Es cierto: hay que hacer como hacen en Uruguay

Gracias a que el debate político argentino ha sido copado, en los últimos años, por una caterva de analfabetos en la materia que son funcionales a la estrategia de los poderes fácticos de travestir de sentido común lo que no son más que sus propios intereses de clase, se han venido ponderando actitudes como las que adoptaron Julio Cobos, Victoria Donda, Daniel Katz, Felipe Solá y una buena cantidad de otros dirigentes que, luego de haberse hecho de distintos cargos por obra y gracia de la locomotora de CFK en 2007 fueron abandonando, en distintos momentos, el programa de gobierno en apoyo del cual fueron designados por el pueblo (pero no los espacios, obviamente) para darle sustento a la ejecutora del mismo –Cristina, claro-, “por actuar conforme a sus convicciones y libre conciencia” según el relato chamuyero que se pretende cabal intérprete de nuestro sistema político/institucional.

Estoy leyendo un libro del politólogo italiano Gianfranco Pasquino, titulado “Los poderes de los jefes de gobierno”. Aún no lo termino, pero hasta donde llegué el autor se encarga de ponderar valores tales como la disciplina partidaria, que por estas pampas es denostada bajo el descalificativos tales como “seguidismo acrítico”, “levantamanos” y demás; y pretendiendo, increíblemente, elevar a altas categorías de valoración social el que cada legislador haga lo que mejor le parezca según el caso, lo cual abona a la difusión de lecturas que tergiversan el sentido del diseño institucional que consagra nuestra ley fundamental. Del mismo modo, Pasquino se encarga de señalar las bondades que encierra el hecho de que sean los jefes de los gobiernos los encargados de impulsar la enorme mayoría de las leyes que se discuten y sancionan como mejor garantía de respeto al rumbo programático consagrado popularmente (aún en sistemas parlamentarios de gobierno; en Suecia las leyes que se sancionan se originan en un 96% en “los gobiernos”; en Irlanda el porcentaje se eleva al 98%, en Alemania, 76%; Francia, 81%; Italia, 75%; Gran Bretaña, 92%; España 92%-. En Argentina el porcentaje es mucho menor, ronda el 60%, y sin embargo, durante el tiempo en que fue dominado por el kirchnerismo, se insultó al Congreso con la etiqueta de “escribanía del poder K”.

Otro tanto podríamos decir de las vedettes de los últimos dos, tres años: el diálogo, el consenso, ‘las cuatro o cinco cosas en las que todos estemos de acuerdo”, las políticas de Estado y los Pactos de la Moncloa (como si el establecimiento de una política de Estado dependiera de que sencillamente se sienten a escribirlas en un papel los ¿líderes? opositores –tengo para mí que el verdadero objetivo de movidas como la de Macri son orquestadas desde más arriba para garantizar de que habrá apoyo mediático al Grupo A a cambio de compromiso de sus distintos integrantes con programas por capital-), la seguridad jurídica como forma de obturar cualquier posibilidad de que se reflejen en las leyes los cambios que se producen en los esquemas de dominación social (estoy muy Teoría Crítica del Derecho y Foucault).

Pero volvamos a lo primero: hace pocos días, en Uruguay, el gobernante Frente Amplio logró en el Congreso la sanción de la ley que deroga la amnistía para los integrantes de la última dictadura uruguaya, que también había sido establecida por ley y refrendada dos veces en sendos plebiscitos. Dos senadores del partido de gobierno, Eleuterio Fernández Huidobro y Jorge Saravia, se mostraron en contra del proyecto. El primero, se allanó al mandato partidario y al programa gubernamental que se comprometió ejecutar cuando fue candidato y, a pesar de que personalmente estaba en contra de la iniciativa, la respaldó con su voto (resignando, como correspondía que hiciera, su parecer personal), tras lo cual renunció a su banca para expresar, de ese modo, su desacuerdo. El segundo, se empacó en votar en contra pese a la orden frenteamplista, lo que le valió la expulsión del espacio.

