Dice el discurso opositor –dirigentes o del periodismo, ya es imposible distinguirlos- que el kirchnerismo ejerce presión sobre los jueces desde el Consejo de la Magistratura. Pero si uno va a las estadísticas –que, curiosamente, nunca forman parte de las intervenciones en que se bastardea al gobierno en ese ítem-, resulta que parece haber una realidad bien distinta: «(…) en el período 2007-2009 se aprobaron 163 ternas por unanimidad y sólo tres con votos en disidencia, ninguno de los cuales del oficialismo. Además se resolvieron por unanimidad 1307 expedientes en materia de disciplina y juicio político y sólo 19 con disidencias. En siete de esos 19 casos, el oficialismo votó con los consejeros de la oposición y de los abogados y en contra de los tres consejeros magistrados, que se oponían a la sanción contra colegas; en cuatro la disidencia sólo versó sobre la magnitud de la sanción a imponer y en tres los votos del oficialismo se dividieron entre mayoría y minoría. En un solo caso los consejeros del oficialismo votaron solos contra todos los demás, y quedaron en minoría. No hay un solo caso en el que los consejeros del oficialismo, votando en bloque, hayan impuesto una decisión (…)» (ver acá).
Dicen que el oficialismo agita la división de la sociedad argentina. Pero resulta ser que fue desde los cerebros de “la” “organización” opositora, la iglesia católica argentina, que se promovió el mantener apartados a una categoría de ciudadanos, los homosexuales, del amparo del estado. Y por medio de una serie de discursos nutridos de un lenguaje que de conciliador tuvo poco y nada, más bien remitió, por lo incendiario, a los tiempos de las cruzadas (ver). Los jerarcas de la iglesia católica argentina milita contra todo lo que representa este gobierno como solo lo había hecho contra Perón a partir de su segundo gobierno, tanto que fue la columna vertebral, en 1955, de la más masiva marcha contra la democracia que hasta entonces se hubiese visto. ¿No hay ningún punto de conexión entre aquella movilización de Corpus Christi y la convocada frente al Congreso nacional el día anterior a la sanción en el Senado de la ley de matrimonio igualitario? Este bloguero pudo oír a un manifestante en la marcha anti homosexualidad –y solo por elegir uno de entre muchos discursos que dieron miedo- decir que “estos políticos está claro que quieren la destrucción total de la Argentina, del ideal Dios, Patria y familia que desde chicos todos arraigábamos muy bien”. Patético.
Dicen que el gobierno se vale del apriete de la llamada “kaja” (aberración lingüística creada a los fines de denostar la política de parar al país sobre sus propios recursos por la que optó el kirchnerismo desde 2003), del “ahogo financiero a las provincias”, para torcer la voluntad de legisladores. Pero, por ejemplo, Horacio Lores y los fueguinos ex ARI votaron contra la 125. ¿Qué pasó aquella vez? ¿No había entonces capacidad de presión? ¿Tanto empeoraron, en tan corto tiempo, las situaciones de Neuquén y Tierra del Fuego, que ahora el gobierno les puede robar alfiles legislativos? En paralelo a esto, se acepta como normal que soldados de la iglesia católica hayan tenido el tupé de llegarse hasta el parlamento para intentar sumar voluntades en favor de su postura en torno al debate por el matrimonio igualitario. O peor, que integrantes de colegios religiosos hayan amenazado, como lo hicieron, con retirarles la beca y echar de sus establecimientos a aquellos pibes cuyos padres se negasen a aportar firmas en contra de la igualdad de derechos.