Lo malo de aprender

Ponerse un objetivo, inventar el camino y cumplirlo. Una vez logrado, ponerse otro objetivo, inventar otro camino y también cumplirlo. Eso es el éxito.

Pero si uno tiene éxito, lo peor que puede hacer es aprender. Si el nuevo objetivo es solamente más de lo mismo y el nuevo medio es la mera repetición de la estrategia anterior, el ciclo puede ser exitoso algunas veces más, pero siempre tiene un techo.

Las generaciones que siguieron a Rosas se fijaron objetivos y se propusieron el camino para alcanzarlos. Veían esos objetivos como muy lejanos, pero sólo porque eran miopes: se trataba de objetivos perfectamente alcanzables a mediano plazo. Convengamos, además, que sólo hicieron los deberes: mataron a los indios, concesionaron ferrocarriles y puertos, construyeron escuelas, alambrados y edificios públicos, fundaron instituciones judiciales, financieras, políticas y policiales bastante endebles. Lo demás vino solo, ayudado por una coyuntura internacional favorable, que además duró mucho tiempo.

En 1910, la Argentina era un país completamente distinto al de 1853. Eran distintos sus habitantes, su política, su paisaje. Apenas había pasado medio siglo y era prácticamente otro país. Los dirigentes argentinos se habían planteado el país del futuro y habían caminado convencidos hacia ese futuro. Se habían fijado un objetivo, un futuro que habían juzgado casi inalcanzable, pero ya estaban allí: habían llegado a destino. En 1910 se vivía en el mundo del futuro. En los fastos del Centenario debe haber cantado el abuelo del Indio Solari: «el futuro llegó hace rato».

El camino había sido tan exitoso que no se les ocurrió otra idea que repetir la experiencia. No había otro futuro que la repetición del pasado. Mucha gente – los que habían tenido éxito – no podía siquiera imaginar otro camino hacia otro futuro, ni siquiera se les ocurría caminar en otra dirección. ¿Por qué no iban a seguir caminando para el mismo lado, si utilizando las mismas herramientas se podía seguir creciendo? La década del 20 demostró que era posible.

El camino que nos había llevado al éxito esta vez nos llevó al fracaso: con la crisis del 30, el camino de golpe tuvo un final. Habíamos pasado 70 años caminando el mismo camino, y el que nuestros dirigentes imaginaban que era el futuro resultó ser el pasado.

No, el final del camino no podía estar allí. La historia escolar y la de los monumentos, los diarios, las fuerzas armadas, la geografía y el derecho estaban organizados para dirigirse en una única dirección. Cierto, no avanzábamos, pero tampoco estábamos tan mal, parados allí donde estábamos.

Siguieron mirando en la misma dirección, mientras la realidad empezaba a andar otros caminos y la industria comenzaba un camino distinto. Pero ni los diarios, ni los políticos, ni los maestros, ni los jueces estaban preparados para ver otra Argentina, y no la vieron. Para ellos, el futuro sólo podía ser la repetición y la extrapolación del pasado. Más exportaciones primarias, más máquinas importadas. Sólo había que recomponer la balanza comercial, exportando más de lo mismo.

Después vino el peronismo, que cambió algunas cosas. Sobre todo cambió el punto de vista, y algunos aprendimos a mirar al futuro en otra dirección. Pero los que siempre habían controlado el país siguieron mirando para el mismo lado. Si les señalaban otro horizonte, miraban el dedo y se quejaban de que la uña estaba sucia. La falta de crecimiento de la economía de estancia – la única que existía para ellos – era culpa del peronismo.

El ejército y la iglesia, educados por noventa años de lo mismo, voltearon al gobierno; y lo volvieron a hacer cada vez que se intentó otra cosa. Siguieron mirando para el mismo lado, llamando futuro a lo que era pasado. Reinventaron palabras como «corporativismo»’, «autoritarismo», «ineficiencia» – que significaban otra cosa – y las aplicaron a cualquier intento de cambiar la mirada, de imaginar otro futuro; así pudieron atacar también a los no peronistas que se animaran a mirar en otra dirección.

