La famosa inseguridad con la que machacan los medios cada vez que no ocurre nada demasiado relevante en el país (algo así como un comodín que aparece en forma de «olas») es harto sabido que no surge de la decisión voluntaria de malignas personas que, entre una vida digna y el camino del crimen, optan por salir a matar por ser «lo más fácil». Esto parece una perogrullada, pero lamentablemente una gran parte de la opinión pública pareciera no entenderlo. Lo que genera la tremenda violencia que podemos ver a diario, principalmente en los centros urbanos, no es ni siquiera la pobreza. Lo que genera esta violencia es la exclusión. Pero «exclusión» es una palabra que está demasiado gastada, ya se perdió el significado. ¿Qué es un excluido?¿De qué se lo excluye? Ayer hablábamos de esto con un gran amigo. De la exclusión, del odio. Siempre hubo desigualdad en el mundo, vaya novedad. En la antigua Grecia por ejemplo, cuna de la democracia, había una minoría que eran los ciudadanos, que eran quienes se dedicaban a los asuntos de la ciudad, y una mayoría de esclavos que eran quienes hacían el trabajo necesario para mantener la sociedad funcionando (tareas domésticas, económicas, etc). La conclusión sentidocomunista sería que «siempre hubieron esclavos» con lo cual pareciera que a pesar de 2500 años trascurridos la cosa sigue igual. Pero entre el amo y el esclavo había una relación. Los esclavos no estaban desamparados: dormían bajo techo, comían todos los días y, salvo los que eran castigados a trabajar en las minas o en las canteras, solían ser apreciados por los aristócratas que los poseían. Como explican aquí: (…) lo cierto es que los lazos de unión del esclavo con sus dueños eran relaciones que se remontaban a muchos años y los lazos afectivos, por lo tanto, eran profundos, muchos hijos de esclavos se criaban con total familiaridad con los hijos del patrón y aunque había una diferenciación de clases las relaciones personales eran mucho más importantes, llegando a heredarse los esclavos y formando parte de las familias con total naturalidad. De hecho hay casos como uno que narra Moses Finley, en el cual un esclavo que llevaba la contabilidad de la casa había hecho rico a su amo. Éste, antes de morir, le dejó de legado a su esclavo todas sus propiedades e, incluso, a su esposa. Hecho impensable en la esclavitud moderna. Pero la casta esclava de la actualidad, la clase baja, trabajadora, no tiene más lazos con sus actuales amos. Ahora son reemplazables. Los trabajadores están obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir y, de no conseguir venderla, quedan fuera de la sociedad (y no hablamos acá de los que trabajando todos los días no llegan a cubrir sus necesidades básicas, que son muchísimos). Si quedan afuera no pueden acceder a cosas que muchos de nosotros no valoramos por tenerlas garantizadas. Estamos hablando de cuestiones elementales, por ejemplo el alimento. Los que son empujados fuera de la maquinita productiva no tienen acceso a algo tan elemental como el alimento. Paremos a pensar un poco en cómo serían nuestras vidas si al despertarnos no tuvieramos la certeza de que ese día comeremos. Cuesta imaginarselo, porque lo pensamos desde nuestro contexto personal, nuestra red social, que de alguna manera nos contiene y tenemos la certeza de que de quedar sin trabajo tenemos a quién recurrir para que nos de una mano. Pero no es sólo la comida: no tenés dónde dormir, si te enfermás olvidate de los remedios (y enfermarse, en condiciones como las que se vive en muchos lugares donde se aglutinan tipo ghetto los que quedan afuera -o los que a esta altura nunca estuvieron adentro- de la maquinita productiva, es muchísimo más frecuente que enfermarte en los lugares donde vivimos los cobijados por el sistema), si querés mandar a tus hijos a la escuela la cosa se complica ya que los útiles cuestan su dinero, el viaje también, y, probablemente necesites que tus hijos te ayuden en el rebusque que hayas encontrado a ganarte el pan de ese día. Ya lo hablábamos en este post: son los desechables.
