El 8 N y el elogio de la espontaneidad

                  “Esa jornada populosa me deparó (…)

 el descubrimiento de que una emoción

 colectiva puede no ser innoble”

J. L. Borges, Anotación al 23 de agosto de 1944.

 

Discutir si la movilización del 8 de noviembre fue o no espontánea es una  claudicación.

Pregonar que lo fue o demostrar, por el contrario, que fue impulsada por tal y cual, es resignarse y aceptar una premisa que establece la virtud de lo espontáneo.

¿Pero por qué deberíamos considerar mejor a una movilización que reclama y ocupa el espacio público cuando lo hace espontáneamente? Y además, ¿qué se entiende por espontáneo?

La invocada espontaneidad es la expresión declaradamente no articulada a un proyecto político. El tratamiento retórico que emprendieron vastos sectores de la prensa consistió en ver allí la fuente genuina, el oro sin aleaciones que expresa la voz libre del ciudadano; luego, en pronunciar las inevitables frases: “sin banderías políticas”, “sin consignas partidarias”; finalmente, en recordar que “la gente” concurrió por fuera de los “aparatos” –dando por hecho que son dispositivos de coerción-, sólo movida por la sencillez horizontal de las redes sociales, que son –según nos enteramos por Sergio Bergman- “el nuevo modelo y paradigma de la sociedad”.

La exaltación de lo espontáneo, el elogio de la expansión franca y natural de la voluntad individual del manifestante, implica como supuesto de base considerar que las marchas o concentraciones que reconocen una orgánica partidaria, son malversaciones del sentir del ciudadano libre, espurias manipulaciones que llevan y traen a una muchedumbre carente de responsabilidad, de auténticos deseos, de ideales.

En uno de los testimonios de los caceroleros del 8N me pareció ver expresada epigramáticamente la clave de esta posición: “Yo no me caso con nadie”, fue su respuesta cuando le preguntaron si adhería a algún programa político de los partidos de oposición. Suspendido en la indeterminación de cualquier apoyo expreso a un proyecto encarnado por sujetos existentes y reales, imagina sostener su pureza, su independencia de juicio, su libertad ciudadana, allí donde no vemos más que una ilusoria rebeldía.

Es que desde la perspectiva liberal, el compromiso con una organización filiada políticamente es la admisión de estar “contaminado” ideológicamente, de haber sido cooptado de modo servil. Los verbos “manipular”, “contaminar” y otros que revelan una concepción infecto-contagiosa de la relación del sujeto con la política, fueron pronunciados generosamente por estos días, incluso -por paradójico que pueda parecer en principio- por dirigentes políticos (así, Victoria Donda explicó su ausencia en la marcha como un llamado a no “enturbiar la convocatoria ciudadana”, y Elisa Carrió deseó “que no la contaminen con proselitismo”).

Pero el que expresó más crudamente esta noción en el programa de Jorge Lanata emitido el 4 de noviembre último fue el escritor y cineasta –digamos así- Guillermo Raffo: “Así no se puede vivir. El eje del problema es que infectaron con una ideología de mierda la sociedad, la vida privada de la gente. No se puede vivir normalmente en la Argentina (…) En otros países en los que yo viví –Estados Unidos, España, Inglaterra- me encontré con gente que no tiene idea de quién gobierna, ni por qué, ni qué dice. Uno vota a alguien para que administre y gestione y haga lo mejor posible con las instituciones. ¡Qué me importan los que no perdieron la fe, la juventud maravillosa, Perón, Marx, Cristo, cualquiera… qué se yo! Yo lo que quiero es que gobiernen y no me jodan!…”.

La desidia hacia lo público como virtud privada; el deseo de no saber nada de lo que esté cinco centímetros más allá de la reserva íntima y que involucre una regulación colectiva, un devenir histórico y una posición ética, sin la cual se derrapa en el eclecticismo más banal para el que da lo mismo Cristo o Perón.

