De los Cuadernos de la cárcel, de Antonio Gramsci, proviene el uso de ciertas metáforas militares. Se sabe: guerra de posiciones para enunciar un cierto tipo de despliegue de la lucha política en Occidente. Es decir, para nombrar algo que tendría menos de golpe de mano sobre las instituciones estatales o de estallido revolucionario triunfante, que de maceración de valores, creencias e ideas, que permitirían a un bloque histórico constituirse como hegemónico. Las metáforas militares desembocan allí, en la noción de hegemonía. También su definición más compleja. Porque la hegemonía es confrontativa pero no necesariamente bélica: se ancla en la aceptación de ciertos valores sectoriales –de una clase, de una alianza de clases– por parte del sentido común. La legitimidad de las relaciones de dominio social y de acción del Estado se sustenta sobre un régimen de creencias que es, precisamente, el de la hegemonía. Es decir, si la noción gramsciana por un lado nos remite al orden de las clases, por el otro alude al modo en que éstas confluyen aceptando aquello que no proviene de sus propias filas. Es noción que articula el conflicto y la conciliación.
Batallas y hegemonías Leer más