La causa Malvinas

Hace varios días que vengo siguiendo el tema Malvinas, buscando tomar una posición favorable o contraria a la nueva estrategia del gobierno sobre el tema.

Me pongo en el lugar de quienes acuerdan con la estrategia del gobierno. Digamos que el objetivo de obtener la soberanía de Malvinas es una política de Estado que es bueno sostener. Sobre esa base, podemos pensar que la estrategia del gobierno es la mejor posible. Puesto que los británicos se niegan a negociar, la Argentina puede presionar haciendo su relación con las islas lo más difícil y costosa posible. A su vez, la Argentina busca aliados entre los países latinoamericanos, en un contexto de relativa fortaleza, para perjudicar la posición internacional del Reino Unido. A la larga, esto podría llevar a que el Reino Unido revalúe su política de no negociación. Pero aunque no lo haga, la Argentina afirma su posición y sale bien parada. Un elemento importante en este sentido es la afirmación permanente de la voluntad de encarar el tema pacíficamente, para que todo elemento bélico quede del lado británico.

Ahora bien, pensemos un poco más afondo esta cuestión de la «causa Malvinas». Efectivamente se trata de una «causa» antes que de una «política» porque lo que está en juego no es eminentemente un interés, sino una cuestión simbólica. A la Argentina las Malvinas le son casi indiferentes desde un punto de vista material, pero tienen un peso simbólico muy importante. Es decir que lo que está en juego en la causa es más que nada una cuestión de identidad e ideología nacional. Los argentinos consideramos que la islas nos fueron arrebatadas injustamente, y vemos en la reparación de esa injusticia una afirmación de nuestra identidad.

Esto tiene consecuencias muy importantes. Si las Malvinas son una causa antes que una política, entonces los gobiernos tienen menos incentivos para implementar políticas que efectivamente tiendan a obtener la soberanía de las islas, que para demostrar y poner en escena esta afirmación del orgullo nacional. Algunos dicen, por ejemplo, que la política más efectiva respecto de Malvinas sería tratar de integrarlas, construyendo vínculos con sus habitantes. Sea esto cierto o no, la cuestión es que en términos ideológicos esa política no sería consecuente con la causa, que, de nuevo, no busca un objetivo material sino una afirmación simbólica. O sea: lo importante no es obtener la soberanía por el medio que sea, sino denunciar la injusticia cometida y reclamar su reparación.

Si la política argentina respecto de Malvinas es, entonces, una puesta en escena ideológica antes que una gestión, lo que está en juego es menos una cuestión de política exterior que de movilización interior. Las gestiones externas se desarrollan con el fin de afirmar una identidad interna. Por eso fue tan bien recibido el bloqueo a los barcos con bandera británica por parte de otros países latinoamericanos; contribuya eso o no al objetivo final, lo principal es que constituye una victoria simbólica sobre el Reino Unido. Para el gobierno, lo importante es afirmar una posición, y por eso evalúa sus éxitos en términos de batallas simbólicas, cuya conexión con objetivos concretos son difíciles de ver.

La siguiente pregunta sería: ¿es positiva esta política de afirmación nacional? Creo que no, por varios motivos. El primero es pragmático: en el caso de Malvinas, donde toda solución por la fuerza es imposible para la Argentina, la «causa» muchas veces contradice el objetivo concreto de obtener la soberanía de las islas. No siempre lo más efectivo en términos de afirmación identitaria es lo más efectivos en términos de política exterior, y en este caso creo que cuanto más confrontativa se muestra la Argentina, más contribuye a endurecer la posición de Gran Bretaña y de los isleños. Por este motivo, cuanto más se agita la cuestión Malvinas interiormente, menos efectiva tiende a ser la política exterior al respecto.

Ahora bien, supongamos que todos aceptamos que recuperar las islas no nos interesa y que lo único que importa es la cuestión identitaria. ¿Es entonces positiva la estrategia del gobierno? Sigo pensando que no. Primero que nada, porque la afirmación identitaria construida sobre pasados míticos (y, sea cual sea la realidad, para casi la totalidad de los argentinos la idea que se tiene un derecho sobre las islas se basa en mitos) es negativa y peligrosa. Negativa porque tiende a afirmar estereotipos («los argentinos somos pacíficos», «los ingleses son militaristas») y a apuntalar prejuicios («la Argentina tiene derechos geográficos e históricos sobre las islas»). Peligrosa porque, siendo que lo que para el gobierno es un estrategia de movilización es para la población una verdad, se cultiva una idea cuyas consecuencias son impredecibles. Para el gobierno puede ser obvio que las Malvinas no importan más que para afirmar la identidad nacional, pero para mucha gente esta distinción no es tan clara y, a la larga, puede dar lugar a la idea de que «hay que recuperar las islas por cualquier medio». Este camino es en parte el que abrió la puerta a la aventura de 1982.

