Feminismo(s) de deconstrucción masiva

  A nivel global, las luchas sociales actuales se encuentran permeadas por la que podría denominarse la cuarta ola del feminismo, que ponen en agenda la violencia y desigualdad de género y soberanía de los cuerpos, ya sea nombrando explícitamente al heteropatriarcado como causal o no. En Argentina, durante los últimos años – y producto de décadas de trabajo – el escenario de las luchas sociales fue cambiando: las demandas económicas fueron perdiendo terreno a los reclamos por el reconocimiento, sobre todo de la mano del Ni Una Menos y en los últimos meses del Aborto Legal, Seguro y Gratuito.  Ante este escenario, imaginemos la posibilidad de construcción de una hegemonía feminista enfrentada al heteropatriarcado. La deconstrucción de estructuras heteropatriarcales, tanto durante el proceso de formación de la hegemonía como después de su establecimiento, habilitaría la generación de una alianza ampliada de las luchas sociales. De reflexionar sobre esto mismo se trata este artículo.

Previo a arrancar, vale hacer dos aclaraciones. Por un lado, tal como nos preguntaremos al principio, no hay una sola narrativa feminista, dado que el feminismo es plural y da cuenta de heterogeneidades. Comprendemos al feminismo como una práctica y compromiso a realizar una acción, según la definición que Diana Maffía ofrece de feminismo y el ser feminista. Nosotros añadimos, compromiso a realizar una acción en pos de la liberación del individuo del poder heteropatriarcal. Por otro lado, tal como pretendemos comprenderla, la deconstrucción es un proceso que puede servirse de herramientas tales como el empleo del lenguaje. No es un proceso unívoco, en tanto no tiene necesariamente una dirección hacia la cual deconstruye. Sin embargo, aquí asumimos que la lógica deconstructiva de una hegemonía feminista frente al heteropatriarcado tenderá hacia el desarme de estructuras heteropatriarcales y su reproducción, en nuestro caso, dentro de las luchas sociales por el reconocimiento y la redistribución.

Feminismo(s), reconocimiento y redistribución

“¿Qué relaciones de dominación y exclusión se establecen de manera involuntaria cuando la representación se convierte en el único interés de la política?” pregunta Judith Butler al comienzo de una de sus obras más controversiales, El género en disputa. Su trabajo generó revuelo por hacerse ese mismo cuestionamiento ¿cuáles son los límites a la representación política? y aplicarlo al feminismo ¿cuáles son los límites del feminismo si su unidad se da a través de la categoría de mujer?

A través del tiempo, la teoría feminista ha hecho anclaje en la figura de la mujer como sujeto base de su representación política. Pero ¿cuál es esa mujer? Imponer la unidad a través de un sujeto o figura genera, necesariamente, la exclusión de alguien que no se atiene a las características asignadas. Como plantea Butler, la identidad de “ser” mujer no es totalizante y puede verse interpelada también por raza, género, sexualidad y clase. Por medio de la transversalidad de identidades que a une le interpelan, pero también según las demandas que se hagan, es que se habla de feminismos en plural. Cada identidad supone vivencias y reclamos diferentes. No solo consideramos a los feminismos en plural sino que los entendemos como parte constitutiva de las demandas por el reconocimiento. Ahora bien, es preciso indicar que el feminismo excede estas demandas.

En este sentido, la pregunta por el sujeto también puede trasladarse a las luchas sociales por el reconocimiento y la redistribución. Ya sean los derechos LGBTQI+, el aborto legal, seguro y gratuito o paritarias docentes, estimamos que no hay un único sujeto en las demandas de reconocimiento y redistribución. Esto dicho ¿es válido pensar en la representación política por medio de la unidad basada en un sujeto? Como Butler se cuestiona en ¿Reconocimiento o Redistribución? “¿Sobre qué principios de exclusión o subordinación se ha erigido esta pretendida unidad?”.