La culpa siempre fue de los otros, por culpa de los otros no seguimos creciendo. Nunca fue suya la culpa, por no haber sabido mirar otros futuros. Siempre fue de los otros, los que dejaron de mirar para el mismo lado.

Durante setenta años siguieron mirando en la dirección en la que antes había estado el futuro. Durante setenta años, contra toda evidencia, nos siguieron diciendo que el único futuro posible para nuestro país estaba en el campo.

Un día, hace poco, volvió a parecer que era cierto. Los precios de los alimentos aumentaron más que los de muchos productos industriales. Y después de setenta años de negar la evidencia más clara, de golpe resultó que tenían razón. Que siempre la habían tenido, que nunca dejarán de tener razón: el futuro está allá atrás.

Pero el futuro – ese futuro – ya llegó hace rato. Y después se fue. Hace rato.

Marcelo, productor agropecuario.

PD: Tenía esto escrito hace algunos meses, pero recién terminé de leer el discurso de Hugo «La Patria» Biolcati, y se me ocurrió que podría contribuir a una atinada respuesta.

Acerca de el gaucho

Mi nombre es Marcelo y soy un productor agropecuario de la provincia de Buenos Aires, aunque mentes estrechas me han tildado de impostor por no pensar como la Mesa de Enlace. Católico sin exagerar, educado en un colegio caro y conservador de la Capital, los designios de Dios son inescrutables: soy peronista. Me apasiona la política y aún más la historia. Tengo 40 y pico de años, y los lectores juzgarán si en todos este tiempo aprendí a escribir.

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18 comentarios en «Lo malo de aprender»

  1. Excelente forma de describir literalmente al pensamiento conservador.Son los parches que tienen los caballos de carrera y les impiden ver al costado; otra opción o camino.
    Abrazo

  2. Me gustó. Las consecuencias de seguir en esa línea de pensamiento no están dadas de suyo. Por eso le pondría un remate: ¿cuál es el futuro que no está en el pasado?
    Mis respetos

  3. El señor LaPatria Biolcati hizo mención de que fuimos el granero del mundo. Lo que deberíamos hacer es no ser «el granero» del mundo, sino ser «la góndola» del mundo. Es decir, no exportar granos y petróleo, sino aceites, harinas, carne, queso, pasta de papel. O mejor, prepizzas, muzzarella, jamón y cartones. O mejor aún, pizzas congeladas.

    Quiero decir: aportarle valor agregado a lo que exportamos. Como los países del «primer mundo» tienen políticas de protección contra nuestro valor agregado, sólo podemos competir con eso encareciendo las exportaciones de materias primas: eso se llama retenciones. O también podemos dejar de mirar sólo a Europa y exportar sin tanto complejo a otros países, como Brasil, Venezuela, Sudáfrica, Emiratos Árabes o Brunei.

    Esta mentalida que yo retrato está centrada en exportar lo que el mundo nos demanda. Ahora bien, ¿qué le demanda el mundo a Finlandia? Madera, papel y pescado. ¿Qué le vende Finlandia al mundo? El celular que vos y yo tenemos colgado en la cintura.

    ¿Qué le demanda el mundo a Brasil? Chocolate, bananas y café. ¿Qué le vende Brasil al mundo? El auto y la camioneta que tengo estacionados acá afuera. Y el tractor que tengo en el taller, y la tapa de cilindros nueva que necesito. Y el avión en que la van a ir a buscar, y el camión que trajo el tractor desde Sao Paulo. Y el cuchillo y el tenedor con los que comí anoche. Y mejor paro de contar.

