La disciplina conocida como política económica es inexacta por naturaleza.
No hay posibilidad de que no lo sea, en tanto las decisiones que se toman en su nombre y los efectos que éstas provocan se vinculan en diferido. Una medida económica tomada hoy puede desarrollar plenamente el abanico de consecuencias recién dentro de 6 meses. Y aún así, esta diferencia hace que no se pueda vincular, sin riesgo de caer en el error, dos hechos en relación de causa-efecto (creo que nunca nos resignaremos a vivir en el mundo de la inferencia, sin sufrir una cierta incomodidad). Digámoslo así: ¿quién puede garantizar que la revaluación de la moneda dispuesta hace unos meses sea la causa del enfriamiento del consumo?
Por eso me gusta pensar que el camino de la “heterodoxia” es el de asumir los riesgos de esta incertidumbre. Anticiparse a los efectos es, tal vez, una útil fórmula para generar políticas anticíclicas (no sin escándalo de parte de algunos economistas, que considerarían esto una “imprevisión” catastrófica)
Toda esta introducción “anti-teorica”, para terminar hablando de la Argentina, de sus problemas, de sus oportunidades, de sus ajustes y de su relación con esa masa heterogenea y multifacética que por comodidad llamamos mundo.
Los hechos
Primero vemos cómo, de a poquito, el IPC recupera su invisibilidad (condición necesaria para que cumpla con su función). Ya dijimos alguna vez que esto sería posible solamente si la inflación comenzara a ceder. Y habría coincidencia general en que esto es lo que está ocurriendo. Las mediciones privadas actuales están anualizando entre un 20 y 15%, cuando hace unos meses anualizaban 25 o 30 (y los más inimputables llegaban a decir 40, con esa impunidad que invocan cada vez que realizan pronósticos, con mayor proporción de error que Guillermo Nimo). Las causas son difíciles de establecer cuando reconocemos que el Gobierno no anunció ni puso en práctica un plan anti-inflacionario como el que “hubiera debido” (al menos eso recomendaban los que saben). Hay algunas puntas: la revaluación cambiaria en medio del conflicto con el campo, la pérdida de poder adquisitivo del salario y el consiguiente enfriamiento del consumo, el mismo conflicto con el “campo” que enfrió varios sectores que registraban fuerte actividad, la suspensión de parte de la obra pública pautada.
En el horizonte aparecen algunos indicios de que la situación podría prolongarse: por ejemplo, la baja de precio de las commodities que Argentina exporta en grandes cantidades, que deterioraría la balanza comercial, por un lado, y que obligaría a frenar el gasto público por la merma en los ingresos fiscales, por el otro. Además, el efecto causado por la baja en los precios de los alimentos y los combustibles (en gran parte cedería la inflación “importada”).
Un párrafo aparte para la chicana: La baja mundial del precio de los alimentos ¿se debe a que los chinos y los indios se cansaron de comer y, entonces, aflojó la demanda? ¿O será que las causas del alza andaban por otro lado? En general, y a pesar del abuso que de este tópico se ha hecho, el “mercado” no suele ser muy receptivo al crecimiento de la demanda de alimentos, que es muy fuerte en África y Centroamérica, por poner dos ejemplos, desde hace mucho tiempo, sin que esto se haya reflejado en los precios, que, aunque “bajos”, siguen siendo prohibitivos para amplias capas de la población mundial.
Retomamos: la inflación argentina es alta todavía, y sería bueno que bajara. Sin embargo, la tendencia a la baja que registra en los últimos meses, más los datos y previsiones que hacen suponer que ésta podría pronunciarse, hacen que deje de ser el tema central de la agenda económica. Casi podría decirse que medidas anti-inflacionarias, o, más aún, un plan anti-inflacionario, puesto en marcha en la actualidad, haría correr el riesgo de traernos, en el mediano plazo, consecuencias recesivas.
En este sentido, hay un elemento esclarecedor. Varios agentes y lobbistas que se escandalizaban ante la posibilidad de que se efectuara una devaluación del peso “a pedido de la UIA”, hoy se suman a los reclamos.
Segundo espacio dedicado a la chicana: teniendo en cuenta la cantidad de veces que las amenazas de recesión han sido espantadas con el arma de la devaluación, los asalariados con ingresos fijos tienen motivos para sentirse con derecho a decir: “nosotros salvamos al país”, siempre en caso de que el país haya sido “salvado”, cosa bastante discutible. Eso sí, los asalariados no están en condiciones de demostrar que pueden desabastecer.