No nos proponemos responder a estas preguntas perpetuando una dinámica que imponga una jerarquía de demandas, sino plantear la posibilidad de una alianza ampliada de las luchas, basada en los individuos sin mediación de estructuras heteropatriarcales. En la siguiente parte, sugeriremos una estructura conceptual que nos permitiría llegar a tal conclusión, proponiendo a los feminismos como hegemonía frente al heteropatriarcado como sistema social, político y económico. Antes de ello, creemos significativo justificar la elección de una hegemonía feminista enfrentada al heteropatriarcado y el por qué consideramos que no existe una jerarquía de demandas y que ambas se intersectan.

En ¿Reconocimiento o Redistribución? Butler responde a Fraser frente a la separación entre lo “meramente cultural” y lo “económico” que según ella hace la autora en Justice Interruptus “Lo económico, ligado a lo reproductivo, está necesariamente vinculado con la reproducción de la heterosexualidad.” y continua

No se trata sencillamente de que ciertas personas sufran una falta de reconocimiento cultural por parte de otras, sino, por el contrario, de la existencia de un modo específico de producción e intercambio sexual que funciona con el fin de mantener la estabilidad del sistema género, la heterosexualidad del deseo y la naturalización de la familia.

Si bien Fraser responde que Butler interpreta de “modo problemático” sus planteos en Justice Interruptus, y que su propuesta es en realidad la de una bivalencia de las reivindicaciones económicas y de reconocimiento, nosotros tendemos a acordar con Butler. Creemos que cualquier intento teórico o hipotético de separación de luchas o reivindicaciones, ya sea por medio de un continuum o de colocarlas en un “espectro conceptual de colectividades oprimidas”, es un esfuerzo en vano y no resiste a la realidad. A modo de ejemplo, y siguiendo la frase de Butler citada más arriba, no es la falta de reconocimiento cultural, sino la de un modo de producción e intercambio sexual enmarcado en el sistema heteropatriarcal, el que dice que un varón, gay, trans, pobre y casado no puede abortar por no tener los recursos y no adecuarse su género, deseo e idea de familia a lo establecido.

En lo que sigue, haremos foco en el proceso de construcción de una hegemonía feminista en contraposición al heteropatriarcado, y de la cual esperamos nos permita establecer una alianza ampliada entre reivindicaciones y sectores oprimidos.

Feminismos hegemónicos frente al heteropatriarcado

Prosiguiendo con la línea argumental de la posibilidad de una hegemonía feminista frente al heteropatriarcado, nos preguntamos ¿qué entendemos por heteropatriarcado? Según la definición de Marta Fontenla en el Diccionario de estudios de género y feminismos, el patriarcado es

… un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia.

A ello agregamos la opresión impuesta sobre mujeres y disidencias sexuales que de él emana producto de la imposición de la heterosexualidad obligatoria, y para ello acudimos al término heteropatriarcado. Ahora sí, podemos decir que la hegemonía feminista que a construiremos conceptualmente a continuación,, se contrapone al heteropatriarcado como sistema social, político y económico. Procederemos a construir dicha hegemonía.

En el tercer punto del “argumento estructurado en varios pasos” de Ernesto Laclau, el autor plantea que “la única posibilidad de tener un verdadero exterior sería que el exterior no fuera simplemente un elemento más, neutral, sino el resultado de una exclusión, de algo que la totalidad expele de sí misma a fin de constituirse”. Ese elemento que el conjunto expele, que es vital y necesario para la constitución de una totalidad, son las estructuras heteropatriarcales aglutinadas en la figura del heteropatriarcado. Sin más recaudos, algunas de estas formas de ordenamiento son los micromachismos, el trabajo doméstico no remunerado, liderazgo de círculo de varones, violencia de género, falta de igualdad de oportunidades a mujeres y disidencias sexuales, entre otras. Pero esta nueva totalidad se genera a través del rechazo: respecto al heteropatriarcado, tanto las luchas por el reconocimiento como la redistribución son equivalentes entre sí. Esta equivalencia no elimina las diferencias entre reclamos, constituyéndose en un objeto sin cierre, que va a obtener su significación universal a través de la asunción de una particularidad como totalidad. Esta asunción de una parte por el todo, esta sinécdoque, es lo que Laclau define como hegemonía, y que en nuestro esquema es representada por los feminismos que, asumiendo su papel hegemónico, se enfrentan inexorablemente con el heteropatriarcado.