La frontera que divide indigentes de desechables es el hecho de que cada vez menos cosas tienen. Tanto es así que ya trasciende la pobreza material y llegó el punto en donde ni siquiera tienen a quién recurrir, además de sus otras falencias. Algo así como una indigencia agravada por falencias sociales y desidia estatal. Prostitutas inyectadas con cocaina para mantenerlas en el circuito de la prostitución y rindiendo el máximo que puedan dar sus cuerpos a la vez que son mantenidas alejadas de sus familias si es que las tuvieran. Inmigrantes o argentinos desesperados encerrados en la esclavitud medieval en fábricas ya sean de ropa o de cualquier otro rubro que requiera mano de obra esclava. Humanos convertidos en zombies y empujados al crimen a través de drogas como el paco o la pasta base. Chicos explotados por adultos en casi cualquier esquina de las grandes ciudades y redes de prostitución infantil. Bebés que se alquilan para mendigar. Ejemplos sobran. Los desechables son explotados generalmente por pobres que intentan no caer en la indigencia y una vez cumplida su «vida útil» son reemplazados por otros desechables ya que sobran debido a que el modelo socioeconómico tal y como está planteado hoy en día es una fábrica masiva de desechables. Hay que crear seguridad social en serio. Demostrar que el Estado no es ese elefante inutil que nos pintan sino que puede ser eficiente, al mejor estilo primermundista.
Pero el colmo de todo esto no es la falta de acceso a lo mínimo indispensable para una vida humana. Cargando esta tan pesada cruz de impotencia y resignación, echado a tu suerte y peleando por tu supervivencia y la de tu familia, y como si todo esto no fuera suficiente, hay un factor clave en el alto grado de violencia social: la discriminación. No sólo tenés que vivir así sino que por tener que vivir así, por no tener una salida a esa vida de mierda que tocó gracias al azaroso hecho de nacer en el lugar equivocado, tenés que bancarte el maltrato diario por parte los que sí están adentro de la maquinita productiva (aunque para la mayoría sos invisible). Y sin hogar -o viviendo en una villa- las probabilidades de conseguir empleo se reducen drásticamente. Tenés que bancarte que cuando andás por la calle la gente bien te mire mal. Que crucen cuando venís de frente, que te odien por no tener la suerte que tuvieron ellos. La policía, por supuesto, te va a parar varias veces por día porque sos un sospechoso adonde quiera que vayas. No importa que estés cartoneando para darle de comer a tu familia, vendiendo estampitas o durmiendo en una plaza: siempre tu presencia va a generar repulsión –e incluso miedo– en los que acceden a la vida que hay que tener para ser feliz, como constantemente nos recuerda el bombardeo publicitario. Porque eso también influye: a tu alrededor ves carteles, vidrieras, comerciales y demases elementos que te recuerdan constantemente todo lo que no tenés, todo lo que no sos. Ves esas familias en casas con jardín y chicos rubiecitos felices jugando al subibaja mientras se clavan un postrecito que los hace crecer sanos y fuertes (y arios agregaría Micky Vainilla), o ves a ese langa que con su 4×4 se va al fin del mundo, o esos cuerpitos modelados por la ciencia que aparecen con sonrisas enormes diciendote lo que tenés que comprar para ser un ser humano feliz e insertado en la sociedad. Entre todo esto, ¿cómo es posible que tanta gente no entienda de dónde surge ese odio visceral, esa sed inhumana que lleva hasta a chiquitos de escasa edad a cometer los más horrendos crímenes? No se trata de aumentar un par de pesos la miseria que el Estado otorga a algunas de estas personas denominándola «asistencia social». La asistencia social que hace falta no es principal ni exclusivamente monetaria. Parece mentira que en un país como el nuestro, que a pesar de lo algunos ignorantes funcionales sí tiene los recursos necesarios para combatir la exclusión, todavía no exista una política universal de asistencia social (los planes sociales todavía se otorgan a dedo y no alcanzan para cubrir absolútamente nada). El Gobierno demostró su capacidad para tomar grandes y multimillonarias medidas en ciertos temas, pero nunca tomó una medida de la magnitud necesaria para combatir en serio a la exclusión. Sí, la situación de muchos mejoró algo (aunque ahora vemos que se empiezan a diluir aquellas mejorías) pero estructuralmente todo sigue igual. La gente en general desconfía de la capacidad del Estado, y dicha desconfianza tiene asidero en la realidad palpable del día a día. Hace falta mucho más que dinero para palear la exclusión social: hace falta un plan, gente y la voluntad de llevarlo a cabo. Décadas de destrucción y desolación neoliberal lograron lo que vemos hoy y, sin aplicar grandes medidas para revertir esto, que tengan la fuerza que tuvo el impulso destructor