Identidades nacionales de ayer y hoy

Crecí viendo programas juveniles en los que un locutor le decía a la conductora que los premios que ganaban los participantes eran “lógicamente importados de USA”, en un entorno en el que si no ibas de vacaciones a Disney no habías tenido vacaciones. El discurso único traficaba al sentido común ideas tales como: la elegancia era casi privativa de los franceses con sus perfumes excéntricos, los buenos modales de los ingleses con su five o´clock tea, la tecnología de los alemanes con sus autos de lujo, las buenas comidas de los italianos con sus ricas pastas, el lenguaje de los españoles con su real academia, y la pobreza, ignorancia y delincuencia propia de los bolivianos, paraguayos y peruanos con sus pieles oscuras. Sin apelar al miedo intrínseco del ser humano a lo desconocido –que paradójicamente era lo que más cerca teníamos-, pasible de activar para promover la xenofobia, ¿cómo no entender que un argentino “de bien” quiera dejar de ser latinoamericano para sentirse hijo de europeos y turista en yanquilandia?  Si eso no es un tipo de identidad nacional promovida desde el poder –tanto fáctico, es decir económico y mediático, como democrático, es decir político-, qué es. No justifico aquellas personas que se mueven bajo esta matriz de pensamiento, pero creo que es importante entender que no es producto de la casualidad que muchos argentinos tengan trastocado su sentir nacional. Para entender un poco cómo se llegó a estas ideas y sobre todo a su naturalización, haré un breve punteo sobre la génesis de nuestra identidad nacional.

Pero antes quiero aclarar que existen deferentes maneras de abordar la historicidad de los acontecimientos o de los comportamientos sociales. Herbert Butterfield denominó historia Whig a “la historia escrita como si el presente fuera la consecuencia inevitable y deseable del pasado” (Smith, 1997). Este enfoque histórico relata los acontecimientos sucedidos en el pasado a través de una visión anacrónica, ahistórica y acrítica. Parte de los conocimientos que se tienen en el presente con el objetivo de poder determinar de qué forma la ciencia y la sociedad llegó a evolucionar hasta lo que es en la actualidad, convirtiendo la historia en una mera ratificación de lo establecido. Esta postura determinista es el escudo al que apelan los sectores más reaccionarios para intentar mantener el estatus quo , como si fueran verdades provistas por la divinidad. Por ejemplo, si nuestra identidad no es latinoamericanista, es porque así debe ser y no debe cuestionarse.

Para quienes intentamos desarticular aquellas ideas que circulan por la anchísima avenida del sentido común, existe como postura antagónica a la historia Whig, la revisión de los procesos históricos-políticos-culturales para entender las problemáticas y necesidades en las que desarrollaron los conceptos en un determinado momento. Nikolas Rose, en Una historia crítica de la psicología, advierte que: “Dicha historia escrita a modo de crítica plantea cuestiones significativas en cuanto a la relación entre conocimiento y sociedad, entre verdad y poder…”. Mi análisis está enfocado desde este segundo método para indagar en las construcciones sociales que hoy se nos presentan como obvias e incuestionables.

 

Sobre el origen de la “identidad nacional”.

 

A finales del siglo XIX se consolidó la organización del Estado con la designación de la ciudad de Buenos Aires como capital de la Republica y se implementó un modelo económico agro-exportador. Dicho modelo estaba caracterizado por la concentración de las tierras en manos de una oligarquía, hecho que produjo la demanda de mano de obra barata. Ante la escasez de peones rurales, el gobierno promovió la inmigración de obreros europeos produciendo inmediatamente un crecimiento urbano desmedido. Esta situación planteó, entre otras problemáticas, el debate sobre la conformación de un ser nacional. Este debate, se daba principalmente en los foros académicos por entonces muy elitistas y en los centros de poder político-económico, respondiendo a la visión que los intereses oligárquicos tenían sobre cómo debía ser la Argentina. Es necesario destacar que por entonces la división entre academia, política y economía, no eran tan claras como en la actualidad.

