La necesidad de una reforma tributaria

Aclaración: no soy economista sino licenciado en comunicación social, y José Nun tampoco es un experto en el tema. La intención del post es, si algún economista se copa, complementar el contenido con el  aporte de los comentaristas. Lo que sigue es poco más o menos una desgrabación de una entrevista que vi en youtube:
Se trata de una entrevista que le hicieron a José Nun en Los Siete Locos, acerca de su último libro, titulado La desigualdad y los impuestos.

Básicamente, lo que se plantea allí es lo siguiente:

Ha habido un cambio de época, en el que estamos ingresando con furia, que ha hecho que los grandes empresarios capitalistas hayan perdido interés en el bienestar de los trabajadores de un país determinado.

En los años 20, Henry Ford duplica el salario de los obreros, para que compren sus autos. Tanto él como sus obreros estaban fijados en el territorio norteamericano. Esto se va a ir rompiendo, fundamentalmente, en torno a 1970.

Los expertos de Naciones Unidas dicen que con 19 mil millones de dólares por año se resuelve el hambre en el mundo. En Europa y América del Norte se gastan cerca de 17 mil millones de dólares por año en alimentar a las mascotas.

El 1% de la población mundial controla el 90% de la riqueza mundial.

Los tres hombres más ricos del mundo, dos de los cuales viven en Estados Unidos y el tercero en México, tienen ingresos anuales equivalentes al ingreso de 49 naciones soberanas, con 600 millones de habitantes.

Por eso es que hoy en día uno puede ver a tantos «indignados» en Europa y Estados Unidos.

Muchos intelectuales hablan de la época de oro de la Argentina situándola en torno a fines del siglo XIX y principios del XX. La época del “ganado y de las mieses”. En ese período, nos recuerda Nun, casi no se pagaban impuestos, y no existía el impuesto a las ganancias; los terratenientes y los capitalistas extranjeros ganaban fortunas, en tanto que el Estado argentino se endeudaba.

En 1918, por primera vez, Hipólito Yrigoyen crea un impuesto muy bajo a las exportaciones, lo que en ese momento era inédito. La Argentina no tuvo impuesto a las ganancias hasta 1930, cuando comienza a implementarse lo que se llamó “impuesto a los réditos”.

Se llama IMPUESTO PROGRESIVO al impuesto que es proporcional a los ingresos, e IMPUESTO REGRESIVO –ejemplo, el IVA- a aquel que opera en sentido inverso. Lo delirante de todo esto es que uno escucha, cada tanto, que en los medios de comunicación salen asesores de grandes empresas a quejarse de la presión tributaria que hay en la Argentina.

En lo esencial, hay dos maneras de intervención estatal en la distribución del ingreso: a) la forma de recaudar; b) la manera de distribuir.

a) La forma de recaudar tiene tres fuentes: 1) la recaudación de impuestos; 2) las ganancias de las empresas públicas (esto ocurre con los países con empresas estatales, como las petroleras en Venezuela o Brasil, etc); y 3) el endeudamiento. No por casualidad, los sectores dominantes en la Argentina predican el endeudamiento: que la salida es pagarle al Club de París, volver al terreno de la deuda… Como bien recordaba Pino Solanas, la deuda externa contraída en la dictadura le lleva al país un costo de más de 260 mil millones de dólares. Hay ¾ partes de la deuda que es fraudulenta.

b) La otra pata es el gasto público, la manera de distribuir.

¿Cuál es el motivo por el cual ningún político ha cambiado la estructura tributaria injusta? Pues porque no existe figura política con apoyo popular y posibilidades de triunfar en las elecciones, que encare una reforma impositiva que sabe que le llevará mucho tiempo. El inconveniente es que al comenzar a presentar proyectos que afectan esta estructura, los poderosos, que vendrían a ser los «perjudicados», empiezan a hacer funcionar sus enormes aparatos mediáticos y su capacidad de ejercer presión.

