El peronismo y sus dos caras

Hay dos versiones del peronismo, las cuales se asientan en dos momentos históricos encarados de manera diferente por Juan Domingo Perón.
Existe un peronismo redistribucionista y un peronismo productivista. El primero sigue la hoja de ruta que el fundador transitó entre 1946 y 1949. El segundo camina por otros paisajes, más cercanos a la cosmovisión y las prácticas ejercitadas entre 1950 y 1955.
Hasta el día de hoy, estas dos teorías siguen en pugna. Ambas miradas remiten y se configuran bajo distintas matrices de ideas económicas, políticas y culturales.
Redistribuir. El peronismo redistribucionista observa una realidad marcada, principalmente, por la desigualdad, por las condiciones materiales insatisfechas de los más pobres, las cuales tienen su causa en el enriquecimiento cada vez más portentoso de los más ricos.
No se trata de una visión marxista, pues el peronismo nunca ha bregado por la lucha de clases ni ha considerado que las transformaciones hayan de venir de un conflicto entre el trabajo y el capital.
Al contrario, ha buscado construir espacios de acuerdos entre estas dos partes, representadas por los sindicatos, por un lado, y las entidades empresariales, por el otro.
No obstante, sin llegar a tener una concepción dialéctica y esencialmente conflictiva de la realidad social, el peronismo redistribucionista ha planteado –por momentos con acendrado énfasis–políticas públicas que beneficiaron a los trabajadores a costa de un perjuicio de las ganancias del empresariado.
El Estatuto del Peón, la Junta Nacional de Granos, las expropiaciones, el reconocimiento de derechos laborales, el fomento a la industria, son algunas de las que pueden recordarse.
Ese fue el peronismo de 1946 en adelante, que se las vería en problemas a los pocos años a causa de un excesivo gasto público, inflación, baja productividad de las empresas del Estado, críticas a la falta de libertad de empresa y conflictos con las patronales rurales.
Producir. Luego, Perón se inclinaría por el otro polo mencionado al principio. Intentaría observar, pragmático como era, la realidad bajo el signo de la productividad. Es decir, poniendo esfuerzo no tanto en cómo repartir la torta sino en hacerla más grande.
Situado allí, debería acercarse al capital, a los empresarios, a los oferentes, sean nacionales o extranjeros, y debería colocar en segundo plano las demandas de los obreros.
El intento de que la empresa Standard Oil explotara yacimientos de YPF quedó en la memoria de muchos que consideraron que la frase de la marcha peronista que dice “combatiendo al capital” se había trastrocado por otra: “atrayendo al capital”.
Esas dos caras siguen, como si se tratara de un pecado original, encontrándose siempre.
El kirchnerismo ha encarnado, en muchas de sus políticas, la faz redistribucionista.
Alcanza con leer los discursos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández para observar que la retórica ha sido usada duramente contra los sectores empresariales, principalmente aquellos, como el agrario, cuyas actividades son más intensivas en el uso de capitales y recursos naturales y menos intensivas en el empleo de mano de obra.
La expropiación de YPF, la conflictiva resolución 125 de retenciones móviles, la estatización de las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP) y de Aerolíneas, siempre han sido defendidas como acciones de redistribución de la riqueza.
Como Jano. Desde el otro lado, hay un peronismo que, a veces con timidez y otras no tanto, ha dicho que es positivo distribuir la riqueza, pero que si nos pasamos de la raya, en algún momento no habrá nada para repartir en las arcas del Estado.
La misma Cristina Fernández pareció querer avanzar por ese carril al comienzo de su segundo mandato, cuando hablaba de sintonía fina o cuando inició sus críticas a parte del movimiento obrero sindicalizado.
Pero a ella la excede la historia kirchnerista y un peronista sabe que, una vez iniciado el camino por alguna de esas dos sendas, es difícil que las propias bases acepten caminar por otras, así como también es complejo que los demás crean que ese cambio es sincero.
Por eso, surgen otros que se sienten deudores de un Perón menos enojado con el empresariado y los sectores productivos.
Dirigentes políticos de la talla de José Manuel de la Sota, Daniel Scioli y, ya venido a menos, Eduardo Duhalde, son los más férreos defensores de una mirada más enfocada en la producción que en la distribución. Ellos están viendo otro tiempo y huelen que pueden encontrar un consenso social que sea su apoyatura en el futuro.
El peronismo es como el dios romano Jano. Con sus dos caras, Jano era el dios de las puertas, de los comienzos y los finales, el que 
mira al pasado y al futuro. Si estamos al inicio o al final de un proceso, lo sabremos en 2015, aunque
ya algunos comiencen a dar 
señales.

Publicado en La Voz del Interior – 17 de junio de 2012

http://www.lavoz.com.ar/opinion/peronismo-sus-dos-caras

 

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