La estrategia del gobierno sobre Malvinas recae en todos los lugares comunes de una auto-celebración identitaria. Las palabras de Cristina exculpando a los argentinos por su abierto y decidido apoyo a la ocupación de 1982 son ilustrativas en ese sentido. Se combinan con la exaltación de los medios pacíficos, como si ello fuese una cuestión de superioridad moral y no de diferencias de poder militar. Lo que queda es la pureza identitaria: «los argentinos afirmamos nuestros derechos mediante la paz, mientras los británicos utilizan la fuerza». Estos lugares comunes auto-celebratorios fomentan una cierta estupidización, que consiste reproducir una noción reconfortante de nosotros mismos antes que desafiarnos a repensar y cuestionar nuestra posición. Me pregunto: ¿sería perjudicial abrir un debate histórico y jurídico sobre la legitimidad de nuestro reclamo sobre Malvinas? ¿Es la pureza de la causa más beneficiosa que una auto-reflexión sobre nuestra propia posición?

Vale la pena destacar la instrumentalidad política que la causa Malvinas presente cada nuevo gobierno, y que éste parece dispuesto a aprovechar como nunca desde 1982. El discurso de Cristina, convocando a todos los sectores sociales a escucharla, fue una puesta en escena de unidad nacional. Lo cual no sería en sí mismo negativo, si no fuese porque esta unidad se presenta en términos jerárquicos, con la líder representando a la nación y todos los actores mostrando silenciosamente su consenso. Se evita así la posibilidad de pensar la unidad nacional en términos de convergencias plurales, por ejemplo mediante una invocación a consensuar una política de Estado que vaya más allá de una estrategia coyuntural. Con la invocación al consenso silencioso, el gobierno plantea un escenario donde las alternativas son la adhesión a su estrategia o la traición a la causa. De nuevo: la pureza de la causa se traduce en la escenificación de la pureza identitaria.

En definitiva, pienso que todo este revivir de la cuestión Malvinas, con sus éxitos simbólicos, reproducen imaginarios retrógrados. Estos imaginarios son redituables políticamente y nos brindan una cierta satisfacción comunitaria. Pero poco nos sirven para avanzar en la gestión sobre Malvinas (si tal cosa existe) y, lo que es más grave, reafirman lugares comunes sobre nosotros mismos que difícilmente sean beneficiosos de cara al futuro.

29 comentarios en «La causa Malvinas»

  1. Disiento. No creo que discutir la cuestión de Malvinas se trate de una cuestión retrógrada ni simbólica o ideológica o para generar una identidad nacional. Detrás de Malvinas y su connotación, hay recursos naturales y eso es lo que se busca recuperar. No sólo es un punto militarmente estratégico para GB sino que están sacando petróleo y vaya a saber uno qué más. En el discurso CFK, creo que lo dijo. Lo que sí creo que es retrógrada es la política cerrada y aún con resabios colonialista de GB. Si fuésemos China con todos si armamento, bien que se hubieran sentado los ingleses a conversar.Por último, cualquier argentino con un mínimo de sentido común sabe que el conflicto bélico no es una opción y que lo que determine la ONU, en caso de que GB acepté la intervención, hay que aceptarlo tal como pasó con las papeleras.

    La magnificación de estas cuestiones la generan los medios y qué medios.

    1. China tenia un tratado por el que recobraba Hong Kong en 1997. Inglaterra nunca reconocio la soberania argentina sobre las islas, antes o despues de 1833. Nunca fueron situaciones comparables.

      Los recursos naturales son un tema ahora, no lo fueron antes. Si encuentran petroleo en Uruguay, no podes empezar a reclamar que vuelva a ser argentino.

      La ONU no puede decidir nada sobre esto. Puede pedir/aconsejar/sugerir, no tiene poder de decision sobre disputas de soberania. La Corte Internacional de La Haya esta a cargo de eso, como paso con Botnia, donde Argentina sabia que tenia un buen caso. Nunca ha llevado el caso de las Malvinas a La Haya porque, a no ser que hayas ido al colegio en Argentina y nunca dudaste sobre la historia que te contaron, el caso argentino es demasiado debil como para correr el riesgo.

