El violento oficio de no escribir

Septiembre es un mes maldito. El último 16 Argentina conmemoró los 35 años de La Noche de los Lápices. Sólo 4 de 10 estudiantes secundarios sobrevivieron a las torturas y desapariciones de la última dictadura. Un 16 de septiembre de 1955 sería derrocado Juan Domingo Perón. Luego vendrían 18 años de proscripción política. También un 6 septiembre pero de 1930 sobrevendría el primer golpe militar dirigido por el nacional catolicismo y la restauración conservadora. Mentiras post y la extraña política editorial de los medios en su interpretación libre de los derechos humanos.

 

Articulo publicado en: Rebelion, 20/11/2011

Las omisiones de la prensa a veces resultan sumamente esclarecedoras. El silenciado premio de la Unesco a Las Abuelas de Plaza de Mayo -el pasado 15 de septiembre- ya es parte del anecdotario de diarios de presencia nacional como Clarín y La Nación, que prefirieren en estos días preelectorales magnificar el derrotero mediático de Sergio Schoklender por cualquier micrófono, hasta su entrada triunfal al Congreso de la Nación para realizar una absurda reunión “secreta” con sólo 22 diputados presentes.

Así son las cosas cuando el orden corporativo se viste de gala para recibir premios auto celebratorios destinados a la libertad de prensa. Frente a tanto oscurantismo, las siguientes líneas recorren, a modo de ejemplo, cómo el diario La Nación conmemoró solapadamente el 81 aniversario del inicio de los procesos dictatoriales en Argentina. Sólo faltó la semblanza de Agustín P. Justo. Veamos.

Memoria selectiva

El martes 6 el diario La Nación llenó caja de impresión de algo que no enseñan en ninguna escuela de periodismo. Un extraño uso de la memoria y distracción profesional crearon una bonita sucesión de notas que denotan cierta avaricia de la naturaleza en sus editores o, en el peor de los casos, intencionalidades veladas como las operaciones de prensa que caracterizaron la orquestación de los medios durante la última dictadura. Imaginemos que se trató de lo primero, lo cual obliga por deontología periodística a realizar algunas aclaraciones.

El 10 de septiembre de 2008, hace tres años, Las Abuelas anunciaron que habían encontrado a otro joven privado de su identidad. Se trataba del nieto número 95, hijo de Liliana Carmen Pereyra y Eduardo Alberto Cagnola. Ambos -militantes de la Juventud Universitaria Peronista e integrantes de la organización Montoneros- fueron secuestrados en la pensión donde vivían en Mar del Plata, en octubre de 1977.

Liliana estaba embarazada de 5 meses y rápidamente terminó en la “pieza de embarazadas” de la ESMA. Allí nació Federico, en febrero de 1978. Los padres integran la larga lista de 30 mil desaparecidos y su abuela Jorgelina “Coqui” Pereyra debió cumplir el duro recorrido de la búsqueda.

Esta historia suele repetirse con cada uno de los casos detectados por la organización Abuelas de Plaza de Mayo, en colaboración con la exhaustiva tarea desarrollada por la CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad), que intenta dar respuesta cierta a los familiares -desde la Secretaría de Derechos Humanos- por los delitos de lesa humanidad cometidos en tiempo del terrorismo de Estado.

Las notas

El matutino puso en su portada como artículo principal de la edición impresa un reclamo presentado por el diputado Juan Carlos Vega (Coalición Cívica-Córdoba) a propósito del pago de indemnizaciones a las víctimas de la última dictadura. La tapa acompañaba la foto de la coterránea del legislador y senadora nacional Norma Morandini -candidata a vicepresidenta por el Frente Amplio Progresista-, junto a la ex dirigente de la Alianza-Frepaso, Graciela Fernández Meijide.

Un poco más perdido en la sábana del histórico diario, estaba la noticia sobre una distinción del Instituto de Prensa y Sociedad (IPyS) a la investigación realizada por Hugo Alconada Mon sobre el funcionamiento de la Unidad de Información Financiera (UIF).