“Un millón y medio de personas se manifestó sin tutores”, fue la sentencia con la que  Mariano Grondona abrió su nota sobre el 8N. Sin padres, tutores o encargados, los caceroleros no se deben a nadie, no se casan con nadie, y hacen de esa orfandad su bandera. Con apatía, con pereza intelectual, la mayoría de los testimonios espontáneos recogidos en la protesta no pudieron hilar un orden de razones que fuera más allá de la sucesión de erráticas experiencias individuales. Porque invocar una pertenencia a algún orden colectivo que se interese y discuta lo público, es perder la inocente autonomía. Desde esa candidez, todo compromiso político es alienación ciega, todo liderazgo es despotismo, todo militante, un alucinado o un engañado en su buena fe. (“Envían a La Cámpora para adoctrinar a nuestros niños.  Adoctrinamiento es lo mismo que abuso de menores” (¡sic!) http://argentinosindignados.com/por-que-nos-movilizamos).

Y esta última es la estigmatización que hoy recae sobre aquellos que públicamente sostienen el proyecto político del kirchnerismo (pero, recordemos, la misma afrenta le endilgaron a los yrigoyenistas, a los peronistas, incluso a los radicales de la Junta Coordinadora). El estigma pendula entre ser venal o ser fanático. Dos viejos tópicos del pensamiento liberal argentino. Aquel que lo enfrenta lo hace por dinero o por fanatismo (Laura Di Marco –La Nación, 13/11/12- habló de los “hipnotizados por el ciclo kirchnerista”).  Nunca por una decisión subjetiva fundada en la razón, en la ética.

Esta impugnación patológica o corrupta de una decisión política orgánica, asumida y sostenida públicamente, es el revés complementario del elogio de la espontaneidad atribuida al espejismo del manifestante libre, autónomo y pacífico por naturaleza.

De modo que honrar así lo espontáneo es una de las tantas luchas retóricas que hoy emprende el pensamiento liberal argentino para encubrir la defensa de sus posiciones, para denigrar toda política que no sea la propia.

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15 comentarios en «El 8 N y el elogio de la espontaneidad»

  1. Aflojemos con el 8N por favor en este blog, le dan mas protagonismo que el deseado por uds…
    Si tanto pululan posts sobre el evento, alguna que otra estanteria movió…

  2. Justamente estaba pensando en estos días, y viene a cuento de lo que dice Raffo, que una de las causas centrales del cacerolazo tiene que ver con ese «no me jodan», «saque la política de mi vida», «no quiero discusiones». Yo no vivo en Buenos Aires, pero por laburo voy al menos una vez por mes, y es palpable el tema ese de la polarización, con respecto a otros lugares del país, donde es menos…escandalosa (no es que no exista). Por ejemplo, subo al 24, me siento, y la vieja que está sentado al lado me cuenta (a cuento de vaya uno a saber que) no se qué de la «yegua». De atrás uno murmura «vieja gorila». El episodio es gracioso, casi de sainete. Yo creía que eso de amigos que se pelean, mesas familiares donde no se habla de política, etc. era una exageración de columnistas de La Nación…hasta que gente amiga me contó casos concretos y en un viaje en el que fui acompañado por mi familia mi cuñada ECHÓ a mi mujer de su casa por una discusión sobre las restricciones a la compra de dólares.

    No se, yo estoy de acuerdo con vos, y Lanata/Raffo son casi una caricatura de ese pseudoanarquismo de chico rico. Pero es un tema cuando la discusión política llega a ese nivel de empiojar el espacio privado cotidiano. Por supuesto, no creo que sea «culpa» del gobierno (en realidad no creo que sea «culpa» de nadie en particular), pero creo que hay que prestarle bastante atención. Si a mi me sucediese que debiera plantearme asistir o no al asado mensual con los amigos que conservo desde los 8 años ante la eventualidad de que una discusión termine mal no se que haría. Porque una cosa es la puerilidad de «terminemos con las divisiones entre argentinos» pero otra cosa es «loco, no puede ser que ser que no me pueda clavar la lasagna tranquilo».