neoliberal, seguiremos con aspirinas para curar un cáncer. Para reconstruir la confianza de la sociedad en el Estado y recuperar la legitimidad perdida hay que contruir un Estado eficiente. Pero eficiente no en términos económicos (que haya superávit) sino en el sentido real de la palabra: capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado. El Estado tiene que mostrar que tiene la capacidad para pelear en serio contra la exclusión social, que es un gravísimo y urgentísimo problema, sino el más importante, que estamos atravesando como país. Necesitamos más Estado. Más maestros, más médicos, más enfermeras, más asistentes sociales, universalidad de la asistencia social, más viviendas, programas para (re)incorporar a los chicos al sistema educativo, seguimiento de las familias en situación de miseria, programas de alfabetización y educación cívica, mayor coordinación entre organismos estatales, más participación de las ONGs, mejor aprovechamiento de los recursos. Otra vez: hace falta más Estado. Programas como la Misión Robinson en Venezuela o la Cruzada Nacional de Alfabetización de Nicaragua o el cubano «Yo, sí puedo» son ejemplos a partir de los cuales se podría empezar a imaginar una solución real a la exclusión. Vivimos en un país que produce alimentos para varias veces la población existente y, sin embargo, tenemos a millones de seres humanos con hambre. Hasta que no entendamos que el pecado original, que lo que hay que combatir y constituye el verdadero crimen, es la exclusión, todas las políticas represivas que propongan están destinadas al fracaso. Pueden bajar la edad de imputabilidad hasta encarcelar espermatozoides, construir 5 millones de cárceles, contratar un ejército de policías con la más alta tecnología, construir miles de barrios privados para mudar a la gente bien y así resguardarla en fortalezas fuertemente vigiladas, sacar el ejército a la calle y declarar delito no excarcelable a la portación de rostro, firmar y aplicar 500 petitorios blumbereanos… incluso pueden instituir la pena de muerte y, sin embargo, el problema seguirá ahí, latente como si nada. La violencia seguirá cada vez más violenta y nos seguirán «matando como moscas» (como dice el nuevo slogan de la derecha firmadora del petitorio de Blumberg). El problema es que nosotros los estamos matando como moscas a ellos, el hambre es un crimen. Todos los días mueren decenas de personas por hambre en nuestro país. Cromañones semanales de gente cuya muerte está sentenciada por no haber podido ingresar en su organismo lo mínimo indispensable para sobrevivir. Para cerrar este extenso post, dejo una reflexión de Sandra Russo respecto a esta violencia, a esta sed inhumana
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las cosas han cambiado. El paco o lo que fuere, quizás el hartazgo o la desazón previa que lleva al paco, han convertido a muchos lúmpenes en monos con navajas que afilan ante la mirada de sus presas. ¿Quieren mi dinero, mis ahorros, quieren mis electrodomésticos, mis dólares, mi tarjeta Banelco, las joyas de mi abuela, quieren que les dé todo lo que tengo, o no? Y si no es eso lo que quieren, ¿qué es? Ese es el borde que pisamos: estaremos en otro lugar, en otra dimensión si lo que quieren no es lo que tengo, sino lo que soy. Si quieren verme sufrir(…) “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, recomiendan las religiones. En Amor líquido, el sociólogo Zygmunt Bauman descompone la frase, ya descompuesta en las mentes de millones de contemporáneos. Bauman retoma a Freud, quien se había preguntado: “¿Qué sentido tiene un precepto enunciado de manera tan solemne si su cumplimiento no puede ser recomendado como algo razonable?”. Y se contestaba: “Es un mandamiento que en realidad está justificado por el hecho de que no hay nada que contrarreste tan intensamente la naturaleza humana original”. Bauman agrega: amar al prójimo supone un salto a la fe, a cualquier fe. Es, en definitiva, el acta de nacimiento de la humanidad. “Y también representa el aciago paso del instinto de supervivencia hacia la moralidad”. Pero “…como a ti mismo”, dice Bauman, es un final de frase que de ninguna manera puede subestimarse u obviarse, porque es el centro mismo, el fundamento que hace que ese precepto no sea una estupidez y sí una cláusula básica del contrato entre el individuo humano y su especie. El amor a sí mismo es pura supervivencia, y es imprescindible, entonces, generar las condiciones para que cada uno se ame a sí mismo lo suficiente como para poder tolerar al otro. Es necesario generar vidas lo suficientemente humanas como para que la bestia que llevamos en el fondo no ruja ni muerda. Acaso la pregunta adecuada, hoy, sería aquella que nos interrogue sobre las bestias que hemos dejado sueltas, esas que no se aman a sí mismas y en consecuencia tampoco aman a nadie.