En este contexto, la argentina se encontraba atravesada por una corriente de pensamiento denominada positivismo, desarrollada en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. Caracterizada por su naturalismo y cientificismo, el positivismo sentencia -en pocas palabras- que se debe intervenir desde la ciencia en lo social, y sostiene la idea de un progreso indefinido. Exponente de esta corriente de pensamiento es el denominado Darwinismo Social. José Ingenieros, fue el primero en traer a la Argentina la Teoría Evolucionista de Darwin y el primero en referirse a la Criminología, con el fin de diferenciar la locura del delito. A su vez, respondió a las necesidades que planteaba la conflictividad social de la época, la cual estaba enfocada en diferenciar, clasificar y seleccionar en lo institucional, educativo, laboral, y criminal.

Durante los primeros años del siglo XX además de estudiarse intensamente  la criminología y  la educación, también se comenzó a interpretar la sociedad, los problemas de la época y las posibles maneras de intervención. Así, se consideró para el análisis -entre otros factores- el hacinamiento de la población y las costumbres «viciosas” que éste generaba. Las problemáticas del momento, fueron diagnosticadas como degeneraciones o anormalidades devenidas en desvíos de la conducta como, por ejemplo, la prostitución y el alcoholismo. Es notable el doble discurso de la clase dominante, puesto que quienes consumían la prostitución, eran los que condenaban a las mujeres pobres por ejercerla. Lo mismo sucedía con el alcoholismo, que no era exclusivo de la clase baja, sin embargo sobre ellos recaía el castigo. En consecuencia, dado que los abordajes se realizaron desde una perspectiva evolucionista, se ubicó a la marginalidad social como estadios primitivos de la evolución. Por ejemplo, el alcoholismo de los progenitores fue considerado determinante en los abordajes hereditaristas sobre los problemas de “anormalidad”, de aquello que no se «debía ser»; en otras palabras, el hijo de un alcohólico y pobre, estaba condenado a ser alcohólico y pobre por una cuestión genética.

En la identidad nacional no había espacio para la delincuencia, la locura y/o pobreza, pero en vez de combatir estos flagelos  se combatía a las personas que los padecian. Estas ideas estaban sustentadas en la teoría eugenésica concebida por el inglés Francis Galton, hacia fines del siglo XIX, siendo el primero en aplicar métodos estadísticos a las diferencias mentales individuales y colectivas. La eugenesia sostiene que tanto las capacidades y talentos, como la predisposición a la enfermedad, al estado de pobreza o a la conducta criminal son de carácter hereditario. A partir de esta premisa, Galton se propuso mejorar la “raza”, a través de la reproducción selectiva de determinados grupos y restringiendo la reproducción en otros individuos por sus caracteres degenerativos. El lamarckismo francés aseguraba, análogamente, que las características estructurales y funcionales de los individuos pueden manipularse desde el ambiente. Así, las características adquiridas por el medio se transmitirían a la siguiente generación y pasarían a formar parte de su acervo genético. Esto es, que la sociedad, la educación, etc., influyen sobre las personas y es el Estado quien debe intervenir directamente para direccionar el devenir de los comportamientos individuales y colectivos. Digresión: esta postura es un arma de doble filo, ya que no es lo mismo un gobierno popular y democrático delineando –o intentando delinear- los ejes del ser nacional, a que lo haga un gobierno reaccionario y elitista.

Retomando la historia… Bajo el amparo de la teoría eugenésica y del lamarckismo, en la Argentina se pretendió legitimar una forma de sojuzgar a la población con medidas disciplinadoras para moldear un entramado social afín a los intereses de la época. Por ejemplo, una manera de controlar a los enfermos o delincuentes era ponerlos a trabajar, bajo la convicción de que el orden físico acarreaba el orden mental. Desde esta perspectiva, no importaba que el trabajo de los presos o de los locos fuera o no útil, porque era un valor disciplinante en sí mismo. Foucault señaló: “Ha habido… un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder. Podrían encontrarse fácilmente signos de esta gran atención dedicada entonces al cuerpo, al cuerpo que se manipula, al que se da forma, que se educa, que obedece, que responde…” (Foucault, 2003:82) Se creó entonces nuevas instancias de autoridad que operaban en el control de la conducta y sobre la subjetividad. En otras palabras, el cuerpo del pueblo era objeto de legislación, en nuestros días, se observa por ejemplo en la penalización del aborto (no es casual que se trate del cuerpo femenino dado que siempre ha sido territorio de misterio y dominación por parte de los hombres) Y más importante aún, todo esto contribuyó a la generación de nuevos problemas sobre los cuales ejercer legítimamente la autoridad social. De ahí que las soluciones verticalmente provistas por la elite intelectual, debían intervenir tanto en lo técnico como en lo moral. Esto explica por qué el “ser nacional” ha sido intervenido, adoctrinado y educado, bajo regimenes que respondían a intereses antipopulares creando contradicciones notables en el sentimiento nacionalista.

