Se va sin irse

“¿Y este tipo con esa cara quiere ser presidente?”. El autor de esa frase fue quien esto escribe. Corría el año 2003, y yo por entonces era un nene de, apenas, 16 años. No votaba, claro, pero era curioso por la política desde hacía, por lo menos, seis o siete años.

Peronista desde chiquito, por lo que me contó mi abuelo, primero, por sentimiento y razonamiento, que son inescindibles, después.

Claro, yo no votaba, tenía pocos lugares a partir de los cuales expresarme. No votaba legalmente, porque desde siempre en la escuela secundaria a la cual fui, para cada elección se realizaba un simulacro donde todos los chicos y las chicas practicábamos ciudadanía.

Me tocó en 1999, y opté por Duhalde, porque ya desde chiquito yo le tenía bronca a Menem. Me tocó en 2003, y estuve con Rodríguez Saá, ese Adolfo que por entonces parecía nacional y popular. En el colegio, como en el país, hubo balotaje, sólo que allí fue entre El Adolfo y Néstor. Ganó el que, por entonces, era el mío.

Sí me gustaba Cristina, la veía interesante cuando por televisión miraba las sesiones del Congreso. Y, por supuesto, me cabía mucho el hecho de que el menemismo la haya rajado del bloque. Pero no me gustaba Kirchner, no me terminaba de cerrar. Cuando a uno alguien no le cierra nunca sabe bien por qué es, pero así era.

Va de suyo que una vez que se supo entre quienes sería el balotaje verdadero, me puse detrás de él. Pero era, todavía, por descarte. Y hoy me pregunto cuando fue que me hice kirchnerista.

Puede que haya sido el día de su asunción, porque su primer discurso me impactó muchísimo, me pareció que era alguien que hablaba distinto a todos los demás. Nunca le había prestado atención, y de pronto me sorprendía.

Puede que haya sido su primer día de gestión, cuando viajó al interior a desactivar, en persona, un conflicto docente para que se pudieran iniciar las clases.

Puede que haya sido el día que ordenó descolgar el cuadro de Videla, derogar las leyes del perdón, impulsar los juicios a los genocidas. O cuando decidió empezar a tomar por las astas el toro de la deuda externa. Tantas veces había alzado mi precoz opinión en las aulas contra los milicos y contra la deuda, que sentí que tomaba mis banderas, aunque yo no sabía, exactamente, qué era una bandera.

Seguramente influyó decisivamente en mi decisión el hecho de que tuvieses tantas ganas de darles un lugar importante a las madres y las abuelas, que recordases con tanto énfasis a los desaparecidos.

O la valentía. Te animaste post 2001, nada menos. Reconstruiste la autoridad presidencial, el país, la economía, la Corte… tantas cosas. Las paritarias, el Movimiento Obrero Organizado que renació, el fifty-fifty, el trasvasamiento generacional, los DDHH como política de estado, la integración latinoamericana. Hiciste por los que menos tienen, como pedía Eva, eso lo dice todo.

Ya en 2005 me tocó votar en serio por primera vez en mi vida: Cristina Senadora, decía mi boleta. Y ahora sí que ya era partidario del proyecto.

Empecé a sentir que la gente no eludía más, como hasta hacía muy poquito, las charlas sobre política. Y que, además, había dejado de ser “un tema de grandes, como me decían tiempo atrás para frenar mi irrespetuosidad: No correspondía que un chico hable de política. Hasta que llegó él, y me envalentoné.

Y empecé a leer, a familiarizarme con el vocabulario rosquero, a debatir, a cantar la marcha fuerte, a leer el presente con la perspectiva de la historia y viceversa, a entusiasmarme. Mi querido Club Atlético Independiente dejó de monopolizar mis sentimientos de pertenencia.

Sentí que había allí un tipo que parecía que me leía el pensamiento, y hacía todo lo que a mí me gustaría que se hiciera. Ya sé que es narcisista y vanidoso lo que digo, pero no estoy más que sincerando lo que verdaderamente sentía con Néstor como presidente. No se explica, se siente. Como el peronismo. Porque él fue un peronista de raza.

Me acuerdo aquella cumbre de la OEA en 2005, histórica, cuando lideraste el rechazo al ALCA. Estaba, para mi suerte, solito en casa. Me devoré tu discurso, cuando con mucha elegancia, estilo y respeto lo mandaste a Bush a freír churros en su propia cara. Y cuando terminaste me saqué la remera y empecé a dar la vuelta olímpica alrededor de la mesa del comedor de mi casa al grito de “dale campeón”, “que lo vengan a ver, estos yanquis de mierda son todas putas de cabaret”, “mirá, mirá, mirá, sacale una foto, se van para el norte con el culo roto” y “alca-alca- al carajo”.

Así viví estos más de siete años en que marcaste la vida política. Para bien o para mal abriste un marco de discusión, debates que parecían vedados. Y eso ayudó a la democracia, porque podrán no gustarle, a muchos, las cosas que hiciste en ese marco ahora abierto, pero antes ni podían, esos que se te oponían, ni siquiera alzar sus voces sobre determinados temas. Tanto que ordenaste que a nadie se lo tocara cuando salía a la calle, aunque fuera a putearte.

En 2007 otro voto por Cristina. Y desde ese día hasta hoy fue una constante de estar todos los días, como pude y desde donde pude, siempre al pié del cañón. Para bancar, porque creía, creo, perdón, en este proyecto.

Y sufrí con lo del “campo”, y gocé con lo de las AFJP. Y casi lloro cuando nos ganó Roiter el año pasado, pero al toque ya tenía la sonrisa en la cara de vuelta, dibujada por La Ley de Medios y la Asignación Universal.