Los que van a ser beneficiados no se dan cuenta de inmediato de lo que ocurre, porque necesariamente habría demoras y complicaciones para implementar la reforma, amén de que, obviamente, los medios masivos van a fogonear en contra, van a embarrar la cancha y van a confundir al pueblo.

¿Entonces para qué va a emprender esa reforma si al político eso le cuesta un montón implementarlo y encima pierde votos? Como vemos, la política no se reduce al “voluntarismo”, sino que forma parte de una estructura que tiene mucho de perverso.

El principio de solución, entonces, es que la población tome conciencia del problema. Por eso yo, personalmente, me enojo cuando el “lanatismo” y tantos ejemplares de periodistas reducen toda la cuestión de la injusticia a alimentar la queja hacia “los políticos que son todos chorros”. ¡No señor, hay una estructura perversa que debemos desmontar y que no es responsabilidad exclusiva de los políticos!

Hoy, sabemos que por la globalización del capital financiero, la guita persigue el lucro allí donde se presente, sin importar el país. Además, gran parte del capital invertido es especulativo, y no productivo: ganancia inmediata, rápida y que se invierte muchas veces afuera del país de origen.

FUNDAMENTAL: el verso máximo es que primero hay que crecer, y luego vamos a distribuir. Lo que se conoce como “el derrame”. El derrame es un invento absoluto. La impostura de los verseros que se autotitulan “expertos” y desfilan por televisión hablando de las maravillas del “derrame” es una atrocidad.

La supuesta “teoría” –que en rigor es un engaño monumental- del “derrame” es traducción del inglés, que se llama “goteo” (trickle down effect).

Como aquí se dieron cuenta de que hablar de “goteo” quedaba para el ojete, lo tradujeron como “derrame”. El discurso era “déjennos a nosotros las manos libres, todo al mercado, nada al Estado, y ahí vamos a derramar”.

Se han hecho estudios sobre 69 países, por parte de los mejores expertos de universidades norteamericanas, que muestran que cuando un país tiene más pobres se desarrolla menos; y cuando tiene menos pobres se desarrolla más. NO ES QUE CUANDO SE DESARROLLA VA A TENER MENOS POBRES, SINO AL REVÉS: CUANTO MAYOR IGUALDAD, MAYOR DESARROLLO.

El achicamiento del Estado de bienestar europeo fue obra, en gran medida, del thatcherismo de los noventa y del discurso de Reagan. Entre nosotros, el paradigma fue Menem, que continuó la política económica de la dictadura militar, implementada por Martínez de Hoz.

La Argentina es EL ÚNICO PAÍS DEL MUNDO donde los jueces no pagan impuestos. Si los jueces pagaran impuestos, se pagarían 269 millones de pesos más por año.

http://www.lanacion.com.ar/1434079-hace-falta-una-reforma-tributaria

14 comentarios en «La necesidad de una reforma tributaria»

  1. Flaco: tenés un mambo impresionante en la cabeza.

    Primero: ¿Con 19 mil millones de dólares resolvés el hambre en el mundo?
    Fijate, en el mundo hay alrededor de mil millones de personas que pasan hambre:http://www.elmundo.es/elmundo/2011/10/16/solidaridad/1318760828.html
    ¿Con 19 dólares una persona se acaba el problema? me parece que no.

    Segundo: La presión impositiva en Argentina es monstruosa…. para los que pagan, una parte muy grande de la economía está en negro y no tributa, digamos a modo de ejemplo que en Carrefour el 100% de las operaciones están registradas y en «La Salada» el 100% no paga impuestos y el empleo es en negro.

    Tercero: ¿a quién le cobrarías más impuestos con una eventual reforma? ¿al «campo»? ¿a las empresas «industriales»? ¿a las operaciones «finacieras»?

    Cuarto: ¿Un país se desarrolla si reduce la cantidad de pobres?
    Desgraciadamente no es así, cuando mejora la distrubución del ingreso aumenta el consumo y ce la tasa de inversión y el ahorro, es por eso que en China se promueve el surgimiento de una casta de mega-millonarios para que lideren el proceso productivo. Es muy triste pero es así.