Ese mismo martes, publicó otro artículo sobre un fallo de la Cámara Federal que permite eventualmente a Federico, el nieto recuperado, llevar el apellido de sus apropiadores.

Las dos primeras tienen como foco central denuncias sobre falta de transparencia en el manejo de la cosa pública. La última una omisión básica a señalar.

Los personajes

“Sospechas por los pagos a víctimas de la represión”, lleva la firma de Mariano de Vedia. Pluma que tiene en su ADN periodístico a la familia Mitre y que representa la línea política de un diario que supo adecuarse a los gobiernos de facto, como bien analiza Ricardo Sidicaro en: La política mirada desde arriba: las ideas del diario La Nación (1909-1989)

Sus líneas intentan recuperar el cuestionamiento que hizo Meijide sobre la cantidad de desaparecidos con datos que surgen del informe de la Conadep luego de su reaparición pública a fines de 2009, cuando interpeló al titular de la Secretaría de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, como lo intenta hacer nuevamente Mariano de Vedia.

Aquel suceso terminó en la expulsión de Elisa Carrió de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), a propósito de declaraciones poco felices por la tarea desempeñada por Las Abuelas; y el regreso al ostracismo de la ex ministra y diputada nacional.

“Premio para investigaciones periodísticas de La Nación”, celebra el reconocimiento, en el tercer puesto, a la investigación del prosecretario de redacción del diario Hugo Alconada Mon, respecto a sus escritos acerca de presuntas irregularidades en la Unidad de Información Financiera (UIF), un organismo de control de reciente creación para perseguir el lavado de dinero, que tuvo infinidad de cambios instrumentales en su adecuación a los estándares del GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional) y que aún se encuentra en proceso de consolidación.

La distinción fue entregada por el Instituto Prensa y Sociedad (IPyS) y Transparencia Internacional. Del Instituto cabe señalar su labor interesante en tiempos de democracia para el financiamiento investigaciones sobre concentración mediática, pero también que entre sus referentes preferidos cuenta con el auspicioso acompañamiento del ex presidente de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), Danilo Arbilla, un periodista uruguayo que abrazó al dictador Juan María Bordaberry en el cargo de director de Difusión e Información de la Presidencia. Arbilla, nada dijo entonces sobre la clausura de medios ni la persecución y detención de periodistas. Tampoco de la muerte tras las torturas de sus colegas.

“Un nieto recuperado seguirá llevando el apellido de sus apropiadores”, no tiene firma. Por tradición debe atribuirse entonces al director del medio, Bartolomé Mitre. El artículo cuenta el derrotero jurídico del caso. Señala la ausencia de una legislación armónica frente al pedido del joven para mantener el apellido de quienes se lo robaron –actualmente procesados en libertad– sin cumplir con los procesos de adopción correspondientes. Lo que se traduce en delitos de lesa humanidad, imprescriptibles y que tornan inconstitucional cualquier falta a la verdad sobre la identidad de las personas. Entre ellas: llevar el apellido de quienes cometieron esos delitos.

Agendas

Los estudios sobre el comportamiento de la prensa tienen muchas clasificaciones. Hay quienes consideran canallescas este tipo de acciones. Sin embargo, en términos estrictamente académicos llevan otro nombre. Según el reconocido analista de medios Maxwell McCombs tal práctica se corresponde con la metodología de Agenda cutting. Se quitan selectivamente ítems centrales de la agenda de los medios, los cuales son clave en los procesos de formación de opinión pública.

Se trata de otro tipo de desapariciones que obedecen sin duda a aquellas forjadas en dictaduras. Esas que sirvieron a los intereses y gestiones poco claras de un diario que aún se presenta como “tribuna de doctrina”, a la que podría agregarse de Seguridad Nacional en nombre de la transparencia institucional.

