El Dr. Schreber Te Responde

Otro relato de Horacio González que anda circulando por mail y que se lee mejor si se recuerdan otras cosas leídas en estos días.

¿Quién es el Dr. Schreber? Difícil definirlo. Más fácil es obtener algunas pinceladas de sus tareas, de su estilo. Schreber siempre esperaba tranquilo en su escritorio, en el lugar preferencial de su bungalow, en las remotas tierras donde situaba sus propiedades. Habían sido obtenidas con el fruto de su justa labor. Llamaba a esas extensiones MySpace, y se componían de cómodas instalaciones de placer y de trabajo –“son lo mismo”, solía decir-, y distintas construcciones entre las que se destacaban sus cómodas caballerizas. Su único motivo de amargura, en los últimos tiempos, fue saber que una “comunidad libre interactiva” de la Web, que consisitía en “subir fotos, músicas y hacer amigos”, se llamaba igual que aquellos vastos territorios donde había construído de un modo sistemático su felicidad profesional, y porque no decir, su modesto hedonismo de hombre libre.

Ahora escuchaba por todos lados decir “lo ví en MySpace, lo subí a MySpace”, y empecinado en no cambiar el nombre de esas románticas tierras donde había construido su mundo, tuvo que acostumbrarse a disimular su perplejidad, por no decir su resignada irritación, cuando incluso miembros de su numerosa familia decían MySpace no para referirse a sus propiedades, sino a un nuevo procedimiento de Internet. Sin ir más lejos, días pasados escuchó a su sobrinito de 9 años decir “Entré a MySpace Karaoke y subí una versión mía aullada de Blanca y radiante va la novia, la querés escuchar, tío? El Dr. Schreber se contuvo y masticó su rabia, antes de proferir un grito angustiado: “no aguanto más escuchar que el nombre poético, que define ni más ni menos que mi vida, esté en boca de millones de internautas”. Pero no dijo nada. También él se sorprendió de que en su mente hubiera parecido la palabra “internautas” y no “argonautas”. Es que le gustaba la historia de Jasón, Hércules, la Isla de Lemnos y del propio Centauro Quirón. Le había servido para su profesión, que exigía cada vez mayores cuotas de fábula e imaginación.

“Este tiempo ya no parece más mi tiempo”, suspiró. Lo cierto es que el Dr. Schreber se había hecho millonario asesorando en campañas electorales de lejanísimos países asiáticos, africanos y latinoamericanos –y porque no, un cantón Suizo y para un consejero regional del condado de Lietchenstein-, siempre con una fórmula imbatible, que consistía en elaborar largos informes absurdos, pero de apariencia científica, que sugerían –atención: sugerían y no declaraban– como sujeto de demencia a los candidatos que le fueran indicados como motivo, objeto y blanco de sus afanes profesionales. Las consultas eran personales o por carta. Había que escribir o pedir audiencia a una casilla de correo llamada El Doctor Schreber Te Responde. (Doctor Schreber Responds to You.) El Doctor había contribuído a que sus clientes, los siempre atildados y un tanto indescifrables políticos de aquellas apartadas tierras, se alzaran con presidencias, gobernaciones y porque no concejalías –se llamasen como se llamasen-, porque el Dr. Schreber no le hacía asco a nada. Él y su ayudante japonés Míster Wiki –también molesto porque un diccionario electrónico llamado Wikipedia expropiaba parte de su propio nombre, lo que le parecía un sacrilegio para el culto del “nombre secreto”, que sus ancestros le habían legado-, tenían su honor profesional. Despreciaban técnicas incultas o bárbaras. Eran las que utilizaban ciertos advenedizos –al parecer, había un ecuatoriano, pero también varios argentinos, es decir, hombres de hipotéticas y difusas naciones- que enseñaban a los políticos a no concurrir a actos públicos y no frecuentar las calles de la ciudad, sino dedicarse a decir que “solucionaban problemas concretos” (to resolve concreted problems) y que había que “sustituir la tribuna por el mail” (to change to the tribune for the mail).

