(Teatro político por entregas. O viceversa)
Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anunció que las masas se acercaban al lugar para iniciar un foco revolucionario y que lo mejor era irse. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.
Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa, Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels queda a solas con Claudia.
Claudia separa una silla. Se sienta. Tiene en sus manos al murciélago que cayó muerto por el disparo de Trosqui y lo acaricia. Enguels la mira. Toma otra silla y la pone paralela a la de Claudia, a unos diez metros. Se sienta. Se va acercando con la silla lentamente, hasta quedar a su lado.
ENGUELS: ¿Hace mucho que Ricardo y usted están juntos?
CLAUDIA: Muchísimo. Como cuatro semanas.
ENGUELS: Eso no es tanto.
CLAUDIA: Depende. ¿Cuánto es «mucho» para usted? En este tiempo aprendí un montón de cosas.
ENGUELS: Me sorprende. La verdad, no sé qué puede enseñarle un hombre como ese.
CLAUDIA: Mucho. Por ejemplo: ¿usted sabía que a los patos les crecen unas membranas entre los dedos de las patas y que por eso se los llama palmípedos?
ENGUELS: Claro que lo sabía. Es lógico. Así pueden desplazarse por el agua con más facilidad.
CLAUDIA: ¿Cómo?
ENGUELS: Claro. Para eso están las membranas. Para poder desplazar mayor cantidad de agua y moverse más rápido por el medio líquido.
CLAUDIA: Ah no, no… Despacio, por favor… Son tantas cosas. No puedo creer lo que usted me dice.
ENGUELS: ¿Y usted para qué pensó que servían?
CLAUDIA: Nunca pensé que sirvieran para nada… ¿O acaso todo tiene que servir para algo?
ENGUELS: Por supuesto: absolutamente todo.
CLAUDIA: ¿Y para qué sirven las nubes?
ENGUELS: Muy fácil: para avisar que va a llover, para dar sombra, para infinidad de cosas. Las nubes son objetos muy pero muy útiles.
CLAUDIA: Estoy fascinada. Nunca había visto las cosas desde ese punto de vista.
ENGUELS: Yo podría enseñarle muchas cosas, Claudia.
CLAUDIA: ¿Y eso me saldría muy caro?
ENGUELS: No le saldría nada. Para mí sería un verdadero placer.
Sus rostros se acercan.
CLAUDIA: ¿Y puede acompañarme Ricardo?
ENGUELS: Me temo que no.
CLAUDIA: ¿Por qué?
ENGUELS: Porque su presencia entorpecería un tanto el proceso de aprendizaje.
Sus rostros se acercan más.
CLAUDIA: ¿Usted cree?
ENGUELS: Estoy seguro de eso.
Se besan.
CLAUDIA: Déjeme hacerle una pregunta.
ENGUELS: La que quieras.
CLAUDIA: Si es cierto que todas las cosas tienen una utilidad, ¿para qué sirvió esto?
ENGUELS: Para que yo pudiera expresarte mis sentimientos, para que pudiera manifestarte de un modo inequívoco lo que experimento por vos.
CLAUDIA: ¿Y era necesario que su lengua se moviera como una hélice para eso?
ENGUELS: Digamos que sí.
Pausa.
ENGUELS: Y vos… ¿Sentiste algo?
CLAUDIA: ¿Además de su lengua?
ENGUELS: Sí, sí. Además.
CLAUDIA: Estoy un poco confundida.
ENGUELS: Entiendo. Pero vas a ver que con el tiempo las cosas van a aclararse.
CLAUDIA: Eso espero.
Se escuchan pasos. Enguels se para de la silla con un movimiento brusco. Entran Trosqui y Ricardo.
ENGUELS: Hicieron rápido.
TROSQUI: Vivimos tiempos rápidos.
ENGUELS: ¿Qué dijo Marx?
TROSQUI: Que no es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia…
ENGUELS: ¿Y eso?
TROSQUI: Nada. No pierde ocasión de chicanearlo a Hegel.
ENGUELS: Ese boludo de Hegel…
TROSQUI: Un estúpido idealista…
CLAUDIA: Yo pensé que los idealistas eran ustedes.
ENGUELS: Se equivoca: nosotros somos materialistas.
CLAUDIA: Yo pensé que el materialista era Ricardo.
TROSQUI: Ricardo… Eso me recuerda algo…
ENGUELS: ¡Marx! ¿Qué dijo el viejo?
Trosqui desenfunda el arma. Carga y apunta a la cabeza de Ricardo.
ENGUELS: ¿Qué hace, camarada Trosqui?
TROSQUI: ¿Cómo «qué hago»? Voy a matarlo. Eso dijo Marx…
ENGUELS: ¿Así?
TROSQUI: ¿Y cómo si no? ¿Quiere que lo asfixie con una bolsa en la cabeza? Eso es inhumano.