    Yo soy un productor de carne, con la sola diferencia que me molesta mucho seleccionar mis mejores novillos para que se los coman los franceses y las peores vacas para que se las coman los argentinos.
    Prefiero producir carne para los argentinos, para que se alimenten los que producen cosas para exportar.

    Yo soy un productor de cane, ¡qué se yo qué otras cosas podemos exportar! Cualquier cosa, supongo. Si Japón puede exportar lo que le venga en gana, ningún límite material impide que nosotros exportemos satélites, centrales nucleares, turbinas para centrales hidroeléctricas, computadoras portátiles, dibujos animados, libros de cocina, dentaduras postizas para vacas o corazones artificiales.

    En suma, ponerse otros objetivos, inventar otros caminos y también cumplirlos, como decía al principio.

    Es una estupidez negar la realidad, pero es una estupidez mucho peor doblarse ante ella. La realidad es, y es fundamental que sepamos cuál es. Pero no para aceptarla tal como es, sino para cambiarla. Para eso estamos en este mundo, para cambiar la realidad.

    Marcelo

    PD: Si me hacen preguntas como ésa, termino filosofando. Deben ser los años…

  4. Es una bocanada de aire fresco lo suyo, el gaucho. Muestra que desde el campo es posible una mirada que trascienda la nube de pedos de Biolcati, cuyo reloj se detuvo hace un siglo y medio.

    1. Pueden que el reloj de algunos atrase un siglo y medio, pero otros también atrasan algo, un poco menos, un poco más de medio siglo, insistiendo en la equivocada política peronista para el campo de los primeros años del gobierno que se inició en 1946, por cuestiones ideológicas y torpezas, olvidando que el 1º de mayo de 1950 en el discurso inaugural de las sesiones legislativas el Presidente Perón anuncia lo que se conocerá como política de la “vuelta al campo”, subrayando: “…que el sentido de nuestra independencia económica no es de orden aislacionista”, apelando a los sectores agrarios y al incentivo de su producción para recomponer la economía nacional. Política que reafirmará en 1951 cuando reconoce que “lo justo es que ahora la independencia económica sirva al bienestar del campo argentino” y en 1953 admitirá que “la recuperación de la economía nacional de 1953 se originó en el sector de la producción agraria”.- Este discurso indicaba no solamente el fracaso de la política agraria instrumentada desde 1946, sino también que estábamos frente a un gobernante pragmático, que no dudaba en cambiar el rumbo cuando la realidad demostraba que era equivocado.-
      Políticos eran los de antes ¿no?

      1. «Lo justo es que ahora la independencia económica sirva al bienestar del campo argentino», dijo JDP después de que habíamos alcanzado la independencia económica (sea eso lo que vos quieras que sea), después de que el campo financió un enorme proceso de industrialización. El campo siguió financiando la industrialización por dos décadas más, y alcanzamos un nivel bastante aceptable de industrialización.

        Después vino el Proceso, en el cual fue ministro de economía un antecesor del sr. Biolcati en el cargo que éste actualmente ocupa, y la industria se fue al joraca. O, para ser más preciso, la fueron. Ese proceso se completó durante el gobierno de Menem y De la Rúa.

        Necesitamos recomponer la economía industrial, porque el paraíso agroexportador va a durar muy poco. La única fuente posible de financiación de esa reconstrucción es el campo. ¿Cuándo la vamos a pagar? ¿Cuando tenemos precios altos, o vamos a esperar que los precios caigan?

        Cuando la base industrial se recomponga y los precios de los productos agropecuarios caigan, vendrá la hora de que ésta «sirva al bienestar del campo argentino.» Si lo hacemos antes, nos quedaremos sin el pan y sin las tortas: sin infraestructura, sin industrias y sin precios altos de alimentos, ni en el mercado exterior ni en el interno.

        Es curioso cómo hay tanta gente que no alaba una sola medida de las que Perón tomó en sus primeros años de gobierno, y solo recuerda las correcciones y cambios de rumbo, y lo alaban por eso.

