Lucas Poy tiene 30 años y es profesor de Historia. Se recibió en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 2008 con un promedio de 9,66, el mejor de ese año, lo que le valió una medalla de la Academia Nacional de la Historia. Desde entonces, dicta clases en las facultades de Filosofía y Letras, y de Ciencias Sociales de la UBA. Sin embargo, nunca tuvo un sueldo. Nunca cobró por dedicarse a uno de los trabajos más dignos: educar. Sucede que, pese a ser una de las instituciones educativas más importantes de Latinoamérica, la UBA está cruzada por las desigualdades. El caso de Poy, como el de tantos otros docentes ad honorem –en latín, “por el honor”–, es una constante histórica en la UBA, que en las últimas semanas se sumó a la polémica decisión del Rectorado de cesantear a un grupo de profesores que cumplieron los 65 años, aun cuando la ley no lo permite (ver recuadro). Esta situación, junto al reiterado reclamo de los gremios para eliminar el trabajo gratuito al interior de las facultades, muestran la precaria situación laboral en la que se encuentran los docentes de la Universidad, tanto los más jóvenes como los que poseen mayor antigüedad y prestigio.
UBA: $ 4,6 millones para la cúpula y nada a 10 mil docentes ad honorem – Tiempo Argentino Leer más