Feminismos: políticas de articulación y construcción de poder en el espacio público.

Ante la avanzada de gobiernos liberales y conservadores en Argentina y en gran parte de la región, la masificación de los movimientos feministas ( que se comenzó a gestar poco antes de la asunción de Mauricio Macri en 2015) en los últimos cuatro años  se convirtió en el factor fundamental para empujar al conjunto de estos movimientos a transformarse en el principal actor político y social que supo contener, organizar, visibilizar y canalizar las demandas de diferentes grupos -que hasta entonces se encontraban aislados entre si- en el contexto actual. Es decir que, entre otras cosas, no solo la calle se toma para pedir la legalización del aborto, sino que eso se articuló con la exigencia de la sociedad hacia el gobierno para que éste deponga las políticas de ajuste que perjudican a todos y, en especial, a los sectores más precarizados. Los mismos que en gran parte se conforman de los grupos marginados que se han quedado afuera del sistema y que se encuentran incluidos en este nuevo movimiento de masas.

El entramado político y económico del país no es ajeno a las demandas del feminismo. En efecto, una de las mayores virtudes de éste fue lograr una construcción que tenga el suficiente peso como para manifestarse masivamente en el espacio público a la vez que comenzaba a hacerse lugar en todos los niveles del orden institucional.

El año electoral puso de manifiesto esta articulación y demostró que lxs referentes feministas realizaron una lectura correcta toda vez que pudieron priorizar las demandas urgentes dirigiendo la energía en sentido correcto, al mismo tiempo que no han dejado que se eliminen del debate politico otras demandas que son igualmente relevantes a los efectos de conquistar derechos fundamentales.

La política partidaria, el sistema judicial, el ámbito legislativo y el movimiento sindical, entre otros, están siendo interpelados por las nuevas estructuras que plantea el feminismo. La novedad es que esa irrupción no surge como contraofensiva a la construcción histórica patriarcal de poder. El feminismo supo leer que el modo no era llegar para romper y hegemonizar el poder en su favor sino que la verdadera tarea estaba en saber articular con los modos de construcción tradicionales.

Esto no quiere decir que no existan puntos controversiales, más bien lo que ocurre es que la perspectiva de género trae nuevas preguntas que obligan a replantear esas estructuras de modo que esto permita identificar cuándo y dónde efectivamente el patriarcado opera constituyendo un verdadero obstáculo para la representación igualitaria. Y con el término “igualitaria” no me refiero a paridad de hombres y mujeres, sino a garantizar que se encuentren representados todos los sectores de la escena pública, social, política, cultural y económica en cada lugar que corresponda.

Hay que distinguir entre dos situaciones: en ocasiones, los entramados de poder hegemónico del patriarcado configuran un obstáculo para el acceso de mujeres a puestos de sustancial importancia para la toma de decisiones. Sin embargo, es saludable destacar que no siempre una mujer ocupando un puesto de poder es sinónimo de representación feminista.

A modo de ejemplo, podemos hablar de la gestión de la primera gobernadora mujer de la provincia de Buenos Aires. Su llegada al poder generaba grandes expectativas en este aspecto, toda vez que el puesto que ocupa Maria Eugenia Vidal desde diciembre del año 2015 era uno de los mas asociados a la tradición politica del varon del conurbano, a su vez fuertemente relacionado al peronismo “duro”.

Sin embargo, los resultados no solo demuestran que la presencia de una mujer en la gobernación no implica la toma de decisiones ni la producción de politicas publicas con perspectiva feminista, sino que tampoco su gestión se tradujo en la llegada de mayor cantidad de mujeres a la esfera politica. De hecho, su gabinete se compone – casi en toda su extensión-  de hombres.

Asimismo, podemos destacar la postura en contra de la legalización del aborto de diputadas y senadoras, de distintos partidos políticos, que se opusieron fervientemente a la aprobación de la ley por la que se hubiera impulsado la ampliación de un derecho fundamental en pos de lo que constituye un avance hacia la justicia social y, por consiguiente, hacia esta nocion de real igualdad.

Es imprescindible entonces dejar de lado dos tópicos que obstan la construcción de representación realmente plural. El primero tiene que ver con dejar atrás la idea de que el feminismo es solo el grupo de mujeres renegando contra el grupo de varones y entender que los movimientos feministas representan la búsqueda de representacion igualitaria efectiva, politica y publica; y que su principal bandera es la libertad en un sentido tan individual como (y esencialmente) colectivo que trasciende al conjunto de mujeres y pretende una reconfiguración de todo el tejido social, para abajo y para arriba.

El segundo punto tiene que ver con denostar que, en línea con el primer tópico, tanto mujeres como hombres pueden representar correctamente lo que desde el feminismo se persigue, como asimismo entender que no necesariamente el binarismo de género es el lugar donde se disputa el poder real.

Con esto no quiero decir que  no sea absolutamente necesario construir la mayor cantidad de redes  para lograr que cada vez sean más las compañeras que accedan a la esfera pública que históricamente nos ha sido denegada, sino que el verdadero resultado positivo está en que trabajemos en el marco de nuestros pactos sororos para que cualquier persona que acceda a esos espacios ( sin importar el sexo biológico ni la identidad sexual) pueda representar de manera sensata los verdaderos intereses de las mujeres, las disidencias, los niños y niñas y los demás grupos que el sistema tiende a marginar.

En este sentido, es cierto que no podemos pedir a las mujeres que se ubiquen en el lugar de “educadoras” de todos los demás. En efecto, hay que reservar ese rol maternal para la esfera privada (siempre que la maternidad sea deseada, no olvidemos eso)  y acompañar lateralmente la importancia de fomentar espacios de varones para pensarse entre varones y espacios donde converjan todos y todas quienes hayan arribado a la idea de que la posibilidad de pensar estructuras desde la lente del feminismo es el camino para lograr esa representación plural.

Por último, es imprescindible que todo esto tenga su correlato en las subjetividades individuales como asimismo en la de (y re) construcción de la conciencia colectiva y de la dimensión cultural.

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