Quien haya tenido la complicada tarea de hacer periodismo sobre política o economía en la Argentina en los últimos años se habrá dado cuenta de que es muy difícil lograr que se entienda más o menos de qué va la cosa.
Por un lado, está el estallido de los partidos políticos. Y así es como la prensa se vé obligada a terminar utilizando palabras como «lilitos», «margaritos» o la no menos impactante «cobismo» para referirse a fuerzas políticas. Luego, parce registrarse una dificultad extra: la existencia de partidos que los distintos líderes políticos van inventando a su paso. Así fueron quedando en el camino «UNA» (?), de Roberto Lavagna, o la «Concertación Plural» (sic), combinación de palabras surgida de la inventiva de Néstor Kirchner en una Plaza de Mayo colmada en 2006 y utilizada luego para llamar a algunos bloques parlamentarios. Para intentar probar el desafío comunicacional ante el que se encuentra la prensa bastaría con pararse en cualquier supermercado del Gran Buenos Aires y solicitar opiniones acerca del «Acuerdo Cívico y Social», para no hablar de la «CGT Azul y Blanca» o bien consultar sobre quién es el «poderoso» líder de las 62 Organizaciones en la actualidad. La realidad, queda claro, es compleja.
Al mismo tiempo, al momento de hacer la política más comprensible, está la dificultad de comunicar cuál es la relevancia que tendrán para la vida cotidiana de las personas las medidas que se busca adoptar. Ocurre, por ejemplo, cuando un dirigente de la talla de Ricardo Alfonsín anuncia que su primer proyecto como diputado nacional será «reformar el Consejo de la Magistratura». El oficialismo y muchos sectores del progresismo también encuentran esa limitación cuando salen a impulsar una medida tan necesaria como es la reforma de la Ley de Radiodifusión.
Además, nos encontramos con la jerga: «interbloque», «Tercera Sección Electoral», «colectora», «dictamen de minoría». Si hablamos de política económica el abismo parece insalvable: «holdouts», «bonos ajustados por CER», «ROE Rojo».
Eso para no hablar de las batallas verbales, de celos y traiciones que suelen poblar las páginas de política y economía de cualquier medio que se precie de ser serio.
La cosa pública se vuelve así en la mayoría de los casos una cuestión complicada y ajena, apenas un tema de conversación para pocos.
El tema se agrava aún más cuando las crónicas periodísticas se centran en el sube-y-baja de la política-de-políticos, en las especulaciones sobre quién ganará y quién perderá en cada instancia cotidiana de disputa entre dos o más legisladores, dirigentes o funcionarios.
No es que los «males de muchos» deban consolarnos, pero es cierto que este no es sólo un problema argentino. Diez días atrás, el defensor de los lectores del Washington Post, Andrew Alexander, dio cuenta de una paradoja. A pesar de que los periodistas de ese medio brindan reportes en forma diaria sobre la situación de la Reforma de Salud propuesta por Barack Obama, decenas de lectores se quejan de que el diario no les explica algo tan simple como de qué se trata la reforma y cuáles son sus implicancias. El público admite que no entiende ni siquiera los términos que se usan en las notas sobre el tema.
Poco después, Paul Krugman, desde el New York Times, señaló a su vez algunas hipótesis al respecto: se escribe así en la mayoría de los medios porque es más fácil hacer notas sobre el «tironeo» político que sobre el fondo de las políticas públicas. El economista reconoce que muchas veces resulta también más divertido debido a los «detalles personales» que pueden agregarse en ese tipo de crónicas (pienso en las «novelas» sobre «rupturas» y «traiciones» políticas).
Pero sobre todo, dice el Premio Nobel, optar por ese tipo de reportes es más seguro para la prensa. De escribir sobre problemáticas concretas y políticas públicas, en lugar de las trifulcas cotidianas en las que se ven envueltos los dirigentes, los cronistas deberían incluir datos, tomar algún tipo de posición y, en ese caso, caerle antipático a quien tenga una visión diferente. Me imagino a un periodista que señalase, en contra del sentido común más o menos instalado, cuáles son los inconvenientes que surgirían (porque surgirían) al eliminar las «listas sábana».
No quisiera que estas impresiones sean entendidas como una crítica a «la prensa» o a los periodistas, muchos de ellos excelentes profesionales. Más bien creo que el desafío de comprender la realidad en una sociedad como la Argentina -como analizamos, ocurre también en un mundo complejo- requiere de constantes esfuerzos, nuevas formas y miradas cada vez más abarcadoras.
Publicado en Buenos Aires Económico.
Me hace acordar a la queja que le hace Lula a Correa en la UNASUR. Es un problema de visibilidad política y cómo se usa el pequeño espacio-tiempo que se dispone en lo medios y/o actos para exponer/marketizar una gestión o hacer oposición.
En este escenario los partidos políticos son plataformas desde donde los coandidatos/dirigentes despliegan sus estrategias de márketing político.
La escasa visibilidad de la política atenta contra la identidad política que en un cinclo vicioso, para refrendarse, le quita lugar a la política. Asi en ese marco se establece una competencia destructiva entre identidad y visibilidad política, en donde a largo plazo una hunde a la otra y vicevarsa.
El problema, como en el dilema del prisionero, no es concebirnos como presos de una realidad mediática, sino que deberían buscarse alternativas laterales por donde poder expresarse. Fabricar ágoras, allí donde no los hay, en este sentido los blogs y la blogsfera se erigen como una posibilidad de apertura lateral para la visibilidad política.
Como usar este tipo u otras alternativas a las tradicionales de la política, exede a este post, pero sería un interesante camino a explorar
Claro, cobismo, lilitos, margaritos, sabatellistas; también proliferaron términos, neoconceptos como por ejemplo el que pretende explicar una posición intermedia entre oficialismo y oposición: «autonomismo» o «posición autónoma».
saludos
Sí, sí. Hay de todo en la Viña del Señor, Claro.
Saludos
Ya se ha dicho que vivimos en una era de confusion,y que no suene como advertencia religiosa porque no lo es.Significa mas bien que se acentua la oscuridad en el lenguaje y sobre todo la indefinicion de los limites y famosos»valores».Alguien en un filmn señalo que el multiculturalismo es mas bien falta de cultura.Si el humanismo termina en nuestro yo es muy diificil compartir codigos.Quien piensa hoy en la»plataforma»de los P.P.?…Solo pululan las imagenes de los politicoscon sus caretas.Y hasta se decreta el fin de la izquierda y la derecha,separacion considerada obsoleta.Todo es igual,nada es mejor como dice el tango,precursor de filosofias.Hay que escuchar a los politicos defromando el lenguaje con terminos que no encontraras jamas en el diccionario.Ni que decir de la penetracion del ingles entre nosotros.Y algunos academicos ,mas cuidadosos,pecan por su lenguaje criptico,oculto.Entonces,de que cosa apta para todo publico pretendemos?…Por supuesto que esto va de la mano con el vaciamiento conceptual de la politica,por desgracia.El asunto compete a la escuela y a la sociedad toda,sin duda.