La construcción de una hegemonía feminista enfrentada al heteropatriarcado cumple un rol central en nuestra argumentación. Consideramos que tal hegemonía feminista sería la única capaz de concretar una alianza ampliada entre luchas sociales. Ésta sería posible, gracias a un proceso de deconstrucción de las estructuras heteropatriarcales tanto durante como después del establecimiento hegemónico. A continuación y a modo de conclusión de este trabajo, reflexionaremos sobre la posibilidad práctica de la puesta en marcha de este proyecto.

Alianza y lucha política: el heteropatriarcado no se va a caer, lo vamos a tirar

Para una mejor evaluación de la plausibilidad de una puesta en práctica de nuestro argumento principal, tomamos la decisión de dividir la siguiente reflexión por partes.
Primero, ¿es posible la construcción de una hegemonía feminista contrapuesta al heteropatriarcado? Creemos que sí. Desde lo conceptual, el establecimiento de una hegemonía feminista se daría a través de la expulsión del heteropatriarcado. Retomando el concepto de demanda según Laclau, que Nosetto analiza en ¿Puede la lógica hegemónica acoger la pluralidad?, las demandas insatisfechas de las luchas por el reconocimiento y la redistribución podrían orquestarse bajo la demanda integradora de una desarticulación de las estructuras heteropatriarcales. A modo de ejemplo, una demanda por la identidad de género y soberanía de los cuerpos y otra por el acceso gratuito a la salud independientemente del estatus económico, pueden articularse bajo la demanda integradora del aborto legal, seguro y gratuito que incluya no solo a mujeres sino también a otres cuerpos gestantes. También el Ni una menos, donde demandas contra la violencia machista y por la soberanía de los cuerpos se encuentran con reivindicaciones por la libre participación en el trabajo sin mediación de barreras heteropatriarcales. Aquí, resulta importante traer a colación una de las frases principales que se repiten alrededor de demandas por el aborto legal, seguro y gratuito, y el Ni una menos “el patriarcado no se va a caer, lo vamos a tirar.”, estableciendo una hegemonía feminista enfrentada con el heteropatriarcado.

Segundo, ¿tal hegemonía feminista habilitaría una política de alianza ampliada entre luchas sociales? Aquí la respuesta también es positiva. Sol Prieto argumenta en Ni una menos: pactos de reconocimiento frente a pactos de crueldad, que desde el planteo base de lo personal es político, el feminismo lleva lo privado a la esfera pública y genera pactos de reconocimiento sóricos, transversales a todo reclamo, a través de un rechazo a “un orden más amplio (el patriarcado), que les pone esas etiquetas (“sufrimiento personal”) para seguir reproduciéndose”. Una hegemonía feminista, producto de pactos de reconocimiento sóricos “opuestos a los pactos de crueldad, exclusión y jerarquización de las fratrías”, contribuiría a la deconstrucción de estructuras heteropatriarcales y una posterior alianza ampliada entre luchas sociales y sectores oprimidos más allá de las barreras impuestas por dichas estructuras. En el 2015, la consigna del Ni una menos fue “Ni una menos. Vivas nos queremos”. En el 2018 fue “Ni una menos, vivas, libres y desendeudadas” sumado al reclamos por el aborto legal, seguro y gratuito. Esto demuestra como una hegemonía feminista permite una alianza ampliada de reivindicaciones.