Acerca de fedecorbiere@gmail.com

Lic. en Cs. de la Comunicación. Especialista en Planificación y Gestión de la actividad periodistica (Fsoc. - UBA)

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31 comentarios en «El violento oficio de no escribir»

  1. En septiembre, precisamente el 18, también se cumplieron 5 años de la desaparición de Julio López. La prensa oficialista no le dio ni bola. Cristina no lo menciona en ningún discurso. Ya sabemos que Clarin y la nación son golpistas… pero donde está lópez? y por qué siguen en funciones los 9026 milicos de la bonaerense que estuvieron en la dictadura? (los datos los publicó el amigo Felipe Solá, cuando era gobiernador k de la provincia… después pasó a la oposición, ahora se arrepintió y llena de elogios al cristinismo… pero los 9026 siguen ahí)

    1. El artículo (cuyo contenido comparto) se refiere al rol de la prensa en sus omisiones.

      En su comentario, Cecilia únicamente hace referencia a este contenido cuando, mencionando los 5 años de la desaparición de Julio López, dice «La prensa oficialista no le dio ni bola».

      En el diario (seguramente opositor) «El Argentino» puede leerse una emotiva nota firmada por Rocío López, titulada «Nos falta López», con un dibujo, cuyo epígrafe es «5 años de impunidad: Acá falta López» http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=158816
      Escribiendo «Julio López» en el buscador interno de este diario, se encuentran 1105 entradas

      Dos entradas recientes de Página 12:
      http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-177189-2011-09-20.html
      http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-176309-2011-09-08.html
      En «Búsquedas avanzadas» hay 1227 entradas mencionando a Julio López.

      Saludos

      1. Si te parece que eso es todo lo que puede hacer el gobierno y las prensas oficialistas por Julio López, allá vos. No me respondes al tema de los 9000 milicos de la dictadura, pero no esperaba que lo hicieras. Saludos

      2. Cecilia, no pretendo entrar en esta polémica, que no hace al contenido del post, pero, ya que lo pedís, hago algunas aclaraciones.

        Los 9026 milicos de la bonaerense (si el dato es exacto) continúan en funciones porque en la Argentina nunca se tomó el Palacio de Invierno, ni Santa Clara, única posibilidad de renovar totalmente las estructuras de poder (el 11 de septiembre de 1973 es una referencia ineludible sobre los límites de una transformación social sin revolución social). Lo que sí hace este gobierno, como ninguno de los precedentes desde el comienzo de la actual etapa democrática, es impulsar los juicios a los genocidas.

        Como hablás desde (una fracción de) el trotskismo argentino realmente existente (1), no puedo dejar de mencionar que la mayor parte de este ¿colectivo de fracciones antagónicas entre sí?, como lo demuestran sus 80 años de vida (en que toda su relevancia pasó por dirigir algunas comisiones internas -varias veces haciendo «entrismo»-, o centros de estudiantes, o conseguir muy de vez en cuando -antes de su próxima segura ruptura- alguna banca legislativa, con una total incapacidad para desarrollar una praxis vinculada efectivamente al conjunto de los trabajadores y una lamentable incomprensión de los movimientos populares -que no tuvo Trotsky en su breve y forzada estadía latinoamericana y no tuvieron algunos teóricos trotskistas… execrados por otros trotskistas), no fue muy eficaz en el análisis de las condiciones objetivas y subjetivas para que se produzca una revolución socialista de esas características, salvo la profunda originalidad de variantes revolucionarias actuales por parte de algunas de sus fracciones, variantes que pueden pasar por hacer flamear banderas rojas de apoyo en manifestaciones junto a una entidad revolucionaria como es la mesa de enlace o festejar un 2,5% electoral junto a quien fuera uno de los principales propagandistas de la dictadura, Chiche Gelblung.

        (1) Siempre está el problema de que cada grupo trotskista se atribuye para sí ser la expresión del «auténtico trotskismo» y acusa a los otros de desviacionismo estalinista, con lo cual nunca uno tiene la certeza sobre si esta dialogando con un “auténtico trotskista” o con alguien inficionado por “desviaciones estalinistas”.