    1. Por lo pronto, sin profundizar, mi departamento (u$ 70000 valor de mercado) estuvo hasta este año excento de rentas provinciales por tener una valuación fiscal por debajo del mínimo. El año pasado actualizaron y me vino la impresionante suma ANUAL de…chan! cin-cuen-ta-pe-sos (!!). Gasto más en puchos por semana.

      O sea, presión tributaria sarasa. Hay mucho mucho margen para reformular el sistema y aumentar unos cuantos impuestos.

      1. Si tu patrimonio supera los $ 300.000 empezas a pagar impuesto a los patrimonios. La tasa minima es del 0,5% y va ascendiendo hasta 1,5% (eso es lo que se llama impuesto progresivo). Conclusión: no deberías haber pagado menos de $1.500.

        ESPEREMOS QUE NO HAYA NINGUN INSPECTOR DE LA AFIP ENTRE LOS LECTORES DE ARTEPOLITICA, PORQUE SINO ESTAS EN EL HORNO!

      2. El valor fiscal del departamento está en menos de $50.000. No estoy en ningún horno, estoy en una provincia con un impuesto a la propiedad ridículo.

      3. Estás muy equivocado: que te cobren dos mangos de inmobiliario no es algo proyectable a toda la economía.

        ¿Vos creés que se puede multipliacar por 5 la presión impositiva? estaríamos bian arriba del 100% (no se puede)

        Para finafilzar: para el pago del impuesto a los Bienes Personales habría que poner la valuación de mercado, no la fiscal (eso dice la ley), estás mal informado, por lo tanto, para abrir la boca, antes tendrías que cumplir con tus obligaciones tributarias, pagá los 1500 pesos que corresponden al valor de tu inmueble y después pedí todas las reformas tributarias que quieras.

      4. El valor real sigue por debajo de los $305.000 que es lo que marca la ley para bienes personales. Aún si estuviera por encima, el valor que corresponde considerar no es el de mercado si no el valor en $ al momento de la compra (unos $90.000 maso hace 4 años) o el valor fiscal (lo que fuera mayor). No se actualiza por su variación en dólares. O sea: se paga muy poco.

        De cualquier modo, no es el punto lo que pago yo (quedate tranquilo que está todo en regla). Personalmente no tendría ningún problema en pagar más de rentas o de que se baje el mínimo imponible de bienes personales o de ganancias (que tampoco pago).

        Por último, nadie habló de multiplicar la presión impositiva por 5, deberías revisar las cosas que consumís, te pueden hacer escuchar voces.

      5. Entonces si te parece que la impresión impositiva es demasiado baja te propongo lo siguiente: procedes con el ejemplo y generás una declaración impositiva en la que actualizas el valor a los US$ 70.000 que decis que vale tu departamento. Con eso, empezas a pagar impuesto a los patrimonios.

    2. La frase exacta de Nun es: «los expertos de Naciones Unidas dicen que con 19 mil millones de dólares por año se resuelve el hambre en el mundo». No creo que pase por repartirle a cada uno 19 dólares.
      De todas maneras, tu objeción es válida. Habría que preguntarle a Nun qué quiso decir y quiénes son los expertos.
      El post no es de mi autoría, es de Nun.
      Se basa en la entrevista acerca de los dos libritos que sacó, titulados «La desigualdad y los impuestos. Introducción para no especialistas». Son libros que a un especialista en economía no le sirven, que están hechos para gente no formada en economía.

  2. El Estado maneja un 35% del PBI. Que es lo que percibe de impuestos.

    No es Suecia, aunque está entre los mayores del mundo.

    El que más tributa en la Argentina es el pobre, ya que paga un 21% de IVA ¡a los productos y servicios básicos! Además no puede evadir.

    En cambio, recauda solo un 3% por Ganancias. ¿Y quién paga Ganancias en la Argentina? 80% aportan los empleados «ricos» (sueldos de $ 6.000 y más) y el 20% los más favorecidos.