Saludos D.F. Imagen: http://www.econoticias.org.ar
PD: Siempre comento en Arte Política y ya era hora de que postee algo en un sitio que nos da tanto todos los días, lo posteo en simultáneo desde Mundo Perverso.
Decís: «El Estado tiene que mostrar que tiene la capacidad para pelear en serio contra la exclusión social, que es un gravísimo y urgentísimo problema, sino el más importante, que estamos atravesando como país.»
Completamente de acuerdo. Es más, para mi no hay ninguna duda que es el problema más importante que tiene el país.
Me parece muy bueno tu encuadre, ya que si todos comprendiéramos que la inseguridad está causada por la exclusión, habría mucha más gente dispuesta a preocuparse por la exclusión.
Ojalá los medios opositores al gobierno decidieran hacer la campaña de «desgaste» por ese lado, hablando de la exclusión una y otra vez, exactamente como lo hacen hablando de la inseguridad para pedir soluciones que son imposibles, mientras no se solucione la exclusión, como lo decís en el post.
Ojalá el odio de Carrió se canalizara por ese lado en vez de explicarnos que falta diálogo y decir ridiculeces como que vamos derechos a un campo nazi.
Ojalá Lozano fuera más creible cuando, él sí, habla de este tema, pero lo hace intercambiando sonrisas complices con Melconian mientras critican al gobierno.
Y ojalá que este gobierno que se muestra tan activo para conseguir recursos que fortalezcan el estado, lo cual es una enorme virtud, se mostrara igualmente activo para atacar este problema, porque sino, nos quedamos en una intolerable mitad del camino.
Siento que es el mejor post que he leido en artepolítica. Lo que le da esa jerarquía es ir al centro del principal problema de nuestra sociedad sin ninguna pretensión de utilización «politica» sinó con la pretensión de hacer un diagnóstico totalizador del problema como prerrequisito para el diseño de una Política (ésta vez sin comillas y con mayúscula). El comentario de Srgio va en el mismo sentido y ojala los comentarios que sigan tengan el mismo espíritu.
La exclusión es, obviamente, material, económica. Pero la más terrible, la que produce locura o un odio sin retorno, es la simbólica. No hay Política para «combatir la inseguridad» si esa certeza no está en el centro. Esto es también lo que le da un caracter de altísima complejidad, un problema difícil de pensar, y lleva a tratar de paliarlo con asistencialismo impersonal o con represión.
Y el Estado. Como éste estado podría hacerse cargo de ese problema de alta complejidad. Por la naturaleza del problema no puede ser encarado por las estructuras que el Estado tiene actualmente. La única posibilidad que veo es la constitución de una area estatal que emule la eficiencia técnica de la AFIP, que sea liderada que sea liderada por alguien capaz de meterle mística y creatividad a lo Montoya, por la incorporación de personal idoneo, motivado, que entienda lo que se pretende, con autoridad explícita para articular con educación, salud, economía, deportes,etc. Casi un superministerio.Y con la mayor independencia posible de las urgencias políticas del gobierno, porque de no ser así la posibilidad de que en esa tarea participe la oposición, las ONG, los medios, etc. se esfumaría rápidamente y todo se transformaría en una nueva frustración; quizás la última.