(Digresión: hay que dejar sentado que ya de por sí era vergonzoso y reñido con cualquier lógica poner a disposición de un escrutinio electoral la suerte de los DDHH, cosa que, incluso, comprometía acuerdos que Uruguay suscribió en el orden internacional: lo que se dice un canto al respeto por la ley y la seguridad jurídica, ¿no? Pero, claro, todo hecho con voz y modos señoriales, lo que, por supuesto, tiñe a lo actuado de razonabilidad, ¿cómo no?)

Entonces, yo, desde mi humilde espacio, también hago un voto para que muchos de nuestros dirigentes se hagan, por fin, eco del reclamo: ¡¡¡Hagamos como hacen en Uruguay!!!

Acerca de Pablo D

Abogado laboralista. Apasionado por la historia y la economía, en especial, desde luego, la de la República Argentina.

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16 comentarios en «Es cierto: hay que hacer como hacen en Uruguay»

  1. ¿Por qué te parece vergonzoso y reñido con cualquier lógica un plebiscito en materia de DDHH?

    Tal como yo lo veo, cumple dos de tus creencias (i) Es la política que ha decidido seguir el líder (ii) los votos mandan.

    Leo el título, leo tu lectura de pasquino pero no te noto muy convencido, salvo cuando la líder y la política son las que vos aceptas.

    Y ahí voy al meollo de la cuestión. Espero que, cuando Macri sea presidente aceptess todas y cada una de sus política.

    1. No, pero los DDHH fueron pensados bajo la premisa de limitar el poder del Estado frente a los del individuo, de allí su caracter de imprescriptibilidad, no puede sometérselos a disponibilidad de nadie. Yo hablo de políticas de gestión, y los DDHH no lo son.

      Y tampoco digo que yo, ciudadano, deba aceptar «todas y cada una de las políticas de Macri presidente» (podrías haber buscado algún candidato a presidente que tenga chances de llegar, no uno que tiene en duda hasta revalidar su jefatura de Gobierno), sino el deber, ponele moral, de los que se vendieron en esa idea para llegar a sus puestos.

      1. Mira, si me decias en el 2002 que Kirchner iba a ser presidente en el 2003, no te creía. No lo descartes ni a Macri ni a Zulma Lobato.

  2. Estoy de acuerdo con parte el espíritu del post, pero el planteo en sí encierra varios puntos discutibles:

    1) No es lo mismo Cobos y Katz que Solá o Donda. Katz se subió al tren de CFK porque en Mar del Plata no tenía chance alguna de reelección y una imagen desastrosa. Si quería seguir en el mapa político, era la única que le quedaba. Después se puso atrás de Cobos y todos sabemos su posterior historia política, que por suerte terminará pronto.

    2) En los casos de Donda y Solá, la cosa me parece que fue más por el un tema de límites conciencia. En mi opinión, es una postura válida: ¿Por qué estar con un partido que no dejó de identificarse con lo que pensabas? ¿Hasta dónde es válido seguir al partido?

    3) Me parece cuestionable lo de dejar la banca, en el sentido de que no lo considero un punto para generalizar. Digo, no todos los casos son los mismos y las bancas legislativas no son propiedad privada del partido, es decir, «tomá tu decisión, renunciá y dejáme la banca que te la garpé yo».

    4) Desde otro punto de vista, también pienso que hay responsabilidad del FPV en la elección de sus cuadros. Hay gente mucho peor colgada de la imagen de Cristina que no va a renunciar, gente nefasta. Son casos en los que yo me pregunto si es preferible tener un cuadro imbécil leal antes que un cuadro valioso que duda. El triunfalismo es un arma de doble filo. También considero que la crítica puede hacerse a la inversa: ¿Por qué permitirle a – vamos al mejor ejemplo – Borocotó, hacer lo que hizo inmediatamente después de las elecciones?

    5) En España, la borocotización es un problema frecuente. Escuché que habían implementado multas altísimas, millonarias, a los representantes que hicieran movidas de ése tipo. No sé con certeza si las implementaron. Estamos hablando de castigos concretos a la traición al electorado, que no es lo mismo que el desacuerdo con el gobierno. Recordemos que el electorado también cambia de postura, pasa que es más invisible.

