Legalízenla

La despenalización del consumo de estupefacientes significará –si es que finalmente se sanciona una ley al respecto– un avance respecto del estado de situación actual, pero no solucionará el fondo de la cuestión delictiva vinculada a la principal.

Para ir rápido al punto central, existe delito asociado a la comercialización de droga debido al estatus de ilegalidad de la actividad; con lo cual, deviene necesario, para viabilizarla, montar una estructura criminal que permita superar las barreras que la legalidad, siempre arbitraria y producto de un desarrollo histórico determinado, dispone. Ello deriva, subsiguientemente, para peor, en un aumento sideral de los costos de producción: porque a una elaboración que, en sí, sería de lo más barata, hay que añadirle el sueldo del sicario que asesina al policía honesto, la coima para el funcionario que se corrompe, etc.

Nada de todo eso sería necesario de poder desarrollarse la industria igual que lo hace cualquier otra.
El circuito de retroalimentación se torna crítico. En tanto no se domestique la demanda, la restricción construye, por lógica, un nicho para la corrupción o cualquier otra desestructuración por el estilo. La prohibición impide incluso experimentar con los narcóticos de modo tal de conservar los efectos que se consideran placenteros eliminando los perjudiciales. Y por supuesto, resulta trágico dar tratamiento de criminal a quien, en el peor de los casos, es un enfermo. Al que, además, se lo expone a tratar con organizaciones mafiosas para conseguir las sustancias; y se lo acerca al crimen por el incremento tarifario antes comentado, que hace inaccesible las dosis para muchos –o acuden a otras de menor calidad, y por ende más dañinas–.

Despenalizar evitará los trastornos jurídicos del consumidor, pero no afectará lo restante, que es la semilla de toda la pudrición.

Los avances en la Historia son, la casi totalidad de las veces, de tipo parcial. Fruto de relaciones de fuerza, de carácter en esencia dinámico. La pantalla se correrá si esto prospera, lo definitivo estará más cerca.

Pero conviene no ilusionarse con los resultados más allá de la perspectiva individual. Peor sería nada.

Acerca de Pablo D

Abogado laboralista. Apasionado por la historia y la economía, en especial, desde luego, la de la República Argentina.

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