        Saludos

      3. en un post sobre los tejes y manejes de la prensa, cecilia empieza hablando de julio lópez. cuando le responden de julio lópez, pregunta por supuestos policías no removidos…

        el otro día empezó con el tema del paro por la tendinitis que causa el terrible sistema sube y terminó hablando de subsidios y negociados.

        qué raro! una trosca corriendo el arco!

  2. Simpático muchacho ese Trotsky.

    Hombre de inteligencia superior, buen judío, creador del Ejército Rojo, protagonista principalísimo de la Revolución Rusa junto con Lenin, a pesar de ser más socialdemocrata que jacobino, tuvo la mala idea de pelearse con el sanguinario psicópata de Stalin. Y así le fue.

    Está bueno que los románticos de aquella gesta sean trotskistas. Es cool.

    Chiche Gelblung no resiste el archivo, como no lo resiste casi nadie que tenga más de 50 años y haya actuado en política y/o medios. Tampoco los K, obviamente, que claramente no fueron propagandistas del Proceso como el canciller Timmerman, pero hicieron la plancha (y mucha plata). Igual ya tenemos un culpable: ¡Tato Bores!

    1. Lo que querés decir, supongo, es que son lo mismo Gelblung, Estela de Carlotto, Menéndez y Norberto Galasso (por citar algunos nombres al azar de personas de más de 50 años que actuaron en política y, por ende, «no resisten un archivo»). La culpa la tienen todos, entonces, no Bores. Por igual. Los iguala «el archivo».

      Si no es eso, no entiendo tu argumento.

      1. Ale:
        No son lo mismo. Por eso puse «casi».

        Te puedo decir por razones de edad, que el consenso que tenía el Proceso iba mucho más allá de los propagandistas y/o protagonistas políticos. El «por algo será» era una frase de todos los días, en el barrio, en rueda de amigos, en la escuela de los chicos, etc.

        Las manifestaciones populares por el Mundial `78, incluídas las agresivas muestras populares de rechazo a la delegación de DDHH de la ONU que gritaban contra las «locas». O la Plaza de Mayo llena cuando fue la invasión a Malvinas, son datos insoslayables de la realidad.

        Dicho de otro modo: el Proceso y sus defensores no vinieron de un repollo, fue fruto de nuestra sociedad. Aceptemos ese dolor y pensemos, en vez de revolver en su tumba a Tato.

      1. Otra vez un problema de «comprensión de textos».

        Mi «casi» se refiere precisamente a que no todos estaban haciendo la plancha, no que son todos «casi» iguales. No es lo mismo.

        Así que si soy caradura, será por otros motivos.

        Abrazo.
        David

      2. en todo caso un problema de redacción, estimado.

        turner te dijo que comparás a carlotto y gelblung, etc.

        vos respondés:
        «Ale:
        No son lo mismo. Por eso puse “casi”.»

        explicate mejor, entonces. porque de ninguna manera escribiste lo que querés decir.

      3. Pido disculpas por mis torpezas de redacción.

        No obstante, mi frase decía:

        «Chiche Gelblung no resiste el archivo, como no lo resiste casi nadie que tenga más de 50 años y haya actuado en política y/o medios»

        O sea, dije que «casi» nadie resiste el archivo, cosa que sostengo. El «casi» refiere claramente a excepciones, que las hubo, y muy arriesgadas y meritorias. Algunas, mortales.

        Y bue, tal vez algún día redacte mejor…

    2. La última parte de este comentario ya lo contestó ale bresler.

      Con respecto a la primera, una digresión:

      Debo confesar que no sé que significa decir de un marxista, que se referencia ideológicamente en el materialismo, que es «buen judío». ¿Acaso Lenin o el Che serían «buenos cristianos» (o «cristianos» a secas)?
      Trotsky, en «Mi vida», escribió:
      «Las diferencias de raza no pesaban gran cosa sobre mi conciencia, pues en la vida diaria eran casi insensibles.[…] Como hijo de un terrateniente acomodado, pertenecía más bien al grupo de los privilegiados que al de los oprimidos. En mi familia y en la finca se hablaba el ruso ukraniano. […] A mí me molestaban tanto las groserías encubiertas del profesor de Historia contra los polacos, como la irritación de Burnand, “el Francés” contra los alemanes y el desprecio del pope por los judíos. Es muy probable que estas desigualdades raciales contribuyesen a estimular mi descontento con el régimen existente; pero esta causa se esfumaba en contacto con otras manifestaciones de la injusticia social, y no ejerció sobre mí influencia alguna decisiva ni independiente.»
      Saludos