El Dr. Schreber despreciaba esas bagatelas, mientras su ayudante Wiki exclamaba: “¡ellos sel bálbalos, no sabel como destruil advelsalio con altes como las nuestlas, que sel más finas que el ploplio tekuondo, sel las altes de doctol Schlebel…” ¿Qué cualés eran esas artes? Ya lo dijimos. Prolijos aunque novelescos prontuarios de los candidatos que le permitiesen sugerir a sus contrincantes que ellos podían estar más allá de sus cabales, o que en tal o cual situación les faltaba una chaveta (be missing a chavet). Recordaba entre sus glorias haber permitido que triunfe el Doctor Peter Ambicious Pérez en las reñidas elecciones de un paisucho que por secreto profesional no iba a señalar, con el delicado expediente de sugerir que su competidor era bipolar (to have two psichical stations), que en su juventud sufría ataques de pánico en el colectivo y que cierta vez entró en insomnium tremens y palpitaciones somatizadas en protuberancias dorsales. Por supuesto, inventaba ligeramente esas enfermedades, dándole un aire científico y remitiéndolas a un agradable clima ficcional que no él, sino Wiki, su ayudante japonés, definía como “el dulce alte de dal al cliente la enfelmedad que sel mas linda pala hacel juego con look del advelsalio”. Por eso, respecto a un regordete candidato del Partido Social Bien Ubicado (PSBU) de un lugarejo cercano al Amazonas, le sugirió a sus enemigos políticos que le imputaran de “obesidad post-genética del corazón”, lo que sonaba bien e inmediatamente se tradujo no como entereza de carácter sino como tacañería y voracidad. Era el favorito en las encuestas y perdió por muerte. (“Peldió pol muelte, ji ji ji”, se regocijó Wiki). Y qué decir de un flacucho diputado del Alto Klondike, que parecía arrasar en las previas, y al que un meticuloso trabajo del Doctor Schreber le diagnosticó informalmente lo que un diario electrónico, Profils of health, se prestó a deslizar off the record: el candidato padecía el síndrome de largiruchus without esticatus fideuum, lo que permitía dudar no solo de su virilidad sino de su capacidad de actuar en tiempos de crispación. Se lucía el Dr. Screber, y con lo percibido legítimamente, seguía comprando caballos de raza. El flacucho, por supuesto, fue a parar al diablo (palal al diablo).

El problema comenzó cuando se apersonaron en su bungalow dos individuos vestidos impecablemente, recién bajados del avión de la compañía Índic Panoplian Air, y le comunicaron que querían tomar sus servicios para sugerir alteraciones mentales en el primer magistrado de una nación de nombre agradable, Argentina (¡Algentinolum, exclamó Wiki, sel el pais de la plata!”), con la complicación de que se trataba de una mujer. En esos casos, que no parecían muy importantes, era Wiki el que comenazaba con el primer approuch:

-¿Señoles, podel plobal con bipolal? Aplopiado palas mujeles…

-No querido, eso ya no se lo traga nadie.

-¿Indicalon lipotimia con peljuicio en axolema?

-No, pibe, ya tuvo lipotimia…no dio resultado, eso suena superficial

-Plecisamente, acusación debel ser supelficial, así pueblo podel pensal toda clase de ploblemas… dejal liblado a imaginación…a enfelmedad sel imaginación.

– Querido, no te pedimos filosofía. ¿Para eso vinimos hasta acá? Queremos una enfermedad consistente, creíble, que haga estremecer a la gente… una locura con nombre científico…un panorama psiquiátrico desolador… o sino, un delirium malditus, alguna cosa medieval… pero con un diagnóstico serio, en latín avanzado…

Ahí, viendo los apuros que pasaba Wiki, intervino el propio Doctor Schreber. Señores, les dijo carraspeando. Entiendo las inquietudes que los traen a mis dominios. Pero nuestro método es la sugestión científica y la ficción médica aplicada. Nuestra misión no es examinar los cuerpos sino infundir el pánico. Recuerdo en mis mocedades las disputas que tuve con uno de mis colegas del Tercer Mundo –Thiers Monde-, el Doctor… el Doctor… como se llamaba… ya me va a salir… que decía que había que crear un personaje de médico de televisión, como el Dr. Killdare, que diagnosticara desde el set, que analizara los partes médicos como en el Gabinete del Doctor Charcot y escribiese en diarios como Profils of Health (en cualquier país del mundo hay varios). Recuerdo como si fuera hoy uno de los párrafos salidos de su obstinada enjundia: “A la luz de esto, es pertinente preguntarse si lo que sufrió la Presidenta fue una lipotimia por deshidratación leve, producida por el calor, o es que hubo alguna otra causa que la llevó a padecer este cuadro. Así, por ejemplo, una intoxicación alimentaria o una gastroenterocolitis de etiología (origen) diversa con sus síntomas de náusea, vómitos y diarrea puede llevar a una deshidratación leve, moderada o grave. La toma de diuréticos puede generar una situación similar aun cuando es poco probable que la Presidenta reciba esta medicación”. ¡Qué prosa! ¿Parece un parte de guerra de la Batalla de Trafalgar! Pero lamento decirles que esta pose de galeno presumido no es la mía. Yo, mis amigos –prosiguió el Dr Schreber, que hizo gala de gran memoria para recitar un párrafo entero escrito por el médico del que sin embargo no se acordaba el apellido- , yo mismo he incurrido a veces en esa garullería. Pero ya he superado esa moralina de medicucho de provincia. No se trata de ser científico sino de hacer ficción científica, ser hijo hipocrático del miedo. Y vean que paradoja. El que parece científico puede ser realmente un chanta (a big chant) y yo, que me tienen por bartolero (a big disperser autor of shot), acertar con las subterráneas necesidades médicas de la población… dando diagnósticos inocentes pero soñadores, verdaderas piezas balzaquianas de la enfermedad de los hombres públicos…surrealismo clínico de ocasión.