La idea de anormalidad conformaba un fenómeno directamente relacionado con las instituciones de control, los mecanismos de vigilancia y la distribución del orden social. En este sentido Rose plantea la noción de ética que engloba “los discursos, las técnicas y las normas cambiantes que intentaron actuar sobre la conducta, el comportamiento y la subjetividad humanas” (Rose, 1996: 43). De esta manera, los problemas de anormalidad y degeneración, y las intervenciones que se proponían en consecuencia, operaron sobre el comportamiento social y la conducta.

A manera de conclusión, puede decirse que el cipayismo, la tilinguería y otras conductas pacatas de nuestra clase media y alta que hoy vemos reaparecer, no surgieron en el primer peronismo, sino que tienen una raigambre mucho más antigua y también una explicación. El rechazo de las clases dominantes y de parte de la calse media a las patas en la fuente del `45, a las ordas de piqueteros del 2001, y a las manifestaciones populares de estos tiempos, no son más que la lucha por la conformación de una identidad nacional popular y democrática para todos, contra una identidad pacata, oligárquica, controlada y manipulada por el poder para stisfacer sus intereses.

Frente a estos intentos de abasallamiento y dominación,  el pueblo argentino, no se ha subordinado nunca por completo a la doctrina del ser nacional provisto, pensado y diseñado por los poderes oligárquicos. Por el contrario, nuestro pueblo, se ha caracterizado por ser insubordinado, produciendo una dialéctica entre el poder que intenta dominar y el pueblo que resiste. Hoy, no solamente resiste el pueblo argentino, sino que por primera vez en mucho tiempo, es el gobierno nacional quien encabeza esa lucha por la conformación de un ser nacional de corte latinoamericanista, popular y democrático. Esto se ve en el reclamo de soberanía de Malvinas, en la recuperación de YPF, en la creación de la Unasur, y en el reconocimiento de la propiedad de las tierras por parte de los pueblos originarios en el proyecto del nuevo código civil y comercial, punto que se ha dejado bastante de lado en los análisis, pero que es el máximo exponente del ser nacional al que apunta este gobierno.

Para finalizar, quiero decir que deseo profundamente que la próxima generación no crezca pensando en vacacionar en Disney, en comprar las marcas importadas y pensando que Europa es mejor que Latinoamérica; ya que habrá de significar que se ha perdido una batalla cultural (al menos una, de manera momentánea) sobre la conformación de un ser nacional realmente argentino y latinoamericano.

Acerca de leonkonkistador

Estudiante de psicologia en la UNLP. Kirchnerista no militante, aunque suelo plantearme seguido unirme a una agrupacion.

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18 comentarios en «Identidades nacionales de ayer y hoy»

  1. El «ser nacional»… qué tema… Sin ir por las raíces históricas, creo que basta detenernos en las «fábricas de valores y disvalores» que son los medios de comunicación, quienes formatean el cerebro de no menos de 1/3 de la población. Tenemos un ejemplo más que actual, en el que el candidato de Televisa y TV Azteca ha resultado electo, envuelto en una imagen de (mala) telenovela, en la que Maiami y Disneylandia son la máxima aspiración de ese segmento. A la que les basta con mostrarles a Chávez para despertarles temores sobre los que trabajaron desde siempre. Pobre gente que, a falta de discernimiento propio, tercerizan en los medios su tamizamiento en «buenos» y «malos».