        Marcelo

      2. Me encanta el pragamatismo. Ahora, ¿pragmatismo también es cambiar el rumbo cuando es correcto? Porque si eso es lo que entendés por pragmatismo, ahí ya no estoy de acuerdo.

        Las cosechas son cada vez más grandes (sequías aparte), ganamos cada vez más plata.

        La única equivocación es no haber evitado el avance de la soja sobre las otras actividades. Para eso había que aumentar las retenciones de la soja, diferenciar las retenciones de la soja de la del maíz y el trigo. Eso es lo que quisieron empezar a hacer con la 125, y no los dejaron. ¿Por qué es culpa del gobierno?

        La política agropecuaria es la correcta en lo esencial. La realidad muestra que el gobierno no está equivocado. ¿Igual tiene que cambiar el rumbo?

        Marcelo

      3. No, Daio, políticos no eran los de antes. Muchos de los de ahora también lo son. Cristina ha rectificado el rumbo en varias cosas respecto de la política de NK. Si ese es tu criterio de comparación, no tiene nada que envidiarle.

        Si te dejo seguir, vas a decir que próceres eran los del siglo XIX. La única diferencia entre los próceres de antes y los de ahora es que a los de antes los idealizamos, no sabemos lo suficiente de ellos.

        ¿Sabías que Belgrano hizo fusilar a un coronel santiagueño porque se negó a acatar la autoridad del gobernador tucumano impuesto desde Buenos Aires? ¿Y que San Martín prefería darle la Banda Oriental a Portugal antes que a Artigas, porque éste estaba haciendo una reforma agraria?

        Algunos de nuestros políticos actuales dan para próceres, pero los conocemos demasiado y los vemos demasiado parecidos a nosotros como para reconocerlos como tales. Algunos políticos de hoy superan a los que respetamos como grandes políticos de la primera mitad del siglo XX. Que no los veamos es otro asunto.

        En todas las épocas hay próceres, en todas las épocas hay grandes políticos. Pero así como nadie es profeta en su tierra, nadie es prócer en su tiempo.

        Hace diez años, un economista yanqui hizo una pregunta ante un auditorio lleno de empresarios locales, desesperados por la crisis económica: «¿Cómo piensan salir de esta crisis? ¿No hay en la Argentina ningún Abraham Lincoln?» Todos a coro, y convencidos, respondieron «¡No!» ¿Vos creés que estos tipos reconocerían a un prócer de nuestro tiempo? ¿Vos lo reconocerías?

        Marcelo

      4. Artigas estaba haciendo una reforma agraria, que fue la causa por la que san Martín prefería que la Bando oriental quedará para los portugueses: es la primera vez que leo algo similar. ¿quién lo dice?
        Recuerdo sí la desobediencia de San Martín cuando el directorio le ordena que las tropas que estaba organizando en Mendoza marcharan para enfrentar a las de López y Ramírez, subordinados de Artigas en esos momentos, que amenazaban a los porteños,que se negaban a ayudarlos para resistir la invasión portuguesa de la Banda Oriental.-
        Me parece que Néstor y Cristina como próceres, es un poco exagerado, yo no creo que lleguen a serlo, sí, si la justicia sigue su lenta e independiente tarea, no se convertirán en próceres sino en proce-sados.-
        Con relación a la política para el campo ¿te parece que el tema del trigo lo han manejado bien? Aquí en Entre Ríos creyeron que se venía el cambio y hubo una cosecha record, que probablemente terminó comprada con un bajo precio por los poderosos, que pueden esperar y saben hacer negocios, y para quienes parece trabajar el secretario Moreno, no el prócer de la primera junta, pero para algunos un prócer de hoy, ¿no el Gaucho?.-

      5. Artigas estaba haciendo muchas cosas, entre ellas repartiendo tierras entre los pobres del campo. Además se negaba a aceptar el gobierno que le quisieran imponer desde Buenos Aires. Desde Montevideo y Buenos Aires, eso se veía como «anarquismo». Fue en ese contexto que San Martín dijo la conocida frase: «…a la verdad no es la mejor vecindad (la de los portugueses), pero hablándole a Ud. con franqueza, la prefiero a la de Artigas; aquellos no introducirán el desorden y anarquía, y éste, si la cosa no se corta, lo verificará en nuestra campaña.» Citado por Norberto Galasso en «Seamos libres y lo demás no importa nada», pág. 197.