Sergio: «Ojalá los medios opositores al gobierno decidieran hacer la campaña de “desgaste” por ese lado, hablando de la exclusión una y otra vez, exactamente como lo hacen hablando de la inseguridad para pedir soluciones que son imposibles»
Hay muchos que son garcas, es verdad; pero yo creo que muchos de estos muchachos de los medios masivos ni siquiera son concientes de que pidiendo las medidas que piden no se soluciona nada. El primer ejemplo que se me vino a la mente es el de Majul firmando el petitorio de Blumberg al aire diciendo que no estaba de acuerdo con todo pero que lo firmaba porque «algo hay que hacer», aunque hay unos cuántos más.
«Ojalá el odio de Carrió se canalizara por ese lado en vez de explicarnos que falta diálogo y decir ridiculeces»
Sí, era más simpática cuando lo de «¡vienen por el agua!».
Sombra: «Y el Estado. Como éste estado podría hacerse cargo de ese problema de alta complejidad. Por la naturaleza del problema no puede ser encarado por las estructuras que el Estado tiene actualmente. La única posibilidad que veo es la constitución de una area estatal que emule la eficiencia técnica de la AFIP (…)Y con la mayor independencia posible de las urgencias políticas del gobierno, porque de no ser así la posibilidad de que en esa tarea participe la oposición, las ONG, los medios, etc. se esfumaría rápidamente y todo se transformaría en una nueva frustración.»
No podría estar más de acuerdo. Las estructuras que el Estado tiene actualmente no están preparadas y son más parte del problema que de la solución. Yo creo que hay que darle entidad a este tema, poner el eje ahí, buscar el consenso con todos los sectores. En algún momento tendremos que entender que niquiera se trata de una cuestión ideológica, sino de nuestras vidas cotidianas. Por caso, si la gente de derecha -digamos Blumberg- hubiera usado el dolor por la muerte de su hijo para exigir en su petitorio, en lugar de las propuestas que firmaron 4.5 millones de personas, medidas contra la exclusión, ¿no habrían habido menos robos, menos asesinatos, menos violencia?
Incluso viendolo desde un angulo netamente egoista/racional: si querés salir a la calle tranquilo, vivir sin rejas y que no te maten como moscas, te conviene que el Estado ayude a esta gente con tus impuestos a salir de la miseria. Es muchísimo más efectivo que todo el aparato represor junto, y mucho más barato. Porque no olvidemos que esa gente, cuando se (re)inserta, produce riqueza y paga impuestos. (PD: Muchas gracias por lo del primer párrafo, pero habiendo leido tantas cosas tan buenas acá me parece excesivo)
Saludos!
El problema es que todas las soluciones rápidas son fascistas. Entonces, como solucionar este problema?
Por ejemplo, en los foros de La Nación, un lugar con mucha gente de derecha, además del discurso ruckaufista de mano dura muchas veces se leen propuestas como meter a los pibes que delinquen en colegios pupilos estatales y no sacarlos hasta que terminen la primaria, secundaria y que aprendan un oficio. Es una propuesta fascista?
No, no sería una medida fascista. Algo como eso están haciendo en Lobos. Es como decirle al pibe: te estamos viendo, te entendemos, te tenomos en cuenta, creemos que tenés condiciones para ser más que la exclusión te ha permitido ser. Pero asi, aislada, es una medida que no cierrra la fábrica de producir pibes como ese.
Muy bueno, Diego.
Hoy leía en mi blog favorito (ya parezco el publicista oficial de ese blog) este texto que parece estarte contestando sí a todo pero desde ese lugar que describís, el autor tiene 19 años y es uno que está del otro lado, del lado de atrás de las rejas, y que viene de espacios como el que describís, que en el instituto penal descubrió libros que le explicaron cuál era su rol dentro del esquema social y ayer él escribía esto:
El tema de moda. INSEGURIDAD : SICOSIS y REALIDAD.
