid o la Comunidad Valenciana. El PP necesita mayoría absoluta allí para seguir gobernando y los datos apuntan a que la perderá. El PSOE obtiene además resultados buenos en comunidades que gobierna, como Asturias, y otras que acaba de perder y siempre fueron suyas, como Extremadura, donde le ganó al PP de José Antonio Monago, algo que no logró en 2011. El mapa político podría cambiar mucho si esta tendencia se mantiene hasta las autonómicas de 2015, aunque el PP confía en la recuperación económica para darle la vuelta a esta caída. Rajoy también reunirá hoy a esos inquietos barones en la sede de Génova 13, aunque toda la atención y la sensación de profunda crisis está puesta en la otra sede, la de los socialistas en la calle Ferraz.
El desplome del bipartidismo, la irrupción de Podemos, la crisis del PSOE y la victoria pírrica del PP desplazaron anoche la atención de un asunto que sí ocupó muchos comentarios en las horas previas y que tiene muy preocupada a toda la clase política y al mundo de las grandes empresas: el resultado en Cataluña. La gran subida de participación en esta comunidad, que en 2009 había votado ocho puntos menos que la media, auguraba lo que sucedió al final: una movilización masiva del soberanismo para lanzar una señal a favor del proceso. Esta fortaleza, sumado al ascenso de Ciudadanos —aunque no llegó a superar al PP— ha dejado muy tocados a los socialistas y a los populares en esta comunidad, lo que deja con escaso peso político en Cataluña a los referentes de los dos grandes partidos nacionales.
Sin embargo, desde el PP extraían otra conclusión que, dentro la preocupación, abre en su opinión una posibilidad de que algo cambie: la victoria de ERC sobre CiU, por primera vez en la historia. En el PP están convencidos de que ese resultado forzará algún debate interno en CiU y en el entorno de Artur Mas, que está viendo cómo el proceso soberanista beneficia a su gran rival y le hace perder votos sin freno: ya perdieron 12 escaños en las últimas elecciones catalanas.
Populares y socialistas se quedaban con otro dato positivo: la participación no se hundió, como se temía, y aguantó en cifras muy similares a la de 2009. Y a pesar de la fragmentación del voto, ningún partido euroescéptico y mucho menos xenófobo ha logrado un resultado importante, al contrario que en otros grandes países europeos.
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¡Se viene el Kirchnerismo en España! ¡Aguante Podemos!