Cualquiera que lea estas líneas desde el interior sabe muy bien de qué hablo.
Por empezar debemos coincidir en que no se es “Productor Agropecuario” y dirigente de la Sociedad Rural del pueblo por casualidad, por mandato divino o voluntad militante, nada de eso. Para serlo hay que reunir ciertas condiciones, y centralmente, cierta cantidad de hectáreas.
Los hay muy religiosos y los hay laicos. Algunos son muy católicos, de esos que te regañaban con la mirada cuando te ponías a joder en misa y devinieron en chupacirios irremediables. Otros van a misa lo mínimo indispensable, así como para cumplir, y están los que jamás pisan la Iglesia. Pero todos tienen denominadores comunes, y más que eso, tienen intereses comunes: Son muchachos que tienen bien clara su cuestión de clase. Saben que tienen mucho que perder y lo defienden con uñas y dientes.
En muchos casos, sus madres eran de las “Ligas de Madres de Familia”, y provienen de hogares que estaban suscriptos a la revista “Familia Cristiana” y La Nación.