      1. Eternauta:

        Sorry. En mi niñez mis padres me decían que «había que ser un buen judío». Y me quedó el trauma, qué le va a hacer…

        De hecho, la explicación de Trotsky que reproducís, es un razonamiento típicamente judío. Y salvo cierta terminología de época, es muy actual, por cierto.

        Saludos.

      2. Y, al margen de Trotsky, el trotskismo y otros problemas trascendentes, más acorde al contenido del post sería comentar el rol de la prensa en nuestras sociedades como elemento de (des)información, o el concepto de «libertad de prensa», su identificación (o no) con el concepto de «libertad de expresión», la relación de los medios con el poder político, su imbricación dentro del poder económico, el grado de concentración oligopólica, las posibilidades concretas de los medios alternativos…

      3. Bueno, Eternauta, lo trajista a Trotsky y ahora lo querés sacar. Bueno, ta bien, lo sacamos.

        La prensa representa intereses, siempre. La gubernamental, también. Dado el gran poder del Estado, prefiero la (des)información de la prensa «independiente», que la (des) información «dependiente». Ja.

      4. La prensa que preparó el clima para todos los golpes de Estado y los apoyó calurosamente, nunca era la prensa oficialista.
        ¿No nos tiene que hacer pensar esto?

      5. Si. Pero como decía el General, él gobernó con la prensa en contra.
        No caen los gobiernos por (exclusivamente) la prensa, sino por otras razones más poderosas, en mi opinión, el sentimiento social. Aunque no nos guste…

      6. david, tu última frase no exculpa a la prensa de nada.

        porque con esa lectura nadie tumba «exclsusivamente» a los gobiernos. los gobiernos no caen porque los militares se atrincheren en los cuarteles.

        como se necesitan las armas para someter, se necesitan los medios de prensa que generen el clima y legitimen el asalto, se necesita la plata que lo financie…

        no hay «razones más poderosas» que esas. y van juntas.

  3. la idea de que todos fueron culpables me recuerda al»benemerito»gral Bignone,y no la comparto para nada.Cada uno sabe como la vivio y padecio.La prensa y los demas medios siempre responden a intereses,si señor(como diria F.Cabral)porque somos humanos,pero cada uno sabe si es cobarde y racista o no.
    El titulo merecia,mal alla de lo politico,comentarios sobre la necesidad de expresion que tenemos al pensar y desear comunicarnos.Hoy se publican muchos libros,la mayoria no leidos y malos,pero hay que tener guita para publicar(o favores que deben pagarse);no veo apoyo oficial genuino.Hasta para ganar concursos hay que tener influencias.Ahi encuentro la violencia sobre no escribir.

    1. Cuando yo editaba la revista de la escuela de mis chicos, allá por 1982, hicimos una encuesta entre diversas personalidades (Magdalena Ruiz Guiñazú, Antonio Salonia, Hugo Guerrero Marthineitz, etc.) precisamente sobre la cuestión de si «todos éramos culpables» como decía en esos momentos Bignone. La totalidad (inclusive los editores) estábamos en contra de los dichos del presidente militar.