ENGUELS: Pero es que no sé… Así, de pronto…
TROSQUI: ¿De pronto? Hace horas que estamos tratando de negociar con este terrateniente inescrupuloso hijo de mil putas. Estamos frenando el flujo de las masas, compañero. ¿Sabe lo que eso significa?
ENGUELS: Sí, sí. Pero… Es muy tajante. ¿Qué dice el Manual de procedimientos?
TROSQUI: El Manual…
ENGUELS: Sí. ¿Qué dice?
TROSQUI: Bueno, si mal no recuerdo, dice que lo matemos. Página 148, Capítulo 16: «Acerca de cómo terminar con situaciones incómodas». ¿Lo recuerda?
ENGUELS: Me temo que voy a tener que discrepar con usted, compañero. El encuadre es erróneo. Lo que tenemos aquí no puede ser caratulado como «Situación incómoda».
TROSQUI: ¿Ah no? ¿Y para usted que sería entonces?
ENGUELS: Yo lo encuadraría dentro de la figura de «Confrontación ideológica».
TROSQUI: ¿»Confrontación ideológica»? ¿Nada más?
ENGUELS: Sí… A lo sumo podríamos hablar de su quinta acepción: «Confrontación ideológica que pasa a mayores».
TROSQUI: No estoy para nada de acuerdo con usted, camarada Enguels.
ENGUELS: ¿Por qué? La caracterización es perfecta.
TROSQUI: Simplemente porque lo que tenemos aquí no es una discusión. En todo caso, eso es lo que estoy sosteniendo con usted. Y en ese caso sí podría yo aplicar lo que establece el Manual de Procedimientos en el capítulo de las confrontaciones ideológicas…
ENGUELS: ¿Y qué establece?
TROSQUI: Que lo mate…
ENGUELS: ¿Qué usted me mate a mí o que yo lo mate a usted?
TROSQUI: Que yo lo mate a usted: yo tengo el Manual.
ENGUELS: Claro.
TROSQUI: Sin embargo, creo que eso retrasaría todavía más el proceso de colectivización.
ENGUELS: Sí. Supongo que ya habrá tiempo de dirimir nuestras diferencias.
TROSQUI: Exacto.
RICARDO: Disculpen que interrumpa pero ¿y yo? ¿Qué va a pasar conmigo?
TROSQUI: Ya llegaba a usted. Espere.
ENGUELS: Sí. Espere o lo matamos.
TROSQUI: Volviendo a lo nuestro, yo diría que lo que está en juego es un episodio más de la lucha de clases.
ENGUELS: «Lucha de clases», «lucha de clases»… Refrésqueme la idea…
TROSQUI: Pero claro. ¿No lo ve? Tenemos a un propietario que se niega a perder su condición de tal en beneficio de la voluntad del pueblo.
ENGUELS: Una situación típica de la lucha de clases, es cierto. Tanto nombrarla, tanto discutirla y cuando por fin la tenemos delante de nuestras narices somos incapaces de reconocerla…
TROSQUI: No se preocupe, compañero. Es la falta de praxis.
ENGUELS: ¿Y qué dice el Manual con respecto a un caso cómo éste?
TROSQUI: Si no recuerdo mal, en su página 328, apartado 6, capítulo 64, el Manual es muy claro: hay que matarlo.
ENGUELS: Lo sospechaba.
TROSQUI: Voy a proceder entonces.
Trosqui apunta con su arma a la cabeza de Ricardo.
CLAUDIA: No… No, por favor. Lo pueden lastimar.
RICARDO: Dejalos. Terminemos con esta boludez.
ENGUELS: Sin embargo…
TROSQUI: ¿Sin embargo qué, compañero?
ENGUELS: Tengo miedo.
Trosqui levanta el tono de voz.
TROSQUI: ¿De qué, maldita sea?
ENGUELS: Estuve estudiando otros procesos y creo que tenemos que tener en cuenta algo: los errores que podamos cometer en esta etapa de la génesis del movimiento de masas podrían condicionar todo el desarrollo posterior de las condiciones objetivas y subjetivas.
TROSQUI: Pero…
ENGUELS: Creo que dentro de la premura que la coyuntura exige, deberíamos tratar
de establecer un accionar más transparente.
TROSQUI: ¿Más transparente? ¿A qué se refiere, compañero?
ENGUELS: A un tribunal. Un tribunal popular.
TROSQUI: Un juicio…
ENGUELS: Rápido.
TROSQUI: Sumario…
ENGUELS: Sumarísimo.
TROSQUI: Me parece bien. Comuniquémoselo al reo.
ENGUELS: Señor Ricardo…
RICARDO: Ya escuché todo. ¿Se creen que soy sordo? Díganme, ¿tengo alguna alternativa?
ENGUELS: Por supuesto que no.
RICARDO: Que haya juicio entonces.
Oscuridad.
* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).
Se percibe la oculta intención de desorientar a la inocente juventud bloguera para reemplazar nuestra bandera azul y banca por un sucio trapo rojo.
Zas. Me descubrieron.