Quién sabe si, a primera vista, no resultaría paradójico: que los mismos sectores que juran y perjuran que este Gobierno no puede hacerse cargo del dinero de las AFJP, sostienen sin sonrojarse, incluso a continuación del mismo discurso, que debe ser el Servicio Penitenciario Federal quien debe hacerse cargo de los menores que cometieron algún delito. Por si alguno tiene ganas de correrme por ahí: la deuda con la situación carcelaria pertenece a todos los gobiernos democráticos (a los dictatoriales, obvio, no voy a exigirle el respeto por los derechos de los privados de la libertad). Y es una deuda de este Gobierno también. También entiendo que es un tema difícil de encarar y políticamente cero rentable. Que cualquier mejoría en la situación carcelaria, a pesar de que vaya en el sentido de garantizar las condiciones mínimas de una detención digna como marca la ley, implicaría un reverdecer del discurso de «los derechos humanos sólo para delincuentes», sobre todo en este momento. No es excusa: la situación carcelaria ha sido evidenciada por el Informe General de la Investigación sobre Malos Tratos Físicos y Tortura, presentado en abril de este año por la Procuración Penitenciaria. Y el cual, por razones de internas propias de la Procuración, dicho informe ya no se encuentra disponible en la página oficial. El informe levantó algunas polémicas, incluso la candidata del Gobierno para la Procuración (cargo hoy en suspenso), cuestionó el informe producido, entre otros por Alcira Daroqui y Carlos Motto, quienes sostienen que los procesos de «bienvenida» y «requisa arbitraria» son parte de una práctica sistemática de tortura por parte del SPF. Silvia Martinez, impugnada por organismos de Derechos Humanos para el cargo, integraba la Comisión de Cárceles de la Defensoría General de la Nación, desde donde se emitió un comunicado desmintiendo los datos de la investigación y afirmando que «de resultar ceirto, hablaría de una práctica sistemática de tortura».
Más allá de estas internas, que dificultan el acceso al informe en Internet (si alguno lo quiere, mándeme un mail), lo cierto es que el informe describe casos de violencia física de parte del Servicio, hasta el punto de naturalizar dicha situación. El 63,4% de los internos entrevistados manifestó haber sufrido diversos tipos de agresiones físicas, al tiempo que el 37,7% sufrió también lesiones físicas (marcas y heridas en el cuerpo). El informe describe el proceso de «bienvenida»: «la recepción institucional, que padecen las personas al momento de ingresar a una unidad carcelaria (…), se define a través de múltiples y variadas `violencias` ejercidas por personal penitenciario. Los relatos de las personas encuestadas: -«la bienvenida en Devoto fue terrible, me cagaron a palos, trompadas, estaban borrachos y me pegaron tanto que por un mes no me pude reir»; – «en la bienvenida te matan, son muchos los que te golpean, te escupen, te hacen doler y si ingresás un viernes que el personal está en pedo, te matan mucho peor».
No hace falta transcribir todo el Informe para dar cuenta de la situación que vive el sistema carcelario. Ahí queremos mandar a pibes de quince años a los que el Estado no ha sido capaz de dar una respuesta. Decíamos al principio que los mismos que reclaman que el Estado no intervenga las AFJP son aquellos que piden mano dura y represión frente a la avanzada mediática contra «los jóvenes» (como si, en realidad, la avanzada no fuera contra los pobres). Y no es casual, ni siquiera paradójico. La idea de la contracción de las capacidades del Estado no significó, nunca, el abandono de las facultades represivas del mismo. Argentina fue pionera en privatizar todo: pero hay alguna razón por la cual el sistema carcelario ni siquiera tercerizó sus servicios. Porque para privatizar todo lo otro, para generar un modelo de exclusión social y de expulsión de fuerza de trabajo del sistema, hay que contar con los mecanismo represivos para garantizar ese orden. La cárcel, con un Servicio Penitenciario militarizado como el nuestro, ha servido como garantía de un modelo de exclusión que tiende a reprimir a los sectores a los que ha abandonado a su suerte en todos los otros órdenes de la vida social. Y, si estamos recobrando las capacidades perdidas por el Estado en los `90, sería un buen momento para empezar a pensar otras respuestas, alejadas de las instituciones penitenciarias, para aquellos que todavía no han sido incluídos. Quizás para algunos este no sea políticamente el momento. Pero también es cierto que hay un sector que no puede esperar más: el pibe que habló por la tele el otro día y se lo llevaron por resistencia a la autoridad es apenas un ejemplo de que no va a ser «la sociedad civil movilizada» la que defienda a las personas privadas de su libertad. Entonces que la cosa empiece por el Estado.
Impecable. Suscribo absolutamente.
Suscribo también, totalmente. Ayer San Isidro salió con cacerolas a rechazar el fortalecimiento del Estado a través de la intervención en el Mercado. Ahora claman por intervencion Estatal de la peor manera posible: con represión y carcel para nenes de 15 años.
Será, tal vez, una muestra de aquellas clases que jamás defendieron la democracia. Ni ahora ni en el ’76.
Muy buen análisis. Ese tipo de maltratos son parte casi estructural del sistema carcelario. Y los que apoyan la mano dura saben perfectamente cómo la pasan los que caen tras las rejas. Les parece bien. Creen que, por una cuestión casi del campo de la etología, «mientras peor los traten menos ganas van a tener de salir a robar cuando salgan»; y si en este proceso de «reeducación» alguno sale herido o en un cajón, bueno, creerán que era algo inevitable. Igualmente esto da cuenta de cómo consideran al que delinque: no lo toman como otro ser humano igual a sí mismo, lo creen un animal, un despreciable ser impulsivo. No hay ingenuidad en esta mirada, hay plena conciencia. La mano dura no se apoya sólo en lo policial (gatillo fácil) o en lo judicial (mayores condenas, bajar la edad de imputabilidad), también tiene su pata en lo carcelario, y es esto que aquí se cuenta.
