“Daniel, Daniel” y (una vez más) las testimoniales

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Uno con las testimoniales se acuerda del “Diego, Diego” de Canniggia en el mundial de 1994. Tiro libre sacado rápido de Diego, gol de Cani a Nigeria que gritamos todos.

Las testimoniales se parecen a eso. Ok, se me ocurren mil impugnaciones a mi analogía, pero ya se me ocurrieron a mí, así que no se preocupen en argumentos que me lleven a decir “eso invalida mi ejemplo pero no lo que quería explicar” (Naishtat dixit en una clase de filosofía en Ciencia Política de la UBA después de que yo le destrozara su ejemplo porque me miraba ofendido porque yo le prestaba mas atención a mi novia, hoy nóvel candidata a diputado, que a él).

Digo, las testimoniales son una “avivada” dentro de lo legal. A mí no me parecen mal, creo que son legales (pero para ello lean a Arballo), pero que hacen ruido, hacen ruido. En el buen sentido (prensa, mucha prensa) y en el malo (again, prensa, mucha prensa).

Entonces me parece que la discusión sobre las testimoniales deja dos grandes temas pendientes vinculado a todo esto que hace “ruido”:

  1. El voto al proyecto vs al candidato y la eterna ficción de la representación.

  2. Como enfrentarse a que esto no se repita (o si).

En cuanto a lo primero no puedo menos que sumar una argumentación más a favor de las testimoniales. La representación es citando a Don Calderón de la Barca:

“Una sombra, una ficción,

Y el mayor bien es pequeño.

Que toda la vida es sueño

Y los sueños, sueños son.”

Nadie ME representa. Nadie es YO, nadie piensa como YO.

Ni en los Ejecutivos varios, ni en el Congreso, ni en la Legislatura porteña.

Pero es cierto que yo elijo quien quiero que integre tales cuerpos legislativos (o quien ejerza los respectivos Ejecutivos) y la elección colectiva sumatoria de elecciones individuales conduce al resultado final.

En esquemas plurinominales mi voto tal vez decidido por quién iba primero en la lista termina ayudando a que entre el número 24 y en las uninominales si no voté al ganador no resulta electo quien yo elegí por lo que de alguna manera “no estoy representado”. El ballotage para las uninominales y el sistema alemán para las pluri salvan parte de esta distancia pero solo parte.

Y en el caso de las plurinominales (dónde juegan las candidaturas testimoniales) a la larga… voto a un proyecto. ¿Scioli no asume? ¿Y que? El FjpV va a meter en el peor de los casos 10 diputados en PBA, que sean o no los 10 primeros de la lista es absolutamente intrascendente.

En una uninominal una candidatura testimonial sería otro tema. Pero hay ejemplos cercanos: Graciela Fernández Meijide es electa uninominalmente tercera senadora por capital, renuncia para asumir como diputada por PBA y asume Del Piero como suplente.

En resumen, si voto “a alguien” la chance de que renuncie o se muera existe, por lo que exagerar (como se está exagerando) la personalización de las candidaturas no es más que estresar la ficción de la representación. Y hay que dejarse de joder con eso porque en definitiva se votan modelos, partidos, coaliciones. Porque nadie, se llame Carlos Menem, Néstor Kirchner o Raúl Alfonsín gobierna un país solito sin una estructura partidaria (o del tipo que sea) que lo banque.

Y en tiempos de alta personalización de la política (mediática) lo que sucede es que “las oposiciones” presentan a sus mejores candidatos a las legislativas porque no ejercen cargos ejecutivos. Por lo que la respuesta de “los oficialismos” para no estar en desventaja es… lo mismo. En el caso del PRO de Capital renuncian a Gaby, en el caso de oficialismo de PBA surge la candidatura “testimonial” de Scioli para oponerse a las candidaturas de Carrió y De Narváez respectivamente.

“Daniel, Daniel”, dice Néstor, y tal vez clave el gol de la victoria. O la pelota vaya al lateral. El electorado decide.

Ahora, pasando al punto dos y asumiendo una vez más que algo “hace ruido” queda la sensación de que sería bueno hacer algo para evitar esta situación (¿contradicción?) que son las candidaturas testimoniales. Y creo, y aquí ya entro en terreno inhóspito, que hay cuatro caminos:

A) Muevo el sistema hacia un esquema más parlamentarista donde las elecciones intermedias sean reemplazadas por mecanismos de real posibilidad de cambio de gobierno. Es un enorme cambio en el sistema político argentino. Es como MUCHO cambio. Implica una fuerte reforma constitucional. Es muy grande el riesgo pero tal vez sea una buena solución.

B) Legitimo las candidaturas testimoniales. Asumo que son lo que son, no cambio nada y me la banco. No cambiamos nada, quien quiera es candidato y cada quién vota a quien quiera. No es malo. Es el stato quo, pero nos bancamos el “ruido”-

C) Prohibo candidaturas. Es un camino que ciertos escandalizados con las testimoniales proponen. Restringir candidaturas dado el sistema político como es me parece que conduce a situaciones contrarias a las deseadas. A modo de ejemplo, De Narváez hoy renueva su mandato pero si quiere ser gobernador en 2011 debe renunciar a su banca. Si se lo prohibo de buenas a primeras saco de escena como candidato a un tipo que tal vez sea en el 2011 el preferido del electorado; si le pido cosas como que renuncie a su banca un año antes de la elección lo llevo a cumplir un solo año de mandato en lugar de los dos que podría (lo que haría de su actual candidatura casi una testimonial). Y trascartón, no se si las restricciones se sostienen constitucionalmente.

D) Creo mecanismos que desincentiven sin prohibir las candidaturas testimoniales. La mejor que se me ocurre es eliminar los suplentes y asignar las bancas por D’Hont por candidato y no por partido salvo caso de muerte o algún tipo de inhabilidad. En cristiano, actualmente si Scioli no asume, entonces asume el candidato del FJPV inmediatamente posterior al último que le toca (digamos, si el FJPV mete 10, entra el 11 porque Daniel no asume). Si cambio la manera de asignar bancas y Scioli no asume le toca a aquel que le hubiera tocado si hubiera habido una banca más en juego, que puede o no ser del mismo partido. Entonces si presento una testimonial o renuncio a mitad del mandato corro el riesgo como partido de perder una banca. Y el caso de muerte debe si o si ser la excepción porque sino incentivo matar a los diputados de los otros partidos.

La opción A tienta, aunque es compleja y riesgosa. La B suena a poco aunque podría cerrar. La C me molesta terriblemente. La D me gusta más. Igualmente creo que es un territorio interesantísimo para discutir e inventar nuevos caminos.

Atte,

Ignatius

Un comentario en «“Daniel, Daniel” y (una vez más) las testimoniales»

  1. che y los partidos politicos para que estan?
    si yo quiero votar el proyecto de cristina digo es el frente para la victoria y voto a ese partido y la gente que ya esta en cargos de ese partido. por que supuestamente representasn el proyecto que yo quiero.
    las candidaturas testimonailes viene a ser okey no tenemos proyectos que se puedan transformar en un partido politico por que no hay ideas detras pero mira que lindo canta nacha y que suerte tuvimos con nestor.

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