      Hoy,30 años después, tengo para mí que los ciudadanos comunes no fuimos tan inocentes. A lo sumo, y con benevolencia: excesivamente distraídos…

  4. amigo David:habemos sobrevivientes.Aquellos que no tuvimos el error de percepcion como para entrar en el camino violento pero que vimos la verdadera crisis y sufrimos el terrorismo de Estado.Estan los exiliados que se fueron a otros paises y los exiliados internos que atendimos a los heridos y nos refugiamos en nosotros mismos…

  5. Buen post. El mito de la independencia de la prensa debe ser puesto en cuestión. Un buen tema para otro post sería el asunto de cómo ese tipo de mitos arraigan, son creídos (más allá de los grandes intereses que los sostienen), como si hubiera una necesidad social de creer en esas cosas, como los chicos se aferran a Papá Noel. Alguna garantía de justicia de última instancia, de «fair play» universal.
    Algunos comentarios… Dan ganas de ponerse a argumentar y discutir, cuando uno lee cosas como: «Dado el gran poder del Estado, prefiero la (des)información de la prensa “independiente”, que la (des) información “dependiente”»
    A uno le entran ganas de explicar que el poder es un fenómeno social de clase y que se agruma en forma peligrosísima en manos de unos pocos, y no precisamente en el Estado, por complejas razones económicas, etcétera. Pero claro, uno sigue leyendo y se encuentra con que el que escribió lo anterior también sabe que: «No caen los gobiernos por (exclusivamente) la prensa, sino por otras razones más poderosas, en mi opinión, el sentimiento social», con lo que uno imagina que el autor entiende entonces que en la sociedad hay más que el Estado por un lado y ciudadanos inermes e individuales por el otro, que no cree esa cándida teoría tan difundida.
    ¿Paradoja?
    Pero claro, hay que ver si el autor se puso a pensar cómo se estructuran esos «sentimientos sociales», a qué intereses de clase suponen y representan, qué proyectos políticos en pungna están chocando ahí. Y uno se da cuenta de que, simplemente, al que escribe todo aquello le da fiaca sumar dos más dos. Entonces uno pierde ganas de ponerse a argumentar, porque en la base de una discusión de este tipo debe estar, para que funcione, la suposición de que el otro, al que respondemos, va a utilizar su sensibilidad e inteligencia para reinterpretar lo discutido, tal vez por unos momentos, según el punto de vista de uno, para seguir la discusión. Pero una vez constatado que el otro no se resuelve a hacer ese tipo de operaciones con sus propias convicciones, quedan pocas ganas de ofrecer los argumentos propios.

    1. Muy cierto. Sobre todo, lo de ‘le da fiaca sumar dos más dos’.
      Es llamativa la cantidad de veces que este tipo de visiones ‘de sentido común’ se debe no a una deformación, sino a una lisa y llana negación.
      O tal vez se percibe al gran poder económico, militar, comunicacional, eclesiástico, etc. como parte del mundo natural, como la lluvia o el calor.
      Y el ciudadano no tiene nada que objetar, salvo salir con paraguas o ponerse ropa liviana.
      El poder político sería ‘el factor distorsionante y antinatural’ de ese mundo idílico.
      En esa visión, además, el ciudadano puede lograr todo lo que se proponga (sobre todo en lo económico), y si no lo logra es porque él no sirve (‘no es viable’), o porque el Estado no se lo permite. Nadie ni nada más lo condiciona, nunca.
      Es eso: negación pura.

      1. Me da fiaca sumar dos más dos, especialmente luego de haber pasado años de Universidad resolviendo encuaciones diferenciales.

        El poder político no es un factor distorsionante, es a la inversa: representa la sumatoria de los poderes fácticos que has mencionado sensatamente. Y los pueblos votan como pueden. A veces incluso en contra de sus propios intereses de clase.

        Por ejemplo: las encuestas dicen que el 1er lugar en las preocupaciones de la población lo ocupa la inseguridad, y que recién en quinto lugar está la corrupción. Opino que la proporción debiera ser exactamente la inversa: solo combatiendo la corrupción se podrá mejorar la seguridad, aunque más no sea mejorando los diversos estamentos del aparato estatal, entre ineficiente y cómplices de variadas formas de delincuencia.

