(microcuento) El diario que ya no puede hacer llover

Juan Baigorri Velar, «el mago de la lluvia» o «el hombre que hacía llover» fue un ingeniero argentino, inventor de una máquina que -aseguraba- provocaba precipitaciones. Cuentan que en una ocasión hizo llover en Santiago del Estero, luego de 16 años de sequía. Cuentan también que le arruinó la siesta a varios. Cuando años después un norteamericano le ofreció dinero por su invención respondió: (fuck you, yanqui del orto. Goujom!) «Soy argentino… Y mi invento es para beneficiar a la Argentina». Un grande.

Como Baigorri Velar antes, y así de grande, hasta no hace mucho existía en la Argentina un diario que -aseguraban- podía también modificar el clima. Nadie quería contradecirlo porque -decían con recelo y en voz baja- con cuatro o cinco tapas negativas modificaba lo que marcaba el barómetro y el agua podía llegarte hasta el cuello. Ese gran diario no era sólo capaz de hacer llover: también podía hacer que brillara el sol para aquel que quisiera seguir sus dictados. Era tal su potencia que podía modificar hasta el clima electoral, vea oiga lo que le digo.

Por esos años, el saber popular tenía una sentencia para dar cuenta de su poder: «nos mean, y los medios dicen que llueve», decían no sin razón. Había -hay algunos todavía- que con esperanza levantaban su cabeza al cielo para beber de esa lluvia que imaginaban purificadora, incapaces de reconocer el sabor amoniacal del orín.

No tan atrás en el tiempo prestó sus servicios a un candidato bastante aburrido. Lo hizo Presidente y lo apoyó porque cumplía sin chistar los mandatos que el diario bajaba. Lamentablemente, luego, tuvo que soltarle la mano: sus lectores perdieron la paciencia y comprensión que el diario, desde sus páginas, pedía. El aburrido voló. Al mismo tiempo, algunos lectores comenzaron a sospechar que eso que decían algunos mayores era cierto: el diario podía modificar el clima, pero sus métodos y tácticas distaban enormemente de ser deportivas.

Llegó, poco después, uno que se dijo bombero y piloto. El gran diario también fue sustento para él, y recibió grandes beneficios a cambio. ¡Por fin volvía a reinar la armonía! Pero he aquí que el bombero/piloto mutó en policía de gatillo fácil y, aunque el diario quiso responsabilizar por los muertos a la crisis, quien era la cabeza del Poder Ejecutivo tuvo que anunciar su retiro anticipado. Apremiaba construir un candidato que siguiera los lineamientos establecidos: alguno vió algo raro, otro no movilizó; finalmente -cosa rara- un pingüino fue ungido delfín.

Mientras el hombre del sur tuvo el respaldo del gran diario, su popularidad opacaba aún a la de aquel barrilete cósmico. Como todo lo que tiene un principio tiene un fin, llegó el momento de la sucesión. El diario, un simple diario, quería que el patagónico fuera reelegido. Éste contradijo al gran diario y al pingüino le siguió una pingüina, emigrada hacía mucho desde la ciudad de las diagonales.

Duró poco ese amor. Como era su costumbre y como su poder se lo permitía, el diario modificó el clima. Subió la presión atmosférica, cesó el viento helado que llegaba desde el sur y, como en la Biblia, el diluvio duró más de tres meses. Ahora los nuevos héroes nacionales eran hombres de alpargatas, bombacha, pañuelo en cuello y al frente de cuatroporcuatros. Los sensores climáticos registraron una alta carga de potenciales eléctricos. Aunque los truenos, rayos y centellas surcaron la atmósfera, la pingüina no se avenía a claudicar. Como nunca antes nadie, presentó pelea. Los editores del diario se miraron entre ellos, extrañados. ¿Qué hace esta loca? -se preguntaron- ¡Andá a comprarte zapatos y carteras, mamita! -le dijeron. Muchos hicieron los coros de esa canción, que fue el hit del verano/otoño/invierno de 2008. Algún despistado aún la tararea de vez en cuando.

La pingüina, junto al resto del pingüinaje, denunció el accionar del diario controlador del clima. Usó la vía legislativa pero lo más importante, lo fundamental, fue que puso -a quienes soportaban las inclemencias del tiempo- a debatir sobre la necesidad o no de las lluvias provocadas, sobre la conveniencia o no de los rayos y truenos creados por ese gran diario. Convirtió, de esa manera, al clima en una cuestión de interés general.

El diario no se resignó. No sería propio de él hacerlo. Invirtió en otros candidatos. Al principio apostó por uno muy Bobos; luego abrió el abanico, a la espera de que alguno se desmarcara del pelotón. Intentó con el candidato que había visto algo raro, puso de su bolsillo para el bombero/piloto, protegió siempre a los hijos de sus papás, Little Richard y el Bostero, y también a un nieto que -convengamos- viene de una familia muy rara, ya que vivían de la Casa (de su) Tía que era, en realidad, propiedad de su abuelo.

Llegamos así hasta nuestros días. El diario es todavía capaz de provocar chaparrones aislados pero carece de esa potencia de antaño. Se encuentra, además, algo desorientado. Se debate entre seguir apoyando a candidatos perdedores o disparar hacia el interior de la pingüinera que lo emasculó. En mejores tiempos una tapa en blanco hubiera significado la última tapa de alguien. Hoy son muchos los que saben que cuando los medios dicen que nos mean puede tratarse, en realidad, de una llovizna.

El diario, en algún momento del camino, extravió la máquina del mago de Villa Luro. Baigorri Velar vuelve a ser el único capaz de modificar el clima. El gran diario perdió esa habilidad y, lo más triste para él, es que lo sabe.

Esta historia aún continúa…

Acerca de Ricardo

De Ricardo se dice: Es un sufrido hincha de River que nació en Tucumán. Le gustan los Bitles y el Yorc Jarrison. Estudia medicina. Está casado. Políticamente es un idealista pragmático que se ubica a la izquierda del arco político pero no le da el cuero para ser revolucionario y se conforma con que la gente viva un poco mejor cada día. Para que lo denosten sus amigos se reivindica no como kirchnerista sino como Nestorista de la primera hora.

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2 comentarios en «(microcuento) El diario que ya no puede hacer llover»

  1. Es cierto. Por éso La Nata apoya a «el débil» de Mañeto :)

    Ahora, hay una cosa aún más patética: A pesar de que «La Opo» es una bolsa de gatos, son tan pero taaan lameculos que sólo Mañeto logra configurarlos en «Grupo A». Cuando el House Organ se incomoda por un bloqueo de camiones, corren cual Vestales de la República a defender la «Libertad de Prensa», ya que parece que 250 licencias en todo el país no alcanza.

    Pobre Mañeto (aka «El Débil»)… Debe de ser complicado que se te moje la pólvora y encima tener como única defensa a la bancada clarinesca conocida como «Grupo A»…

    1. Sí, la verdad es que yo también quiero solidarizarme con el Mañeto y todos los integrantes de ese grupo A liderado por el malo de los X-Men. Es feo estar mas desorientao que perro en cancha de bocha, turco en la neblina, Racing después de tres derrotas consecutivas y todo a la vez.

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