  2. La causa es ;Derecho contra violacion de derechos o usurpacion .La causa es Soberania y defender un patrimonio q nos fue usurpado primero y q despues perdimos en una guerra q declarö una dictadura genocida fascista .
    La política es poner un límite al colonialismo .La política es hacerle frente a un conflicto
    Saben q no vamns a pelear En eso adhiero a tu postura ,es un símbolo ,un reclamo legal .
    Pero QUEW ´SIMBOLO ! Generaciones enteras de argentinos sentimos q son nuestras y una generacion lo q creyó a tal punto q dio la vida por esa causa No nos olvidemos de eso

  3. No es una causa simbólica, están en juego recursos naturales, además de que no son solo las Malvinas sino todas las demás islas del atlántico sur, Sandwich, etc y la Antártida Argentina que tampoco es reconocida por UK. Donde también hay recursos naturales.
    Igual creo que solamente la vamos a recuperar cuando tengamos poder militar disuatorio equivalente al del reino unido.

  4. El hecho de que hayan pasado 30 años de la invasión militar, no nos convierte en confiables de por sí, ya que el Pueblo apoyó eufóricamente la guerra de la dictadura. Dicho de otro modo: seguimos siendo sospechados de poder producir en el futuro alguna otra aventura violenta.

    Los habitantes de Malvinas, no nos los van a perdonar fácilmente. Tienen más generaciones en las Islas que la enorme mayoría de los argentinos en la Argentina.

    Lo de los recursos naturales es simplemente jocoso: No sabemos qué minerales tanto o más valiosos que el oro (litio gratuito, por ejemplo) se llevan las corporaciones de la megaminería aquí en territorio continental, y creemos que vamos a sacar petróleo del mar alrededor de Malvinas. Mientras tanto dejamos que las Cías petroleras depreden las reservas en vez de aumentarlas. Hoy somos importadores netos de combustibles.

    Nos respetarán en el mundo el día en que sepamos utilizar nuestras materias primas para hacer aquí, con inversiones y trabajo argentino el valor agregado que hoy cedemos gentilmente (y hasta tal vez con subsidios) a los países desarrollados.

    Modelo de coherente persistencia durante los últimos 200 años…

    1. Me pregunto para qué se necesita usar un argumento tan insustancial.
      Eso de que ‘el Pueblo apoyó eufóricamente la guerra de la dictadura’ es una afirmación totalmente vacía, con menor significado todavía que la de que ‘el Pueblo apoyó el golpe del 76’.
      En el ’82 habían matado a 30.000, otros miles se habían exiliado, no había ninguna posibilidad de manifestar ideas sin peligro de muerte. No había Congreso con representantes del pueblo. No se hacían encuestas de opinión. Los grandes medios (LOS MISMOS DE AHORA) eran furiosamente oficialistas.
      Por lo tanto, lo del apoyo popular es INVERIFICABLE.
      Y por favor, no invoquemos ‘una plaza (o varias) con gente saltando’. Eso, numéricamente, es NADA.
      Para lo que sí sirve este ‘argumento’ es para:
      1. Disculpar a la dictadura cargando la culpa de la guerra sobre todo el pueblo argentino. Como si algún individuo que no fuera de la cúpula militar hubiera tomado alguna decisión (qué casualidad, en la Alemania de posguerra inventaron la ‘culpa colectiva del pueblo’ para descargar algo de la culpa real de los genocidas).
      3. Por extensión, cargar culpas sobre el gobierno actual (¡qué raro!) y con ello desprestigiar sus declaraciones y gestiones sobre el tema.
      4. Y, ‘last but not least’ (más bien lo principal): para que el Reino Unido se lleve todo el beneficio que puedan dar los recursos de la zona. Y reivindique la posesión del sector antártico y los recursos de él.
      Yo no soy ningún gran patriota, nunca perdí el sueño por las Malvinas, pero cuando se usan esos argumentos me da la impresión de que un inglés no los enunciaría mejor.
      Necesitamos argumentos argentinos que vayan en defensa de nuestros intereses.

      1. ¿Afirmación vacía?

        Por esos días yo escuché en los corrillos de la calle Florida esta frase memorable: «Que vengan los inglesitos, los vamos a correr con los cuchilleros correntinos al grito del Sapucai», (lo que provocó un estallido de entusiasmo en toda la cuadra)

        Los medios más influyentes y furiosamente oficialistas eran casualmente, del Estado (todos los canales de TV). Algún día, Ley de Medios mediante, ocurrirá lo mismo.

        La guerra fue argentina. Las ganas de revancha actuales, también.

