[versión de post publicado originalmente en El teclado excéntrico]
«Poeta» y «nacional» son dos palabras que juntas parecen generar polémica, al menos en algunos países como Argentina y Bélgica.
Murió Juan Gelman y el Gobierno argentino decretó tres días duelo nacional.
En Bélgica, la designación de un poeta nacional es una iniciativa de tres organizaciones literarias (La Maison de la Poésie et de la Langue Française de Namur, el Poëziecentrum de Gante y VONK & Zonen de Amberes. La idea está expresamente inspirada en el «Poet Laureate» británico y el «Dichter des Vaderlands» neerlandés. El cargo honorífico dura dos años, y durante ese período el poeta elegido (Charles Ducal, flamenco, esta primera vez) deberá escribir al menos seis poemas sobre diversas temáticas «de nuestro país»/ «relacionadas con nuestro país» (de acuerdo a la versión en francés y en neerlandés respectivamente del sitio de la iniciativa). El próximo poeta nacional deberá ser un francófono, y se deja abierta la posibilidad de nombrar en el futuro un poeta germanohablante (la tercera comunidad lingüística del país, la más minoritaria). El Colectivo de Traductores de la asociación bruselense Casa Internacional de la Literatura Passa-Porta asume la responsabilidad de traducir los poemas a las otras dos lenguas nacionales.
En un caso y en otro se generaron polémicas, con sus diferencias. En el caso argentino, las discusiones fueron sobre por qué para Gelman sí y para otros no (Fogwill, Lamborghini…). En el caso belga, algunas voces se elevaron del lado flamenco, que llegaron a considerar «traición a su lengua» el hecho de que Ducal aceptara la distinción.
Quien esto escribe es pragmático, y prefiere empezar por señalar que ese tipo de distinciones son buenas para la visibilidad de la producción poética en general. Saca a la poesía de ese frasco de formol perfumado en el que suele estar en la cabeza de esa entelequia llamada «la gente», para transformarla en una cosa viva, real, cambiante, escrita aquí y ahora. Los poemas reemplazan a «La Poesía»; ese ideal difuso que ocupa el lugar más elevado del imaginario artístico sin llegar a corporizarse casi nunca. La poesía como acción y no como abstracción. Como sustantivo y no como adjetivo. Como substancia y no como atributo. Se podrá estar a favor o en contra de que tal o cual poeta sea nombrado poeta nacional o que se declare duelo nacional por su fallecimiento. pero es sumamente positivo para que tales distinciones existan.
Con respecto a los casos puntuales, es necesario tomarlos como tales. Si no son iniciativas de carácter estatal sino asociativas (es el caso belga), es un poquito ridículo subirse al caballo de la identidad nacional traicionada y tonterías por el estilo. Se puede perfectamente (y es lógico y constructivo) criticar aspectos concretos de la iniciativa. Por ejemplo (siempre para el caso belga), el hecho de que el poeta seleccionado se comprometa a escribir algunos poemas sobre temas de carácter nacional: tal cosa no existe. En «El escritor argentino y la tradición», Borges escribe que la identidad es o bien una fatalidad (uno es lo que es) o bien una impostura (dejo de ser argentino si me saco las boleadoras del cinto). Por eso, parece menos forzado que el poeta nacional sea elegido porque se considera que su obra representa algunas de las facetas de la siempre múltiple identidad nacional (que nunca es una sola), y no para que intente representarla explícitamente. De todas formas, eso no empaña la visibilidad (la publicidad, las notas en los medios, etc.) que la iniciativa aporta a la producción poética.
Con respecto al duelo por Gelman: hay que empezar por decir que se trata de la decisión, inevitablemente subjetiva, de un Presidente (Presidenta en este caso) con respecto a qué muerte de una personalidad enluta a la Nación. Y, sobre todo, que no se trata de un premio literario. Se declaró el duelo por Gelman no sólo porque se trata de un inmenso escritor (como Fogwill, como Lamborghini) sino también por su oposición a la última dictadura militar, por su carácter de perseguido político durante la dictadura, de padre de desaparecido y de abuelo de nieta recuperada. Por su carácter de figura popular, por su rol en la historia del país en las últimas décadas. Se puede no estar de acuerdo con la decisión, pero no confundir los tantos. Los pueblos, las naciones, necesitan figuran nacionales, aunque sea para discutir sobre ellas. Aquello de lo que no se habla, en lo que no se piensa, termina por no existir. Se trate de lo que se trate.