Si quieren ver el pensamiento vivo sobre el sistema carcelario de estas buenas personas, sólo hay que leer los comentarios de La Nación en las notas con esta temática. Dan miedo.
saludos
Es el retorno el Estado Feudal combinado con un poco de «La naranja mecánica», cada uno encerrado en su hogar o en complejos de hogares al lado de la miseria con un ejército (si es público mejor, así no garpan) para protegerlos de los «otros».
El post es excelente, no habría que olvidar la situación carcelaria en Mendoza, la provincia del amigazo y simpático Cletito, o la situación en Córdoba, provincia del compañero Schiaretti.
Gracias muchachos. Igual hay que reconocer que el tema es imposible de instalar en los medios y en la sociedad. Como dice Horacio, lean los comentarios ya no sólo de La Nación sino de Crítica y se van a dar cuenta lo que piensa «la gente».
Es verdad Julián, en las provincias la situación también es tremenda, pero el acceso a la información en la cuestión penitenciaria es muy muy complicado.
Tomás, algo que me preocupa mucho es como se han naturalizado la metáforas eugenésicas acerca de la «enfermedad social» que portarían los que delinquen. Es algo que hay que combatir a como dé lugar. Es muy difícil instalar este tema, es cierto. Hay que reconocer que los enemigos son muy fuertes y hace muchos años que insisten con el tema. Recuerdo un ejemplar de Página del `87 que tuve ocasión de leer en la Biblio del Congreso, allí había una columna de Aliverti y otra de Pasquini sorprendidos frente al retorno de ideas como el «hay que matarlos a todos». Bastantes años después decir eso ya es casi rutinario. Los medios asimismo tienen una gran responsabilidad en todo esto, sólo Página y el Dipló (más algo de Spolsky, en todo caso, algo ultra minoritario, más la prensa de esquerra) reflejan el tema. La solución viene de la mano de la escuela pública, hayq eu fortalecer los contenidos democráticos en la enseñanza para combatir el sentido común instalado.
El tema es muy frustrante. Yo empecé a laburar en el tema, en Devoto, y no pude seguir por razones de tiempo.
Pero es empezar a jugar un partido que vas perdiendo ocho a cero en el segundo tiempo, porque hasta los propios internos internalizaron ese discurso de que «nacieron para chorros». Es muy difícil, pero no queda otra que intentarlo desde donde se pueda.
Te recomiendo un muy buen trabajo del CC, bah, siempre suelen serlos:
http://www.centrocultural.coop/uploads/cuaderno82.pdf
Está editado en libro y sale 20 mangos.
Paren las rotativas. Vean ésto: http://prensacanalla2.blogspot.com/2008/10/castells-telfonoooooo.html
El tema de la delincuencia juvenil es muy complejo,y.por supuesto,no se resuelve con la simple represion.Refleja nuestra psicologia social y la de la humanidad en general,cuando se buscan chivos expiatorios y se cree que con la mano dura se termina con el tema,sin averiguar las verdaderas causas,que son muchas:desde las formas abandonicas de familias conflictuadas(y aunque sean la mayoria de clases pobres tambien son abandonicos los padres de clase media y alta en algunos casos),la desercion escolar,el efecto contraproducente de las carceles entendidas aun como reformatorios,una sociedad que movida por el dinero,el consumo,la droga,la prepotencia,la envidia,la competencia,el exitismo,la falta de solidaridad y de vinculos grupales,los grupos convertidos en pandillas,la falta de proyectos cinstructivos,de ideologias,de esperanzas relacionadas con el porvenir,la depresion,las caracteristicas que presentan actualmente los movimientos religiosos,la fruatracion en general,madre de la conducta violenta,etc,etc,en una lista de causas cuasi inagotable,explica en parte porque delinquen los jovenes(y no solo ellos)en este panorama en el cual los primeros desorientados y enfrentados son los adultos…
Eso que decís de los propios internos es desolador. Ese tipo de metáforas médicas y estructural-funcionalistas son la herencia de la dictadura y son terribles, más aún que la señora gorda que habla pestes del «garantismo» y del «zurdaje».
Según dicen los especialistas esos chicos que delinquen son la consecuencia de una sociedad que los ha educado mal. Son en su mayoría chicos que han sufrido una infancia sin protección ni cariño, ni control. Siguen sufriendo, y ese odio que sienten se vuelca a toda la sociedad. Muchos son chicos que nacen de algún accidente, no queridos ni atendidos por sus padres. Entonces antes que nada hay que evitar a toda costa que las personas nacidas tengan ese destino de sufrimiento. ¿Como? Educando mejor a la juventud, infundiendo el criterio en los padres y madres futuros, la enorme responsabilidad que asumen con su acto de procreación no buscada, que deben hacerse cargo ambos para evitar ese ser que sufre, que los jóvenes sepan como protegerse, que ESTÁ la pastilla del día después, llegado el caso, que el aborto se puede hacer en el hospital, y si aún así nace alguien no querido: debe darse inmediatamente en adopción o si la madre no lo quiere deben existir instituciones sociales de excelente crianza.