    Respecto de este cambio de percepción, yo tengo puestas mis fichas sobre dos ejes: Por un lado, en la puesta en marcha EFECTIVA de la Ley de Medios, en la desconcentración de propietarios de medios, pero principalmente en la verdadera atomización de puntos de vistas en ese «error de la matrix» que significa internet. Poco a poco, y a medida en que mayor cantidad de gente comienza a pasar mayor cantidad de horas frente a la pantalla de la PC que a la de televisores, el flujo se tornará más y más ingobernable para los armadores de agenda. No hace falta ser Nostradamus para darse cuenta que ésto está ocurriendo y que su flujo es cada vez mayor. Cada vez les cuesta más establecer sus valores como los valores de todos. Cada vez tienen menor incidencia. Y éso está buenísimo.

  2. Totalmente de acuerdo… tendríamos que ser todos en Argentina como los peruanos que vendían basura en la calle Florida antes de que Macri los eche a patadas, bien negros e ignorantes… así seguro que Argentina tendría chance de ser potencia mundial… y de paso nos sacaríamos de encima las veleidades europeizantes de gentuza como Sarmiento y el General Roca…

    Recomiendo (eso sí) al autor del post que revise su ortografía… no va a faltar el «colonizado cultural» que se lo reproche.

    1. En tu mini ensayo se nota bien cual es el problema: no se trata de querer ser como alguien sino de reconocer quienes somos

    2. nunca leo los comentarios de mis post. Quedate tranqui que si tengo una falta ortográfica es porque soy atolondrado y aprieto las teclas en el teclado muy a lo bonzo. No releo mil veces lo que escribo… escribo que lo que me sale y lo publico. Muchos dias despues lo releo, y ademas de las faltas veo lo que escribie en «caliente». Cuando escribo a mano no te ewscribo con faltas ni en aleman jajaj, fuera de joda, a mi me duielen las faltas, pero me duielen en los diarios, donde hay correctores ortograficos, o en los trabajo universitrios donde pasas por el corrector el tp. Aca no me importa, las teclas estan muy pegadas, y yo se escribir perfecto aunque no sepa teclear tan bien. Ab razo

  3. Es por el origen de la mayoría de su población, el argentino tipicamente tendió a considerarse una exclave de Europa en Latinoamérica. Considero que hubo dos hitos a partir de los cuales los argentinos comenzamos a desarrollar un identidad más latinoamericana: la guerra de las Malvinas, donde Europa y EEUU mostraron claramente de que bando estaban, asi como la crisis de deuda del 2001/2002, donde a diferencia de las crisis de deuda Mexico, Turquía o Rusia, donde el mundo financiero le soltó la mano a la Argentina.
    El kirchnerismo sin duda refleja sin duda ese sentimiento latinoamericanista, que toma la realidad de donde estamos ubicados. Pero también refleja resentimiento y de complejo de inferioridad, con una presidente que se ufana ante los micrófonos de crisis ajenas, cultivando un sentimiento anti Europa y EEUU, pero no desaprovechando oportunidad para hacerse “unas compritas” en Nueva York o Paris. Habremos ganado otro tanto cuando logremos dejar esa actitud de lado.
    Para que podamos ver que no todo lo que viene de EEUU y Europa es “Disney y shopping” y poder aprender algunas cosas de ellos, tanto en lo que se refiere al estado de derecho (ser inocente hasta que no se compruebe lo contrario), el respeto a la libertad de opinión y el poder de la opinión pública sobre sus gobernantes (y no al revés).

    1. Por lo que se ve en la realidad:
      – La crisis de Europa y EE. UU. existe, aunque la Presidenta no la mencionara. En esta y en tantas cosas, parece que el gobierno simplemente debería callar y nada más.
      – El respeto a la libertad de opinión no tiene aquí restricciones.
      NOTA: que un funcionario conteste a los titulares o a los columnistas estrella NO ES faltar el respeto. De otro modo, se suprimiría la libertad de opinión para el oficialismo y se consagraría la *opinión única* de los grandes medios.
      Como lector de Clarín durante varias décadas, recuerdo perfectamente que acusaban de dictadura (o algo así) al gobierno de ¡¡¡Alfonsín!!! porque él o algún funcionario OSABAN contestarle. Sostenían que no debía permitirse la contestación de nadie ligado al gobierno. Es decir, sostenían un criterio de ‘hiper-libertad’. No hace falta mucha reflexión para llegar a que la ‘hiper-libertad’ de un sector significa su predominio sobre otros. Una especie de dictadura.
      – Es muy lindo hablar del ‘poder de la opinión pública’ como un ente abstracto (como ‘el mercado’, etc.) cuando un medio tiene 500 licencias o algo así.

