El que sigue es el texto original, completo, de un trabajo de Carlos Girotti que apareció hoy, en versión reducida, en BAE.
La inclaudicable voz de Mercedes Sosa cantará por siempre “Cambia el clima con los años/cambia el pastor su rebaño/y así como todo cambia/que yo cambie no es extraño”. Habrá que recurrir a esta canción, una y otra vez, para no olvidar que la vitalidad de la gran aventura humana reside en el cambio. Desde ya que no faltarán los remisos a aceptar esta impronta y otros se embanderarán en ella para que nada cambie, como bien lo ilustrara Giussepe Tomasi, Príncipe de Lampedusa. Pero la discusión aquí no es con los ultraconservadores ni con los gatopardistas, sino con nosotros mismos y con nuestro relato del futuro.
El 2 de abril de 2001, la revista Time publicó una carta dirigida al entonces presidente Bush instándolo a reducir la emisión de gases contaminantes y a que ratificara el Protocolo de Kyoto. Diez eran los firmantes de la misiva, todos muy conocidos, y entre ellos estaba George Soros. El 10 de septiembre de 2007, el Liderazgo Global para la Acción Climática (LGAC), una iniciativa conjunta del Club de Madrid, entidad compuesta por 66 ex Jefes de Estado, y la Fundación Naciones Unidas, creada en 1998 a partir de la donación de 1 billón de dólares que hiciera Ted Turner, el emperador de la CNN, divulgó un exhaustivo marco de acción global para hacer frente al cambio climático. Se hacía un llamamiento a la reducción de las tasas globales de CO², la revolución tecnológica limpia y un fondo de 50 billones de dólares. Entre los firmantes estaba George Soros quien, apenas dos meses más tarde, manifestaría públicamente su apoyo a la candidatura de Barak Obama. Ya en las vísperas de las elecciones que le darían el triunfo a su candidato, George Soros diagnosticaba y se esperanzaba: “Con el calentamiento global, que es la verdadera crisis que se le viene encima a la economía mundial, tenemos que hacer grandes inversiones en energías limpias. Creo que esas inversiones deberían sustituir el consumo como motor de la economía global. Y confío que él (Obama) tenga la visión de abrazar este tipo de ideas.” (http://agroar.info/) Todo indica que el presidente electo abrazó la idea de este insospechado mentor, dueño de una fortuna superior a los 9 mil millones de dólares que incluye las 200.000 hectáreas cultivables y otras empresas que posee en Argentina.
En su primer discurso, el nuevo presidente estadounidense afirmó: “Nuestra nación está en guerra, contra una red de violencia y odio de largo alcance. Nuestra economía está muy debilitada (…) Se han perdido hogares, han desaparecido trabajos, los negocios han sido devastados. (…) y cada día trae más evidencia de que las formas en que usamos energía fortalece a nuestros adversarios y amenaza a nuestro planeta”. Esto último lo dijo casi al pasar, pero al cabo de la primera semana de gobierno y en el marco de los anuncios para frenar la contaminación ambiental, aseguró: “Será la política de mi administración revertir nuestra dependencia del petróleo extranjero mientras construimos una nueva energía económica que creará millones de empleos”. El mismo día, ciertas multinacionales de origen norteamericano y europeo, anunciaron que dejarán en la calle a 50.000 trabajadores. El capital y los grandes capitalistas no son zonzos. Ahítos de dólares, George Soros, Ted Turner y tantos más, saben que el empacho les puede costar muy caro si no aciertan en establecer un nuevo patrón de acumulación tras la crisis mundial de la valorización financiera. Es preciso cambiar las pautas de consumo, instalar una agenda verde para las nuevas tecnologías, zafar de la dependencia energética que fortalece al eje del mal (aunque ya no se lo nombre así) y, mientras tanto (aquí el adverbio de tiempo usado por Barak Obama se le vuelve en contra) destruir fuerzas productivas para neutralizar la caída de la tasa de ganancia como lo hacen Caterpillar, Sprint Nextel, ING, Home Depot, Corus y General Motors, sólo por citar la lista más reciente. Habrá nuevos empleos con las nuevas tecnologías limpias, pero para ello deberán quedar en el camino millones y millones de puestos de trabajo.
Frente a los cambios en marcha y a los que se avecinan, los argumentos de ese protodesarrollismo ingenuo que nos habla de un futuro venturoso, son pobres argumentos para millones de personas políticamente inmovilizadas. Claro que sería necio abandonar el camino trillado por el movimiento ambientalista mundial, pero mucho más necio será aplaudir el pretendido progreso de las tecnologías limpias y las energías baratas sin medir cuánto confrontarán con nuestro relato del futuro. Así como Luciano Benetton arriba en su yate a estas costas para inspeccionar su millón de hectáreas patagónicas, así también arribarán las tecnologías limpias, con su cuota ínsita de nuevas violencias y nuevas dominaciones, mientras (otra vez el adverbio) nosotros nos ufanamos por la soja y lloramos a los intoxicados con glifosato, la minería a cielo abierto y a napa envenenada con cianuro, los politicastros que claman venganza con rating de almuerzo televisado y el interés público penando por los rincones. Tampoco construiremos nuestro relato del futuro desde la contestación igualmente ingenua. Ya Soros demostró que después de haber timbeado en 1992 contra la libra esterlina, y ganar en un solo día mil millones de dólares, también podía apropiarse del ecologismo y apostar con renovados bríos por un nuevo patrón de acumulación del capital a escala mundial. No será con un izquierdismo todo terreno, ni con un progresismo a mitad de camino de todo, que levantaremos un país territorialmente integrado, económicamente sustentable y justo, democráticamente participativo, culturalmente diverso y tozudamente fraterno y relacionado con el resto de Suramérica. Mientras (disculpas otra vez por el adverbio) unas y otras ingenuidades no cambien, todo cambiará menos nuestro futuro.
Esta bueno el comentario.Prefiero a Obama frente a Busch y a Soros con su realismo ,pero me preocupa nuestra autonomia y desarrollo.