Un interesante análisis de los acontecimientos en Europa Oriental publica por el ex gurú menemista en política internacional Carlos Escudé en La Nación del martes 9.
Interesa porque advierte sobre la movida rusa en Georgia, recuperando terreno e injerencia en un espacio geográfico que el Kremlin considera algo mas que su patio trasero. En realidad Georgia fue hasta hace poco mas de 15 años parte integrante de la Unión Soviética, y mediante su mini-invasión y su unilateral reconocimiento de las soberanías de Abjazia y Ossetia del Sur, Putin está devolviendo gentilezas a la Unión Europa por el reconocimiento de Kosovo, y por sus avances en ámbitos por siglos vedados a las naciones occidentales (como pasó en el Báltico, en Ucrania y en la propia Georgia).
El «empantanamiento», así lo califica Escudé, de Estados Unidos en Irak habría sido el detonante de los nuevos ánimos rusos, no dispuestos a volver a soportar las humillaciones que vivieron en política internacional en los años inmediatamente posteriores al fin del Imperio Soviético.
Quizás convenga notar, y esto no lo dice específicamente Escudé, que mas allá de matices y de justificaciones ideológicas, la política rusa respecto de su área de influencia ha permanecido inmutable a lo largo de los últimos siglos, sea que fuera gobernada por los zares, los bolcheviques o por la actual alianza entre comunistas reciclados, capitalistas salvajes y nacionalistas de toda laya.
Pero lo mas notable, viniendo de quién viene, es como el autor de la nota arrima elementos para demostrar que la potencia mundial dominante puede ser cuestionada a partir de sus contradicciones, de sus puntos flacos, de las contrastes de su política exterior.
Es bueno tener en cuenta que el fundador del «Realismo Periférico» observe esos matices, que no hacen sino cuestionar una teoría legitimadora del papel de Estados Unidos como Gendarme del Mundo . Y sobre todo de la inmutabilidad del Hegemón, ante el que sólo correspodería arrodillarse en defensa del «interés de los ciudadanos». Teorías de este cuño sirvieron para adornar de disquisiciones académicas lo que mas vulgarmente, pero con mas precisión Guido Di Tella llamó «relaciones carnales», y que caracterizó el alineamiento acrítico del menemato con las correrías internacionales de Bush padre.
Y sirvieron también para que legiones de jóvenes estudiantes de universidades privadas al estilo de la Di Tella encontraran un término científico para denominar a su entusiasmo antinacional, en lo que no era otra cosa que un refrito de la conducta que en épocas preteritas hubiera permitido llamarlos Cipayos.
Se podrá alegar que Rusia no es precisamente un país débil y que su situación no es comparable con la de nuestra nación. Pero parece como el primer prerrequisito para que un país tenga una política que pueda redundar en el interés de sus ciudadanos, como proclama Escudé, que tenga una política propia, estructurada a partir de sus propios intereses y que sepa establecer, si hace falta, alianzas con estados con intereses similares, y no de acuerdo al puro interés del Hegemón. Como hizo Argentina privilegiando el Mercosur y diciéndole no al Alca.
Mas alla del lamento de algunos cipayos periféricos.
Muy bueno Carpe.