    Se me ocurre que hay que prestarle mucha atención a este fenómeno, tratar de descular el porqué de lo acotado territorialmente también. Si efectivamente, como pienso, los huevos hinchados por esas situaciones cotidianas (más que los reclamos puntuales) son causa del descontento, no se me ocurre como se le puede encontrar la vuelta. Quizás porque no me entra en la cabeza que una discusión acalorada sobre política con una persona querida no se apague un par de vasos de después…

    (muy bueno el post)

  3. guido:es que es un problema de tipo emocional.En este caso la opinion politica expresa y cataliza los deseos y hasta las frustraciones que todos tenemos,en mayor o menor grado.Y surgen condictas esquizo-paranoides.Puede resultar un tanto terapeutico que emerjan,pero seria preferible que nuestra energia se canalizara de otro modo y por otros motivos.Esta ligado el asunto a nuestra inmadurez social(ojo,que no por eso digo que seamos peores o mejores que otros grupos humanos,no juzgo,trato de describir).

  4. Te molesta tanto eso que llamás espontaneidad (que si lo pensás dos minutos nada de espontáneo tuvo sobre todo en el caso del 8N ya que fue una marcha planeada con más de un mes de anticipación) como los deseos de una vida moderna que contenga una administración pública eficiente y con un espacio público en el que no se habla de otras cosas, es decir, un espacio público que evite los titulares crispados o en relación a momentos de crisis.
    El ciudadano para expresarse tiene que tener primero esa tarjeta SUBE que lo derive hacia alguna representación explícitamente política. Cuando el ciudadano se presenta directamente con su cuerpo en la plaza púbica te molesta. Te molesta la autonomía porque invade ese espacio de la política en la que se habla en otra lengua, allí donde tienen sus estatuas Alfonsín, Perón, Kirchner y todos los demás, que no digo que sean repudiables en todo lo que nos han dejado en la memoria, sino que sus códigos no expresan lo único posible para la política. Es más, cuando los ciudadanos aparecen de cuerpo presente en la plaza, el esquema que representa no puede no oírlos, no puede no verlos, porque de eso se trata la política desde los antiguos griegos hasta nuestros días. Esos nombres propios ocupan sus lugares tanto en el presente como en la historia por una cuestión básicamente de pragmatismo, porque no podemos discutir todos, somos muchos millones y no se entendería nada.
    Esa afiliación previa que vos les pedís a los ciudadanos para poder entrar a la política habla del kiosco de la política. En la Argentina las cosas han salido mal con o a pesar o por culpa (que cada uno elija) todos esos personajes que vos nombrás. De allí que no esté mal la irrupción más no sea de modo inarticulado de los ciudadanos en el esquema articulado de la política. No son ni la derecha ni el liberalismo, son lo que son, son lo que decían los carteles que llevaban en sus manos. No quieren que suba algún otro para reemplazar a Cristina, quieren simplemente que haya otro INDEC, que haya menos robos y menos violencia en las calles, quieren que se afane menos en las esferas del poder político, también que baje la inflación, etc. Eso que todos vimos por televisión. Después, cómo se hace, en cuánto tiempo, etc., es asunto de los representantes, para eso están. Claro que ahí está el poder político que representa a los ciudadanos, no va a ser ni sustituido ni modificado. Gobiernan en este país, eso tampoco puede ser evitado por los representantes, un país en el que se piden esas cosas sin mediación.

  5. LA ESPONTANEIDAD ES NECESARIA COMO GARANTIA DE SINCERIDAD,PERO TAMBIEN ESTA la reflexion,el autocontrol y el respeto al otro.Es cuestion de madurezSuelo ser bastante espontanea cuando rezcciono por sensibilidad.Veo que reconoces que el 8N NO FUE UN FENOMENO ESPONTANEO.