        Quedate tranquilo, no es (ni será) solo este gobierno: lo harán todos los que quieran hacernos olvidar algún tarifazo (¡Perdón! quise decir «ajuste fino»).

        Los recursos naturales argentinos están de remate, como en los últimos 200 años. Retengamos el litio de la megaminería, fabriquemos con ese insumo las baterías de ídem aquí con valor agregado nacional. Incrementemos nuestras reservas petroleras del continente, en vez de permitir a las Cías extranjeras la depredación del recurso energético.

        Hagamos tooooooodo eso, y la Antártida, las Malvinas, y buena parte del mundo estarán a nuestros pies…

      2. Sí, David, una cuadra entera aclamó.
        Debe haber habido varias cuadras más en el país.
        ¿Y?
        Sigue siendo ilegítimo generalizar y echar una culpa colectiva. Remember Alemania.
        Además, me parece que le falta algún recuerdo.
        En 1982 ‘Clarín’, ‘La Nación’, ‘La Razón’, y los grandes diarios de La Plata, Córdoba, Rosario, Mendoza, Salta… y siguen las ciudades importantes… eran
        -PRIVAAAAAAAAADOS
        -De los mismos dueños que ahora, y
        -RABIOSAMENTE oficialistas.
        Y en cuanto a lo que dice, ya en la actualidad, sobre
        -Ley de Medios: es sólo profecía.
        -Tarifazo: es sólo profecía.
        El único tarifazo REAL que vi es el de Macri, así como el único impuestazo REAL.
        Pero claro, los pagamos chochos porque demuestran la genial visión de estadista de Macri. (Si lo hace Cristina, en cambio, es sólo un tarifazo ‘asesino’).
        Con el litio: 100%, qué digo 100%, 1000% de acuerdo si ese porcentaje fuera posible.
        Pero mientras mantengámosnos firmes con UK, porque (invirtamos el razonamiento) ***la debilidad en esto no nos va a dar más fortaleza con el litio***.

      3. Raúl:

        Pertenecemos a dos Argentinas distintas. Se ve que nací algunos años antes que vos, y la dictadura la recuerdo perfectamente.

        La TV llega siempre mucho más a las masas que los diarios. Menos aún llegan los diarios elitistas como La Nación. Y Clarín, a lo largo de su historia siempre fue oficialista, incluso de este gobierno, hasta hace 10 minutos.

        Me gustan las profecías. Guardo todos los comentarios que hice en Artepolítica y otros blogs, y muchas otras cosas que escribí hace años. Los reviso y me cago de risa (después, lloro).

        Alemania, efectivamente, tiene una culpa colectiva, que la maduró mucho mejor que, por ejemplo, los franceses, que fueron colaboracionistas y nunca hicieron autocrítica.

        Ah, nunca voté a Macri.

        Seremos débiles mientras seamos intrínsecamente débiles. Empecemos por el litio. O sea: por la cultura del trabajo.

        Saludos.

      4. Estoy de acuerdo con Raul C. El pueblo argentino no quería una guerra. A mi tio lo mandaron y lo mataron en Malvinas. Creo que antes que afirmar cosas como esas hay que pensar un poquito. Segundo, «seguimos siendo sospechados de poder producir en el futuro alguna otra aventura violenta». Lo dudo. Primero no tenemos un ejército fuerte y por más que Latinoamerica nos de «su apoyo», y segundo, ningun argentino con dos dedos de frente quiere guerra y menos con lo que padecimos en el 82.

      5. Aria:

        El entusiasmo belicista que tuvimos no tiene nada que ver con lo que sufrieron los chicos que fueron enviados al sufrimiento y la muerte.

        La muerte (de los otros) se olvida fácilmente. El nacionalismo, no. Lo «resucitan» los que mandan, generalmente por razones más bien pedestres de ambición política.

        Raúl: Entonces pertenecemos efectivamente a dos argentinas diferentes, y no por edad…

      6. David: así como clarifiqué el tema de mi edad, debo clarificar otro: no soy peronista… que es lo que usted quiso decir.

    2. Y desde un punto de vista mínimamente lógico, lo que hizo la dictadura, lo que hacen las mineras y petroleras, y todos las demás críticas que se puedan hacer al país por sus 200 años de ‘equivocada’ historia, no tienen NADA pero NADA que ver, y no habilitan, a que dejemos que el Reino Unido se lleve todo gratis.
      Una cosa es ser crítico de la Argentina. Y otra es mirar la Argentina parándose siempre en la otra vereda.
      Aquí los grandes medios propalan defensas del Reino Unido y los kelpers, se hacen eco de las proclamas de los fondos buitres, etc. ¡Critican que ya no pidamos plata prestada y dicen que por eso somos un país de décima…!
      Siempre miran desde la otra vereda.
      Después nos preguntamos por qué la clase dirigente de Brasil logró históricamente las cosas que logró.
      Entre tantos otros factores que no voy a negar: ellos (se) piensan como brasileños.
      Aquí, el equivalente (cambiando ‘brasileños’ por ‘argentinos’) no se consigue.