    6) Para finalizar, tendríamos que hacer varias cosas como en Uruguay. Les falta y mucho para ser lo que pintan los suplementos de verano de La Nación, pero lo que cambió el país desde la asunción del Frente Amplio es realmente impresionante. Y el Pepe yendo a trabajar en su escarabajo es mundial.

  3. * En el punto 2 quise decir «dejó de identificarse», o bien, «ellos (los electos) dejaron de identificarse con el partido». No es lo mismo pero funciona de la misma manera.

  4. Eh, paremos la pelota.

    Si bien creo que el bloque deberia votar en acuerdo, hasta donde debe ir esa disciplina partidaria?

    Que pasa si el partido empieza a bajar una linea que vos consideras pesima para el pais? por ejemplo sos diputado del fpv y un dia la conduccion cambia de manos y te ordenan votar que vuelvan las afjp (por poner un ejemplo loco)? que, vas a votar a favor?
    tenes todo el derecho de mandarlos a cagar si saltan con algo asi…

    Por otro lado, si el congreso no genera iniciativas propias para que existe? esos ejemplos de irlanda… que tiene de bueno que el 98% de las iniciativas vengan del ejecutivo?

    Saludos!

    1. El programa de gobierno, Void, es la clave. Respetar el programa de gobierno.

      El Congreso tiene que generar iniciativas, pero no en materia de gobierno. Eso dice Pasquino. Pensá en el caso del sistema impositivo. ¿Sería lógico que, ponele, Federico Pinedo presentase un proyecto para eliminar las retenciones al agro y, ponele, Victoria Donda otro a los dos meses para reponerlas y establecerlas móviles? Más lógico -y coherente y ordenado- es que sea el Ejecutivo el que movilice la acción legislativa, para, de nuevo, además, cumplir el programa de gobierno que fue votado. La función del Congreso en materia de gobernabilidad debe ser controlar al Ejecutivo (en Europa, además, hace nacer a los gobiernos), no cogobernar. Y, por supuesto, generar iniciativas como el matrimonio igualitario.

      Abrazo.

      1. Yo no digo que cogobierne, pero si algun legislador tiene una iniciativa interesante es bueno que la pueda realizar, digo, por mas que no haya nacido del ejecutivo.

      1. Bien Pablo. si no hay disciplina partidaria, hay joda. Nuestro sistema es presidencialista ( tal vez el de EEUU no lo sea ?) Dejémonos de embromar. Cobos tendría que haber renunciado luego de su voto «no positivo». ( Que jerigonza mi dios!) y sin embargo los Sres. republicanos avalaron que se quede para terciar en las votaciones del Senado. Una verdadera verguenza!!

      2. No estoy de acuerdo. Me hace acordar a chacho alvarez.
        Disciplina partidaria si, es necesaria por supuesto. Pero no a cualquier precio y en cualquier contexto.

        Si el partido al que perteneces se vuelve una bosta la peleas desde tu rol de diputado, renuncias al partido en todo caso, pero no a tu cargo, y haces lo posible para que dejen de hacer daño.

        Si yo hubiese sido diputado por el PJ en la epoca de menem no renunciaba, votaba en contra y trataba de juntar a los opositores para ir figurando y ser alternativa, en un futuro.

        Irse seria una opcion testimomian e inutil.
        Al menos asi lo veo ahora.

  5. Pablo D:
    Cuando formulas la «Digresión: hay que dejar sentado que ya de por sí era vergonzoso y reñido con cualquier lógica poner a disposición de un escrutinio electoral la suerte de los DDHH, cosa que, incluso, comprometía acuerdos que Uruguay suscribió en el orden internacional», no hay que olvidar que las convenciones internacionales generalmente se suscriben con reservas. Habría que ver las que realizó Uruguay.
    Nuestro país, por ejemplo, en materia de Derechos Humanos, al suscribir El Pacto de san José de Costa Rica, hizo la reserva de que:
    «Se deja constancia, asimismo, que las obligaciones contraídas en virtud de la Convención sólo tendrán efectos con relación a hechos acaecidos con posterioridad a la ratificación del mencionado instrumento.», conforme al principio constitucional de que dichas convenciones «no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución» (art.75 inc. 22 de la C.N.)
    El derecho internacional de los derechos humanos no es una religión que prescribe la hoguera para los herejes.-

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