La política es maldita, tentadora, apasionante, escurridiza. Produce fanatismos casi religiosos, paternalismos, actitudes díscolas o genuflexas. Todo eso y mucho más sintetiza la temprana desaparición de quien supo concentrar el máximo poder del sistema político argentino. Tele-presidentes, autoconsolación, incertidumbres y celebración tras la muerte de Néstor Kirchner.
A continuación se reproduce el artìculo publicado en el sitio Rebelion.org
La astucia de la historia parece empeñada en buscar su destino en octubre. Como si fuera una cita a ciegas con la muerte y la resurrección, de la que siempre surgen nuevos imaginarios. Muchas veces reformistas, pocas revolucionarios. “La vida continúa…” fueron las palabras del mandatario tupamaro, José Pepe Mujica (Uruguay), quien al calor de sus años de insurgencia supo entender la política y su costado más humano.
Mujica no era amigo de Néstor Kirchner. Tampoco extendió su presencia para ocupar minutos de silencio entre los tele-presidentes que acompañaron los funerales del Secretario General de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). Sin embargo, ese estilo directo y desarmado de ingenierías políticas mostró la vigencia que une el compromiso militante con la vida, dejando de lado y por un instante, las especulaciones del día después, que ya había pasado.
No obstante, la economía mostró la indolencia de los mercados. El 28 de octubre las acciones argentinas repuntaron en Wall Street. El grupo Clarín -que no emitió exabruptos- cerró la jornada con un crecimiento en la bolsa del 48%, mientras los grupos empresarios celebraron en silencio que este año quedaría fuera del debate parlamentario la discusión del proyecto por la distribución de las ganancias entre los trabajadores.
Para sorpresa de propios y ajenos, cientos de miles de personas -especialmente jóvenes- saludaron los restos del principal referente del gobierno nacional, en la Casa Rosada. Aquella lógica de amigo-enemigo mostró una tregua en el melodrama político latinoamericano. El derechista Juan Manuel Santos (Colombia) y Hugo Chávez Frías (Venezuela) se abrazaron en cámara, Sebastián Piñera (Chile) advirtió que no tenía una audiencia de 1000 millones y evitó la tentación minera para extenderse en la escena. Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador) acompañaron lo justo a la presidenta Cristina Fernández y un Fernando Lugo (Paraguay) algo recuperado de una enfermedad durísima también estuvo presente.
Incluso, Marcelo Tinelli (el animador televisivo de mayor rating local), que supo ridiculizar a la clase política para forjar y desestabilizar candidatos en los momentos clave de las crisis argentinas, llevó su show de etiqueta negra para decirle a Cristina que, en 2011, bailará junto a ella por un sueño.
Contrapuntos
Estuvieron para la foto Hugo Moyano (titular de la CGT) y Diego Armando Maradona. El titular de la Asociación del Fútbol Argentino desde el mundial `78, don Julio Grondona, tuvo problemas de agenda. En tanto, Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto saludaron, una vez más, la decisión activa de concluir las investigaciones por los delitos de lesa humanidad ocurridos en aquellos años de plomo.
Lo cierto es que 1917 fue el año de la revolución rusa, con un proletariado que selló el fin del zarismo en octubre. Que un 17 de octubre la mitad de un pueblo argentino invisible apareció en las calles para encontrarse con un peronismo que supo incorporar los reclamos de justicia social, hasta entonces obturados por una oligarquía terrateniente asociada a intereses extranjeros. Y que a pocos días de celebrarse el día de la lealtad, octubre se llevó a un ex presidente que actuó como piloto de tormentas tras la crisis económica, política y social que no pudo resolver el interinato de Eduardo Duhalde, en 2003.
Kirchner, desconocido por entonces, supo adecuar un pasado de poco relieve en la resistencia peronista a sus íconos, recuperar una identidad ligada a la soberanía nacional -defendida por aquella generación de 30 mil desaparecidos- desanclar la planificación económica de esa retórica en un momento de crecimiento sostenido de los países agroexportadores (de enclave poscolonial) y encontrar puntos de equilibrio para sostener un poder relacional repleto de contradicciones.