    Al revés que Chile, país de derecha, parece.

    Ahora bien, los verdaderamente RICOS pueden vender sus mega-empresas sin pagar un peso de impuestos. Además, nunca le tocaron un pelo a la Patria Financiera de Joe y Videla.

    Hood Robin: Le pagamos subsidios a los amigos del Poder, con la plata de los pobres… En fin, mal no les va…

  3. Por ahí para alguno está más claro en el artículo de La Nación:

    La desigualdad y el sistema impositivo
    Hace falta una reforma tributaria

    Es recién cuando baja la marea que uno puede darse cuenta si hay quienes se están bañando desnudos. En el plano de la política, suele ser casi siempre demasiado tarde. Es lo que está ocurriendo en la mayoría de los países desarrollados, donde la globalización, una desregulación implacable de los mercados y el ascenso del capital financiero fueron dejando sin ropas a las instituciones encargadas de velar por la justicia social. Por eso se desencadena ahora la indignación de la ciudadanía, cuando estalla la crisis y las aguas se retiran. No sólo se vuelven evidentes brechas de desigualdad de un tamaño que pocos imaginaron posible sino que los dueños del poder pretenden que sean las víctimas y no los victimarios quienes paguen los costos del saqueo.

    Afortunadamente, no es ésta la situación de la Argentina. Pero, por eso mismo, conviene no esperar a que baje la marea para bucear a fondo en los problemas pendientes. Durante su gobierno, Néstor Kirchner logró reducir la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población de 44 veces a 28. Fue una hazaña histórica que luego no pudo mantenerse al mismo ritmo, sobre todo porque se desaceleró la creación de empleos. Actualmente, esa diferencia oscila entre 20 y 24. En todo caso, es muy alta, y más aún cuando se la compara con la de 1974: unas 8 veces. Por otra parte, la pobreza declinó con fuerza entre 2003 y 2006, pero luego se redujo moderadamente, a pesar de la Asignación Universal por Hijo. Las mediciones para este año varían desde un mínimo del 21/23% (Artemio López; Eduardo Basualdo) hasta un máximo del 28/30% (Ecolatina; UCA). Y ello transcurrida la década de mayor crecimiento económico de nuestra historia.

    O sea que se vuelve urgente y necesario que el Estado avance en la redistribución del ingreso, en especial a través del gasto público. Y éste se financia hoy, centralmente, por medio de los impuestos. (Las otras dos fuentes son el endeudamiento, que tanto entusiasma a los gurúes de la City, y las eventuales ganancias de las empresas públicas que todavía nos quedan.) El problema es que asistimos desde hace un par de décadas a un fenómeno notable del que no se habla: la propia recaudación impositiva aumenta la desigualdad debido a las características de nuestra estructura tributaria. Sucede que una de las originalidades argentinas consiste en haber pasado de la estructura progresiva instalada en los años 40 (paga más el que más tiene) a la estructura regresiva que montó la última dictadura militar (paga menos el que más tiene) y que todavía sigue en pie, compensada coyunturalmente por las retenciones al agro.

    Valgan sólo un par de ilustraciones del fenómeno. La primera concierne al impuesto a las ganancias, uno de los tributos que se consideran progresivos por excelencia. La mayor parte de lo que se percibe por este concepto es abonada por las sociedades comerciales y no por las personas físicas. Aunque el lector no tenga por qué saberlo, se trata de una diferencia crucial, al punto de que expertos como Gómez Sabaini o Cetrángolo opinan que, en estas condiciones, el impuesto tiende a ser regresivo y no progresivo.

    ¿Por qué? Porque dado el alto grado de concentración económica que existe en nuestro país, abundan las ramas dominadas por muy pocas empresas, que actúan como formadoras de precios. De resultas de ello, toda vez que pueden les trasladan el tributo a sus compradores a través del precio que les fijan a los bienes y servicios que proveen. Esto es que lo terminan pagando los consumidores finales, como usted o como yo.