Tres segundos dura el lapso entre prender el televisor y encontrar a alguien hablando supuestamente de lo terrorifica que esta la calle, de la sangre que caen en las alcantarillas, de que ya no se ve a nadie en las veredas, que las plazas estan vacias y que cada hogar se convirtió en la trinchera anti-pibe chorro, anti-villero.
Escuche a “prestigiosos periodistas” decir que hay que vivir con miedo y a la expectativa de que te roben las 24 horas para vivir seguros, y plantear cuales serian algunas de las soluciones, entre ellas estaban: empezar a mandar a los pibes de 14 años a sierra chica, alambrar, amurallar, rastrillar, torturar y encerrar a la gente de las villas, aunque es algo que nunca se dejo de hacer pero como ahora tenemos que tener cuidado que venga un negro y nos robe algo material hay que aumentar ese trabajo que por supuesto tiene que estar a cargo de nuestros compasivos y hermosos protectores: la policia…
Señores medios de comunicación: MIENTEN, MIENTEN, MIENTEN.
Analizemos humanamente esta situación que nosotros mismos creamos y en primer lugar me gustaría tener como primer argumento algunas estadísticas. Gracias al boca en boca aca adentro pude comprobar fehacientemente que el 99% de los pibes que estamos tras las rejas vivimos en alguna villa o en algún barrio de clase media pero en una casa bien humilde (aclaro que el uno por ciento restante corresponde a un pibe que no pude preguntarle de donde era).
Todos sabemos lo que es pasar hambre, todos sabemos lo que darse vuelta de tanta droga, todos vimos alguna vez como la policia entra al barrio de cazeria, todos pertenecemos a una cultura aparte, que es la de quedar aparte de todos los eslabones de posibilidades de vida digna de esta sociedad.
Porque digo esto, asi como aumentaron la cantidad de policias en las calles y aumento el trabajo, aumentaron la cantidad de transas en los barrios y el bulto de la billetera de cada comisario, lo que permite que los cerebros de los pibes se manejen como por un instinto animal en busca de la droga. La droga en este caso y en todos los casos es la pasta base, la cocaina y las pastillas.
La droga te quita el hambre, para drogarse se necesita plata, para tener plata hay que trabajar, la unica oportunidad de trabajo es la de ahogarse doce horas diarias en una fabrica, pero como parte de nuestra esencia los excluidos en el fondo tenemos algo natural: el rechazo al sometimiento,
y entonces si ya venimos con una infancia ausente donde ya a los siete u ocho años vamos pero no estamos en la escuela, (escuela siempre precaria) y ya canalizamos en nuestro conciente lo que es una 9mm, la droga y lo que es robar, a los doce ya dejamos la escuela que nunca nos enseño nada , nos duele ver la familia que no tenemos, nos empieza a molestar el estomago que hace ruido y las zapatillas que hablan de tan rotas, y encontramos aliados de similar experiencia en cualquier esquina: asi empieza la aventura delictiva.
Tarde o temprano, casi siempre temprano, se conoce lo que es estar en cana, adentro uno no aprende nada porque las herramientas que hay son escasísimas, adentro la violencia es cotidianidad y entonces uno en vez de poder abrir los ojos de la consecuencia social que somos, nos perfeccionamos como delicuentes.
A esa altura de lo que menos tenemos idea es de lo que es vivir, simplemente somos mentes muertas en suspenso, por eso robamos y matamos sin conciencia.
¿Casualidad? Donde menos hay aparatos de contencion es en los lugares mas humildes de donde venimos y existen muy pero pocas oportunidades de poder desarollar alguna creatividad Artistica y no existen lugares para perfeccionarse en alguna actividad deportiva y tomarlo como arma para zafarle al dolor que arrastramos de herencia. Algo que podria ser basico para soñar otra cosa.
No hay salidas y las que aparecen tratan de taparla todo el tiempo.
