Publicado por Nicolás Mavrakis para La Maquiladora
I
El affaire Lewkowicz es una de esas incandescentes oportunidades que algunos de los privilegiados testigos del #findelperiodismo esperamos para poder volver a escribir en el agua.
Nos ha sido dado atravesar, camaradas, el final de una especie agotada de sensibilidad y de hábitos. El final de una especie agotada de costumbres pero, sobre todo, el final de una especie agotada de lógica.
La simiente verdadera de este final tal vez sea una profunda #derrotacultural, cuyo estado último de decadencia todavía está por verse. Lo supieron ya aquellos benditos formalistas rusos: antes de su agotamiento definitivo, a toda forma le resta consumirse en el estadio grotesco de la parodia.
El #findelperiodismo no es más que la veta más interesante —y tal vez allí conserve el sentido público que alguna vez tuvo— para detenerse a observar algunos puntos de un fenómeno más rico, más interesante y aún —por eso mismo— menos evidente para sus más obtusos actores: un #finaldeepoca.
Mann, Kafka, Marai y Walser son escritores a tener en cuenta a la hora de hablar de un #finaldeepoca. Sobre todo porque fueron los principales retratistas del derrumbe de mucho de aquello que casi todos a su alrededor consideraban inmutable. Liberal teórico e impracticable, la aseveración siguiente debe ser tomada como de quien viene: no hay que temerle a lo nuevo, camaradas.
Si me preguntan a mí, al #findelperiodismo —sinécdoque grosera del fin de múltiples hábitos técnicos e ideológicos— nada parece encajarle mejor que esta frase, cuyo autor ni importa, ni recuerdo: «Era como si la vergüenza debiera sobrevivirle».
Si todavía no se ha escrito el epitafio del #findelperiodismo, que alguien comience los trámites de copyright (no hacerlo y caer en alguna trampa corporativa sería una imperdonable #derrotacultural).
II
El affaire Lewkowicz implica una serie de detalles de índole sexual que no interesarán a nadie, excepto a los mismos periodistas. Eso puedo afirmarlo, como traducirían los malos traductores de I-Sat, positivamente. Lo interesante va por otro lado, como siempre.
(Acerca del origen sexual de este episodio del #findelperiodismo, apenas diremos que fue originado por una joven rubia, presumiblemente bella, una suerte de Helena más bien intrascendente para una gigantesca Troya).
Ante todo, el affaire devela una vez más el agotamiento de los hábitos productivos de los medios tradicionales. Encapsulados en una lógica de soportes, tiempos, circulaciones e interlocutores agotados, sobre la que ya se ha dicho casi todo lo que podía decirse, la novedad toca a su propia #derrotacultural cuando su llegada como fenómeno se verifica entre editorialistas, canales de cable e intenciones de escándalo clase B. Es un dato a tener en cuenta. Es la verdadera teoría del derrame, incluso en la economía del fracaso. (Joaquín Morales Solá, digamos, ya ha temido meses atrás).
A propósito, ¿qué es la #derrotacultural? No podríamos definirlo ahora, pero estamos seguros de algo: los deseos de pertenencia tardíos a un club ya cerrado y en decadencia son #derrotacultural.
III
¿Qué más resulta valioso entonces del affaire?
La validez de un blogger como interlocutor ha sido legitimada por los propios editorialistas de Clarín, con el plus de un vistazo instantáneo —no percibido por los obtusos— de cuáles son los cambios más inmediatos en el horizonte cercano del periodismo y sus actores.
No es que se trate de una guerra ni mucho menos. Se trata, en todo caso, de una ocupación consumada: de las nuevas invasiones bárbaras, en el sentido más admirativo del término. Pero si se tratara de una guerra, los actores actuales se encontrarían con la desaparición de sus armas, sus botas, sus suministros y hasta de sus trincheras. De hecho, si llegaran a mirarse en su espejo —y esos serían los lectores, camaradas melancólicos— ni siquiera podrían verse.
Imaginen el estrés. La activación patológica de todos los mecanismos de negación posibles capaces de negar que uno mismo y todo aquello en lo que cree se extingue.
