La información ¿objetiva?

Jorge Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?– anda, los últimos días, repiqueteando con una teoría. Bueno, teoría en él es decir mucho. Anda diciendo una cosa. Ahí queda más Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?-. Chata, hueca, vacía, precaria. Como todo lo que dice Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?-. Para que lo entienda el que lee Libre.Dice, Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?-, mientras toma con sus manos un cenicero: “Con el Gobierno pasa algo que es muy loco –porque él es así, re moderno para hablar-: ellos creen que no existe la información. Objetiva, quiero decir. Que todo depende de quién lo dice. Digo, esto es un cenicero. Después discutimos si es lindo o feo: pero es un cenicero”.

Cuesta. Descender a Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?-, digo, cuesta. Pero hagamos el esfuerzo, nomás. Vetusta visión, ésa, la de que “toda interpretación es válida, pero los hechos son sagrados”.

Últimamente vengo haciendo referencia a la Teoría Crítica del Derecho, para pensar a partir de ella. Y esta vez no será la excepción. Pensemos la actividad del periodista a partir de lo que es la función del juez.

Cuenta la actual integrante del Superior Tribunal de Justicia de CABA Alicia Ruiz (quien, además de eso, es una de las máximas referentes de la Teoría Crítica del Derecho en Argentina y, lo más importante de todo –claro-, fue profesora de este servidor el cuatrimestre pasado en UBA Derecho), que “los hechos aducidos y probados en los expedientes judiciales no se presentan aislados ni separados unos de otros. Se organizan, finalmente, en la sentencia, como en un relato (…) que es el resultado de una interpretación. Y una interpretación acerca de la realidad siempre es un proceso, que implica aspectos cognoscitivos, pero que está cargado, además, de valoraciones y de ideología. (…).

Abunda, Ruiz, que “Los hechos que se vuelven significativos y relevantes, ésos hechos que los jueces mencionamos en una sentencia son únicamente los que “existen” (…) ni la realidad está dada, ni la verdad se descubre. Tanto una como la otra son el resultado de complejas operaciones que se materializan en diferentes prácticas (…) La vida cotidiana se presenta como una realidad ya interpretada, con significados asignados que la vuelven un mundo ‘coherente’ que compartimos con otros y en el cual sabemos cómo pensar y actuar. (…) Una verdad que es construida, que no está ahí para ser descubierta, sino que es producto de un complejo proceso de conocimiento y de decisión. (…) no hay un único modo de mirar el mundo (…) culturas diferentes significan, de modo bien distinto (…) La realidad para cada una de ellas no es la misma, ni lo son las verdades que se reconocen.”.

Y cierro este abuso de cita al cual no acostumbro con lo último que encontré que cuenta Ruiz sobre la función judicial: (…) siempre es posible comparar y distinguir unas concepciones de otras, y siempre se puede optar por alguna. Lo determinante es que el juez, como cualquier otro mortal, está siempre –consciente de esta circunstancia o no- incluido en un modo de mirar el mundo, y desde allí conoce hechos y normas, asigna sentidos, comprende y juzga: construye una realidad y una verdad.”.

Pensemos la crónica periodística a partir del modelo de sentencia que propone la citada autora, por cuanto ambas se tratan de establecer hechos y verdades. Ya vemos la cantidad de condicionantes que atraviesan a semejante tarea, nada menos que la de establecer una noción de verdad. Que, como tal, y entendiendo que lo que se dice y cuenta siempre es lo dominante y no lo único –dado que el proceso de asignación de sentido, como tarea humana que es, y por ello mismo relativa, siempre alberga la posibilidad de ser otra cosa-, está atravesada por tantas cuestiones como partícipes de un proceso como ése existen.

Súmese a toda esta compilada reflexión la trama de intereses (muy válida, por cierto) que supone la actividad periodística en la actualidad, a partir de la conformación de multimedios y la participación de éstos en agrupaciones económicas que exceden lo estrictamente periodístico, cuyas aspiraciones se cifran, en gran medida, en la disputa por el rumbo nacional que se procesa a partir de las decisiones institucionales de la democracia y el Estado de Derecho, que son las de los institucionalmente investidos con el poder de determinarlas.