  6. Esimado gcichello:

    Todas tus preguntas tienen un principio de respuesta en una simple frase:
    «El tamaño importa».

    Cuando puedas aceptar esto y te des cuenta de que en democracia y para un movimiento populista mas aún, el número define unas cuantas cosas (no todas por supuesto), podrás empezar a encontrar respuestas a tus interrogantes.

  7. Muy bueno el post, muy oportuna la elección de la cita inicial. ¿Es del libro de Bioy, «Borges»?
    Esa fascinación nacional por una especie de animismo político espontaneísta en gran parte es responsabilidad del peronismo. Aclaro que soy peronista, y aclaro también que para mí esa palabra engloba más una bandera de identidad que una contraseña doctrinaria.
    Lo digo porque el mito espontaneísta forma parte de la retórica autofundante del Movimiento. La vulgata acerca de los hechos coronados el 17 de octubre de 1945 es abundante al respecto; de toda la vida tengo escuchado, como si se tratara de una intrínseca virtud, que esa gran movilización popular fue espontánea. Una espontaneidad como sinónimo de pureza, que luego fundara la famosa estructura de relación directa, sin mediaciones, entre la masa y el Líder.
    La potencia de la imagen fue explotada durante décadas, y está impresa con fuerza en el imaginario político argentino. Propios y ajenos. Todo el mundo comprende (ciertos comentarios que me preceden son elocuentes al respecto) la fuerza generatriz de un acto de masas, ya sea que se la deplore o que se la celebre.
    Aquellos que comulgan con la retórica institucionalista, es decir, que repiten el elogio racional a toda la arquitectura de mediaciones (legales, consuetudinarias, etc.) en forma de organigrama para el manejo de las decisiones del rumbo social, en principio debieran lamentar, o en todo caso aspirar a reemplazar, la acción directa, amorfa y desorganizada de una masa callejera.
    Sin embargo, somos testigos de su amplia claudicación al elogiarla, cuando la identificación de clase y el juego de los posicionamientos políticos así lo determinan. No debe asombrarnos el pragmatismo de los principistas. Ni ser denunciado: es revelador, nada más.
    En cierta forma es la viva representación de la vieja dicotomía: Civilización o Barbarie (o Zoncera Madre). Salvo que se están trastrocando los roles.
    El Civilizado solía ser aquel que se avenía a un sistema de reglas, a una moral, a una tradición. El Bárbaro era aquel que tenía apetitos, no aceptaba normas, no planificaba.
    Lo ordenado y organizado, lo libresco, lo doctrinario, solía ser la Civilización. La Barbarie era una imagen de fiesta pagana, de abuso, de libertinaje, de espontaneidad.
    En el fondo de todo el asunto está lo que vos decís, se trata de un ataque contra la política, y más cuando esta aparece como amenaza al Normal Fluir de las Cosas, es decir, al orden social vigente. Pero estos aspectos también forman parte del asunto. La Civilización está claudicando también, cuando debe abrevar en las formas tradicionalmente atribuidas a la Barbarie para ganar legitimidad, y para ganar fuerza.

    1. Alejandro. Gracias por su comentario y por inscribir la espontaneidad en la historia política argentina. La cita de Borges es de «Anotación al 23 de agosto de 1944» (Otras inquisiciones, 1952), donde festeja la liberación de París del nazismo.

  8. ¡ESPONTANEIDAD!… Una espontaneidad organizada desde un mes atras no es ESPONTANEA…ademas con una faura variopinta de la que ni MACRI pudo sacar futuros votos, a pesar de ser planeada y fogoneada por ORGAS viculadas al PRO… Fue una especie de manifestacin ANARQUISTA (con una pizca de NAZI/FASCISTAS) Post moderna, es decir SIN FUTURO.

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