El problema de esta situación es el deterioro del tipo de cambio multilateral. El peso se puede devaluar contra el dólar, pero menos que lo que lo hacen el resto de las monedas de la región, y otras extrarregionales, en la actual coyuntura (que no sabemos cuánto puede durar). Esto sirve como contención de la inflación por un lado, y por ese motivo es deseable, pero resta competitividad por el otro, y puede afectar el empleo. Por esto, el efecto buscado por quienes solicitan una devaluación queda neutralizado. La devaluación del peso frente al dólar, en menor medida a como se devalúa el real frente al dólar, es insuficiente para devolver competitividad. Por el hecho de que, por transitividad, el peso se aprecia frente al real.
Corolario
Ante este panorama enfrentamos, en mayor o menor medida, una tendencia a que los números internacionales converjan con los internos. Así salen de agenda algunos temas que nos tenían ocupados hasta aquí: inflación, crisis energética. Y entran en escena otros: recesión y desempleo. Este es el momento de trabajar para prevenirse de estas amenazas de manera prioritaria. Los “muchachos” ya han dado su opinión: “ahorro forzoso” para los asalariados, para que no se siga erosionando la rentabilidad. Los industriales y los dirigentes agropecuarios encontraron, así, una punta para la coincidencia. Los asalariados parecen dispuestos a volver a poner el hombro por los “sectores productivos”. Mejor dicho, por los dueños del capital productivo. Como siempre.
Esperemos que esta vez, cuando vuelvan los tiempos de “vacas gordas”, se les devuelva la atención, sin condiciones ni “planteos” del estilo: “los estamos subsidiando”.
Muy bueno Mariano!
Pero entonces, cuál pareciera ser la salida para la competitividad?
Primo:
me parece que es bastante poco probable que se pueda encontrar la forma de que el costo más significativo de los ajustes (nos guste la palabra o no, son ajustes, voluntarios algunos, forzados otros) no recaiga sobre el trabajo (asalariado o desempleado), y especialmente sobre los salarios más bajos.
Lo que podemos empezar a buscar es la forma de desarrollar complementariedades y no sólo competitividades, con Brasil y otros vecinos, teniendo en cuenta que la contracción de la economía mundial posiblemente obligará a buscar refugio en el mercado interno. No estaría mal empezar a pensar en un «mercado interno» ampliado, para comerciar en el cual nos podamos ir despojando del dólar (con Brasil ya se acordó).
Habría que discutir aranceles de importación diferenciados por rama y actividad, tendiendo a incentivar y proteger la producción en esas actividades. En fin, el tema es, como dijimos desde hace tiempo, trabajar sobre la microeconomía para reemplazar las bondades del TC alto, por otras ventajas.
Lo que me parece muy sensato es ir buscando la forma de evitar el shock. Es inresantísimo lo que leí de Soros (sin prejuicios, me sorprende muy gratamente leerlo), creo que en Clarín, hablando de que los mercados alcanzan el equilibrio sólo a través de shocks periódicos. Hay que regular y evitar la volatilidad, que es lo más perjudicial.
Un abrazo.
Mariano:
Muy buen resumen de algunas de las cosas que están pasando y apto para neófitos como el que escribe.
Con respecto al tema de la devaluación del real y algunas otras monedas frente al dólar, no le parece que puede tratarse de situación puntual y que con el correr de las semanas se puede ir corrigiendo ?, si no entiendo mal la devaluación tan brusca del real de mantenerse en el tiempo podría incentivar la inflación en Brasil.
Saludos.
Nicolás: gracias. Igualmente, no te creo mucho lo de neófito. En general tus comentarios son muy atinados, como el que pusiste en el post de Escriba.
Sí, mi impresión es que la suba del dólar es algo coyuntural, de corto plazo, que contradice la tendencia de largo plazo que será de devaluación para el dólar, si el próximo presidente de EEUU toma la determinación de empezar a equilibrar las cuentas corriente y fiscal. Pero no sé cuánto tiempo puede durar. Y si bien la inflación puede acelerarse en países que se sometan a devaluaciones bruscas, digamos que Brasil tiene una inflación de 4 – 5%. Un par de puntitos más no serían para dramatizar, si bien es cierto que antes de todo esto la preocupación del BC brasilero era que la inflación no se siguiera acelerando. Veremos. Si no pueden explicar mucho los que saben, menos los que intentamos aprender.
Un abrazo.
Mariano:
Gracias por el cumplido pero el comentario en el post de Escriba es un tocayo.
Un abrazo para Ud.
Muy bueno Mariano. Y ya que hay tantos Nimos entre economistas sumamente reconocidos que han errado tantos pronosticos, me animo a tirar la nueva paridad del dolar, para fin de año (no se si llega rápido y se queda o va de a poquito llegando)estará entre 3.40 y 3.45. Por lo menos así lo veo yo.