    2. diego dixit: «El kirchnerismo sin duda refleja sin duda ese sentimiento latinoamericanista, que toma la realidad de donde estamos ubicados. Pero también refleja resentimiento y de complejo de inferioridad, con una presidente que se ufana ante los micrófonos de crisis ajenas, cultivando un sentimiento anti Europa y EEUU, pero no desaprovechando oportunidad para hacerse “unas compritas” en Nueva York o Paris. Habremos ganado otro tanto cuando logremos dejar esa actitud de lado»

      pregunta: ¿cuando dejemos qué actitud «habremos ganado»? ¿cuando dejemos de comprar en nueva york o cuando dejemos el sentimiento latinoamericano?

    1. El 50% de los talibanes de la jihad anti-K dice que es una tilinga.
      El otro 50% dice que es una chirusa.
      Es decir: vamos bien.

  4. «Cuando le preguntaron a Cristina si la Argentina tenía un Plan B para enfrentar una crisis como la actual, dio un largo rodeo hasta replicar: “El Plan A nuestro está en funcionamiento. Los que necesitan un Plan B son ustedes”.

    ¿ A eso le llamas «mencionar la crisis en EEUU o Europa»? Yo lo llamaría mas bien «intromisión en los asuntos económicos propios de otros países», lo que un jefe de estado no debería hacer jamás, mezclado con soberbia.

    Además te cuento que un presidente de Alemania renunció hace poco por haber ocultado un crédito hipotecario a condiciones ventajosas que recibió en condición de presidente, mientras que en Suiza un director del banco central dimitió porque su mujer había comprado dólares antes de una apreciación de esta moneda. Ambos renunciaron a su función por la presión de la opinión pública, sin que se la haya iniciado juicio y sin argumentar que se había tratado de una campaña para desprestigiarlos, o un intento de los medios corporativos y/o golpistas para desestabilizar.

    1. – Un comentario no tiene por qué ser una intromisión.
      – Primero, le contestaba a un periodista, no a un gobernante.
      – Además, si se entiende bien, es un comentario que no se refiere a un país o región sino a una orientación económica, por contraste con la que se lleva adelante aquí, y se intenta continuar.
      – No vi que protestaras de la misma forma por lo que dijo Cameron en el G-20, donde -más allá de hablar de las islas- se puso a criticar la expropiación de YPF, las restricciones a las importaciones y no sé cuántas cosas más. Que NO SON su tema.
      Claro, está el complejo de que Argentina es inferior y que hay países superiores. Hagan lo que hagan y digan lo que digan.
      – Un caso parecido: hay voces que protestaron por un video del estilo de Adidas/Nike como ‘propaganda nazi’ y se quedaron tan tranquilas (y calladas) cuando UK mandó, a propósito de NADA, un acorazado, un destructor y un submarino nuclear al Atlántico Sur.
      – En cuanto a los casos de Alemania y Suiza: no creo en ese animal mítico llamado ‘opinión pública’ (y cada vez menos gente cree). En realidad es un conglomerado de grandes medios internacionales, con intereses compartidos con bancos, empresas no precisamente pyme, y algunos gobiernos.
      Si los funcionarios renunciaron fue porque las fuerzas de oposición y/o las fuerzas representadas por los medios, eran más poderosas. Y no debemos descartar, cuando comentamos hechos de los que NO conocemos los pormenores, que las causas de las renuncias hayan sido otras.
      – Y por si hiciera falta una vez más decirlo: a los gobiernos elegidos en elecciones libres no los deben derrocar los medios ni ninguna otra corporación, sino que los debe reemplazar el voto popular.

    2. diego escribió: “intromisión en los asuntos económicos propios de otros países”, lo que un jefe de estado no debería hacer jamás, mezclado con soberbia».

      si esto lo decís acá, me imagino lo que opinarás cuado gente que no es presidente de nada opina sobre nuestra economía…

      1. Tapones, a decir verdad hasta ahora no te he visto hilvanar un razonamiento coherente. Estoy empezando a perder las esperanzas en vos…

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