    Por eso, el impuesto a las ganancias de las personas físicas es de lejos el componente que más importa desde el punto de vista de la progresividad. Sólo que en nuestro país este componente ronda apenas el 30% del total. Compárese esta cifra con el promedio del 72% que recogen por idéntico concepto las naciones desarrolladas. Más todavía: incluso el promedio latinoamericano (40%) es superior al nuestro; en Brasil y Chile, alrededor de 2/3 de la recaudación por ganancias proceden de las personas físicas.

    Desde un punto de vista redistributivo, el problema es doble. En primer lugar, en lo que hace al volumen global de los aportes por ganancias (sociedades y personas físicas) medido como porcentaje del PBI, la media de los países avanzados es tres veces superior a la nuestra, aunque ésta haya aumentado en los últimos años al 4,7%. Y, a la vez, la propia composición del tributo restringe considerablemente sus alcances progresivos. A lo cual se suma el problema de la evasión, que, pese a los empeños de la AFIP, se estima en mucho más del 50%.

    Ocurre que quienes no pueden escapar al impuesto son los trabajadores en blanco, pues se les deduce de su salario. Y éste es el meollo de la cuestión: un 80% de lo recaudado por ganancias personales proviene de los salarios y sólo el 20% restante corresponde a otras fuentes. ¿Cuál es la causa de esta disparidad? Las numerosas exenciones que benefician a las rentas del capital que poseen los individuos, tales como las que se generan por la compraventa de acciones, por los dividendos, por las transacciones financieras, por los intereses de los títulos públicos, etc. Son desgravaciones que han sido eliminadas en Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, México y Paraguay y que no rigen en casi ningún país desarrollado. Se entiende que los sindicatos reclamen que se eleve el mínimo no imponible que pagan los trabajadores en un contexto inflacionario como el actual. Lo sorprendente es que no digan una palabra acerca del modo mismo en el cual opera el impuesto entre nosotros.

    Un segundo ejemplo lo brindan los tributos sobre el patrimonio, es decir los impuestos sobre los bienes personales y sobre las transferencias inmobiliarias. Hoy en día, el primero alcanza apenas el 0,5/0,6% del PBI y está muy lejos de ser comparable con los valores de los países desarrollados, que perciben por este concepto entre un 8 y un 12% del PBI, o sea entre 15 y 20 veces más. (Es llamativo, por ejemplo, que apenas 4500 contribuyentes declaren ser dueños de propiedades en el exterior.) En cuanto al impuesto inmobiliario que recaudan las provincias, su magnitud fue descendiendo desde la crisis de 2001 y todavía es inferior al 0,5% del PBI.

    La última ilustración que elijo es el IVA, un gravamen indirecto y regresivo cuya alícuota general asciende al 21%. En 2007, su aporte llegó a un nivel cercano al 8% del PBI y desde entonces ha continuado creciendo. A esto se suman los impuestos a las ventas que cobran las provincias y que equivalen a alrededor de un 3% del PBI. De esta forma, el total de los gravámenes al consumo más que duplica lo que se recauda por ganancias y por impuestos patrimoniales y sitúa a la Argentina por encima del promedio tanto de América latina como de los países de la OCDE.

    Resulta evidente que, cuando les han faltado recursos, los gobiernos apelaron aquí a este tipo de impuesto regresivo, que afecta sobre todo a los sectores de menores ingresos, dado que, proporcionalmente, el consumo tiene un peso mucho más alto en su presupuesto que en el de los sectores acomodados. Por añadidura, también en este caso la evasión es elevadísima y bastante difícil de combatir. Se calcula que si descendiera a los niveles que alcanza en Chile y en varios países europeos, la tasa general del 21% podría rebajarse entre 6 y 8 puntos.