      2. Lo de las ecuaciones lo descuento: somos colegas.
        Pero también es cierto que a mí hoy me darían fiaca ciertos esfuerzos mentales de resolución de problemas a los que me dedicaba con gran entusiasmo años atrás.
        Aquí se habla de la fiaca para el análisis político.
        En otras ocasiones me referí a la historia reciente del Estado colonizado por los poderes fácticos.
        La diferencia que arranca en 2003 está dada, no por ignorar ni querer ‘destruir’ a esos poderes fácticos (mal que les pese a tanta gente de derecha todavía obsesionada con la época pre-caída del muro de Berlín, no hay nada de ‘revolucionario’ aquí, ni siquiera en lo discursivo), sino de poner LÍMITES.
        Mi experiencia de décadas como argentino es: todas las veces que pudieron, esos poderes no reconocieron ningún límite y avasallaron todo lo que se les puso delante. ¿Hace falta que dé ejemplos?
        Tu respuesta confirma de algún modo la negación de la que hablo: el Estado sería la sumatoria de los poderes fácticos, pero finalmente el Estado es el corrupto, y los poderes mismos…¿no?

      3. Los delitos del Estado son siempre más graves que los de los particulares. Por eso es lesa humanidad el terrorismo de estado y no el de los otros.

    2. Si los «sentimientos sociales» son manipulados por minorías perversas ajenas a los gobiernos, no podrían (uso el modo potencial) elegir soberanamente a sus autoridades, ya que estaríamos viciados por esas influencias maléficas. Pero no parece ser el caso: el pueblo vota como gusta al gobierno.

      Tampoco es cuestión de decir «el pueblo nunca se equivoca», argumento demagógico si los hay. Pero al menos suponemos que si votan como votan, para alegría de muchos, debe ser por algo convincente, qué se yo… digo.

      De todos modos, no pierdas las ganas de debatir. Es sano y constructivo.

  6. Es así, Raúl. El poder del dinero, del terror policíaco, de la propaganda (incluida la publicidad de simples mercancías, sumamente ideológica aunque de eso no se hable mucho) política sistematizada, de la tradición episcopal y su raigambre territorial, educativa e institucional, son parte del paisaje. Lo único que merecería nuestra atenta vigilancia como ciudadanos, dice la vulgata del almabellismo, son las personas encumbradas en los poderes del Estado. No hay cosa más naif.
    La misma idea de «corrupción» es un absurdo. Existe una compleja trama de negocios sucios (incluso criminales) vinculados a la legislación, la administración y lo judicial (los tres poderes, eh!) que funcionan aceitando la trama de los negocios «legales». Describirla, nombrarla, referirse a ella con el nombre genérico de corrupción, es sugerir que hay algo que se ha «corrompido», es creer en una suerte de degradación progresiva que ha devenido lamentablemente, y por desidia y negligencia ciudadanas, de un estado inicial puro y limpio en origen. Es una trampa nefasta, es un no-concepto. Los negocios sucios e ilegaes existen, por supuesto. Están enraizados como mecanismo con el poder político, territorial, empresarial, policial, todos ellos. Creer que hay algo originalmente sano que se corrompió es no entender nada del asunto. Habría que desterrar la palabra corrupción del lenguaje crítico de la política.
    No hay manera de que no sea así, es como funciona el capitalismo real. Los que no manejamos negocios, los que dependemos del funcionamiento correcto de cosas como los servicios que brinda el Estado, o el cumplimiento de los contratos laborales, etc., los trabajadores y ciertos sectores medios, estamos siempre al borde de estar fritos. Tener la posibilidad de hacer fuerza frente al Estado (desde dentro del mismo Estado, con representantes propios, como ahora) para que nuestros intereses sean contemplados, aunque sea por el burdo motivo de que todo el andamiaje funciona porque se cuenta con nuestro voto, es algo muy importante, aunque suene a poco, y no esté en cuestión la gran estructura mafiosa productivo-corrupta. Dentro del capitalismo no esperemos más.

  7. Olvidemos pues la palabra «corrupción».

    Digámoslo entonces de otro modo: Un estado con funcionarios decentes seguramente traería más seguridad a sus pueblos.

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