El terror a la desocupación, pero sobre todo el terror al vacío simbólico y técnico en el corazón de las trincheras decimonónicas del periodismo contemporáneo —que aún se resiste a pensarse como en extinción— se evade inútilmente en un cinismo irónicamente fuera de época y fuera de sus propias posibilidades materiales. Si existe tal cosa como el Ángel de la Historia, este no sólo avanzará de espaldas al futuro, sino que se bajará la bragueta y orinará sobre los restos. Es una afirmación positiva.
En este punto es importante insistir en que el #findelperiodismo no se remite al agotamiento de su deseo de credibilidad —las convenciones del pacto de lectura que lo volvía verosímil han sido violadas irreparablemente—, sino al agotamiento de toda su estructura. Todos sus principios. Todos sus fines. El New York Times, camaradas, ha anunciado ya que dejará de imprimirse. Y ese es el verdadero #finaldeepoca.
Hemos de reconocer llegado este punto, camaradas, el valor que como retratista tuvo Esteban Schmidt. Y no es porque un lúcido ideólogo radical pueda estar demasiado lejos de Mann que sus apuntes del Fin del Periodismo deban leerse periódicamente. Esto es un reconocimiento intelectual pero también una coordenada historiográfica posible: el #findelperiodismo argentino, sin dudas, se inaugura con su retrato del cierre del diario Crítica de la Argentina. Y el abaratamiento abrupto de una mano de obra lanzada con ferocidad hacia los bolsones más recalcitrantes de resistencia al cambio.
(A propósito, ¿qué es un #finaldeepoca? Ya se irán haciendo un cuadro general, pero les digo también qué más podría calificar: especular, en septiembre de 2010, que «una presidencia de Macri sería buena para el periodismo de revistas», por ejemplo, es un claro síntoma de #finaldeepoca).
IV
El affaire habla también de la desertificación completa de eso que solía llamarse «agenda periodística», es decir, de la idea de que las empresas periodísticas podían atribuirse el poder de determinar qué era de interés.
(Disculpen que conjugue algunos verbos en pasado, pero así son los #finaldeepoca).
Esto nos lleva a una reconceptualización del valor y sentido de aquello que ahora se considera de interés. Y también nos lleva a concentrarnos en «el interés mismo» como flujo errático de usuarios a la caza permanente de entretenimiento fugaz. (Pero esto, por supuesto, no nos interesa tanto como para continuar aquí y ahora).
V
En algún lugar leí que Aníbal Fernández no inventó a los bloggers K, sino que los bloggers K inventaron a Aníbal Fernández. Debe ser la síntesis más cristalina e inmejorable de la perfecta combinación del #findelperiodismo y #derrotacultural en un contexto claro de #finaldeepoca.
VI
Entonces sí.
PatoBullrich @AlfredoLeuco Cuando te amenazan a vos amenazan a la prensa que no se calla. Ya lo anuncio Morales Sola!
PalaciosMarcelo @AlfredoLeuco Alfredo me quería solidarizar contigo, contás con todo mi apoyo, por la actitud mafiosa y criminal de este individuo Carrasco.
JMoralesSola Como Jorge Lanata, estoy del lado del más débil, del más infeliz, del incapaz. Por eso en este caso, estoy del lado de @AlfredoLeuco
“Era como si la vergüenza debiera sobrevivirle”.
porque usan un numeral?
que es el fin del periodismo?
Son las etiquetas de Twitter. Las famosas hashtags (etiquetas de numeral, literalmente). Es una manera de Faco de poner en relevancia los nuevos medios de comunicación y el papel que tuvieron (tienen) en el fin de época. Tomá mate.
si, ya sabia, solo queria desacreditarlo….
naa mentira no sabia que era eso.
y el fin del periodismo?
El post en si creo que sobra para explicarlo. Aunque no sé si es la muerte del periodismo o su desenmascaramiento…
Pablo: Sobre este tema, y por si alguien pensó que el Grupo A bordeaba el ridículo, hoy directamente se zambulló de cabeza(1). Sin desperdicios, para exponer de modo fosforescente la putrefacción en la que se hallan inmersos.
(1) http://www1.hcdn.gov.ar/proyxml/expediente.asp?fundamentos=si&numexp=7034-D-2010
Si, lo leí. Aunque de alguna manera temo que el pensamiento mágico y la estupidez siempre pueden triunfar.
Hoy martes, caiga piedra o aguacero, con paraguas y galocha, desde las 17, a Tribunales!