Y es que toda esta historia fue un constante ir y venir, vivificante, emocionante, a veces agotador. Contradictorio, por supuesto, como todo en la vida. Sincero. Valiente. Movilizador. De grandes aciertos, y dolorosas equivocaciones.

Este año me asusté en febrero. Saliste.

Y te designaron Secretario General de UNASUR, y se me llenó el pecho de orgullo. El primer presidente de Sudamerica en su historia, como acertadamente dijo Evo Morales aquel día. Otra cosa que siempre había yo deseado: La patria grande sudamericana de San Martín, Belgrano y Bolívar. Lo hiciste muy bien en tu corta etapa, ¡frenaste una guerra!

Últimamente venía viendo que en mis discusiones con opositores se te estaba empezando, muy de a poquito, a valorar más. Tu obra, tus ideas, tus convicciones, tus batallas: ¿Ves? Recuperaste eso, también. Batallas. ¿O un país como Argentina no necesita “batallas” en vez de “consensos”? Para mí, sí.

En septiembre estaba en una fiesta de disfraces, prendí un segundo la TV, y vi que estabas internado, de nuevo. Me asusté, de nuevo. Disfrazado como estaba me quedé un rato siguiendo las noticias, hasta que llegó la tranquilidad. Y saliste, de nuevo.

Hace dos semanas, así y todo, con mis amigos “consensuamos”: No todos te habrían votado en 2011, pero sí todos reconocían que había un camino, que iniciaste, y que había, hay, que mantener.

Anoche, cenando con esos mismos amigos, uno de ellos, Bubu le decimos (mucho no te quería -como muchos otros de mis compadres, la verdad-, y a Cristina menos, pero es mi amigo, así como no te quiere casi ninguno de mis familiares más cercanos; mamá y papá, sobre todo, mi tío que siempre me pelea, pero tengo lugar para todos, soy así), me preguntaba si ibas a ser candidato vos o Cristina: Yo (que la quiero más a ella, discúlpame), dije, sin dudar, “Cristina”. Íntimamente sentía que algo bien no andaba. Presentimiento, quizás, a horas de que te nos vayas, aunque nunca lo llegué a pensar así.

Esta mañana estaba estudiando Sociedades Comerciales, tengo parcial el lunes. Bajé a cambiar la yerba del mate, y escuché por radio que estabas internado. No quise prestar atención. No dije nada. Mudo. Un rato después, mientras seguía leyendo, mi viejo me dio la noticia. No pude seguir leyendo, aunque quise porque lo que no quisiera es estar prestando atención a una noticia que no puedo aceptar, no quiero aceptar. Esta vez no pudiste salir.

Este año la vida en riesgo me anduvo dando vueltas demasiado para mi gusto. En julio casi me mato en un accidente automovilístico del que me salvé por milagro. Hace un mes, con Romina Yan se fue una parte de mi infancia. Y ahora esto. Son, con todo, lecciones de la vida, que te ayudan a crecer.

Miro la televisión y veo las caras tristes de quienes quiero ver. Pobres, laburantes, pibes que como yo le tomaron el gustito a la política, clase media progre que banca desde siempre.

Fuiste el militante, el rosquero, el que combatió las corporaciones, el que de una vez por todas por fin se le animó a Clarín, el que recuperó el peronismo tradicional y lo reconcilió con su militancia tradicional, el de todos los defectos que ya no vale la pena mencionar, el de todos los logros que acabo de enumerar.

Militante, otra cosa valiosa que supiste recuperar. Moriste en tu ley, porque entre pelear para sostener las banderas y tu vida elegiste lo primero. No claudicaste, y eso te hará inmortal, vas a ver.

Compañero Néstor: Intendente, Gobernador, Presidente, Jefe del peronismo, Diputado, Secretario General de UNASUR. Patriota.

Entraste en la galería enorme del país, de Sudamérica, y, claro, del movimiento: Con Evita, con el Bebe Cooke, con Cámpora, en fin con tantos que es imposible recordarlos a todos. Con el General, también, por supuesto, que como ya te dije, seguro te va a felicitar, porque fuiste de los suyos verdaderos.

Y dejas un inmenso legado. Que está ahí en la Plaza, me acuerdo que en 2006 dijiste “volvimos a la Plaza”, la querías mucho, y todos los que están allí te querían a vos, como yo: Organizaciones sociales y piqueteras, sindicatos, líneas internas, partido, partiditos, agrupaciones de todo tipo, los blogueros rentados, las madres y las abuelas. Todo lo cual demuestra que nada de lo hecho resultó en vano, que nada ha terminado, que todo está en marcha, porque todo está por hacerse, y Cristina nos necesita más que nunca para seguir adelante.

Cuando saliste de la segunda Cristina dijo “hay Néstor para rato”. La puta que tenía razón. Te fuiste, pero seguís entre nosotros. Estás ahí, en los que están en la Plaza. Trascendiste, que no es poco.

Acerca de Pablo D

Abogado laboralista. Apasionado por la historia y la economía, en especial, desde luego, la de la República Argentina.

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3 comentarios en «Se va sin irse»

  1. Aunque llegué tarde para ser peronista (tanto que aún no lo soy), el resto de la historia que contás es la mía. Con dos fechas clave: El descuelgue del cuadro de videla transformó mi simpatía en militancia, y la 125 mi militancia en pasión fuera de cauce. Al punto de haber mandado a la recalcada c*nch* de su madre al 90% de mi familia.

    Y hoy, 27/10/10, acaba de nacer algo nuevo: el KIRCHNERISMO, carajo!

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