    Las expuestas son sólo algunas de las razones por las cuales las nuevas autoridades deberían darle un lugar prioritario en su agenda a una sustancial reforma tributaria, abriendo un gran debate público sobre el tema. Confío en que lo hagan mientras la marea sigue estando alta. Más aun que los empresarios genuinamente comprometidos con el desarrollo del país no tienen por qué preocuparse. Las evidencias científicas son irrefutables. Mal que les pese a los popes del neoliberalismo local, cuando sube el ingreso de los más pobres y hay una mayor igualdad, el desarrollo se incrementa (Persson, Tabellini, Alesina, Rodrik, Stiglitz, etc.). A la vez, y en línea con lo que he sostenido, un exhaustivo estudio de Harold Wilensky sobre las naciones avanzadas concluye que esa mayor igualdad es claramente función de la estructura de los impuestos y del gasto público, mucho más que de sus niveles.

    © La Nacion

  4. Diego de Laurentis: sin ser experto en economía, creo que tiene que haber crecimiento con distribución. Ni redistribución sin crecimiento, ni crecimiento sin distribución. ¿Por qué? La democracia, al menos la que yo defiendo, consiste en conciliar igualdad con libertad (es una aspiración que nunca se logra de modo definitivo). La democracia “liberal”, si se quiere, consiste en lograr la autonomía de la colectividad y la atutonomía del individuo. No propongo el igualitarismo pleno, que todos ganen el mismo sueldo. ¿Por qué? Porque hay personas que laburan más y son más capaces que otras. Ese igualitarismo sería una distopía, que necesitaría de un Estado Totalitario para llevarse a cabo. La igualdad sin libertad es nociva. ¿Me doy a entender? Son obviedades, pero cuando te leo entiendo que para vos no lo son.
    ¿Por qué la desigualdad conspira contra la democracia? Porque cuando es muy grande, incide negativamente sobre la libertad. La existencia de personas lo suficientemente ricas como para torcer la voluntad, corromper u obligar a venderse a personas que son lo suficientemente pobres como para no tener opción de ser libres de hacerlo es un problema. Para mí la redistribución también incide sobre el nivel de corrupción. Quiero decir: las sociedades más igualitarias son más transparentes. En otras palabras: no es que son más igualitarias porque son más transparentes, sino más bien son más transparentes porque son más igualitarias (aunque obviamente no hay relación de causalidad efecto lineal). ¿Por qué? Porque el dinero tiene el poder de corromper. Lo digo en términos “ricardodarinianos”: ¿te dejás trincar por 10 dólares? ¿Y por cinco mil, y por cien mil, y x un millón? Y así… putos no faltan, lo que faltan son financistas. Pues bien, algo de eso hay.
    Entiendo que suene a “metafísica”, “espejitos de colores”, filosofía barata… pero es lo que pienso (no puedo darte una opinión muy sólida desde el punto de vista de la teoría económica). Por otro lado, “tecnocracia” y “democracia” no son lo mismo. La “teoría del derrame” es un verso más grande que una casa. El dinero, al ser “valor de cambio”, puede acumularse ad infinitum.
    El continente africano es el más pobre, pero AMÉRICA LATINA ES EL CONTINENTE MÁS DESIGUALITARIO DEL GLOBO TERRESTRE. ¿Para qué mierda quiere Carlos Slim 70 mil millones de dólares? La capacidad de comer, garchar y viajar es limitada. ¿Cómo es que el tipo quiere seguir acumulando? Porque el sistema lo permite, y el dinero se puede acumular indefinidamente, dado que la economía capitalista se basa, en gran medida, en el valor de cambio más que en el valor de uso.

    1. No creo para nada que la presión impositiva sea «monstruosa»… creo que la estructura impositiva es REGRESIVA y no PROGRESIVA. Y creo que eso debe cambiar de una puta vez.

      1. Y sé que la «globalización» y el predominio del capital financiero por sobre el capital productivo son un problema grave (por eso no se pueden pensar soluciones a nivel «local» en un mundo que es «global»). Sé que es difícil implementar una reforma tributaria, no sólo porque quienes tienen más harán todo lo posible por embarrar la cancha (aliados a la clase media, que en general no tiene puta idea de lo que le conviene)… pero dar la discusión me parece importante.

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