Establecida la posibilidad tanto de la construcción de una hegemonía feminista enfrentada al heteropatriarcado, como la posibilidad de que ésta permita una política de alianza ampliada entre luchas sociales, cabe preguntarnos, ¿cómo sucedería tal alianza? Comencemos con Jacques Rancière y la distorsión entre política y policía que desarrolla en El desacuerdo. Esto nos permitirá asentar las bases para la construcción de nuestra alianza.

Para Rancière, la política no es la “organización de poderes”, sino más bien que aparece cuando “quienes no tiene derecho a ser contados como seres parlantes se hacen contar entre éstos e instituyen una comunidad” por poner de manifiesto la contradicción entre el ser y no ser. Por otro lado, la policía no es el “aparato de Estado”, sino que es quien decide qué es y qué no es, quién es y quién no es. Podría hacerse un paralelismo entre este planteo de Rancière respecto a la policía y lo que Butler comprende por “un modo específico de producción e intercambio sexual”, en palabras de Rancière

la policía es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de los visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido.

Antes de proseguir, volvamos a la política. El autor comprende que hay política cuando hay una búsqueda de la igualdad. En El desacuerdo, Rancière dice

Hay política cuando hay un lugar y unas formas para el encuentro entre dos procesos heterogéneos. El primero es el proceso policial (…). El segundo es el proceso de la igualdad. Con este término, entendamos provisoriamente el conjunto de prácticas guiadas por la suposición de igualdad de cualquier ser parlante con cualquier otro ser parlante y por la preocupación de verificar esa igualdad.

Entonces ¿cómo se construiría nuestra alianza entre luchas sociales? Mediante un ingreso a la política, al escenario de la búsqueda de la igualdad, de aquelles que son invisibles, aquelles cuya existencia es puro ruido. Volvamos a los ejemplos del Ni una menos y de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito, ya que confiamos que permitirán comprender de manera gráfica este ingreso, esta aparición de “los sin parte”. “Somos las que no están”, “somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar” y “somos el grito de las que ya no tienen voz”, son algunas de las consignas que podían oírse y leerse durante manifestaciones de las luchas antes mencionadas. La alianza se da por la aparición de mujeres y disidencias sexuales que reclaman el dejar de ser invisibilizadas, el dejar de morir a manos de la violencia machista, el dejar de morir por abortos clandestinos producto de un sistema heteropatriarcal que otorga a los varones cis heterosexuales el poder de decisión sobre el cuerpo de otres.

Recapitulando: no es a través de la representación política en un sujeto, sino mediante el establecimiento de pactos de reconocimiento sororos, que una hegemonía feminista sería posible. La deconstrucción de estructuras heteropatriarcales, tanto durante el surgimiento de la hegemonía como luego de su afianzamiento, permitiría la construcción de una alianza ampliada de las luchas sociales.

Para finalizar, nos gustaría recordar un fragmento de la respuesta que Judith Butler ofrece a Daniel Gamper Sache respecto al problema de la representación política, y que creemos encierra tanto nuestro cuestionamiento al sujeto de las reivindicaciones, como nuestra idea de alianza ampliada. Entendemos, plantea la posibilidad de ir más allá de las reivindicaciones por el reconocimiento y la redistribución. Es con el siguiente fragmento que damos por concluído este trabajo.

Tengo la sensación de que el feminismo tiene que aliarse con los gays, las lesbianas, los queer, las personas transgenéricas, y que todas estas alianzas deben formar parte de una lucha de izquierdas que incluiría también la política contra la guerra, la lucha a favor de una inmigración justa, y la denuncia de cómo la globalización y sus efectos ponen a muchas personas en el umbral de la precariedad. No estoy a favor de una política basada en la identidad bien delimitada y homogénea, sino que apoyo nuevas posibilidades de alianzas en las que el feminismo tiene que formar parte activa.

 

El texto de esta entrada ha sido adaptado del paper del mismo autor «Feminismo(s) de deconstrucción masiva: hegemonía y política de alianza«.

 

 

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