Sólo a un lunático se le podría ocurrir, entonces, que la actividad de contar lo que ocurre en relación a la vida del Estado y de la actividad de administrarlo puedan ser abarcadas por la simpleza unívoca de la ilusión objetivista e imparcial que intentan expresar los empleados de los conglomerados mediáticos más importantes. Ya es utópico para un ser humano en su vida cotidiana, mucho más lo será de quienes participan de procesos sociales cargados de la complejidad que venimos describiendo, que por cierto lejos está de horrorizarme ni mucho menos: se trata, simplemente, de aportar la mayor cantidad de elementos posibles a los fines de intentar abordarla de algún modo.

El cenicero se llama cenicero, Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?-, por una convención. Para la gilada, aclaremos. Puede que haya habido acuerdo, como puede que no. En todo caso, aún cuando existiera una convención que derivó en la designación del cenicero como tal, habrá implicado, previamente, una especie de confrontación –de lo contrario no hubiese sido necesario convenir nada-.

En fin, cualquier cosa menos la unidimensionalidad que supone el “esto es esto” de Lanata –digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?-. Claro que todo esto es, presumiblemente, demasiado para quien tiene a cargo la confección de columnas de opinión para un diario como Libre. Digo, a ver, o sea, es muy loco, ¿me entendés?

Acerca de Pablo D

Abogado laboralista. Apasionado por la historia y la economía, en especial, desde luego, la de la República Argentina.

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5 comentarios en «La información ¿objetiva?»

  1. Ya sea que Lanata se lo crea o no (esto toca la honestidad intelectual) , disfrazar un argumento de «objetivo» es un truco de marketing memetico. La mayoria de las personas tiene implantada la idea de un mundo real externo y objetivo y por lo tanto una idea con ese tinte penetra mas facil el filtro discursivo que todos tenemos.

    El kirchnerismo justamente gana por eso, porque tiene varios hechos objetivos que mostrar y un discurso ideologico ejemplificado con estos hechos (que concuerdan con lo que el votante sensa en la realidad) perforan las defensas de quienes antes eran reacios al populismo. Al fin y al cabo son 8 anios casi perfectos, tal vez estos locos tengan razon.

    No escuche a Lanata, pero supongo que cuando se refiere a la negacion de la realidad del cenicero esta hablando de OTROS hechos, que son propalados por vuestro «otro monopolio» (si si, es un oximoron) como verdades objetivas y en realidad no pasan el test de «reality match»

    Si no les pareci muy salame, en otro post les digo cuales son estos hechos no reales para mi.

  2. LANATA ha tomado partido contra el gobierno,lo sabemos.Eso lo lleva a ser subjetivo en sus apreciaciones.Ahora bien,generalizar sobre la objetividad cientifica a partir del funcionamiento del poder judicial es injusto y erroneo desde el vamos,porque es»materia de interpretacion».»Hacete amigo del juez,no le des de que quejarse»;la ley-dijeron ya los sofistas,es la telaraña urdida por los poderosos para enredar a los debiles.Pero el tema de la»objetividad»cientifica va mucho mas alla,e implica tratar de cerrar lo mas que se pueda el angulo de error ateniendose a las fuentes y a los hechos con coherencia.

  3. Pablo:
    «Llueve y un tipo corre a refugiarse…»
    -Llueve = HECHO
    -Corre= HECHO

    Llueve y por eso corre=INTERPRETACIÓN DE LOS HECHOS

    Saludos.

  4. la subjetividad en la busqueda de causalidad aparece en D.Hume y es asumida como una de las categorias del entendimiento por E.Kant.Y la investigacion cientifica siempre aspira a lograr enunciar leyes causales,no solo descriptivas,de los fenomenos,y la relidad se encarga de verificar o no su vigencia.

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