En apenas 7 años Kirchner logró ingresar al salón de los Héroes Latinoamericanos. Un alto precio de costo pagó por su estadía en ese panteón patrio. No murió en alta mar como Mariano Moreno -tal vez, envenenado- ni su cuerpo fue el testimonio de una época de la lucha armada como en los tiempos del Che Guevara. Su intimidad fue preservada en un cajón cerrado.
Tuvo su procesión y recuerdo multitudinario. Estaba tomando carrera para redoblar una vez más la apuesta, cumplía su dieta y rutina deportiva, pero las tensiones de la política le jugaron una mala pasada en la soledad de El Calafate, en octubre. Generó amores y odios. Para algunos se trató de un demonio populista, otros lo recordaran como un “buen tipo” comprometido con la causa -que nunca describió en ningún programa-.
Los medios masivos optaron por el segundo relato. La muerte como espectáculo recibió en el oficialista 6-7-8 a una infinidad de artistas, intérpretes y ejecutantes para expresar su dolor. Hebe se subió al obituario de TVR (de la misma productora televisiva) y propuso escuchar sólo el discurso único y homogéneo de la prensa acrítica para defender el modelo. De paso atacó a la izquierda aunque no reflexionó -como suele ocurrir- sobre la posibilidad de un peronismo de izquierda. Es lo que hay y punto.
Balances y proyecciones
Algunos funcionarios pasaron del desconsuelo, la incertidumbre y la autoconsolación, al festejo. Le faltó al canciller Héctor Timerman invitar a un grupo de jazz neoyorkino para bailar en un acto en Boedo (Ciudad de Buenos Aires), para lanzar con trompetas la reelección de Cristina. Sabe que las encuestas post exequias sobre su imagen positiva pueden capitalizarse en intención de voto hacia las presidenciales de 2011.Los legisladores Juan Cabandié, Daniel Filmus, Francisco Tito Nenna y otros los respaldaron desde el singular acto. El espacio de intelectuales Carta Abierta también se autoconvocó en la Biblioteca Nacional, en busca de ratificar un nuevo liderazgo presidencial frente al avance veloz de sectores internos que rompan el delicado equilibrio que llevaba Kirchner sobre sus espaldas.
La universalización del acceso a la educación, movilidad jubilatoria, asignación universal por hijo, reducción del desempleo, y democratización de las comunicaciones son las principales banderas epistolares a defender. Todas ellas tomadas de iniciativas progresistas como las del FRENAPO (Frente Nacional Contra la Pobreza) de la CTA, y reformuladas según los casos y las batallas con los grupos de presión.
Así, los programas de TV hicieron de su estética fragmentaria -propia del video clip- un continuo de imágenes superpuestas, movilizadoras y emotivas, siempre efectivas tanto en funerales como en casamientos. Esta vez, con la distancia prudencial del game over consumado en un entierro.
Con sabiduría mediática, de todos los tele-presidentes Hugo Chávez Frías fue quien ocupó más minutos junto al féretro. El cajón tuvo su larga marcha a El Calafate (Santa Cruz), esta vez sin las complicaciones de la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas (1989) y el traslado a San Vicente de Juan Domingo Perón (2006).
La política no es ingenua y esconde en los baúles de Banfield una trama de conexiones que nunca serán develadas. Entre el Satán malvado contra las corporaciones y un hombre sólo rodeado de conversos, el reality de los políticos ha hecho gala de esa circunstancia. Macabra en el festejo de quienes hicieron chistes con bebidas espumantes, pero aún más oscura si quienes bailan este eterno minué son arribistas circunstanciales a los que no les interesa si Néstor Kirchner tenía un verdadero Plan de Operaciones y, especialmente, si aquella búsqueda estaba asociada a un proyecto emancipador.