Subsidios, alianzas de antaño con la Sociedad Rural, el ahogo a los otros medios y el agite de Escribano
Es mucho –saludablemente- lo que ya se ha dicho sobre Papel Prensa. Con mayor o menor efectividad en los procesos judiciales, hoy es fácil encontrar información sobre el origen y proceder de la firma compartida entre La Nación, Clarín y el Estado argentino. No hace muchos años atrás, cuando yo cursaba la carrera de periodismo en Lomas de Zamora, Daniel Casal nos hablaba casi susurrando del pasado de esta desconocida firma (para el común de los mortales) llamada Papel Prensa. Nos contaba cómo habían liquidado a sus competidores escatimándoles el insumo básico y cómo se habían devorado a los antiguos accionistas. Nosotros nos creíamos conocedores de un secreto de la profesión –quizás, de uno de los primeros secretos de la profesión al que accedíamos-, y en cierto sentido lo éramos.
Hoy, la cosa es distinta. Pero vamos a intentar sumar algunos datos extras a lo ya conocido, para seguir construyendo esta “historia conjetural de Papel Prensa”, como bien podría llamarla Horacio González.
- Si la piedra inaugural de la gestión de La Nación y Clarín (y La Razón) al frente de Papel Prensa se plantó en noviembre del 76, con el traspaso de las acciones; uno de los grandes empujones económicos lo recibieron en diciembre de 1979, cuando la dictadura finalmente le otorgó un generoso y millonario subsidio sobre su consumo eléctrico, que le permitió bajar los costos de producción enormemente.
- La estrategia siempre fue la misma: ahogar a sus competidores. Los primeros en denunciarlo fueron El Día y Popular. Recién arrancado el gobierno de Alfonsín, El Día de La Plata comenzó un largo peregrinaje para lograr que Papel Prensa le vendiera la cantidad de insumo que necesitaba para salir a la calle. Denunciaban por aquel entonces que la firma manejaba las cuotas de papel prensa para ahogar a sus competidores, mientras que el Estado mantenía un impuesto del 38% a la importación del insumo.
- Decían los propietarios de El Día respecto de Papel Prensa: “Es una empresa mixta que disfruta de la exorbitante protección aduanera y del aporte de capitales del Estado y de créditos favorables. Es causa de que muchos diarios deban dejar de editarse”.
- La denuncia fue luego acompañada por el Diario Popular y por el Herald, a quienes también les limitaban la compra de papel, diciéndoles que tendrían que “buscarlo en otra parte” (Bueno Aires Herald – 17-8-84).
- ADEPA en ese entonces cumplió un papel clave. Con la siempre virtuosa libertad de prensa como bandera (tenían en esos años un slogan que rezaba: “La mejor ley de prensa es la que jamás se dicte, porque la facultad de pensar y decir lo que se piensa es anterior al Estado”. ¿La historia se repite un poco, no?); ADEPA –decíamos- era quien se reunía con Alfonsín para pedirle más compromiso con la “prensa independiente”. El compromiso consistía en que el Estado se desprendiera del 25% del paquete accionario de Papel Prensa, para permitir la “libertad de opinión”. Había dos opciones: O se transfería las acciones estatales entre las firmas que tenían el resto del paquete accionario, o se distribuían en pequeños montos entre “las empresas periodísticas consumidoras de ese insumo”. Alfonsín jamás accedió, lo que probablemente haya disgustado a los accionistas privados de la firma.
- Pero ¿quién manejaba esa negociación para que ADEPA hablara en nombre de Papel Prensa? Por parte de La Nación, el responsable era José Claudio Escribano, que hablaba también en nombre de La Razón y de Clarín. Por parte de ADEPA, el interlocutor era Luis Félix Etchevehere, padre de Luis M., el actual presidente de la Sociedad Rural Argentina (con linaje en la entidad). Luis F. Etchevehere se mantuvo siempre ligado a la conducción de la Asociación, porque desde Paraná, Entre Ríos, manejaba El Diario, además de integrar la fructífera compañía Etchevehere Rural S.R.L. De hecho, fue también una de las cabezas de dirección de la SIP durante muchos años.
- Por ese entonces, la conducción de ADEPA también era compartida con Massot, de La Nueva Provincia, que pasó a integrar la Junta de Directores de la entidad a mediados del `84, cuando las reuniones con Alfonsín todavía ilusionaban a la cúpula de Papel Prensa.
- El último dato de color: Quizás es difícil imaginarlo hoy en un tono muy vehemente, pero a comienzos de los ochenta, Escribano solía agitar las asambleas de ADEPA bautizando con el épico rótulo de “patriada” el trabajo que junto a Clarín y La Razón estaban desarrollando en Papel Prensa y enfervorizaba a sus miembros para que le reclamaran a Alfonsín que saliera el Estado de la empresa. Como contraparte, La Nación y Clarín accederían a apoyar que se bajaran los impuestos a la importación de papel para cubrir el consumo total del insumo. Ninguna de las dos cosas finalmente sucedió.