Con un panorama tan cruel, tan inhumano, con tan poca perspectiva a futuro, con la idea de salir de caño hecha carne y de disfrazar con un par de nikes nuevas nuestra eterna pobreza, con el odio que recibimos diariamente de la televisión y de la gente, como quieren que no haya inseguridad…
Camilo Blajaquis. (www.camiloblajaquis.blogspot.com)
Gracias DagNasty por pegar el link de Camilo. Ya está en mis favoritos.
–Si la Corte considera que el sistema vigente es inconstitucional, ¿por qué no declaró, precisamente, su inconstitucionalidad?
–Si declaramos la inconstitucionalidad ahora, alimentamos una campaña efebofóbica. Las sentencias de la Corte tienen una repercusión mediática inmediata y nadie puede ignorar que estamos sometidos a una brutal campaña de estigmatización de chicos pobres. Para quienes no se permiten tomar en cuenta datos de realidad, el derecho es pura lógica normativa.
–Pero no eran tantos los menores que hubieran liberado.
–Es cierto que en Capital implicaba liberar a algunos pibes, no muchos. El problema es que lo que digamos sobre la ley federal tendrá valor para las leyes provinciales. Una declaración de inconstitucionalidad hubiera sido seguida por otras válidas para todo el país, donde son más los menores presos. Me preocupan esas leyes provinciales y en especial la situación en la provincia de Buenos Aires, donde hubo declaraciones de funcionarios desconcertados frente a ciertos problemas de inseguridad o cierta publicidad de los problemas de inseguridad, que están buscando como chivos expiatorios a los niños y adolescentes. Cuando la prensa te dice que la mayoría de los homicidios son cometidos por menores de 16 años, miente. En la ciudad de Buenos Aires hay un solo chico procesado por homicidio y la mayoría de los homicidios siguen siendo intrafamiliares y machistas, para no contar los de tránsito.
–¿A qué atribuye esa campaña?
–René Girard dice que cuando en una sociedad se produce una violencia difusa, se la canaliza sobre un chivo expiatorio y se lo aniquila, se comete una masacre y después las víctimas se vuelven sagradas. La campaña contra los pibes es el primer paso para matarlos, el primer escalón del genocidio. No es una opinión, son cosas que la criminología latinoamericana conoce perfectamente. Una declaración de inconstitucionalidad nuestra en este marco inmediatamente iba a servir para que con cualquier pretexto se tendiese alguna trampa a un pibe: le hacen un entre, le ponen un arma nueve milímetros y lo determinan a alguna barbaridad para luego “sorprenderlo” y matarlo en el hecho. A partir de ahí, con amplia cobertura de medios, empieza la masacre bajo la consigna de que la Corte soltó a todos los pibes asesinos y ahora hay que matarlos. Yo en esa no me prendo.
–Usted habla sobre una hipótesis.
–¡Para nada! Es una verificación científica, criminológica. Hace veinte años en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos se publicó, en el libro Muertes anunciadas, una investigación que hicimos sobre las ejecuciones policiales en América latina. Allí se describen las reglas del fenómeno, la efebofobia carenciada entre otros. La sociedad se ha olvidado de que aquí, en la ciudad y en el conurbano, las policías post dictadura ejecutaron a más de mil jóvenes en pleno gobierno constitucional, en supuestos “enfrentamientos” ampliamente cubiertos por el “noticiero del 9”, que llegaba antes del hecho, con gran beneplácito disfrazado de alarma por algún famoso comunicador ya fallecido. En 2001 la Suprema Corte bonaerense, con motivo de las denuncias por ejecuciones sin proceso, tuvo que hacer un registro de menores muertos por la policía, después de que el gobernador había lanzado la criminal consigna de “meter bala”.
–¿Es la misma idea que planteó Carmen Argibay al decir que es mejor mantener a los menores institucionalizados porque en la calle los matan?
–A ella la interpretaron mal, como si hubiera que tener a los pibes encerrados para tutelarlos. No, si hay que proteger a alguien no es a los pibes que están encerrados sino a todos los pibes pobres y villeros, que es el estereotipo sobre el cual se está fabricando el chivo expiatorio.http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-117123-2008-12-21.html