        Conozco de sobra la desobediencia de San Martín: «Se va a cargar sobre mí una responsbilidad terrible, pero si no se emprende la expedición al Perú, todo se lo lleva el diablo». Carta de san Martín a O’Higgins, 9 de noviembre de 1819, citada por Benjamín Vicuña Mackenna, «General Don José de San Martín», 1971. Como podés ver, no estaba pensando en Artigas, sino en la campoaña del Perú.

        Sobre si los K son próceres, no lo afirmé ni lo afirmo, yo tampoco creo ser capaz de reconocer un prócer hoy. Sobre los procesados, me tiene bastante sin cuidado; si son culpables de algo, que sean castigados por ello. No por eso dejaré de reconocer que el saldo de su gobierno es fuertemente positivo.

        No, no me parece que el tema del trigo lo hayan manejado bien. Peor me parece las solución estúpida del supuesto grupo A, de sacar las retenciones. Eso aseguraría simultáneamente un aumento de la producción y de los precios internos. Una transferencia de los más pobres a quienes más están ganando, incluyendo a los trigueros (no hablo de los del sudoeste bonaerense, que no terminaron de salir a tiempo de la sequía).

        No, no creo que Moreno sea un prócer. Pero no es demasiado más malo que don Mariano Moreno, el que quería fusilar a cualquiera que se opusiera a la Revolución de Mayo. El que armó un regimiento comandado por French y Beruti, dos patoteros que cagaban a palos a quienes se oponían a ellos: lo hicieron con los españoles el 22 de mayo, lo hicieron con un ministro de la Real Audiencia dos semanas más tarde.

        Lo de que Moreno parece trabajar para los poderosos queda por cuenta tuya. Vos sabrás cómo preferís pensar. Yo creo que no debe adjudicarse a la maldad lo que puede explicarse por la simple torpeza. Vos preferís pensar que los K son malos y que nada bueno puede salir de ellos. Allá vos.

        Marcelo

      6. De la cita de la carta de San Martín a Guido, no surge lo que vos habías dicho que: ¿Y que San Martín prefería darle la Banda Oriental a Portugal antes que a Artigas, porque éste estaba haciendo una reforma agraria?. Lo de reforma agraria es una interpretación tuya.-
        San Martín estaba luchando por la independencia, y en ese sentido aborrecía todo lo que oliere a anarquía, y no podía conocer mucho sobre Artigas y menos saber que la invasión portuguesa estaba fogoneada por los porteños, lo que pertenecía a la diplomacia secreta de esos tiempos, que sí preferían un Uruguay parte del imperio de los Braganza que uno independiente.-
        Artigas, como todos los que luchaban por la independencia en esos tiempos, cuando lograban un triunfo sobre los españoles o sus aliados, confiscaban sus propiedades y las repartían entre las tropas, lo que nada tiene que ver con una reforma agraria.-

  5. Cabe aclarar que el IAPI permitía que fuese el productor quien se beneficiara del fruto del trabajo, sacando del circuito a las multinacionales parásitas.

    En los años 1951 y ’52 se perdieron casi dos cosechas completas por una sequía extraordinaria (y no por acción del gobierno peronista).

    De allí el cambio de política, a fin de que el campo pudiera recomponer su capital de trabajo. En esos años fue que para mantener las exportaciones comimos pan moreno, y las Lilitas y simios varios de la época anunciaran el fin del mundo.

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