No comparto la insistencia en poner Fogwill y a Lamborghini a la altura de Gelman
Ta muy bien. Lo único que me importa es que estés de acuerdo con lo importante del posteo ;).
Gracias por comentar.
No se si los pueblos necesitan o no figuras nacionales, sí lo que se necesita es discutir sobre ello, y sobre los que son propuestos para desempeñar ese papel.
Naturalmente la decisión de la Presidenta fue una decisión subjetiva, especialmente esta parte del texto del decreto 52/2014:
«Que a través de toda su vida sostuvo, en el ámbito en que le tocó actuar, los valores y principios democráticos, por lo que el Gobierno y el pueblo de la Nación Argentina acompañan con su pesar el dolor de sus familiares.»
Algunos pensamos que poco tuvo que ver la violencia política de los 60/70 con la democracia, especialmente cuando se ejerció durante gobiernos democráticos, y ni hablar del modelo de sociedad por el que luchaban. Como lo ha sabido describir muy bien Nicolás Casullo: «Pero a la vez, esa violencia revolucionaria como dimensión cultural -esa violencia diseminada en la contextura de sus hechos- fue siempre más rudimentaria, áspera, antidemocrática y dogmática en su accionar, esquematizar y organizar, que el propio sistema cultural democrático instituido por las operatorias del andamiaje y control político burgués de larga data, encallado finalmente en la democracia liberal. Valores que pasaron por el estatus de lo democrático, la libertad, la pluralidad, la tolerancia, la individualidad, las calidades espirituales, las performances estéticas que aparecieron siempre como postergadas, desconsideradas por la epopeya revolucionaria esencial, a la vez que la dominación burguesa en la historia, por el contrario, había sabido instalarlas concretamente para su provecho, como «bienes universales» de un humanismo sin frontera de clase.» Las cuestiones. FCE. Bs.As. 2007.páginas 98/99.
OK. Pero el tema es si te parece bien que exista la figura del duelo nacional o no. El post lo que dice es que la discusión que eso puede generar es positiva, que reflexionar sobre los símbolos de la identidad nacional hacen que ésta exista.
No veo inconvenientes en que exista el duelo nacional, pero como bien dices, generalmente será una decisión subjetiva del gobernante de turno, que expresará el sentir de un sector de la sociedad. Hablar de identidad nacional o del ser nacional, como estuvo de moda en lo 60/70, ya es entrar en un ámbito más polémico, que muchas veces más que encontrar una identidad nacional, pueden llegar a diluirla en un enfrentamiento estéril.
Una conclusión (parcial) posible es que el conflicto forma parte de algunas identidades.
Que existan identidades conflictivas, habría que ver en qué sentido lo dices, puesto que entiendo, como lo consideran Claude Lefort y Marcel Gauchet, que “El gesto inaugural sobre el que se funda el régimen democrático consiste
en el reconocimiento de la legitimidad del conflicto en la sociedad.” Creo que el peligro más bien estaría en los que creen que la salud de la Nación depende de la existencia de una sola identidad, que aglutine a la población, y que por ende nuestros males corresponden generalmente a haber estado casi siempre divididos y enfrentados. Bienvenido sea el conflicto pero, eso sí,evitando crear conflictos artificiales o mantener los existentes permanentemente vivos, sin buscar una solución. La búsqueda de la unanimidad social ha sido una «tentación que no ha dejado de alimentar las ilusiones y perversiones que minan la historia del régimen democrático.», como nos advierte Pierre Rosanvallon al escribir sobre el conflicto en la política. conf. La legitimación democrática. Imparcialidad, reflexividad, proximidad. Manantial. Bs. As. 2009. pags. 36 y sgts.
Estanos de acuerdo entonces en que es bueno que existan distinciones como las mencionadas en el post.