      1. Eramos más grandes que brasil hace pocas décadas.

        Ellos optaron por la industrialización y por la integración productiva de sus masas (ex) hambrientas.

        Hoy su economía es 7 veces mayor que la nuestra.

        Ellos bailan samba. Nosotros lloramos nuestro tango.

      2. Bueno, neither the bullshit.
        Admiro muchas cosas de Brasil, pero… en cuanto a la ‘integración de masas hambrientas’ la Argentina estuvo siempre, siempre, más adelante.

      3. Raúl:

        Tanto por el índice Gini como el PBI per cápita, estamos mejor que Brasil, aunque las distancias se han acortado drásticamente en las últimas décadas.

        Lo que hizo (y hace) Brasil es incorporar a la producción a enormes masas de gente que vivía en la pobreza y ahora goza de un trabajo digno.

        Nosotros optamos por el subsidio: escaso, indigno y sin futuro.

        Habrá que ver los índices mencionados dentro de 10 años. Uf, otra vez las profecías. (Voy a guardar este comentario)

    3. David, tiene razon. Pero para los argentinos el tema de la locura y adoracion popular a los militares, en todo el espectro social, durante la invasion a Malvinas, es la misma historia que los franceses y el colaboracionismo. Despues de la guerra todos habian sido maquis, todos victimas de la brutal invasion germana. Si trata de publicar un libro sobre el colaboracionismo en Francia, no hay editor. Hoy se publicaron las fotos de Nestor Kirchner rindiendo pleitesia a los militares en Santa Cruz en celebracion de la ida a Malvinas pero no, ningun argentino salvo los de uniforme se alegro con la invasion.

    4. En una aventura militar en 1833 los ingleses nos robaron las Malvinas, expulsaron su población y gobierno y las colonizaron con ingleses.

      1. ¡Caramba!
        La Argentina no existía en 1933.
        Existía un conjunto de provincias en lucha interna. Si fuese por eso, deberíamos reclamar como nuestros el Uruguay, Paraguay, Bolivia, sur de Brasil, y ya que estamos, Chile, país al que «liberamos».
        ¡Ah! Y las Malvinas, obviamente.

      2. No diga pavadas, David tenemos acuerdos de límites con todos esos países y los reconocemos como naciones independientes.

        Sin perjuicio de ello pienso que debemos confluir con ellos y formar una unión latinoamericana como soñaron San Martín, Bolívar, Martí, Perón y muchos otros patriotas.

  5. Jopa: muy elocuente lo suyo, pero al decir que *esto es sólo simbólico y no hay ningún interés material por parte de la Argentina*, su post pasa automáticamente al campo de la literatura fantástica. ¿Sabía que existe la Antártida?

  6. jopa,

    leo tu perspectiva clarísima cuando asumís la perspectiva de «los que acuerdan».

    lo que no logro entender es por qué se empaña y la nota cierra como cierra.

    me parece muy claro todo el primer párrafo. después se embarra todo al querer diferencias si es una «causa»
    o un maraño y así uno se vuelve loco, porque son preguntas sin sentido.

    será «causa», o una «política», o lo que sea, dependiendo de quien lo piense.

    saludos,

  7. Porqué la causa es simbólica, al menos por ahora?
    Porque las chances de recuperar las islas en digamos…los próximos 20 años son nulas.
    La tesis de la autodeterminación de los kelpers es bastante buena, si uno fuera neutral y estuviésemos hablando de una isla en el Baltico tal vez estaría de acuerdo.
    Pero no se puede apoyar porque resulta letal a nuestros intereses, al menos por ahora. En diplomacia y en defensa de los intereses nacionales, no hay lugar para la honestidad intelectual. Así que para mi los kelpers son una población trasplantada de ingleses. Con intereses objetivos, pero sin derechos separados de los de su madre patria.
    La política actual, si es la de dificultar la explotación de los recursos y aumentar el costo de la ocupación, es la correcta según mi punto de vista. Para ver si es buena hay que mantenerla 20 años. El que espere resultados antes es, para decirlo amablemente, una persona simple de espíritu.

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