Sexualidades, género y derechos humanos: una experiencia en el ISEDET
Por Daniel Jones*
Matrimonio gay, educación sexual, aborto, igualdad de género. “Las iglesias aún no están preparadas para abordar estos temas” y “estas cuestiones nos van a dividir” son los dos argumentos más frecuentes para no discutir sobre sexualidades y género en las iglesias evangélicas. Contra esa inercia de una parte de las autoridades y liderazgos eclesiales, desde marzo hasta junio de 2010 se está dictando en el ISEDET la materia “Sexualidades, Género y Derechos Humanos”, con más de 20 estudiantes, del bachillerato en Teología, la maestría en Sagradas Escrituras, el doctorado en Teología y laicos interesados.
Las sexualidades y el género son el centro de disputas políticas. El Estado, las iglesias, las instituciones educativas, los movimientos sociales y los medios de comunicación dedican tiempo, energía y dinero para divulgar e imponer sus propuestas y visiones en estos campos. Sin ir más lejos, en Argentina actualmente se debate en el Congreso de la Nación un proyecto de ley para permitir el matrimonio a parejas del mismo sexo, generando intensas polémicas entre sectores políticos y religiosos.
Estos y otros debates están atravesados por normas de género y valores sexuales, no siempre explicitados por quienes los sostienen. Por lo que vale la pena comenzar preguntándose ¿qué es el “género”? ¿Una forma políticamente correcta de reemplazar la palabra “sexo”? ¿Un sinónimo de “cuestiones de mujeres”? No. Se trata construcciones socioculturales establecidas a partir de la diferencia sexual (diferencia para la que aún se consideran ciertos criterios biológicos –como los órganos genitales–). Así, el género aparece como resultado de la producción de normas sobre cuál debería ser el comportamiento apropiado para los varones y cuál para las mujeres, a partir de la interacción de instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas (desde la separación en las escuelas entre varones y mujeres para tener educación física –y los diferentes deportes que practican en cada caso–, hasta aquellas iglesias que excluyen a las mujeres de roles de liderazgo). Lejos de estar determinados por la biología (como suponen ideas como la de “instinto materno”), la investigación social muestra cómo los valores y mandatos de género varían a lo largo del tiempo y entre culturas.
¿Y qué entendemos por “sexualidades”? ¿Sólo las relaciones genitales entre un varón y una mujer? ¿Qué pasa con las identidades y prácticas sexuales que escapan a la heterosexualidad y que se visibilizaron en las últimas décadas? Lo que definimos como sexual también es una construcción histórica, que reúne una multitud de distintas posibilidades biológicas y mentales (identidad genérica, diferencias corporales, capacidades reproductivas, deseos y fantasías). Las capacidades del cuerpo y la psique adquieren significado sólo en las relaciones sociales, de ahí su variabilidad entre culturas, períodos históricos y generaciones. Afirmar que hay una sexualidad “natural” o “normal” supone una visión determinista (es decir, que explicaría los comportamientos como productos automáticos de instintos sexuales de los individuos) que no resiste ningún análisis historiográfico y que, además, sitúa a muchas personas en el campo de la “anormalidad” por sus sentimientos y deseos (aunque sus comportamientos no perjudiquen a terceros).
En consonancia con la apertura del ISEDET hacia estos temas (la institución ya cuenta hace varios años con un Foro de Teología y Género), el objetivo del curso es presentar teorías y debates sobre sexualidades y género desde las ciencias sociales. Al tratarse en su mayoría de estudiantes de teología, surgen inquietudes e interrogantes sobre qué implicancias tienen estas cuestiones para la fe, la producción teológica y la tarea pastoral.
La experiencia en el aula, con personas de denominaciones y generaciones muy diversas, nos obliga (a cada uno, al liderazgo y a las autoridades eclesiales) a repensar en qué medida se subestima a nuestras comunidades de fe evangélicas, en cuanto a su interés y reflexividad sobre estos temas. Evitar debates por considerar que “la gente no está preparada” o “nos van a dividir” es una actitud paternalista que desconoce la autonomía y la capacidad de las personas para intercambiar puntos de vista, eventualmente disentir y avanzar hacia miradas más inclusivas e igualitarias sobre las vivencias sexuales y de género, que redundan en vidas comunitarias más plenas. ¿Alguien cree que con el silencio se avanza?
*Doctor en Ciencias Sociales y Licenciado en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Docente de la Carrera de Ciencia Política (UBA). Miembro de la Parroquia Evangélica Emanuel (Congregación Unida IEMA-IDC)
perdon podrias explicar las siglas asi lo entendemos todos
muchas gracias
Iglesia Evangélica Metodista Argentina.
muchas gracias
te dejo un articulo que te puede interesar. esta en ingles
http://www.psychologytoday.com/blog/your-inner-bonobo/201005/are-bonobos-incompatible-christianity
Interesante aporte de Daniel Jones,tuve la suerte de tenerlo como docente.
Me parece sumamente saludable que la Iglesia Evangelica, o por lo menos esta rama particular de la misma pueda abrir el debate y no quede como en otros casos,atrasada.Seria interesante que puedan ampliar el debate a otras dos cuestiones que son de bastante relevancia. Una se desprende del matrimonio entre personas del mismo sexo; y no es ni mas ni menos que el referido a la adopción.
Y el otro es tal vez un poco más polemico o dificil de abordar;el aborto.
Este debate sobre el matrimonio homosexual puede terminar envenenando nuestra Congregación.
Jim Jones