-Pero Doctor, lo interrumpió uno de los políticos argentinos- nos molestamos hasta acá basados en la presunción de su seriedad… nosotros operamos con documentación salida de laboratorio. Precisamente el párrafo que usted cita, de uno de nuestros destacados opinadores científicos por televisión, orienta nuestras expectativas. Y deseábamos redoblarla. Es necesario crear indignación moral…, como le diré… hacer pensar a la gente que estamos en manos de execrables delirantes que ocultan sus terribles enfermedades góticas… lo que en última instancia permitirá hacerlos pasibles de una acusación de insanía de poder, o algo parecido, algo como lo que tuvieran reyes enloquecidos como Carlos El Temerario, Felipe el Gangrenoso o el mismo Napoleón… ¿nos sigue? ¡Pero con documentación de primera agua…! (first water documentation.)

En ese mismo momento, entró para aportar algo de confusión en la escena el sobrinito del Doctor Schreber, diciendo: tío, tío… entré otra vez en MySpace Karaoke, no sabés lo bien que me salió el tango Volver, cantado a la manera del “varón del tango (male of thangou). Molesto por la absurda irrupción, que desconcertó bastante a los visitantes del lejano país del Plata, el Doctor Schreber no supo bien como continuar. Wiki noto la impaciencia de los political makers argentinos y dijo

-Tenel paciencia, señoles, Doctol Schreber no ser implovisado, no sel como ese Doctol que no recoldamos nomble…

-Pibe, venimos aquí por respuestas concretas.

-¿Y no le parece concreto lo que le digo… ? -retomó Schreber- lo más cercano a la verdad es inventar grandes ficciones, pero que no se noten, deslizar una taquicardia vesperal infatuada… gloucemia epitalámica de superficie… fístula en el párpado izquierdo… umbral paranoide de arborescencia limitada… hipotensión parabólica atenuada… ludibrium cellularis… les sugiero apenas unos nombres, que con su poderosa fantasía pueden voltear gobiernos… o hacerlos triunfar con votos genuinos, vástagos del pánico, en cualquier elección…

Los dos visitantes se miraron atónitos y empezaron a retroceder… Uno le dijo al otro: volvamos a lo nuestro, a ese doctol… ¡que digo!, ¡doctor…! tampoco me acuerdo el nombre, volvamos a ese doctor que habla como los dioses por televisión mirándote a los ojos y que hace de la medicina una rama de la indignación moral. No hay como los nuestros. No sé para que vinimos hasta aquí… Mañana tomamos otra vez el vuelo de Índic… pero eso sí, peguémonos un chapuzón en estas playas… no por nada estamos en la Polinesia.

Y se fueron. El Doctor Schreber miró desolado a Wiki. Nunca habían vivido un momento como ése. No entendía a esos políticos. Pedían ciencia para una tarea propia de los novelistas de la enfermedad, esos grandes conocedores de la fuerza picaresca del lenguaje médico, la lengua misma del mal. Recordó de repente a otro Doctor Schreber, alguien de su mismo apellido pero nada que ver con él, que en tiempos muy lejanos tenía un diagnóstico de locura y se había consagrado, luego, como un genial escritor de las oscuras utopías del espíritu. ¡Él era el nuevo Doctor Schreber, el hombre que había hecho de la política una sucursal del miedo médico, psiquiátrico y hasta dermatológico! Y en cuanto a esos politicastros: ¡Improvisados! ¡Ya volverían!

– No importa Wiki –concluyó en un hilo de voz Schreber, casi susurrando- mejor vamos a cantar un Karaoke en MySpace.

(Escrito anónimo que circula en la Web.2, sección “Caballos de la Polinesia”. Recopilado por Horacio González)

Acerca de balvanera

Daniel Freidemberg. Argentino, nacido en 1945 en Resistencia (Chaco), residente desde 1966 en Buenos Aires, actualmente en el barrio de Balvanera. Más información en el blog "días después del diluvio".

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2 comentarios en «El Dr. Schreber Te Responde»

  1. Me encantó. Con respecto al «Doctor…», tengo una opinión poco formada. Se sabe que en su «praxis» tiende siempre a jugar del lado de la derecha. Con su moral casi cristiana, con su filosofía occidental empírica, con su republicanismo abstracto.

    Por supuesto, sus posturas mismas, el tema y argumentos de sus columnas y el manejo de sus entrevistas, también parecen develar por regla de tres sus preferencias políticas concretas.

    En fin, ideológicamente con el «Doctor…» comparto muy poco. Lo que -quizás en mi ignorancia- no puedo imaginarme, es a él ejerciendo activamente el periodismo como «operación mediática constante». Yo mas bien lo imagino preso de una racionalidad mecánica y de una moral abstracta heredera del cristianismo, ambos elementos inconciliables con una mirada compleja de lo social, en consecuencia también de lo político y del poder -como así también de la información, su «materia de trabajo».

    Por ahí, en algún blog, se decía que era uno de los favorecidos por Marsans e incluso que figuraba en una lista de periodistas «»subvencionados»» por la empresa. Conocer si de hecho existe algún tipo de evidencias de esta clase de cosas en el prontuario del «Doctor…», me ayudaría a entender sus posturas ya mucho más fácilmente. ¿Alguien tendrá algún dato, algún link?

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    Mauri K, creo que «El Nuevo Caso Schreber» hoy en Argentina debe ser el título de una obra interpretada todo el día por Carrió en su papel estelar.

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